¡OJO CON EL LIBERALISMO!
“…la Dictadura para ellos
es una mala palabra; en lo cual se contradicen brutalmente, pero por fuera
solamente; porque en el fondo lo que ellos quieren es la dictadura para
ellos; la dictadura con la cara de
libertad….” Padre Castellani.
A continuación reproduzco
unos párrafos de una clase de Filosofía, dictada por el inolvidable profesor,
mártir nacionalista, Jordán Bruno Genta, impresa en su libro “La Idea y las
ideologías”, anatematizan-do al
liberalismo; debido a que en el prestigioso canal TLV1, que recomiendo
vivamente, dirigido por el camarada Juan Manuel Soaje Pinto, se le otorga
bastante espacio a un señor que se declara extremadamente liberal, con su
consecuente rechazo a los dogmas declarados por la Iglesia. Sus afirmaciones son extrañas,
además, al nacionalismo; o sea a la realidad histórica argentina.
27º Clase.
Sócrates insiste en agotar todos los argumentos posibles,
hasta aquellos prácticamente más fuertes e impresionantes que Protágoras puede
esgrimir en defensa de su doctrina, a fin de que la refutación sea completa y
definitiva. Corresponde anticipar que no obstante el carácter definitivo de la
refutación socrática, la sofística reaparece siempre de nuevo y goza de una
popularidad indiscutible, porque es el método para los fáciles triunfos en los
negocios humanos, habida cuenta de la eficacia práctica de la simulación, del
engaño, de las seductoras apariencias, de la economía del esfuerzo y de los
acomodos oportunistas.
¿Acaso los prudentes
que se usan y los numerosos partidarios del mal menor tienen otro maestro que
Protágoras?
Una notoria falta
de visión académica ampliamente difundida en los medios escolares de nuestro
mundo occidental, impide, o hace difícil, por lo menos, el justo reconocimiento
de Protágoras como padre del liberalismo
en todos los órdenes teóricos y prácticos. El liberalismo moderno procede
del Gran Sofista, tanto como el liberalismo de sus contemporáneos de la antigua
Grecia.
Liberalismo
quiere decir siempre lo mismo: odio incurable a toda autoridad legítima, así en
el pensamiento como en la conducta. Una autoridad ilegítima,
falsa, aparente es, en cambio, tolerable y hasta digna de los mejores auspicios
liberales; nada más lógico puesto que una falsa autoridad es una real falta de autoridad
y, además, un escarnio del principio de autoridad.
La supresión de
la autoridad, esto es, de toda superioridad teórica y práctica, se consigue
real y verdaderamente hasta donde es posible violentar el régimen natural de
las cosas, por medio de una apariencia de autoridad y de ordenación jerárquica.
Y así se llega a un estado de anarquía y confusión extremos dentro de una
aparente organización constitucional y de una codificación artificiosa de
códigos y reglamentos que parecen contemplar hasta el más mínimo detalle.
Todo está
mezclado y confundido con todo: creencias, filosofías, artes, costumbres o
usos, razas, sexos, edades, en un cosmopolitismo de feria de vanidades divinas
y humanas donde todo vale igual y es igualmente respetable porque nada vale
nada ni se respeta nada. He aquí el ambiente propicio para la sagrada libertad
que preconiza el liberalismo; en esa Babel del espíritu se siente, por fin,
libre y se acomoda sin trabas ni
escrúpulos de ninguna clase .
Liberalismo
quiere decir, pues, una inteligencia liberada de las odiosas definiciones y una voluntad libre de tener que decidirse y
comprometerse definitivamente en nada.
Pretender que la
inteligencia defina, diga lo que es,
el ser uno y el mismo de las cosas, es un propósito dogmático, totalitario y
opresivo que repugna a la libertad. ¿Porque una opinión ha de valer más que
otra cualquiera? ¿Qué significa declarar que un juicio es verdadero y que otros
son falsos? O, ¿Qué es eso de proclamar que hay una Religión verdadera y que
las otras son falsas?
Tan sólo un
espíritu sectario, fanático, regresivo y oscurantista puede hablar de la
Verdad, del Bien, de la Belleza y de la Justicia con carácter absoluto: no hay
ni debe haber esencia de nada y, por lo tanto, no puede ni debe haber definición.
Esto quiere decir
que la inteligencia humana no tiene su objeto propio en definir, en declarar lo que es, puesto “que todo está en
movimiento, y que las cosas son para los
particulares y para los Estados tales como ellas les parecen”; tal como
repite incansablemente Protágoras…. […].
Comentario del
blog: el liberalismo, desde Protágoras hasta nuestros tristes días argentinos:
Ese señor liberal,
repudia históricamente al hispanismo y al catolicismo, según lo escuché decir,
empleando lugares comunes plagados de errores filosóficos e históricos, tan
obsoletos y agresivos que se tornan risibles; siendo idénticos a los argumentos
que los hermanos ‘tres puntos’ persisten en avivar.
Seguramente, al repudiar
también nuestra tradición federal y rosista, y la autoridad paternal política
de nuestros Caudillos, que fueron la gloria de nuestra nación, se identifica
con los adoradores de la diosa Libertad, dogmática y asesina; por lo cual, en
la época argentinista de don Juan Manuel, hubiera podido tener de compinches a
Gutiérrez, Echeverría, y demás liberales, como es de suponer.
El liberalismo,
en cualquiera de sus grados es enemigo del nacionalismo y del catolicismo. El liberalismo es un pecado patriótico y religioso; es
verdaderamente una apostasía. Surge del error sacrílego de anteponer esa diosa
sobre el Dios verdadero, siendo sus consecuencias erróneas y nefastas. El
poderoso, y las naciones poderosas, pueden así libremente aplastar al débil,
según enseña el Pecado original. El liberalismo, al desconocerlo, cae necesariamente en el absolutismo de las
países ‘iluminados’, ‘democráticos’ o marxistas. La política del pasado siglo
XX lo evidencia.
Por otra parte, este
señor cuenta con una extensa información
política realmente muy valiosa, que yo realmente valoro. Pero carece de formación política y religiosa. Esto es
muy de lamentar, considerando su inteligencia y sus mejores intenciones, pues
se torna intratable.
Sus comentarios a los
hechos que descubre al no estar bien fundados y dirigidos, pueden fácilmente confundir
a algunos televidentes, pues el liberalismo es una ideología demagógica que
prende fácilmente en los seres ablandados por la ‘democracia’; que tanto
abundan en nuestro país.
Esta postura es muy
peligrosa, pues algún nacionalista, exageradamente complaciente, de gran
‘viveza’ política, podría encontrar fácilmente coincidencias, en algunos pocos
y muy determinadas puntos, fuera de contexto, con liberales, masones,
protestantes, marxistas o judíos; al costo de abandonar parte de su doctrina
para establecer un absurdo contubernio ecuménico. Tal cual propone el Vaticano
II con resultados catastróficos. Tanto
es así, que, desde su aplicación, la vigencia de las ideologías anti-nacionales
aumentó enormemente en Argentina. La unión que de allí resulte será nula, porque
los principios y los fines son absolutamente opuestos entre sí. Nadie gana y todos pierden en la confusión.
Las palabras del profesor
Genta sobre la nefasta teoría liberal, permanente arma anglosajona, son bien
explícitas y claras, y definidamente nacionalistas. Por tanto, los
nacionalistas debemos ser intransigentes y rechazar toda forma de liberalismo.