El desideratum de la hijaputez. Por Carlos Mira
Probablemente este comentario debería
estar encabezado por la advertencia de que contiene lenguaje soez y
vulgar, porque sí, efectivamente, van a encontrar ustedes a partir de
las próximas líneas, un vómito visceral de puteadas e insultos, porque
algunas cosas -en efecto- hay solo una forma de decirlas.
Voy a empezar por transcribir la frase
que da origen al comentario. Se trata de una sentencia para la
posteridad de Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin, que, con toda
naturalidad, dijo: “Usaremos a los idiotas útiles en el frente de
batalla. Incitaremos el odio de clases, destruiremos su base moral, la
familia y la espiritualidad. Comerán las migajas que caerán de nuestras
mesas. El Estado será Dios”.
Son varias las cosas que atraviesan mi
cabeza cada vez que leo esta frase. En primer lugar, creo que hay que
ser un hijo de remil nieto de puta para tener la cara como para pensar
semejante cosa y, no solo de pensarla, sino de trasmitirla, actuar en
consecuencia y dejarla escrita para la posteridad.
Hay que tener mucho odio y mucho líquido
bilioso que sube y baja por la tráquea de un organismo, a su vez,
putrefacto, para lanzar al Universo semejante hijaputez.
Solo un reverendo hijo de mil putas,
resentido social, cargado de rencor, puede siquiera pensar una cosa así,
y, mucho menos, desde ya, actuar en consecuencia para expandir ese odio
y hacerlo universal.