El Gobierno del Mal: España, la joya de la corona del NOM
Laureano
Benítez Grande-Caballero.- Se podría definir a este Gobierno
«Frankestein» con muchos calificativos negativos, pero la más
contundente y exacta manera de hacerlo es describirlo como «El Gobierno
del Mal», o «Gobierno Bafomet», pues su presidencia es ejercida en
realidad por ese ser andrógino luciferino, dios de cenáculos ocultistas,
quien con su cornamenta astifina pretende ―utilizando a sus
hierofantes― cornear los valores y los territorios que han conformado la
identidad y la unidad de nuestra Patria.
El Mal, palabra extraña ésta, en franco desuso en unas sociedades
para las que no existe ni el pecado ni el infierno, ni la virtud ni el
cielo; en unas colectividades enfangadas en el indescriptible muladar
donde se pudren indefectiblemente los últimos restos de lo que fue
nuestra Patria y nuestra civilización. Muladar cuyo hedor llega a Marte,
cuya infinita putrefacción es un cósmico estercolero, un gigantesco
«fatberg» donde imperan los detritus de todo el Mal que la historia ha
derramado sobre nuestros solares.
Y España es la joya en la corona de ese Bafomet, la preciada perla
que fulge entre sus cuernos, en mitad de su frente; y este Gobierno
maléfico que el andrógino ha amamantado en su pechos es su obra maestra,
el perfecto paradigma de cómo el NOM destruye un país.
¿Por qué esta fijación del NOM con España? ¿Por qué las fuerzas del
Averno han destinado a nuestros solares a lo más granado de sus
ejércitos, a la flor y nata de sus pretorianos luciferinos? ¿Por qué
somos asediados ―una vez más― por su más perfecta maquinaria de guerra,
por sus traidores más repugnantes, por sus quintacolumnas más salvajes?
Desde
que Eva comió su manzana en el Edén, la serpiente maligna ha estado
conspirando para destruir a Jehová, enroscándose de mil modos en la
historia para acabar con el cristianismo, el más feroz enemigo para la
entronización de Lucifer. Y hete aquí que surge España, la patria
irreductible que siempre ha combatido y vencido a las oscuras fuerzas
que han intentado amenazar su catolicidad, sus tradiciones, sus valores,
y su integridad territorial. Martillo de herejes, la raza hispana fue
el brazo armado de la fe católica, protagonizando además una pasmosa
aventura misionera que llevó el Evangelio a medio mundo, derrotando a
muslimes, luteranos, turcos, gabachería masonizada y satánicos
milicianos.
Y esta prodigiosa epopeya no se debió solamente al ardor de la fe,
sino que también contó con la valerosa gallardía de una raza única,
arrojada y esforzada, valiente hasta la temeridad, algo reconocido por
nuestros enemigos. Por poner un ejemplo, mientras tenía sometida a toda
Europa bajo las botas de la Wehrmacht, para Hitler era de vital
importancia tomar Gibraltar, con el fin de cerrar el Mediterráneo a las
fuerzas aliadas. Para ello, urdió la «Operación Fénix», que estuvo a
punto de llevarse a cabo varias veces, pero que nunca se llegó a
realizar, porque Hitler decía que «el pueblo español es pobre, pero
bravo». Había invadido media Europa, pero desistió de conquistar España
porque respetaba nuestro valor, y no quería empantanarse en la guerrilla
hispana.
La República fue un ataque devastador en toda regla de las fuerzas
del Mal contra nuestra Patria, ataque que no se produjo contra ninguna
otra nación de la Europa Occidental. Fracasaron una vez más, pero hoy,
después de 82 años, aquí los tenemos de nuevo, en otro Frente Popular,
en otro asedio que continúa el de aquellos negros años republicanos.
El NOM ha hecho un trabajo encomiable, sin duda. Agazapado durante el
franquismo, todo cambió con la muerte de Franco, aunque la madre del
cordero hay que buscarla en el asesinato de Carrero Blanco, por su
oposición a integrar a España en el mundialismo anglosionista, por su
afán en hacer de España una potencia nuclear independiente ―aliándose a
Francia para conseguir este objetivo―.
Desde entonces, se hicieron los amos y señores de la Transición,
pilotando descaradamente nuestra presunta democracia, porque, como decía
Kissinger, «Una España fuerte es peligrosa». El plan era muy sencillo:
dominadores de las finanzas y de los medios de comunicación, todo
político que pretendiera alcanzar los oropeles del poder debía jurar
fidelidad a los principios de Bilderberg, y luego comprometerse a
llevarlos a la práctica en su programa político.
Así fue como entronizaron a Juan Carlos, a través de la «Operación
Lolita», con la condición de que les bailase el agua durante su reinado;
más tarde nos impusieron una Constitución centrifugadora para dinamitar
nuestra unidad territorial y para ceder las principales competencias a
unas autonomías de nula justificación histórica; después hicieron de
todos nuestros gobernantes ―desde Suárez hasta Rajoy― simples marionetas
al servicio de la voladura de España, haciéndoles pasar por la piedra
del Bilderberg y por sus logias globalistas, conminando a gobiernos
increíblemente corruptos y lacayunos a ceder los medios de comunicación a
las Taifas autonomistas, alentando traidoramente los nacionalismos
vasco y catalán, desmochando nuestra industria para hacernos país de
camareros y albañiles, y así someternos a un paro endémico;
integrándonos en la globalista UE, la perla de Soros, y un largo
etcétera de horrores hispanófobos y cristianófobos.
Hicieron bien su trabajo, qué duda cabe, porque, si en el 75 éramos
un pueblo católico, hoy somos el país más descristianizado, con la
juventud más irreligiosa de Europa. Una vez extirpado el catolicismo,
convirtieron a un país de patriotas en un territorio komanche donde se
considera fascismo usar la bandera patria, donde se tergiversa nuestra
historia de manera alevosa, donde la hispanofobia lava el cerebro de las
masas aborregadas, incapaces de reaccionar ante la totalitaria memoria
histórica que cercena nuestras libertades.
Pero no quedó ahí la cosa porque, sabedores de que la identidad
nacional se atesora fundamentalmente en un patrimonio de valores y
tradiciones, convirtieron un país con un sólido universo ético,
acrisolado en los cimientos de la familia tradicional, en un asombroso
paradigma del mundo LGTBI.
Fuimos el país más anclado en las tradiciones que forjaron la
civilización occidental, y ahora somos la escombrera donde defecan los
hierofantes del NOM, un país dirigido desde Monte Pelado por el Gran
Macho Cabrío.
Esta
mafia globalista ha pasado ya todos los rubicones en España, pues sus
conquistas no han quedado solo en el ámbito ideológico y ético, ya que
sus panzerdivisionen también han invadido todas las parcelas del poder.
Trabajo magnífico el de estas élites malignas, que han convertido un
país que hasta hace poco tenía mayoría absoluta de derechas en gran
parte de su territorio, en un país bananero donde la gran mayoría de
ciudades y CC.AA están en manos del frentepopulismo, y donde una mayoría
del Kongreso es rabiosamente antiespañola.
El último paso era instalar esta komanchería en el Gobierno, y para
eso se creó al jovencito Frankestein», al abominable Pedro, con su
cortejo de súcubos y endriagos. Porque toda esta trayectoria
conspirativa iba encaminada desde un principio a establecer en nuestra
Patria el Gobierno del Mal, el Frente Popular que ahora padecemos. Lo
han conseguido, pues este gobierno azufrado supone su logro más excelso,
su meta definitiva, el Caballo de Bafomet que intentará darnos el golpe
de gracia para llevarnos al estercolero mundialista. Ha sido una obra
maestra: primero se extirpan los ideales, se succiona nuestra sangre
católica y patriótica, para que después el pueblo carezca de pulso
cuando abalancen sobre nosotros sus mesnadas infernales.
En un país que está sufriendo desde el 75 un ataque devastador contra
su identidad y su unidad, la revolución rojo-separata que amenaza a
España es la culminación de toda la mierda que nos ha derramado el NOM
desde las cavernas del Mal, la muesca definitiva en su maligno plan
destructor, pues por algo somos su víctima más preciada.
Porque,
¿alguien puede creer que, con esta historia de sometimiento al
Bilderberg, el golpe de Estado de Pedrito y Cía ha sido un mero
ejercicio de un mecanismo democrático? Así que es perogrullesco
preguntar quién está detrás de este «Gobierno del Mal», quién ha
orquestado todo entre bambalinas.
En un mundo donde los principales gobiernos son simples títeres de
Bilderberg, donde sus principales líderes han sido promocionados y
puestos en el poder por los poderes mundialistas, ¿será España una
excepción? Si desde el 75 somos el laboratorio predilecto del NOM donde
están experimentando cómo se desguaza una nación en lo territorial, y
cómo se destruye una sociedad en sus aspectos morales e identitarios,
¿cómo podemos no ver este macabro designio en un hecho tan relevante
como el golpe de Estado al que hemos asistido?
¿Por qué no dimitió Rajoy, sabiendo que, si no lo hacía, tomaría el
poder un Frente Popular como el del 36? ¿Por qué la impresión que se me
queda de este golpe de Estado es la de que todo ha sido una opereta
sabiamente calculada por Bilderberg, una tragedia previamente ensayada y
acordada entre sus protagonistas perlimplines? ¿Qué sucedió en esas
horas en las que Rajoy convirtió un bar en una especie de «búnker»
berlinés, tras las cuales bebió la cicuta que le ordenó George Soros?
¿Alguien acaso puede creer con seriedad que el ominoso traspaso de
poderes de Rajoy a Sánchez es un mero acontecimiento democrático
producto de una moción de censura legal? ¿Alguien en su sano juicio
puede creer que, en un mundo donde no cae una hoja al suelo sin que así
lo dictamine el NOM, la revolución que hemos presenciado es un hecho
fortuito, producto solamente de los mecanismos intrincados de la
política?
Desde hace mucho tiempo, el sistema NOM quería liquidar a Rajoy, para
colocar en su lugar al bildergergito Riverita. ¿Por qué ha puesto a
Pedrito? Pues el Sánchez estuvo en Bilderberg en 2015. Tras ser
invitado, declinó aparentemente la oferta, para que sus bases no le
asociaran con la jet plutocrática, pero luego acudió sin ningún remilgo.
Y, aunque acabaron hasta el gorro de su egolatría, ahí le tenemos,
embustero y bailarín, hierofante enemigo de Biblias y crucifijos, ateo
mundialista que pondrá cargas de profundidad contra el Valle de los
Caídos, la enseñanza de la religión en las escuelas, contra el
Concordato, contra la casilla de la Iglesia en la Declaración de
Hacienda, contra el «Sursum Corda»…
Por supuesto, el mundo LGTBI exulta de alegría ―fue Pedrito quien
propuso un tremendo endurecimiento de las penas contra los que, según
tribunales no judiciales, sean acusados de delitos de odio―, y la
reforma de la maléfica Ley de Memoria Histórica dinamitará lo poco que
queda de los vestigios que muestran la ominosa derrota roja del 39,
aparte de que incrementará la persecución contra los patriotas. Luego
vendrá el Riverita, que suspira por entregar los restos de nuestra
Patria a sus soñados Estados Unidos de Europa. Bondad graciosa que,
mientras en Europa triunfan los partidos identitarios y conservadores,
mientras crece la eurofobia, en España somos los más europeístas, y,
para más INRI, tenemos un gobierno frentepopulista sin parangón en
nuestro entorno.
¿Qué hacer ante esta maléfica invasión? Si el Mal se incuba en las
sombras, en la oscuridad, en la negritud, basta un rayo de luz para
vencerlo. Supongamos que tenemos una habitación llena de luz, y que
fuera reina la oscuridad. Aunque abramos las puertas y ventanas para que
entre la oscuridad, ésta no oscurecerá la habitación, sino que la luz
de la habitación iluminará las sombras.
Inversamente, si la luz está afuera y es la habitación la que está a
oscuras, al abrir las puertas y ventanas la luz inundará la habitación.
Por consiguiente, no se trata de batallar contra las sombras una a
una, porque así el combate se hace interminablemente estéril. La
estrategia para acabar con ese Mal-Oscuridad es simple: basta abrir un
postigo de luz, y desaparecerá de inmediato.
¿Dónde encontrar ese rayo de luz liberador, en un pueblo
pavorosamente adocenado, zombificado, convertido en una manada de
antílopes rumiando indiferentes ante los ataques leoninos de esta chusma
luciferina? ¿Dónde hallar brotes verdes en medio de esta tragedia?
Alguno tenemos, en un medio como Alerta Digital, en esa gente que se ha
echado a la calle para protestar contra la euskaldunización de Navarra,
en las masas que se echan a la calle con las banderas patrióticas…
Son
postigos de luz, sí, pero insuficientes. Si la verdadera luz que
derrota al Mal y a la Oscuridad viene de las esferas celestiales, allí
están hoy nuestros ejércitos, allí nuestras armas más poderosas. Si
España no ha sucumbido nunca a las Fuerzas del Mal no ha sido solamente
por el valor de nuestra raza, sino porque nuestro compromiso con la fe
católica nos ha proporcionado siempre una ayuda celestial inestimable, y
¿quién como Dios?
Por esa claraboya, por ese tragaluz es por donde debe venir en
nuestro auxilio el poder divino, poder que hemos de pedir con nuestra
oración y nuestro sufrimiento.
Y, no lo dudemos, en un horizonte próximo hay muchos testimonios que
vaticinan con unanimidad el surgimiento de una figura providencial: El
Caudillo del Tajo.
De él hablaremos en el próximo artículo.