Nosotros, los marcianos (Cristian Rodrigo Iturralde)
Desconozco
si seré el único que lo ha notado, pero me ha llamado poderosamente la
atención últimamente la cantidad de personas interesadas en la geología
interplanetaria. Parece ser un gremio algo hermético, puesto que no
responden preguntas a neófitos o curiosos.
Aunque me dicen que para
ingresar en la cofradía solo hay que conseguirse uno de esos trajes
espaciales y no hacer demasiadas preguntas. Según me han dicho, el signo
de interrogación es considerado como símbolo de rapante insensibilidad,
y por ello no lo utilizan ni permiten su empleo en sus selectas
tenidas.
Pero como sea, lo cierto es que en un primer momento pensé
que se trataba de alguna nueva moda o tendencia púber, puesto que es en
esta etapa de la vida donde suele emerger con mayor energía la soberbia y
el desdén por la evidencia y los datos que contrarían las convicciones
propias. Además, son los jóvenes quienes gustan de estrafalarios
atuendos.
Pero mi estimación fue incorrecta, me equivoqué: los astronautas
son legión, y una temible. Se encuentran debajo de cada baldosa o
monitor y se elevan como saltamontes, apuntando a la yugular del
desprevenido. Los hay de todo rango etáreo, color y medida y parecen
haber ya copado toda la parada. Todo es muy raro en estos días. Personas
que hasta ayer luchaban por la libertad de expresión, hoy parecen más
ocupadas en cercenarla, y los cristianos de misa diaria temen más a un
virus que a la no salvación de su alma, mientras progresistas alaban la
labor del Ejército y los libertinos y libertarios celebran su propia
reclusión forzada…
…El género de ficción distópica ha quedado minúsculo y
obsoleto ante este nuevo escenario y la gente ya se refiere a nosotros
como ´marcianos´.
Pero no todo es malo y feo aquí: no seamos alarmistas,
conspiracionistas o negacionistas (lo que sea que ello signifique). A
fin de cuentas, pareciera que finalmente la sociedad -antes ocupada solo
en defender los derechos de los ornitorrincos del Mar Caspio- ha
evolucionado (en tiempo record) y tiene ahora consciencia del valor de
toda vida, incluida la humana. Lo cual, lógicamente, es algo que debería
reconfortar, puesto que hasta ayer nomás, nadie lloraba a los millones
de bebes asesinados, a los muertos por tuberculosis en Camboya y ni
siquiera al pobre desgraciado que caminaba campechanamente por calle
Corrientes y le cayó una sartén en la cabeza.
Enhorabuena. Al parecer el mundo ha entrado en razón en este
2020: toda vida vale (salvo, claro, que el difunto hubiera tenido la
mala suerte de morir a causa de enfermedades menos contagiosas o de
menor prensa que el Covid-19. Aquí el status cambia).
Lo que si en verdad no comprendo es por qué los astronautas nos
odian tanto a los marcianos. No somos sus enemigos. Nuestras
intenciones son nobles (como las que Uds. aducen), y también tenemos
padres, abuelos y amigos, y por el momento no pensamos linchar a
ninguno. Si, es cierto que cada tanto se nos escapa alguna preguntilla y
que nos atrevemos a pensar más allá del relato oficial, pero nadie es
perfecto, amigo.
Ahora bien, no soy quien para meterme con la fantasía de nadie
–máxime en tiempos donde percepción mata realidad-, pero mal haría en no
advertirles una o dos cosas, aunque se enojen.
1.
Pueden vestirse de Batman –hasta esa libertad les dejamos-, pero
créanme: cuando se despierten, Michelle Pfeiffer va a seguir siendo la
novia del vecino y el índice de mortalidad por mordidas de ficus
enojosos seguirá siendo mayor que el de Covid-19.
2.
Vestirse de murciélago o de Apollo XIII, sacarse una foto y publicarla
en Facebook no los hace más sensibles o mejores personas que otros con
mayor aprecio por la estética o el sentido común (como nuestros
marcianos correligionarios Trump, Bolsonaro, México, Chile, Uruguay,
Israel, Cuba, etc.). Consejo: amplíen su guardarropa.
3. No. Su atuendo no ayuda a la gente a estar mejor sino a enfermarla de pánico. Por enésima vez: Recaudos, sí. Histeria, no.
4.
Y che, dale… no sean botones. Larguen el teléfono y dejen de filmar y
denunciar al tipo que sacó a su perro más de cinco minutos y estornudó.
Ni él ni su perro son terroristas bacteriológicos.
Por último y para ya terminar estas líneas que te he dedicado,
déjenme adelantartes como termina el cuento… Todos vamos a morir en
algún momento. Pero pueden elegir como morir vestido. Nosotros, los
marcianos, elegimos hacerlo con los pantalones y las botas puestas, de
cara a Dios.
Saludos de un marciano que busca tranquilizar a la población (Dios mediante, con mejor suerte que los mass media).
C.R.I.