FALSA OBEDIENCIA, FALSO MISTICISMO
«Os
traigo a la memoria, hermanos, el Evangelio que os he predicado, que
habéis recibido, en el que os mantenéis firmes…» (1 Cor 15, 1). Bergoglio
no trae a la mente de los hombres el Evangelio de Jesucristo. Su noción
del Evangelio es una reforma social, una economía para las clases más
pobres, una cultura del encuentro para caer bien a todo el mundo. Bergoglio
está, no sólo influenciado por la teología de la liberación, sino
metido de lleno en una falsa espiritualidad y un falso misticismo,
propio de la falsa iglesia que está levantando.
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Bergoglio
no puede comprender la Palabra de Dios, la esencia del mensaje de
Cristo, no puede hacer suya las palabras del primer Papa de la Iglesia
Católica:
«No tengo oro ni plata; lo que tengo, eso te doy» (Act 3, 6).
¿A qué se ha dedicado este hombre?
«Los
males más graves que afligen al mundo en estos años son la desocupación
de los jóvenes y la soledad en la que se deja a los ancianos….Esto, en
mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí» (1 de octubre – Entrevista Scalfari)
No tengo oro ni plata: no me dedico encontrar trabajo para los jóvenes; no me dedico a dar a los ancianos un cariño que no merecen.
A los ancianos y a los jóvenes hay que darles a Jesucristo, que es poner en práctica la obra de la Redención.
Pero, Bergoglio anda en otras cosas, en su política:
«Al
cumplir su misión apostólica, la Iglesia debe asumir un papel profético
en defensa de los pobres y contra toda corrupción y abuso de poder…»
(Visita ad limina de los Obispos de Kenia – 16 de abril).
¿Papel
profético en defensa de los pobres? No existe una profecía que defienda
a los pobres, tal como lo entiende Bergoglio, que es en su comunismo.
No existe una profecía que lleve a la Iglesia a atacar toda corrupción y
abuso de poder.
«Arrepentíos, pues, y convertíos para que sean borrados vuestros pecados» (Act 3, 19).
Este
es el mensaje que San Pedro dirigió a todos los israelitas. Esta es la
doctrina de los Apóstoles. Esta es la misión de toda la Iglesia. Esta es
la voz profética que recorre toda profecía verdadera: el
arrepentimiento del pecado, la lucha contra el pecado. Si el hombre
viera su pecado, entonces no habría pobres ni corrupción ni abuso de
poder. Pero, hoy día, al hombre no se le predica del pecado, sino que se
le da un lenguaje lleno de tantas cosas que le impiden ver la verdad de
la vida. Bergoglio no enseña el pecado, porque no cree en el dogma del
pecado.
Bergoglio
sólo está en su falsa espiritualidad: «entrar…en el corazón del
Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia
divina» (Bula del jubileo de la misericordia).
Son
los pecadores, no los pobres, los privilegiados de la Misericordia de
Dios: «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a
penitencia» (Lc 5, 32).
No
he venido a llamar ni a los pobres ni a los ricos: no he venido a hacer
propaganda política de la Palabra de Dios. No he venido a hablar lo
políticamente correcto.
Jesús ha venido a poner un camino de penitencia a todo aquel que reconozca su pecado como una ofensa a Dios.
«Todavía
hoy siguen habiendo injustas desigualdades, que ofenden a la dignidad
de las personas. El gran reto de nuestro mundo es la globalización de la
solidaridad y la fraternidad en lugar de la globalización de la
discriminación y la indiferencia y, mientras no se logre una
distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de
nuestra sociedad (cf. Evangelii gaudium 202)» (Mensaje a la séptima
cumbre de la Américas en Panamá – 10 de abril 2015).
Bergoglio se predica a sí mismo, pero es incapaz de predicar el Evangelio de Jesucristo.
Como
el pecado no es una ofensa a Dios, entonces: «Todavía hoy siguen
habiendo injustas desigualdades, que ofenden a la dignidad de las
personas». ¿Qué es el pecado? Aquello que ofende al hombre, a su
persona, a su dignidad. Automáticamente, Bergoglio se baja de la Cruz de
Cristo, que es la que libera al hombre de cualquier mal, ya sea
espiritual, ya humano, para presentar al mundo su falso misticismo.
«El
gran reto de nuestro mundo es la globalización de la solidaridad y la
fraternidad en lugar de la globalización de la discriminación y la
indiferencia»: en esta frase está ensamblada todo el falso misticismo de
la falsa iglesia.
La
falsa iglesia va hacia una unión entre todos los hombres, entre todas
las religiones, confesiones, para un gobierno mundial. Se necesita un
misticismo: solidaridad y fraternidad. Que inevitablemente es falso,
porque no es la solidaridad ni la fraternidad que provienen del
Evangelio de Cristo. Es la solidaridad y la fraternidad que está en la
mente de los grandes masones, que son los que rigen el mundo y la falsa
iglesia que se levanta en el Vaticano.
En
ese falso misticismo no hay que discriminar a la gente. Por lo tanto,
no hay que tener dogmas, credo, símbolos de la fe. No hay que ser
indiferentes con los hombres porque tienen una manera de ver la vida, de
pensarla, de obrarla. Hay que buscar la forma de unir a los hombres con
este falso misticismo.
Muchos
católicos no saben lo que es la vida mística. Y, por lo tanto, no saben
lo que significa una falsa vida mística, un falso misticismo.
Lo
místico es la unión de Cristo con cada alma. Lo místico no es lo
espiritual. Cristo se une con el alma a través de la gracia: esto es una
unión espiritual. Pero Cristo, también se une al alma a través del
Espíritu: esto es lo místico.
A través de la gracia, el alma posee una vida divina, que es en todo espiritual, porque Dios es Espíritu.
Pero a través del Espíritu, el alma posee una vida mística, en la que el alma participa de todo lo que es Cristo.
Por
la gracia se participa de la Vida de Dios. Eso es el Bautismo y todos
los Sacramentos. Ser hijo de Dios es una participación de la vida
divina.
Pero,
por el Espíritu, el alma participa de la vida de Cristo. Por eso, la
Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo: participa toda la Iglesia de la
vida de Cristo.
La
Eucaristía no sólo es una participación de la vida divina, sino del
Misterio de la Encarnación. Participar en ese Misterio es vivir algo
místico con el Verbo Encarnado.
Por
lo tanto, quien no vive lo místico en la gracia, en los Sacramentos,
tiene que vivir un falso misticismo. Ese falso misticismo es la obra del
espíritu del demonio en el alma: en su mente, en su memoria, en su
voluntad.
En
el falso misticismo, la mente está poseída por el demonio para pensar
lo que quiere el demonio. Esto es lo que se ve en Bergoglio y, no sólo
en la Jerarquía que le obedece, sino en muchos fieles.
En
el falso misticismo no hay manera de que la mente vea la verdad: vive
una oscuridad espiritual, por su pecado de soberbia, que le impide, que
le obstaculiza asentarse en la verdad. Ve la verdad de las cosas, pero
siempre el alma haya una razón, una idea, para salirse de la verdad.
Esto
está en todas las homilías de Bergoglio: dice una verdad y la continúa
con una mentira. Esto es el falso misticismo: es la unión de la mente de
la persona con el entendimiento del demonio.
El
verdadero misticismo es la unión de la mente de la persona con la mente
de Cristo. Por eso, dice San Pablo: «Mas nosotros tenemos la Mente de
Cristo» (1 Cor 2, 16).
El espiritual juzga de todo:
es decir, el que participa de la vida divina, por la gracia, puede
hacer juicios espirituales sin cometer pecado. Pero nadie puede juzgar
al espiritual, al que hace juicios espirituales. ¿Por qué? Porque tiene
una vida mística, no sólo espiritual.
Por
la vida espiritual, juzga de todo y no se equivoca. Y no se equivoca
porque participa de la mente de Cristo. Y en la mente de Cristo no hay
error, no hay herejía, no hay desviación de la verdad.
Muchos
poseen la gracia, es decir, tienen una vida espiritual. Pero muchos, al
no saber usar la gracia, no alcanzan la vida mística con Cristo. Tienen
la gracia, pero siguen pensando y obrando como hombres del mundo, como
hombres paganos. Eso señala una sola cosa: hay un falso misticismo. En
la persona, se da una unión en la mente con el espíritu del demonio, que
la lleva a pensar muchos errores y a obrarlos.
Hay
tantas filosofías, tantas teologías, tantas formas de pensar en la
actualidad que son impedimento para la vida mística de muchos católicos.
Son el inicio y el contrafuerte de una falsa vida mística.
Para
vivir con Cristo no hace falta tanta filosofía ni tanta teología. Sólo
hace falta la humildad de corazón, que hace que la mente del hombre no
se apoye en ninguna idea humana, por más buena y perfecta que sea para
su vida. Sólo en la Mente de Cristo no está el error, sino toda la
Verdad. Y es el Espíritu de la Verdad el que nos hace penetrar esa Mente
Divina.
Por
eso, muchos teólogos, muchos filósofos, muchos pensadores católicos ven
la herejía de Bergoglio, pero lo siguen llamando Papa. No tienen vida
mística: con sus teologías, con sus pensamientos impiden que el Espíritu
les lleva a conocer la Mente de Cristo, ¿qué piensa Cristo de
Bergoglio? Es su pecado de soberbia, que debe incidir en toda su vida
espiritual, en la manera de vivir la gracia.
La
vida espiritual, es decir, la vida de la gracia, conduce, de manera
necesaria, a la vida mística. Cristo no sólo te hace hijo de Dios, no
sólo te da una vida divina, sino la manera de pensar esa vida divina, la
manera de obrarla, de vivirla.
Quien
no purifica su corazón, su mente, de tantas ideas, filosofías,
teologías, errores, entonces hace un daño a su vida de la gracia y no
puede penetrar la mente de Cristo, no puede vivir la vida de Cristo, no
puede tener una vida mística.
Muchos,
sin teología, sin filosofía, captan a la primera lo que es Bergoglio.
Cuando escuchan sus homilías, en seguida dicen: no es doctrina católica.
Esta persona no es Papa. Viven sencillamente su gracia y, por eso,
están unidos a la Mente de Cristo, que les enseña la verdad de todas las
cosas.
La gracia es siempre una inteligencia divina que sólo se puede captar en la unión con la mente de Cristo.
Quien no viva su gracia, en los Sacramentos, no tiene una vida mística, sino una falsa vida mística.
En los falsos profetas, se puede ver esa falsa vida mística: esa mente demoniaca que va dirigiendo la mente del falso profeta.
En
Bergoglio, es lo que se ve en todas sus homilías, en todos sus
escritos, en todos sus discursos, aun los que parecen católicos, pero
nunca lo son. Un hereje nunca puede dar un discurso católico.
El
demonio siempre sabe hablar a todo hombre. Siempre sabe decir la
palabra que quiere oír el hombre. Por eso, Dios dice pocas palabras,
pero cuando las dice las obra en el alma.
El
demonio llena de palabras la mente de los hombres, para tenerlos en su
juego. Esto es lo que hace, constantemente, Bergoglio. Palabras bonitas,
hermosas, para terminar diciendo su herejía de siempre.
Muchos no han aprendido a discernir las palabras de Bergoglio. Son todas heréticas:
«…el
hereje que niega un solo artículo no tiene fe respecto a los demás,
sino solamente opinión, que depende de su propia voluntad» (Sto. Tomás,
II-II q.5 a.3).
Bergoglio niega el primer artículo de la fe: «Y yo creo en Dios. No en un Dios católico, no existe un Dios católico,
existe Dios. Y creo en Jesucristo, su encarnación. Jesús es mi maestro y
mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es
mi Ser».
Quien
no cree en el Dios católico no cree en Dios. Y si no cree en Dios, no
cree en nada más: ni en Cristo, ni en la Iglesia, ni en la Cruz, ni en
los Sacramentos. Sólo cree en lo que dicta su razón humana
¿Quién es Dios? Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Quien
no cree en Dios como lo enseña el primer artículo de la fe, no cree en
Dios. No tiene fe. Sino que tiene una opinión sobre Dios. Tiene su
propio concepto de Dios: Dios es la luz, Abba, el Creador, etc…
Quien niega un artículo de fe los niega todos.
Bergoglio
no habla el lenguaje de la fe, sólo puede dar su opinión sobre todos
los temas de la fe, como la da cualquier hombre del mundo, cualquier
pagano, cualquier cismático, cualquier hereje.
Por
eso, nunca se equivoquen con Bergoglio cuando dice algo que parece
católico. Sólo está dando su opinión, pero no puede enseñar la fe
católica. Nunca. El pecado de herejía impide la fe. Y la herejía, en
Bergoglio, es pertinaz. Dice sus herejías y continúa viviendo su vida
como si nada hubiera dicho: no hay arrepentimiento. Y, por eso,
Bergoglio está condenado en vida. Esto es lo que escandaliza a muchos.
El espiritual juzga de todo:
como Bergoglio no hace un acto de arrepentimiento de sus herejías, sino
que cada día las aumenta y las hace pública para todo el mundo,
entonces va camino de condenación. Él vive como si fuera un santo, como
si sus palabras fueras justas, apropiadas para todo el mundo. Como si
sus obras tuvieran el sello de Dios. Bergoglio no puede ver sus pecados
porque no cree en Dios. Y aquel que no cree en Dios, no puede salvarse.
Vive su propia condenación en vida.
Todo el problema de Bergoglio es que está sentado en la Silla de Pedro. Por eso, se necesita algo más que un mea culpa
para decir que Bergoglio se ha salvado. Bergoglio vive su propia
condenación en vida, lo que él ha escogido para su vida. Y, por lo
tanto, lleva a muchas almas a lo mismo: vivir condenadas en vida.
Este es el fruto del falso misticismo: vivir condenados.
El
verdadero misticismo lleva a vivir la santidad de Dios. Vivir esperando
el Cielo. Vivir para una felicidad que no es de este mundo. Por eso,
los santos se confesaban hasta dos veces al día. Porque sabían que el
pecado les impide el Cielo.
Hoy,
en el falso misticismo de Bergoglio, todos se van al cielo. Es decir,
todos viven su condenación ya en la tierra. Ya no se vive para convertir
al otro, para salvar su alma del pecado. Se vive para comulgar con el
pecado del otro. Se vive para una condenación.
Bergoglio
sólo es un político que está en su negocio en la Iglesia. Por eso,
buscó la unidad con Kenneth Copeland, con Palmer, que son personajes que
solo les importa el dinero, pero no la verdad del Evangelio. Copelando y
Palmer predican el evangelio de la prosperidad, que es la teología de
la liberación en Bergoglio, que son considerados herejes por los mismos
protestantes.
A
Bergoglio sólo le interesa la bolsa del dinero, como a Judas. Y busca a
los judíos, sólo por el dinero. Y busca a los musulmanes, sólo por el
dinero.
Para
dar de comer a los pobres se necesita dinero. ¿Quién se lo da? Sólo
vean con quién se junta Bergoglio. Y obliga a todas las diócesis a hacer
lo mismo. Todo el mundo católico está buscando dinero para los malditos
pobres de Bergoglio.
Ha
corrido Bergoglio para implantar su gobierno horizontal, para
promoverlo, para imponerlo. Los demás, como bobos, sin hacer nada en
contra de ese gobierno de herejes y cismáticos. Por lo tanto, no les van
a salvar las teologías a muchos Obispos y sacerdotes con lo que viene.
Su falsa obediencia a un falso papa llena su vida espiritual de un
falso misticismo.
Cuanta jerarquía está ya poseída, en sus mentes, por el demonio. Y eso es lo que va a trabajar en ellos en lo que viene.
Van
a poner una inteligencia que doblegue a todos los teólogos, a todos los
canonistas, para poner un falso credo, apropiado a la falsa iglesia. Ya
el primer artículo de la fe no será el Dios católico, sino el falso
dios que la cabeza de cada hombre se quiera inventar. Es el dios
gnóstico, propio de la masonería.
Aquel
que no viva su vida de la gracia, el demonio le espera en su mente, y
tendrá parte en el falso cuerpo místico del Anticristo, que es la falsa
iglesia, que ya es visible en Roma y en todas las parroquias del mundo
entero.