NAZISMO. Resurgimiento de la ultraderecha en Europa
27/04/2015Política internacional
El resurgimiento del nazismo en europa: causas y consecuencias
VICENÇ NAVARRO / PÚBLICO
Las políticas neoliberales impuestas a la población por el
establishment europeo (el Banco Central Europeo, el Consejo Europeo y la
Comisión Europea) y los gobiernos de la Eurozona, hegemonizados por
partidos de sensibilidad conservadora, liberal y supuestamente
socialdemócrata (bajo el dominio de la coalición liderada por la
canciller alemana) están creando una enorme inseguridad entre amplios
sectores de las clases trabajadoras, que sienten en carne propia las
consecuencias sumamente negativas de tales políticas.
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Las reformas
laborales, iniciadas, entre otras, por las reformas del canciller alemán
socialdemócrata Schröder, y seguidas por la mayoría de partidos
gobernantes, han determinado un elevado desempleo, una baja ocupación y
un notable deterioro del mercado laboral, con gran disminución de los
salarios y, por lo tanto, de la capacidad adquisitiva de los
trabajadores. Esta situación se ha hecho incluso menos tolerable por el
desmantelamiento de la protección social y del Estado del Bienestar,
contribuyendo a que incremente todavía más esta inseguridad económica y
social que caracteriza la situación de amplios sectores de las clases
populares.
La inseguridad se atribuye correctamente a las intervenciones
públicas que sistemáticamente favorecen a grupos económicos y
financieros, y que se justifican bajo el lema de que tales políticas son
las únicas posibles. Tales intervenciones impopulares se presentan
erróneamente como resultado de unos dictados de agentes externos al
país, bien sean de la Troika, del gobierno alemán, o de las siempre
presentes multinacionales (y aquí en Catalunya se incluye también a
Madrid). La externalización de las responsabilidades es una de las
características de la narrativa dominante, promovida por los partidos
gobernantes.
No es, pues, sorprendente que este discurso cree una respuesta en el
sentido opuesto, queriendo recuperar una identidad y una soberanía
perdida en manos de poderes extranjeros, una recuperación que lleva a
una llamada a la dignidad nacional frente a intereses foráneos y
extranjeros y a sus aliados nacionales. Este sentimiento –como el mismo
nacionalismo que genera- puede ser o no un movimiento positivo, pues
puede significar la llamada a una soberanía e identidad perdida, que se
presente erróneamente por la sabiduría convencional como consecuencia
inevitable de la globalización. El nacionalismo, sin embargo, también
puede convertirse en negativo cuando se incluye entre “los de fuera”, no
sólo a los establishments políticos, financieros y mediáticos
responsables de las políticas de austeridad, sino también a las
poblaciones de estos u otros países, como son los inmigrantes,
canalizando el enfado popular hacia ellos (sentimiento estimulado por el
mundo empresarial, así como por aquellos establishments, pues consigue
con ello dividir y, por lo tanto, debilitar a las clases populares).
Este sentimiento de “nosotros” y “ellos” es el caldo de cultivo del
nacionalismo de tipo excluyente, bases del nazismo (y su versión latina,
el fascismo).
De ahí que la única respuesta a este indeseado riesgo sea que se
dirija este enfado hacia los grupos gobernantes que impusieron aquellas
políticas, con el establecimiento de alianzas entre las clases populares
frente a sus gobernantes. Es, en otras palabras, el nacionalismo de
tipo incluyente (opuesto al de tipo excluyente) que desea la suma de las
diferentes comunidades nacionales frente a un adversario común, en el
que se debe incluir al nacionalismo de tipo excluyente, que es utilizado
por las élites gobernantes para perpetuar sus intereses, dividiendo así
a las clases populares. La interpretación que promueve el establishment
alemán de que la crisis humana griega es debido a una supuesta
incapacidad de los griegos a ser disciplinados y a poder gobernar,
traduce este nacionalismo excluyente que está estimulando en Alemania el
desarrollo de nuevo del nazismo en aquel país. La versión del partido
fundado por Le Pen, que ve al inmigrante como el enemigo, es otro
ejemplo de este nazismo.
La pérdida de legitimidad de los partidos políticos
Una tercera característica es el enorme desengaño de las clases
populares hacia los partidos políticos que históricamente representaron
sus intereses, tales como la socialdemocracia y los partidos comunistas
(y más tarde los partidos verdes). La acomodación de tales partidos a la
dinámica de la vida parlamentaria, que es en sí poco democrática y
representativa (y muy limitada en los países periféricos de la
Eurozona), y la adopción de los partidos socialdemócratas a la ideología
neoliberal, ha causado una pérdida de legitimidad del sistema
representativo. Un elemento clave para esta pérdida de legitimidad es
que ninguna de las políticas neoliberales impuestas a la población,
incluso por los partidos que históricamente eran los instrumentos de
tales clases populares, tenían un mandato popular. En ninguna parte las
políticas de austeridad, por ejemplo, aparecían en los programas
electorales de los partidos gobernantes. De ahí el sentimiento
antipartido, y que no puede considerarse como antidemocracia.
Pero, aunque no debería confundirse, existe el peligro de que sí se
confunda. Y de ahí la gran importancia de diferenciar los movimientos
progresistas de los movimientos regresivos que conducen al fascismo y al
nazismo. Estos últimos son profundamente antidemocráticos. Su propia
esencia es el caudillismo, acompañado de un nacionalismo excluyente,
basado en el racismo y etnicismo. El nazismo y el fascismo son
antipartidos y antidemocracia.
Pero frente a esta versión represora hay la versión progresista, que
quedó plasmada en el movimiento 15-M en España, que exige una democracia
real, participativa, que va más allá de la vía representativa, que por
muy representativa que sea (y en España lo es muy poco) requiere que sea
complementada por fórums de democracia directa, como los referéndums, a
todos los niveles. Es el derecho a decidir sobre todo. La vocación
democrática es que cada persona tenga la misma capacidad de decidir en
la gobernanza de los distintos niveles de responsabilidad institucional,
y en todos los espacios, sean estos económicos, sociales, culturales o
políticos. Este planteamiento es el opuesto al nazismo. Y en la medida
que se trabaje para un proyecto en que los recursos se distribuyan según
las necesidades (definidas colectivamente, además de individualmente) y
se produzcan según sus habilidades, el proyecto se construirá sobre una
larga tradición histórica que bajo distintos nombres ha sido, en gran
parte, responsable del progreso humano. De ahí que estos nuevos
movimientos en Europa sean los únicos que puedan parar al nazismo en
Europa. Para ello se necesita que amplíen sus alianzas con aquellas
fuerzas de vocación democrática que ellos mismos están radicalizando.
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra. Ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona.