El desideratum de la hijaputez. Por Carlos Mira
Probablemente este comentario debería
estar encabezado por la advertencia de que contiene lenguaje soez y
vulgar, porque sí, efectivamente, van a encontrar ustedes a partir de
las próximas líneas, un vómito visceral de puteadas e insultos, porque
algunas cosas -en efecto- hay solo una forma de decirlas.
Voy a empezar por transcribir la frase
que da origen al comentario. Se trata de una sentencia para la
posteridad de Vladimir Illich Ulianov, alias Lenin, que, con toda
naturalidad, dijo: “Usaremos a los idiotas útiles en el frente de
batalla. Incitaremos el odio de clases, destruiremos su base moral, la
familia y la espiritualidad. Comerán las migajas que caerán de nuestras
mesas. El Estado será Dios”.
Son varias las cosas que atraviesan mi
cabeza cada vez que leo esta frase. En primer lugar, creo que hay que
ser un hijo de remil nieto de puta para tener la cara como para pensar
semejante cosa y, no solo de pensarla, sino de trasmitirla, actuar en
consecuencia y dejarla escrita para la posteridad.
Hay que tener mucho odio y mucho líquido
bilioso que sube y baja por la tráquea de un organismo, a su vez,
putrefacto, para lanzar al Universo semejante hijaputez.
Solo un reverendo hijo de mil putas,
resentido social, cargado de rencor, puede siquiera pensar una cosa así,
y, mucho menos, desde ya, actuar en consecuencia para expandir ese odio
y hacerlo universal.
La frase conlleva varios sincericidios y
admisiones tácitas acerca de la mierda que es el comunismo, en nombre
del cual el mundo lleva contados ya más de 400 millones de muertos.
En primer lugar, la referencia a los
“idiotas útiles”, de la cual se infiere que Lenin tenía plena conciencia
de que el comunismo era para que lo crean los pelotudos y algunos lo
defiendan con la pasión del idiota. Para ese idiota -que ya había pasado
por la etapa de creerse la enorme mentira comunista (con lo cual
cumplía el primer requisito, esto es, ser un idiota)- tenía preparado un
rol: el de luchar en el “frente de batalla”. Ese conjunto de pelotudos
sería su carne de cañón, a los que mandaría al muere para lograr él ver
cristalizado su odio.
El
idiota útil es aquel que cree una pelotudez (por eso es idiota) y la
defiende con pasión (por eso es útil). La cabeza no le da para ver que
su propia humanidad ésta siendo usada por un conjunto de recalcados
hijos de puta para aprovecharse de ellos y subirse a la mesa del poder,
de las decisiones y de la riqueza.
Que el plan consistía en que una casta
privilegiada (que Lenin integraba antes que nadie) se lograra sentar en
esa mesa, lo admite él mismo cuando dice “comerán las migajas que caerán
de nuestras mesas”: a confesión de parte relevo de prueba. Lo que el
comunismo pretende no es modificar para bien la vida de los que tienen
menos, sino robarle su riqueza a quienes tienen más. ¿Para dársela a los
que tienen menos? ¡NOOOOOO…! ¡Para quedársela ellos y que la sociedad
esclava coma las migajas que ellos dejan! Así, por otra parte, es como,
de hecho, ha funcionado el comunismo en todos los lugares donde la
humanidad tuvo la desgracia de conocerlo, desde Lenin y Stalin hasta
Castro y Chávez. Y así, también, se explican sus fortunas y sus lujos
mientras la gente se muere de hambre. Aquí la función del idiota útil
consiste en decir: “no importa vos te morís de hambre, pero, ahora,
aquel hijo de puta, que antes era millonario, ahora también se muere de
hambre”. Esa es la raíz de su odio bilioso.
En otro sincericidio, Lenin dice que
“incitarán el odio de clases” que “destruirán la base moral” de la
sociedad; que destruirán “la familia” y la “espiritualidad”.
Para
quienes tengan dudas de quién y cuándo empezó todo; de quién instaló y
cuándo empezó el odio en el mundo, no tienen más que repasar el
contenido de esta frase. ¡Y pensar que hoy tenemos
que escucharlos hablar de “represión” y de “derechos humanos”! ¡Qué
hijos de mil putas son! Resulta que acusan a los demás de lo que ellos
comenzaron, incitaron y estimularon; abiertamente, sin tapujos.
Si el mal realmente existe como entidad
ontológica, no caben dudas de que el mal es el comunismo: un conjunto de
mentiras, de burradas, de ignorancias y de odios, todo mezclado, para
configurar la peor peste que, sin dudas, ha conocido la historia de la
humanidad.
Finalmente, en otra admisión que ni
siquiera necesitaría mayores comentarios, Lenin dice que su objetivo es
lograr que el “Estado sea Dios”. Como el “Estado” no es mas más que una
mera ficción jurídica, que no tiene entidad corpórea, ni cerebro ni
órganos vitales propios, lo que resulta obvio es que Lenin se refiere a
las personas que ocupen las poltronas del Estado, es decir, él mismo.
Eso es, finalmente, el comunismo: un
conjunto de desfachateces, trasmitidas con pasión por un grupo envidioso
de idiotas útiles que se propone tomar el poder para robar la riqueza
de los demás, darle de comer migas a una sociedad esclava y encumbrarse
ellos en una vida similar a la de los reyes de la Edad Media.
Ni siquiera hay que enfrascarse
demasiado en explicaciones complicadas para desenmascararlos: su propio
creador lo puso en blanco y negro con unas palabras que, si la hijaputez
fuera una frase, habría que elevarla al lugar más alto del podio; aquel
desde todo lo demás parece superfluo e innecesario.
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