sábado, 17 de noviembre de 2018

EL APOCALIPSIS DE SAN JUAN-PARTE 7°-Excursus E-G Excursus E. Esjatologías





Excursus E-G

Excursus E. Esjatologías

Ésta es la primera parte, HISTÓRICO-esjatológica, del “bibliarídion” (o “Librito”) del Vidente de Patmos. Sigue la segunda parte, ESJATOLÓ- GlCO-histórica, con la Visión 11, Las Dos Fieras, la cual se puede llamar la historia del Anticristo, con sus prestigios, su reinado y su desastre, seguida del triunfo de Cristo y su Reino. O sea, el fin catastrófico intrahistórico de la humanidad junto con el fin triunfal extrahistórico. Pues desos dos elementos contrarios se compone la esjatología cristiana.

¿No sería mejor dejar de pensar en esas cosas? El que lo pueda que lo haga. En realidad de verdad, la época actual no puede dejar de pensar en ellas; y tampoco pudo ninguna de las épocas anteriores. En la próxima a la nuestra, el siglo XVIII y XIX, el ilnminismo arrojó por la borda la esjatología cristiana junto con toda religión positiva, haciendo suyos el deísmo y el liberalismo religioso, hijos de la Reforma; y se burló del Anticristo, del diablo y de todos los demás “medievalismos”; y el resultado fue que cayó en una esjatología espuria, andrajo ridículo de la cristiana. Mejor dicho, en dos esjatologías opuestas, fragmentos de la síntesis cristiana, la optimista del Progreso Inevitable y el próximo Triunfo Mundial de la Razón; y la pesimista, el Nihilismo, que predomina en nuestros días, después que dos guerras atroces hicieron grotescos los sueños borrachos de los pseudoprofetas eufóricos y románticos. Leer hoy día las “profecías” de Víctor Hugo acerca del Nuevo Milenio, hace reír.


La esjatología cristiana está forjada de dos piezas contrarias y correspondientes, que forman la historia sobrenatural del hombre: las fuerzas intrahistóricas que dependen de su albedrío y las intervenciones metahistóricas de los planes inconmovibles de Dios; aquí el Anticristo y la Parusía, como antes el Diluvio o la Redención. Esas dos piezas corresponden

a la esencia creada del hombre: ni él se ha dado la vida ni la conserva con sus propias fuerzas; puede solamente orientar su movimiento incesante, la mano en el gobernalle, y aguijoneado desde fuera. Josef Pieper ha estudiado en su librito Ueber das Ende der Z eit43 (Koesel Verlag, Munich, año 1953) el resultado de la desintegración ilu- minista de la cosmovisión cristianorrevelada. La estudia en Kant sobre todo -que proporciona un documento de total primer orden— pero también en Fichte, Nietzsche, Goerres y los románticos hasta nuestros días. Creyendo haberse librado de las repudiadas “hechicerías” de la “superstición” cristiana, lo que hicieron fue partirla en dos pedazos y llevar esos fragmentos al último extremo; y aquí sí que encontramos la mar de superstición. Kant, en los escritos de sus últimos años, es puramente increíble. Cree simplemente en el Reino de Dios y en el Milenio, traídos por la sola fuerza de la Razón Pura, suprimida la agonía y la lucha, y en el fondo la existencia del mal; y profetiza acerca de la “Paz Perpetua”, el glorioso reinado de la Ley y el triunfo espléndido del Progreso, con una aseveración tal que pasma en el filósofo que limitó los poderes del intelecto humano, hasta anularlos prácticamente, en sus obras anteriores: de golpe se sintió dotado de dones proféticos; y para justificar “empíricamente” sus predicciones, se apoya nada menos que ¡en la Revolución Francesa!

La contraparte deste optimismo desaforado y esta beatería atea surgió de los nihilistas, Schopenhauer, Hartmann y Nietzsche, que heredaron el otro fragmento de la concepción cristiana: demasiado existenciales ellos —como dicen hoy— para cerrar los ojos a la existencia del Mal y zambullirse en delirios de ebrios. Nietzsche vio la catástrofe impendente en el nihilismo europeo; y su refugio desesperado en la esperanza del Supe r-hombre, la cual no es más que la programación dei Anticristo.

Así las dos partes inseparables de la Teología fermentaron y se pudrieron en las manos destos sedicentes anti-teólogos; y esas dos corrupciones ideológicas perduran en el ateísmo contemporáneo, esperando la hora que el Anticristo las reúna en amalgama perversa.

La poesía se encargó de propalar estas visiones insensatas. Víctor Hugo puede darse como el cantor de la solución intrahistórica del movimiento de la Humanidad, y ésta es su filosofía, si filosofía tiene, como Thibaudet opina: flaca filosofía en todo caso.

43 Título de la traducción castellana: El Fin de los Tiempos.

Canta las nupcias de la Humanidad y no del Cordero, en virtud del liberalismo y desa religión informe del Hombre, la Libertad y el Progreso; la cual se ha forjado o se la han forjado; más informe que los productos monstruosos del “arte moderno”. Pero sus delirantes ensueños milenísticos están recorridos por dentro de un oscuro pavor; como notó Paul Claudel, y puede verse a simple vista en su poemazo Religión et Religions, que contiene su desdichado Credo. Después viene la literatura de pesadilla (el Conde de Lautréamont, el Vatbek de Lord William Beckford, la fantaciencia de Wells, por ejemplo) que predomina en nuestros días, sin que elimine del todo su gemela y enemiga la literatura -muy debilitada- eufórico-progresista. Predomina hoy la desesperación pagana.

Cuando venga el Anticristo no necesitará más que tornar a Kant y Nietzsche como base programal de su religión autoidolátrica. Son sus profetas.

En suma, esjatología ha habido y habrá siempre, buena y mala. No se puede hacer ni pensar Historia sin pensar en su Fin; el cual en todo movimiento gobierna la dirección. La Filosofía de la Historia es simplemente imposible sin la Teología; y nominalmente, sin la Profecía.

Sin eso se convierte en una trivial Sociología cultural -como llama Max Weber a la actual- que no entiende ni siquiera el Pasado, no digamos el Presente, y debe limitarse a hacer “estudios” pueriles acerca de la evolución del arte del retrato en la Escuela Holandesa, la historia del ballet ruso, o la culpabilidad de Alemania en la Guerra Europea. Si un hombre piensa, tropieza ineluctablemente con el pensamiento de su Fin; así del colectivo como del individual. Véase sobre esto, si place, el precioso li- brito del historiador Butterfield, El Cristianismo y la Historia (Buenos Aires, Lohlé, año 1957). Por eso conviene escribir hoy sobre el Apo- kalypsis. Siempre se ha escrito; y hasta demasiado.

Excursus F. Unidad y curso del “Librito”

Nuestro segundo cuaderno comprende el desarrollo de los pródromos de la Parusía, desde la Visión de las Siete Iglesias hasta la de la Parturienta, que es la visión central del Apokalypsis; es de recordar que ese último símbolo mismo tomó Cristo en su último coloquio con sus discípulos para cifrarles su destino después de su partida y durante su ausencia, prometidamente corta: “la mujer que da a luz un hijo...”

Juan profetiza en esta parte la vida de la Iglesia con referencia constante a la Segunda Venida: desde la primera a la última palabra, este libro es esjatológico; pero Juan en esta primera parte se detiene siempre y vuelve atrás al llegar a la Parusía, retomando su profecía de la Historia bajo otro aspecto; aunque siempre más adelante. El movimiento es continuo; pero no rectilíneo sino espiraloide.

En las Siete Iglesias nos da —según nosotros— un esquema cifrado de todas las diversas épocas de la Iglesia. Si no son más que siete billetes con avisos y alabanzas a sus obispos sufragáneos o confragáneos, entonces actualmente esa perícopa es perfectamente inútil; pues no es bastante clara para ser siquiera modelo, edificación o ejemplo.

En los Siete Sellos está la curva del ascenso y el descenso de la Religión Cristiana en el mundo, que termina con la Iglesia de los Nuevos Mártires; el Caballo Blanco es la victoria del Evangelio y la creación de la Cristiandad Occidental por la Monarquía Cristiana; los otros designan la Kali-Yuga o Tiempos Oscuros, la decadencia inaugurada por la Guerra. Los tres primeros Corceles son símbolos enteramente perspicuos y usitados en la Escritura, el otro añadido es nuevo y monstruoso, es "la Bestia diferente de las otras” de los Profetas. Todo esto se ve en el espacio interaéreo de la Historia; en la Tierra sólo se ve el Altar ensangrentado y el final Terremoto.

Estos septenarios de símbolos son entrecortados en contrapunto por visiones celestes que permanentemente denotan la intervención de lo divino en las vicisitudes religiosas de la Tierra. Siguen las Tubas; o sea las Grandes Herejías. Tienen que ser acontecimientos del plano moral y no físico, pues es imposible interpretarlas en literal crudo; y son acontecimientos no faustos sino nefastos, que son castigos a la vez que efectos del progreso de Mal. Son la preparación del Anticristo, las sombras y figuras del ánomos, del Hombre sin Ley. Los Santos Padres antiguos vieron en Juliano el Apóstata una prefigura del Anticristo, guiados en esto por la Escritura misma que nos presenta por Daniel como tal a Antíoco Epífanes, el perseguidor de los Macabeos; pues Daniel comienza por describir los sucesos históricos del sacrilego y brutal Rey de Siria para terminar con sucesos netamente futuros y esjatológicos, con alusiones indudables a los últimos tiempos: comola Resurrección de los muertos nada menos. Más tarde los escritores eclesiásticos vieron en Mahoma otro bosquejo del Gran Engañador y Tirano; y después en Lutero y sus cofrades.

Aparece la amenaza de !a Guerra de Continentes, el tiempo de “guerras y rumores de guerra”, los primeros Dolores; los dos Testigos; y el juramento de que “el Tiempo se acabó”. Y la visión de la Mujer Coronada y atormentada, su Hijo mayor divino, sus otros hijos, el advenimiento del poder desatado del Dragón en el mundo; el cual ya aparece con los atributos del Anticristo, las siete Cabezas y los diez Cuernos.

Y se plantó en la arena del mar 44.

Es el Dragón el que incuba con sus ojos las olas del mundo mundano para suscitar dellas con su poder la Fiera del Mar, distinta de la Fiera de la Tierra que aparece más tarde y surge de lo firme, que significa lo religioso en contraposición a lo mundano.

Después desto, San Juan entra decididamente en la predicción del Fin, del Tiempo Parusíaco. El escenario se hace una mezcla del Cielo y la Tierra, el Bien y la Maldad luchan a cara descubierta, y aparecen los dramatis personae en primer plano: la Iglesia, el Demonio, el Anticristo, Cristo.

EXCURSUS G. El Anticristo personal

Todos los Santos Padres vieron en el Anticristo o Fiera del Mar una persona humana, como Juliano o Antíoco - “el misterioso Emperador Plebeyo”-, no un demonio o un cuerpo moral. Fue en el Renacimiento cuando surgió la colectivización de la Fiera, el Anticristo impersonal, que encontró en nuestros días su mayor sostenedor en Lacunza; aunque está ya indicada en el donatista Tyconius, en el siglo IX el cual ve en el

44 Hay una variante improbable del texto que dice: “Y me planté yo [Juan] en la orilla del mar". Probablemente un error de copista, el aoristo pasivo estdteeN en lugar de estáthee: en pocos códices y menos autorizados; que tampoco da un mejor sentido, sino al contrano.

Anticristo “el conjunto de las fuerzas del Mal”, encarnadas sin embargo al fin de los tiempos en un Rey perverso.

Algunos exegetas católicos adoptaron esa idea del movimiento, ideología o cuerpo moral para descartar la exégesis rabiosa de Lutero de que el Anticristo era el Papa, Floja defensa. Por lo demás, la exégesis protestante de la masa la adoptó después, sustituyendo simplemente el Papa por el Papado; y aduciendo los dos lugares en que San Juan en sus Epístolas habla del Anticristo como de un espíritu.

Es fácil de ver que las dos cosas, un movimiento y un hombre, de suyo no se excluyen necesariamente. Por lo demás, basta leer los textos del Apokalypsis y de San Pablo en la IIa Thess, para ver que allí se designa evidentemente a una persona individual45.


San Pablo dice:

Os rogamos pues hermanos Por el retorno de Cristo Y por nuestra asunción en él No os mováis fácil en vuestro ánimo Ni os aterroricéis Ni por espíritus [proféticos] Ni por discursos Ni por una epístola sedicente Mandada por nosotros Como si ya estuviera al caer El día del Señor - Nadie os engañe nulamente Pues si antes no viniere La Apostasía Y revelado fuere El hombre de Pecado El hijo de la Perdición El adversador y sublevado Contra todo lo llamado Dios O culto Hasta seder en el Templo de Dios Haciéndose como si fuese Dios...

45 Ver, por ejemplo, Newman, Tract. 35, The Antichrist. [Hay edición actual, Pórtico, nota del ed.]

¿No recordáis que entre vosotros Estas cosas os anoticié a vosotros? Y ahora conocéis el Katéjon [obstáculo] De que él sea revelado En su propio tiempo Pues ya actúa el Misterio de Iniquidad Solamente ahora el Katéjoos [obstaculizante] Que detenga Hasta ser quitado de en medio Y entonces se revelará eí Hombre sin Ley Al cual el Señor Jesús Matará con uri soplo de su boca [palabra] Y destruirá coa el esplendor De su Parusía...

Hay algo que ataja la manifestación y el triunfo (la gran Apostasía) del Anticristo; cuyo espíritu sin embargo ya entonces está en obra; como lo nota también San Juan: “muchos se han hecho ahora Anticristos”. Ese algo San Pablo lo pone en neutro y en masculino, participio presente: Lo que Ataja y El Atajador (“what withholdest, he who now withhold*, dice la King Versión inglesa). San Pablo había dicho a los cristianos de Tesalónica qué cosa era ese Obstdculo-Obstaculizarte misterioso; “a ellos sí, pero no a nosotros”, exclama San Agustín. Sin embargo él, como los demás antiguos Padres, vieron el Obstáculo en el Imperio Romano, que con su organización política, su genio jurídico, su disciplinado ejército y su férreo orden externo, impedía la explosión de la Iniquidad siempre latente; y en el masculino participio presente, al Emperador.

Tanto fue así que al periclitar y disgregarse el Imperio de Roma bajo las invasiones bárbaras, y al disminuir gradualmente la autoridad de los Emperadores, ante la asunción del poder absoluto por los reyezuelos comandantes del Ejército, en grandes fragmentos del Imperio, creyeron los cristianos cercano el Anticristo. Cuando la segunda invasión y saqueo de la Urbe por los vándalos, San Jerónimo desde Belén escribe a Ageru- chia 44 que probablemente están cercanos los tiempos novísimos y el Anticristo.

46 Epístola CXXl, año 409.

N o se reveló el Anticristo. Y entonces la exégesis patrística rectificó su punto de mira sin abandonarlo: el Imperio Romano es el Obstáculo; pero no propiamente su Emperador personal, sino su estractura formal, el Orden Romano, que se conserva y aún se completa en la inmensa creación político-cultural llamada la Cristiandad europea. Newman admite que el Imperio ha durado hasta sus días, en les “diez Reinos" que de él brotaron; e incluso un “Emperador de los Romanos" ha habido siempre hasta la Revolución Francesa, nominal al menos y no sólo nominal en los más grandes dellos, Carlomagno y Carlos Quinto. Napoleón Bonaparte quitó su título y su poder al último Rey del Sacro Imperio Romano Germánico, Francisco II de Austria, creando en 1806 la Confederación del Rhin, preludio de la inminente hegemonía de Prusia. Santo Tomás en su Comm. ad Thess. II, después de preguntarse: “El Imperio Romano cayó y no se reveló el Anticristo...” responde tranquilamente: “El Imperio no ha desaparecido”, y se remite al Sermón de Pascua de San Gregorio el Magno.

El orden más o menos imperfecto pero vigente desta que llaman hoy la Civilización Occidental atajó hasta hoy la inundación de la Iniquidad. Hoy vemos dos fuerzas universales poderosísimas, Capitalismo y Comunismo, en la tarea de destruirla; aunque el Capitalismo diga que su intención es defenderla; pues tiene la insensata pretensión de conservar sus frutos destruyendo su raíz; o para hablar como el Evangelio: quiere primero la Añadidura y después el Reino de Dios; o sin el Reino de Dios. Ésta es la interpretación más sólida y respaldada del Katéjon de San Pablo. Otras hay nuevas, algunas noveleras. El filósofo argentino Alberto Caturelli adelanta en sus libros Donoso Cortés y El Hombre y U Historia que el Katéjon podría ser la caridad. Aunque de hecho si existe ferviente caridad no podría derramarse la Iniquidad -como si existiese la fe no podría coexistir una gran apostasía- no pasa a nuestro juicio esa idea con el texto de San Pablo; entre otras razones porque no se ve el motivo del secreto de San Pablo, al escribir lo que de palabra ya había dicho a los Téssalos, si ese dicho era ¡la caridad! la cual está nombrada con todas sus letras poco antes. Sea como fuere, contiene el libro de Caturelli muy sólidas y asentadas doctrinas; aunque no se acepte ésta.

Otras interpretaciones no haremos sino mencionar: es el Arcángel San Miguel, es la raza judía, es la predicación del Evangelio aún no acabada. No pasan bien por el texto del Apóstol.

Así como el Katéjon fue a la vez un cuerpo moral y un hombre que lo encabeza, así será el Anticristo. Las razones que da Lacunza en pro del Anticristo impersonal alcanzan a probar tan sólo que también puede haber eso; o mejor dicho, que debe haberlo; pues es una ley de la historia que las Cabezas o Caudillos son engendrados por un movimiento, al cual a su vez ellos organizan e informan, en causalidad recíproca; como Hitler y el prusianismo alemán, Mussolini y el nacionalismo italiano, Napoleón y la Revolución Francesa, y así sucesivamente.

Cuando Lacunza o Eyzaguirre dicen “el Anticristo es la Masonería” por ejemplo, les bastaría añadir: “y su jefe” -no que yo lo crea- para reconciliarse con los textos bíblicos; los cuales de otra manera quedan extrañamente distorsionados. Lacunza acierta en ver al movimiento del siglo XVIII llamado enciclopedismo, filosofismo o iluminismo como el movimiento más anticristiano que ha habido en la Historia; el cual se atrevió a calificar a Cristo de “El Infame’'. Ese movimiento universal ha llegado empeorado a nuestros días. Ni el culto de Satán tiene la sutil malicia y total falsificación de la verdad que tiene esta herejía adulteradora de todo el cristianismo. Otros elementos del ejército anticrístico -como la Masonería, la magia y el Satanismo- no se niegan con esto.

Es probable que el intento de Lacunza no sea excluir que esa maquinaria anticristiana tenga una cabeza -lo cual es obvio- sino solamente excluir la imagen novelesca y extravagante del Anticristo que se hicieron los siglos medios 47. Lacunza no obtiene con su prolija argumentación del “Fenómeno III, párrafo XV” la prueba de que el texto de San Pablo no se refiere a un hombre singular; aunque si obtiene que no es ese singular que fantaseó la novelística devota de algunos “teólogos” del Medievo.

No anduvo mal Tyconius en el siglo VI al ver en el Anticristo “todas las fuerzas del Mal encabezadas y como encamadas en un Rey perverso”. Es la Ciudad del Hombre de San Agustín, opuesta a la Ciudad de Dios, que halla finalmente su jefe y se organiza en él. Hoy día es un fin político lícito y muy vigente por cierto, la organización y unificación de las comarcas del mundo en un solo Reino, que por ende se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cris

47 Ver, por ejemplo, el dramón absurdo de Juan Ruiz de Alarcón, El Anácristo.

y es en el fondo la secular aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente y abortada por el Contracristo, ayudado del poder de Satán. En el Boletín del Canadian Intelligence Service de enero de 1963 podemos ver el poder que tienen actualmente, en EE.UU e Inglaterra sobre todo, los One-Worlders o partidarios de la unificación del mundo bajo un solo Imperio. Propician la amalgama del Capitalismo y el Comunismo, que será justamente la hazaña del Anticristo.

ERJOU, KYRIE IEESU

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