Los elementos religiosos del peronismo
(30° parte): Las canonizaciones populares (2)
Canonizaciones
populares que trascienden el ámbito regional e incluso el nacional son,
entre otras, la de la mencionada Difunta Correa en San Juan, la del
Gaucho Cuvillo en Mendoza, la de la Madre María y Pancho Sierra en
Buenos Aires, y la del Gaucho Lega, también en Corrientes. El fenómeno
supera el paso del tiempo y de ninguna manera se trata de algo
perteneciente al pasado, como podría pensarse.
En los últimos años ha
comenzado a insinuarse un culto popular a María Soledad Morales, la
jovencita asesinada en Catamarca que provocara un verdadero escándalo
político de resonancias a nivel nacional.
Como
en el caso de María Soledad Morales, la sacralización pasa por encima
de cualquier criterio de tipo moral, puesto que algunas de estas
santificaciones folclóricas pertenecen, curiosamente, a una suerte de
"Robin Hoods" autóctonos, con características de delincuencia que no
impiden su "canonización" por parte de gentes sencillas del pueblo.
Un
lugar de privilegio se reserva en el imaginario argentino a la figura
mítica del cantante Carlos Gardel. Su culto popular arrastra una
vigencia de varias décadas, que se mantiene inalterable a lo largo del
tiempo, en distintas geografías americanas y europeas e incluso en los
lejanos países orientales. Un reportaje realizado en la ciudad
colombiana de Medellín, donde Gardel falleció trágicamente (un signo
constitutivo de la canonización popular) certifica, como inequívoco
rasgo de esa santidad laica, el hecho sobrenatural atribuido al mito. La
tumba del cantante, ubicada en el cementerio de la Chacarita, un
tradicional barrio porteño, constituye un verdadero documento donde se
asientan los testimonios de la canonización.
La
divinización de los cantantes registra también un caso paradigmático en
la figura de Elvis Presley, en el que también se verifica -como en
Evita- la nota de muerte prematura. Su sacralización ha originado la
"Iglesia Presleyteriana del Divino Elvis", cuya "Basilica de San Pedro"
es la mansión Graceland, convertida desde su muerte en un santuario de
peregrinos. Se trata de un culto reencarnacionista.
Un
caso por completo diferente lo constituye el del joven indio Ceferino
Namuncurá, muerto en olor de santidad y objeto también de una gran
devoción popular, cuya causa de canonizacion ha iniciado la Iglesia
Católica.
El
culto a los Santos es la manifestación reverencial que se tributa a
personas destacadas por la perfección cristiana de sus vidas, que ya han
fallecido y que han sido propuestas a la veneración de los fieles, bien
por aclamación popular o por decreto pontificio de beatificación o
canonización. El culto privado es el que se tributa a personas
destacadas por su virtud o por alguna causa especial, que sin embargo no
han sido incluidas todavía en el catálogo oficial de los Santos. El
culto a los Santos se denomina culto de dulía en la teología católica,
diferenciándolo del culto de hiperdulía, tributado a la Virgen María, y
de latría, reservado solamente al mismo Dios.
Rendir
culto a las personas fallecidas es un fenómeno natural que ha existido
en toda la historia de la humanidad, también en el Cristianismo, desde
la primitiva Iglesia. Se parte de la fama de santidad o sea de la común
opinión que ha dejado un difunto entre un gran número de personas acerca
de su propia vivencia de la fe, supuestamente encarnada en un grado
superior al de la una común existencia cristiana. De este modo puede
considerarse que el así llamado "siervo de Dios" ha vivido heroicamente
las virtudes evangélicas. La Iglesia, a solicitud de sus devotos o
admiradores, examina el caso a través de un rigurosísimo procedimiento.
La
beatificación es una declaración previa a la canonización, por la cual
se admite el culto en ciertos lugares o para algunas personas. La
canonización es la sentencia del romano pontífice, por la cual se
declara solemnemente que un siervo de Dios goza de la gloria celestial, y
por consiguiente se recomienda a todos los fieles el culto de dulía en
su honor.