viernes, 14 de diciembre de 2018
Educación sexual:
Textos orientadores – S.S. Pio XI
“Tan
sólo en Cristo se puede educar al cuerpo para el alma
y el
alma para Dios y el prójimo”.
Jordán
Bruno Genta
Educación sexual
49. Peligroso en sumo grado
es, además, ese naturalismo que en nuestros días invade el campo educativo en
una materia tan delicada como es la moral y la castidad. Está muy difundido
actualmente el error de quienes, con una peligrosa pretensión e indecorosa
terminología, fomentan la llamada educación sexual, pensando falsamente que
podrán inmunizar a los jóvenes contra los peligros de la carne con medios
puramente naturales y sin ayuda religiosa alguna; acudiendo para ello a una
temeraria, indiscriminada e incluso pública iniciación e instrucción preventiva
en materia sexual, y, lo que es peor todavía, exponiéndolos prematuramente a
las ocasiones, para acostumbrarlos, como ellos dicen, y para curtir su espíritu
contra los peligros de la pubertad.
50. Grave error el de estos
hombres, porque no reconocen la nativa fragilidad de la naturaleza humana ni la
ley de que habla el Apóstol, contraria a la ley del espíritu (cf. Rom 7,23), y
porque olvidan una gran lección de la experiencia diaria, esto es, que en la
juventud, más que en otra edad cualquiera, los pecados contra la castidad son
efecto no tanto de la ignorancia intelectual cuanto de la debilidad de una
voluntad expuesta a las ocasiones y no sostenida por los medios de la gracia
divina.
51. En esta materia tan
delicada, si, atendidas todas las circunstancias, parece necesaria alguna
instrucción individual, dada oportunamente por quien ha recibido de Dios la
misión educativa y la gracia de estado, han de observarse todas las cautelas
tradicionales de la educación cristiana, que el ya citado Antoniano
acertadamente describe con las siguientes palabras: «Es tan grande nuestra
miseria y nuestra inclinación al pecado, que muchas veces los mismos consejos
que se dan para remedio del pecado constituyen una ocasión y un estímulo para
cometer este pecado. Es, por tanto, de suma importancia que, cuando un padre prudente
habla a su hijo de esta materia tan resbaladiza, esté muy sobre aviso y no
descienda a detallar particularmente los diversos medios de que se sirve esta
hidra infernal para envenenar una parte tan grande del mundo, a fin de evitar
que, en lugar de apagar este fuego, lo excite y lo reavive imprudentemente en
el pecho sencillo y tierno del niño. Generalmente hablando, en la educación de
los niños bastará usar los remedios que al mismo tiempo fomentan la virtud de
la castidad e impiden la entrada del vicio» (Silvio Antoniano, Dell'educazione
cristiana dei figliuoli II 88)
Coeducación
52. Igualmente erróneo y
pernicioso para la educación cristiana es el método de la coeducación, cuyo
fundamento consiste, según muchos de sus defensores, en un naturalismo negador
del pecado original y, según la mayoría de ellos, en una deplorable confusión
de ideas, que identifica la legítima convivencia humana con una promiscuidad e
igualdad de sexos totalmente niveladora. El Creador ha establecido la
convivencia perfecta de los dos sexos solamente dentro de la unidad del
matrimonio legítimo, y sólo gradualmente y por separado en la familia y en la
sociedad. Además, la naturaleza humana, que diversifica a los dos sexos en su
organismo, inclinaciones y aptitudes respectivas, no presenta dato alguno que
justifique la promiscuidad y mucho menos la identidad completa en la educación
de los dos sexos. Los sexos, según los admirables designios del Creador, están
destinados a completarse recíprocamente y constituir una unidad idónea en la
familia y en la sociedad, precisamente por su diversidad corporal y espiritual,
la cual por esta misma razón debe ser respetada en la formación educativa; más
aún, debe ser fomentada con la necesaria distinción y correspondiente
separación, proporcionada a las varias edades y circunstancias. Estos
principios han de ser aplicados, según las normas de la prudencia cristiana y
según las condiciones de tiempo y lugar, no sólo en todas las escuelas,
particularmente en el período más delicado y decisivo para la vida, que es el
de la adolescencia, sino también en los ejercicios gimnásticos y deportivos,
cuidando particularmente de la modestia cristiana en la juventud femenina, de
la que gravemente desdice toda exhibición pública.
53. Recordando las tremendas
palabras del divino Maestro: ¡Ay del mundo por razón de los escándalos! (Mt
18,7), estimulamos vivamente vuestra solicitud y vuestra vigilancia, venerables
hermanos, sobre estos perniciosos errores que con excesiva difusión se van
extendiendo entre el pueblo cristiano, con inmenso daño de la juventud”.
S.S. PÍO
XI: Divini
Illius Magistri
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista