Brujos de la economía y charlatanes de la política. Por Roberto Cachanosky
Es muy común que gente sin formación
profesional en economía opine con toda soltura y formule afirmaciones
que son verdaderas burradas. Esto suele pasar mucho en la dirigencia
política. En efecto, la política, que se ha transformado en un fenomenal
negocio para muchos que la practican, exige quedar bien ante el votante
y, por lo tanto, opinan sin conocer. Lo grave con los políticos que
opinan de economía sin saber es que no solo opinan, sino que también
toman medidas o votan leyes que hacen verdaderos destrozos.
Una vez más se ha puesto de moda el
argumento que la restricción política impide adoptar ciertas medidas
económicas. Las restricciones políticas y sociales harían inviable la
solución a los problemas económicos generando un caos social y político,
por lo tanto esto es lo máximo que se puede hacer.
Uno puede entender ciertas restricciones
políticas y sociales, ahora relatar que no se pueden adoptar las
medidas económicas necesarias por las mencionadas restricciones no
implica que todo vaya a marchar sobre ruedas. En todo caso, los
practicantes de la brujería económica no están haciendo otra cosa que
relatar porque vamos a tener problemas. Nos relatan por qué vamos a
chocar y creen que relatándonos el choque, mágicamente los problemas se
solucionarán.
En su libro El Economista y La Política,
William Hutt analiza cuál es la función de los economistas que
participan de la política. Resulta bastante claro que, muchas veces, los
economistas terminan formulando propuestas económicas que se acomodan a
los deseos de los políticos. Normalmente este comportamiento obedece a
que los políticos suelen decir que tal o cual medida económica es
políticamente inviable. Ante esta afirmación los economistas suelen
acomodar la medida económica al gusto del político para hacerla
políticamente viable, por más que lo políticamente viable sea una
gigantesca payasada.
Dice Hutt en una parte de su libro El
Economista y La Política que muchas veces los economistas asesoran a los
políticos para que éstos terminen actuando como si no hubiesen sido
asesorados por economistas. En otras palabras, si el economista acepta
las llamadas restricciones políticas, lo más probable es que el político
haga lo que le parece, como si nunca hubiese consultado a un
economista.
Debo reconocer que es fácil para
nosotros, los economistas, criticar a los políticos por ineptos, pero la
realidad es que dentro de nuestro gremio ha habido cada economista en
la función pública que mejor perderlo que encontrarlo. A esos
economistas los llamo brujos de la economía. Ya sea por blandos, por
baja capacidad profesional o solo por permanecer cerca del poder, muchos
colegas han sido responsables de la decadencia económica argentina. Y
luego están los charlatanes de la política que pontifican sobre economía
y no tienen ni idea cómo funciona esa ciencia.
Más
de una vez, algún economista ha aceptado la restricción de lo
“políticamente inviable” y terminó creyendo que podían sustituir una
medida de reforma estructural con algún artificio financiero, monetario o
cambiario. En la década del 80 caímos en la hiperinflación porque
creyeron que los artificios financieros del Banco Central, manejando el
endeudamiento, la tasa de interés y el tipo de cambio era un sustituto
de la baja del gasto público para equilibrar las cuentas del estado.
Durante el gobierno de De la Rúa se
creyó que el endeudamiento como el blindaje y el megacanje eran
sustitutos de las reformas estructurales, en particular sustituto de la
baja del gasto público. Lo echaron a Ricardo López Murphy por proponer
una baja del gasto de U$S 3.000 millones porque era políticamente
inviable y a los pocos meses, más precisamente en julio de 2001,
terminaron bajando las jubilaciones y los sueldos de los empleados
públicos bajo el nombre de política de déficit fiscal cero. Pero la
diferencia entre lo que proponía Ricardo López Murphy y lo que se hizo
en julio de 2001 es que López Murphy proponía una reforma del
estructural del estado que permitiera bajar el gasto para equilibrar en
forma ordenada las cuentas del sector público, en tanto que el déficit
cero no implicaba una reforma estructural del sector público sino un
corte horizontal para equilibrar las cuentas, es decir sin establecer
prioridades en el gasto para dejar de gastar en lo que no era función
esencial del estado y así disminuir las erogaciones.
Recordemos que el rechazo de la
dirigencia política a la propuesta políticamente “incorrecta” de López
Murphy de bajar el gasto público porque iba a crear un caos social y
político, terminó en una crisis político institucional en diciembre de
2001, el corralito, el corralón, la confiscación de los depósitos, la
pesificación asimétrica, una gigantesca devaluación y el estallido de la
pobreza y la desocupación con una caída del PBI del 15% en 2002. En
definitiva, estos que practican la brujería económica y la charlatanería
política, terminan haciéndole un daño inmenso a la población.
Pensemos que el gasto público se puede financiar de la siguiente manera:
- Con impuestos
- Con emisión monetaria
- Con deuda pública interna y externa
- Consumiendo el stock de capital
- Confiscando activos
El
kirchnerismo ya usó 4) y 5) al destruir el sistema energético, las
rutas, el stock ganadero, etc., y el 5) cuando se apropió, con
complicidad de casi toda la dirigencia política, de nuestros ahorros en
las AFJP.
Impuestos ya estamos en el límite al
punto tal que el presidente Macri reconoció que el contribuyente está
agobiado. Emisión monetaria se está utilizando, dado que el BCRA viene
expandiendo el circulante a una tasa del 35% anual con adelantos
transitorios al tesoro que aumentaron el 112% en los últimos 12 meses,
luego de haber colocado deuda interna vía LEBACs que ya supera el billón
de pesos y aumentó el stock de esas letras un 64% en los últimos 12
meses. Deuda externa también se está utilizando y el total de deuda
colocada por el tesoro en lo que va del gobierno de Cambiemos aumentó en
U$S 53.000 millones.
En definitiva, se están utilizando todos
los instrumentos posibles para financiar el gasto público en esta
política gradual y aun así el déficit fiscal consolidado, sin considerar
el gasto cuasifiscal, no baja. Se mantiene en 7,5% del PBI como lo dejó
el kirchnerismo, con lo cual se generan dudas sobre la efectividad del
gradualismo. En rigor el déficit tenderá a aumentar por el mayor monto
de intereses a pagar por el incremento del stock de la deuda pública que
se toma para financiar el gradualismo.
Nadie está proponiendo echar a 1 millón
de empleados públicos de un día para otro o eliminar en 24 horas todos
los planes “sociales”. Esa es una caricatura que hacen los charlatanes
políticos para quedar bien con los que los ponen en las listas de
candidatos o bien porque quieren seguir currando con el negocio de la
política.
Aprendamos de nuestro pasado cuando se
creyó que tomar deuda era sustituto de reformas estructurales y pensemos
que es mejor aplicar una política de shock anunciando un plan económico
completo con reforma del estado, tributaria, laboral, etc. y luego ir
aplicándolo gradualmente a lo largo del tiempo, pero con la suficiente
velocidad como para no terminar estrellados porque el financiamiento del
gradualismo se corta antes.
Con el capital político que ha logrado
Macri en las últimas elecciones, todavía estamos a tiempo de evitar otra
desilusión si no se le hace caso a los brujos de la economía y a los
charlatanes de la política que tanto daño le han hecho a la Argentina.
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