El Papa Francisco alude a la guerra de los ’70. ¿Termina la “memoria hemipléjica” en la Iglesia? – Por Mario Caponetto
Ha causado profunda sorpresa, fuera y dentro de los medios católicos,
el Discurso del Papa Francisco, dirigido a los miembros de la
Pontificia Comisión para América Latina, pronunciado en Roma el pasado
28 de febrero. Hablando acerca de los desafíos que enfrenta hoy la
Iglesia en la misión de transmitir la Fe a los jóvenes, el Santo Padre
ha reconocido, expresamente, que en la Argentina, en los años setenta
muchos jóvenes provenientes de círculos y ámbitos católicos formaron en
los cuadros de la guerrilla.
He aquí las palabras textuales del Papa: “Otra cosa que es importante para la juventud, transmitir a la juventud, a los chicos también, pero sobre todo a la juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América Latina hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina podemos decir ¡cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años setenta!
He aquí las palabras textuales del Papa: “Otra cosa que es importante para la juventud, transmitir a la juventud, a los chicos también, pero sobre todo a la juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América Latina hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina podemos decir ¡cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años setenta!
” .
Resulta ocioso señalar la importancia de este reconocimiento, el
primero que se hace oficialmente en la Iglesia y nada menos que por boca
del Papa. La Jerarquía católica argentina (salvo excepciones) ignoró
siempre este hecho, pese a su enorme gravedad; la memoria histórica
eclesiástica, también ella afectada, al parecer, de cierta hemiplejía,
nunca lo registró. Pero, ahora, la palabra papal pone el tema sobre el
tapete y va a ser muy difícil seguir eludiéndolo.
El Papa ha dicho lo suyo; y es bastante. Lo que da ocasión a que se
recuerden algunas cosas. Por ejemplo cuáles fueron las causas de que
tantos jóvenes católicos terminaran en las filas del terrorismo y
quienes los responsables de este hecho atroz. Los hombres de mi
generación, la del Papa, conocen por experiencia directa, la respuesta.
Lo han vivido. En el clima de confusión y de agitación que signó los
años inmediatamente posteriores al Concilio Vaticano II, se impuso en
numerosos círculos católicos una visión adulterada de la Fe. La Fe de
Cristo fue sustituida por la falsa utopía de la revolución comunista y
el lugar de la esperanza cristiana fue ocupado por la ilusión falaz del
paraíso marxista. La teología de la liberación, primero, el
tercermundismo, después, crecidos ambos al calor del desbarajuste
posconciliar, fueron los instrumentos ideológicos que posibilitaron el
pasaje de tantos jóvenes de la filas de la más acendrada militancia
católica a las huestes partisanas. Este trasiego de la Fe de Cristo a la
herejía tercermundista y liberacionista es la causa profunda del hecho
hoy, finalmente, reconocido por la más alta voz de la Iglesia.
¿Y
a quienes hay que imputar la responsabilidad de esta verdadera tragedia
que tanto daño hizo a las almas y contribuyó en gran medida a sumir a
la Argentina en un baño de sangre? En primer lugar, a los Pastores que
por acción u omisión, no cumplieron con el grave deber de cuidar el
rebaño a ellos confiados. Los que reaccionaron y se opusieron -tal,
entre otros, los casos de Monseñor Castellano, arzobispo de Córdoba (la
rebelión contra este santo obispo lo dirigió su auxiliar, Angelelli) y
Monseñor Buteler, arzobispo de Mendoza- fueron literalmente barridos de
sus diócesis y abandonados, duele decirlo pero es la verdad, por la
Santa Sede. El único obispo que logró resistir la marea tercermundista
en su jurisdicción y ser entendido por Roma, fue el arzobispo de
Rosario, Monseñor Bolatti. Cuando el Episcopado reaccionó colectivamente
ya era tarde y el mal había avanzado demasiado.
Hubo, también, felizmente muy pocos, pero los hubo, obispos que
promovieron expresamente la subversión, que la alentaron y a quienes les
cabe una responsabilidad mayor. Finalmente, hay que sumar a todos estos
los numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas,
catequistas y dirigentes laicos que no solamente empujaron a los jóvenes
a la guerrilla sino que ellos mismos, en muchos casos, tomaron las
armas.
Esto hay que decirlo. Pero no, como pueda pensarse por una mera reivindicación de la verdad histórica (que es importante) ni menos aún por una pobre justicia humana que ya no puede alcanzar a nadie. No, hay que decirlo en razón de la Fe, como una exigencia de la Fe. Porque lo que aquí se juega es, precisamente, la Fe. El mismo Papa, en el discurso que comentamos, lo dice: “El futuro, ¿cuál es? Una obligación. La traditio fidei es también, traditio spei y la tenemos que dar”.
Esto hay que decirlo. Pero no, como pueda pensarse por una mera reivindicación de la verdad histórica (que es importante) ni menos aún por una pobre justicia humana que ya no puede alcanzar a nadie. No, hay que decirlo en razón de la Fe, como una exigencia de la Fe. Porque lo que aquí se juega es, precisamente, la Fe. El mismo Papa, en el discurso que comentamos, lo dice: “El futuro, ¿cuál es? Una obligación. La traditio fidei es también, traditio spei y la tenemos que dar”.
Es
decir, transmitir la Fe y la Esperanza que vienen de lo alto en lugar
de hacernos cómplices de los mesianismos demasiado terrenos. Y esto
suena más católico que la utopía.