lunes, 12 de noviembre de 2018
Excomulgado o no, Perón fue enemigo de la Iglesia Católica
(Respuesta al artículo del Lic. Lucas Carena)
Por Cristián Rodrigo Iturralde
Hace poco menos de un mes, el Lic. Lucas Carena, a quien tengo como
amigo y camarada, publicó un artículo titulado ¨Perón no está
excomulgado (Apostilla de Pedro Badanelli) ¨(1) , donde entre otros
asuntos abordaba la discutida cuestión de la –presunta o no- excomunión a
Perón. En aquel momento me encontraba ultimando algunos detalles de mi
próxima publicación -que tiene justamente al líder justicialista como
protagonista estelar- y no pude dar respuesta a algunas aserciones allí
volcadas que creo equivocadas y que no son de poca monta. Ahora, algo
más distendido, me propongo a hacerlo.
Dos cosas conviene aclarar antes de comenzar esta suerte de breve refutatio.
Primero, que tanto Carena como quien suscribe adherimos a alguna de las
variantes de la corriente del revisionismo histórico –en mi caso,
pertenezco al ¨clásico¨-; de modo que sabemos que no existen –o no
deberían haber- dogmas históricos o personajes que se encuentren exentos
de una revisión (de modo que el peronismo ¨ortodoxo¨ y sedicentemente
revisionista no debería rasgarse la vestiduras). Esto por un lado.
Luego quisiera aprovechar para decir algo acerca de los ligeros
epítetos –fundados en falacias ad hominem- con que muchos peronistas
pretenden calificar para desmerecer ciertas tesis críticas y mentir
sobre el posicionamiento ideológico de sus cultures, pretendiendo así
desviar la atención del lector de las cuestiones esenciales (modus
operandi corriente del peronismo para desacreditar a todo díscolo o
adversario). En lo que respecta a mi caso concreto, no podría tener peor
opinión sobre Perón y su movimiento, pero se miente deliberadamente
sobre los motivos que fundan mi postura, afirmando que cuanto me movería
sería básicamente el prejuicio –infundado- y algún vestigio ¨oligarca¨.
Con respecto a lo primero, difícilmente pueda tenérseme como
antiperonista de ¨primera hora¨, ya que por años estuve relacionado a
conocidos referentes del peronismo ¨nacional¨; muchos de ellos incluso
han presentado o prologado mis trabajos, invitándome a colaborar con sus
publicaciones (2) . Esto demuestra que mi postura frente al peronismo
no es fruto de un prejuicio infundado sino del estudio desapasionado y
pormenorizado de la materia que, inevitable y gradualmente, fue
sazonando mi pensamiento y equilibrando mi juicio. En relación a lo
segundo, tampoco se podrá sostener sin malicia o ignorancia que
pertenezco a aquella difusa categoría de ¨oligarca¨, pues todos saben
como vivo y lo que tengo o no tengo.
De manera tal que antiperonismo y gorilismo no son sinónimos, como
pretenden los acólitos del justicialismo, del mismo modo que nadie
podría acusar a Cipriano Reyes o a José Luis Torres de ¨gorilas¨ o
¨vendepatria¨.
a) La disyuntiva que sí existió
En rigor, pocos hechos se encuentran tan verificados y documentados como
el de marras: no sólo existió tal disyuntiva -y enfrentamiento- sino
que Perón lo llevó a tal extremo que no encontraremos en la historia
nacional algo semejante. Y no nos referimos exclusivamente al
encarcelamiento de sacerdotes, a la persecución de obispos (¿eran acaso
todos ¨oligarcas¨?), al desaire al nuncio apostólico o a desencuentros
menores de los que, en alguna medida, ningún gobernante ha estado
exento.
Lo reprochable en Perón no es tanto su encono para con algún o algunos
religiosos (pues las relaciones humanas no son siempre sencillas e
indudablemente nunca falta el obispo felón); lo repudiable es que no
solo este ensañamiento se dirigió a cientos de sacerdotes (incluyendo
obispos) sino que trascendió la esfera personal para dirigirse a atacar
la institución misma de la Iglesia Católica y su doctrina. Las pruebas
en este sentido abundan -por más que el peronismo se obstine en
ignorarlas displicentemente-. ¿No será acaso evidencia suficiente de
ello la derogación del decreto de enseñanza religiosa, la apertura de
los prostíbulos, la remoción de feriados religiosos, la legalización del
divorcio, la prohibición de procesiones católicas, etc.? No falta
tampoco aquel que, pretendiendo desacreditar la justa ira popular contra
Perón, afirma que el Corpus Christi de 1955 era un rejunte de
¨oligarcas¨. No obstante, omiten mencionar que de aquella marcha y
procesión participó no solo gran parte del nacionalismo argentino sino
el propio José Luis Torres; y lo hubiera hecho el mismo Cipriano Reyes
de no haber sido encarcelado por Perón (de nuevo: ¿eran éstos acaso
¨oligarcas¨? Desde luego que no). Paralelamente a esta sistemática
embestida contra la Iglesia Católica, Perón fue favoreciendo
ostensiblemente –por primera vez en la historia argentina- al culto
protestante y al hebreo (3) .
Hasta aquí, los hechos objetivos más evidentes e incontestables. Y aún
no hemos abordado la cuestión de la quema de los templos católicos, que
no solo contó con la complicidad de Perón sino que se realizó ¨bajo su
inspiración¨ (como confesará luego su antiguo ladero y vicepresidente,
el masón Alte. Alberto Teisaire). Sólo ingenuamente podría pensarse que
tal atentado podría haberse realizado sin la anuencia o conocimiento del
líder de aquel régimen férreamente verticalista. La complicidad en este
asunto de la Policía Federal (que respondía directamente a Perón) y de
varios de los más encumbrados funcionarios peronistas (como Borlenghi)
ha sido probada entre otros por Enrique Díaz Araujo , motivo por el cual
no nos detendremos en ello ahora (4).
Los hechos reflejan claramente que el objeto principal buscado por Perón
fue establecer una suerte de Iglesia Nacional Peronista (obediente,
lógicamente, al poder político; al estilo británico) donde tomando
inicialmente algunos aspectos exteriores del catolicismo y de su DSI irá
luego, gradualmente, alejándose de éste e imprimiendo su propia
impronta. Cuestión esta que abordo en el libro ¨Perón, retrato de un farsante¨ (Bella
Vista Ediciones, 2018) y que ha desarrollado minuciosamente Roberto
Bosca (que no es antiperonista) en su obra de 1997 (5). Bastará al
respecto consultar los lineamientos bajados a las bases por la Escuela
Superior Peronista (especialmente por Raúl Mendé, a quién Perón elogia
efusivamente, y Delia Parodi), donde se afirmaba que Perón era igual e
incluso superior a Cristo y que el peronismo era el verdadero interprete
del cristianismo (y no la Iglesia Católica). Recordemos que la propia
Eva Perón instaba a sus acólitos a ser ¨más peronistas que religiosos¨ y
completamente obsecuentes con el régimen. Pero tal vez la muestra más
acabada de esta inconfesada intención de Perón por instituir su propia
iglesia fue la creación de la Iglesia Católica Apostólica Argentina (6) y
la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Americana (7) (ambas de
carácter netamente justicialista) a la que Perón apoyará oficialmente
como presidente. Esta ¨Iglesia¨ había sido creada por uno de los mas
leales partidarios del peronismo, el sacerdote apóstata y homosexual
Pedro Badanelli.
De manera que no debería sorprender que el mayor apoyo ¨religioso¨ a
Perón hubiera provenido por parte de protestantes, hebreos, sionistas,
sacerdotes apóstatas y/o de tendencia abiertamente marxista. El interés
de Perón por lo sobrenatural se plasma y circunscribe básicamente a
ciertas creencias espiritistas y a su afición por el ocultismo (que
compartía con Isabel y José López Rega, entre otros).
Si este fue el ¨Perón Católico Apostólico Romano¨, bien cabría
preguntarse que más tiene que hacer una persona para ser considerada
fuera de toda duda como enemigo de la Iglesia.
b) Excomulgado o no…
En cuanto al asunto propiamente de la excomunión, comencemos advirtiendo
que, excomulgado o no, ningún presidente en la historia nacional cargó
jamás con tal terrible acusación. De ningún modo este es un hecho de
menor importancia, y en rigor no debiera sorprender dados los
antecedentes del imputado. Se ha argüido en defensa del ex presidente
que el susodicho documento aparecía rubricado por el cardenal Adeodato
Piazza –Secretario de la Sagrada Congregación Consistorial– y no por el
pontífice Pío XII; lo que en verdad no modificaría sustancialmente la
cuestión: el descontento de Roma para con Perón y su régimen era
evidente. Y agreguemos lo obvio: difícilmente Piazza habría lanzado
públicamente tal castigo medicinal sin la expresa anuencia del
pontífice. Luego también, si bien el documento no mencionaba el nombre
de ningún ofensor concreto, resulta sencillo inferir de aquel que las
censuras se dirigían al gobierno argentino, y en primer lugar, al propio
presidente de la República (¿a quién más si no?).
Como fuente pretendidamente irrefutable y buscando zanjar la cuestión de
modo definitivo, cita Carena en su trabajo un escrito de Pedro
Badanelli que probaría que Perón no había sido formalmente excomulgado.
No obstante, Carena se limita a citar textualmente sin analizar si
cuanto se dice allí es efectivamente cierto a la luz del Derecho
Canónico (recordemos que Badanelli no era canonista). Quienes se han
ocupado seriamente del tema, concluyen taxativamente que la tesis de
Badanelli es cuanto menos endeble. Señalemos además la incongruencia de
pretender defender el catolicismo de Perón amparado en un sacerdote
apostata, cismático y homosexual que creó una iglesia justicialista
contraria a la Iglesia Católica. Por si hiciera falta advertirlo, la
referencia sobre la condición homosexual del susodicho no tiene como
objeto descalificar lo que pueda decir sobre el Derecho Canónico, sino
alertar sobra la utilización de sus argumentos por provenir justamente
de un enemigo de la Iglesia Católica (por tanto, es legítimo que se haga
una advertencia ad personam) (8) . Consultado sobre este tema el Dr.
Antonio Caponnetto, me dijo lo siguiente:
¨1) En 1963, Perón se dirige a Juan XXIII pidiéndole que se le
levantara la en la que temía estar
incurso. Si temía estar incurso en ella era, precisamente, porque había
causas. Las mismas surgían de los hechos gravemente lesivos para la
Iglesia que él sabía perfectamente que había protagonizado y/o tolerado.
Esos hechos motivaban la excomunión latae sententiae de acuerdo
principalmente con los cánones 2343 y 2334 del Código de 1917 entonces
vigente. Por lo tanto, causales de excomunión existieron y estaban
específicamente explicitadas en el Derecho Canónico. Llama la atención
que a algunos peronistas les preocupe más saber si existe o no existe el
papel probatorio de la excomúnica, que los hechos horriblemente
pecaminosos que la justificaban ampliamente. La historia no es mero
papelismo, como bien decía Groussac.
2) Al pedido de Perón la Iglesia responde con un documento formal y
con un hecho. El documento es el Rescripto de la Congregación
Consistorial del 18 de enero de 1963, mediante el cual se lo absuelve de
su delito. El hecho es la visita del Arzobispo de Madrid, Monseñor Eijo
y Garay, a Perón, en su residencia, el 13 de febrero de 1963.En solemne
ceremonia y de rodillas, el reo recibe la absolución. No se necesita
haber escrito el Órganon para concluir en que: a)si se pide un
levantamiento de una sanción es porque la sanción existía; b)si se
responde al pedido de perdón, perdonando de modo formal, solemne, por
escrito y ritualmente, es porque había materia objetiva para acordar ese
perdón.
3) El famoso documento sobre el que gira la hipótesis badanellista es
el texto excomulgatorio del 16 de junio de 1955, originado en la
Sagrada Congregación Consistorial, con las firmas del Cardenal Piazza y
Monseñor Ferreto. Como dicho documento no menciona a Perón ni está
firmado por el Papa, se deduce que aquél no fue excomulgado nunca. En
rigor ese documento convertía a técnicamente a Perón en un excomulgado
tolerado y de facto; esto es, de acuerdo al canon 2258 entonces vigente,
en un excomulgado no vitando, categoría que suponía la firma personal
del Pontífice y la denominación del inculpado de manera privada. Téngase
muy presente que este documento fue ocasionado por la violencia
ejercida por Perón contra dos pastores –los Monseñores Tato y Novoa- y
contra el libre desenvolvimiento de las actividades institucionales de
la Iglesia. Todavía no se había llegado a lo peor, que fue la quema
sacrílega y blasfema de los templos, cuyo máximo culpable es el mismo
Perón.
4) Que un sacerdote sea puto, cismático, apóstata, gnóstico,
delirante y peronista, no lo convierte, por supuesto, en alguien incapaz
de acertar un análisis canónico. Pero que a semejante mamarracho Perón
le haya escrito una carta admirativa y laudatoria desde Madrid, el 17 de
septiembre de 1970, en la cual –entre otras lindezas- le dice que
deplora “la funesta política del Papa Pío XII”, y que en relación con el
avance triunfal del Comunismo, lo que queda por hacer es “estar con el
vencedor, jamás con el vencido”, demuestra sí que tal pedido de perdón, y
la recepción sacramental del mismo, fue violado farsescamente por
Perón. Siete años después de su absolución seguía pensando y obrando en
conformidad con una eclesiología no católica ni cristiana. El argumento
ad personam no necesariamente se convierte en un sofisma ad hominem.
Retratar verazmente a las personas involucradas en esta terrible escena,
se torna imprescindible para conocer y evaluar el punto en cuestión.
Párrafo aparte merecería el análisis de la consigna, según la cual,
debemos estar con el vencedor, jamás con el vencido. He aquí la
síntesis de la praxeología amoral y sórdida del degenerado de Perón, y
lo que lo coloca en las antípodas de la cosmovisión católica. En el
capítulo XX de la Segunda Parte del Quijote, el caballero define al
villano como el perdulario que es capaz de gritar <¡viva quien
vence>. Precisamente porque la moral católica enseña que es
preferible, mil veces, ser derrotado, vencido, humillado y muerto, antes
que traicionar la Verdad.
Termino: decir que Perón no está excomulgado porque falta un papelito
con la firma del Papa que así lo atestigüe, además de reducir la
historia a papelismo y de ignorar los otros muchos papeles y hechos
demostratorios, es querer tomarnos por estúpidos. Mañana dirán que los
peronistas Néstor y Cristina no fueron desfachatados ladrones, porque
falta el documento en el que ambos digan, de puño y letra: declaramos
que hemos desfalcado a la nación. Es más; si mañana tal carilla
apareciera, no faltaría un Banadelli dispuesto a sostener que como no
está refrendada ante escribano público, los mentados peronchinos son
inocentes¨ (9).
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Otrosí: lo cierto es que lo aseverado por Carena no cierra ni aún
concediendo que hubiera sido como aseguraba Badanelli, pues es claro que
la situación no estaba en absoluto clara ni para el propio Perón, que
debió recurrir al favor de Francisco Franco para que intercediera ante
el pontífice para esclarecer la cuestión y poder casarse con Isabel por
Iglesia (si no lo hacía, hubiera tenido que irse de su cómodo exilio en
España). Pero en realidad, la respuesta a este enigma es bastante
sencilla y nos la parece dar el propio Perón. En testimonio que brinda a
su biógrafo oficial, Enrique Pavón Pereyra, en 1973, dice lo siguiente:
¨El 13 de febrero de 1963 fui absuelto definitivamente por el obispo
de Madrid-Alcalá y patriarca de la India, Monseñor Eijo y Garay, quien
en piadosa ceremonia me dio la absolución de rodillas¨ .
Va de suyo que no habría habido necesidad de absolución de no haber
existido una excomunión previa o, al menos, una amonestación de la
Iglesia (¿de qué se lo absolvía entonces? ¿De haber olvidado ir a misa
el domingo?). Vale también reparar en las intenciones de Perón: cuanto
lo mueve a clarificar su situación religiosa (además de asegurar su
estancia en Madrid) es simplemente la necesidad de cumplimentar con un
formalismo necesario para ser elegible como presidente de la República
Argentina; cargo que buscó recuperar insistentemente luego de su caída
(recordemos que la Constitución de aquel entonces exigía como condición
de elegibilidad a la presidencia la pertenencia al culto católico).
Agreguemos también que bien sabía Perón que sus posibilidades de triunfo
se hubieran reducido drásticamente de haber subsistido el castigo
canónico (o la duda); especialmente en un pueblo mayoritariamente
católico como lo era el argentino de entonces.
Recapitulando: no hace falta recurrir a Badanelli para esclarecer el
asunto. Bastará con escuchar al propio Perón e hilar uno o dos puntos.
c) Sobre la presunta relación entre la Rerum Novarum y el Justicialismo
Sólo una lectura desordenada de la mentada encíclica y una antojadiza
interpretación de la misma puede traer como conclusión que Perón aplicó o
pretendió aplicar aquellas enseñanzas durante sus gobiernos. ¿En que se
basa el peronismo para afirmar esto? He leído con atención el documento
pontificio y en ningún momento sugiere a los mandatarios derogar leyes
católicas e implementar otras de signo contrario, como tampoco manda a
perseguir a aquellos religiosos que no fueran obsecuentes con el régimen
político de turno o favorecer a protestantes, hebreos y sionistas (y
mucho menos a quemar los templos). Sí, la encíclica denuncia el abuso
del capitalismo pero en ningún momento establece que el socialismo de
signo marxista fuera la receta para combatirlo y mucho menos menciona
que para ello había que sembrar el odio clasista entre los trabajadores.
El núcleo de la R.N -la concordancia entre capital y trabajo, obreros y
patronos- fue negada por la predica peronista: claramente obrerista,
dialéctica, clasista y populista. Aún si concediéramos que en los
inicios del justicialismo hubo algún intento o anuncio por seguir algún
lineamiento de la mentada encíclica, lo cierto es que no se cumplieron, y
esta incomparecencia debería ser tenida como un agravante, pues se
mintió deliberadamente con el claro objeto de atraer católicos al redil
peronista.
Si el solo hecho de sancionar ciertas leyes para los trabajadores (o
verificar su aplicación efectiva) fuese suficiente para ser catalogado
como ¨principe cristiano¨, entonces, aplicando el mismo curioso criterio
de medición, habría que concluir que dentro de esta categoría habría
que incluir a Hipólito Yrigoyen o a los gobernantes de la mal llamada
¨década infame¨, pues la mayor parte de estas legislaciones fueron
implementadas bajo estas regencias. Incluso antes de la llegada del
peronismo al poder, la Argentina contaba con una de las legislaciones
laborales más completas del mundo y la calidad de vida del trabajador
argentino solo era superada –por un estrecho margen- por el
estadounidense. De más está decir que difícilmente los migrantes del
mundo hubieran elegido nuestro país si las condiciones generales (y las
posibilidades de ascenso social) hubieran sido como afirma el peronismo.
Conviene remarcar asimismo que el mundo entero se encontraba en esta
tendencia, sancionando leyes en favor del trabajador. Por último, habrá
que recordar que la ¨bonanza¨ peronista duró solo dos años; hasta que la
inflación se comió rápidamente los aumentos de salarios (la inflación
era un fenómeno desconocido en nuestro país hasta la llegada del
peronismo, e incluso luego hubo que implementar políticas de
racionamiento).
Estos son datos objetivos. En síntesis, Perón, ávido lector de las
coyunturas y astuto estratega, sabía que en una sociedad mayormente
católica no podía prescindir –al menos al comienzo- de ciertos aspectos
exteriores del catolicismo –o confundibles con la Doctrina Social de la
Iglesia-. No hay que olvidar que así han obrado históricamente los
heresiarcas más notorios –fundando sus propias sectas- y también los
marxistas enrolados en la denominada ¨teología de la liberación¨
esgrimen símiles argumentos, afirmando ser los verdaderos intérpretes de
la DSI. Dudo mucho que León XIII hubiera celebrado a un Gustavo
Gutiérrez, Jerónimo Podestá o Carlos Mujica… Era León XIII, no Francisco
I.
La incompatibilidad entre peronismo y catolicismo pareciera ser más que clara.
d) Comentario final
Según lo aseverado por Carena, existiría una voluntad deliberada por
¨instalar en el imaginario¨ una falsa disyuntiva, con el objeto de
¨divorciar a la feligresía de la figura de Perón (…) para intentar
fracturar la popularidad y legitimidad del estadista¨. A esta aserción
convendrá responder que quienes primeramente acusan a Perón de este y
otros sucesos, no son los ¨gorilas¨ sino los nacionalistas de primera
hora (es decir, aquellos que se encontraban dando fiero combate al
imperialismo desde fines de los años 20´ hasta comienzos de los 40´,
mientras Perón se regodeaba con los adalides de la ¨década infame¨,
elogiando al propio Agustín Pedro Justo y a todo el procerato liberal).
De modo que por aquí no nos pueden correr. Luego convendrá advertir que
no hubo ningún relato que ¨instalar¨ o ¨construir¨ ni ninguna
¨popularidad¨ y ¨legitimidad¨ que socavar: el sólo se encargó de
hacerlo. Ni un empujón hubo que darle. Pues fue el propio Perón el que
nos terminó de someter a los intereses británicos para luego vender la
poca soberanía política que nos quedaba a los propios norteamericanos
(esto no lo dice Amalia Fortabat o Martinez de Hoz sino José Luis Torres
y el laborista Beveraggi Allende). Pero cómo no solo las obras cuentan,
Perón también se hizo lugar para llenar de ponderaciones verbales a
británicos y estadounidenses. No se olvidó, ciertamente, de dar su parte
de la torta a los marxistas (no al comunismo moscovita o su filial
argentina del PCA sino al marxismo, que no son ciertamente lo mismo).
En definitiva, los antiperonistas deberíamos agradecer a Perón por hacer
nuestra tarea tan sencilla. A tal grado de visibilidad ha llevado sus
defecciones en todo orden, que ni siquiera hemos tenido que invertir
tiempo y tinta en acusarlo de cobarde. Lo hizo el propio Jauretche y
hasta el P. Hernán Benitez cuando Perón, luego de instar al pueblo a que
tomara las armas para defenderlo, tomó el primer barco que encontró y
huyó, dejando que sus acólitos se batan con los ¨oligarcas¨.
Que luego de todo lo referido –y solo hemos mencionado parte- Perón siga
siendo un personaje querido, respetado y popular en nuestro país,
demuestra la poca memoria y la falta de criterio de gran parte del
pueblo argentino. Lejos de cuanto se suele repetir, el antiperonismo no
es una actitud apátrida o antinacional sin consciencia social y
contraria al pueblo; el antiperonismo de signo nacionalista es, en
síntesis, señal de salubridad espiritual y cognitiva; es popular –no
populista- y verdaderamente antiimperialista.
Cristián Rodrigo Iturralde
12/11/18
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NOTAS
1) Ver artículo complete en el
siguiente enlace:
http://www.pablodavoli.com.ar/ateneocruzdelsur/intranet/articulos/CARENA%20Peron%20no%20fue%20excomulgado.pdf.
Al parecer, el artículo –o parte de él- había sido publicado
originalmente en diciembre de 2017, pero llegó a mis manos hace pocas
semanas, a través del propio Lucas Carena.
2) El Dr. Gabriel Labaké y Adrián Salbucci prologaron mi libro ¨El libro negro del INADI o la policía del pensamiento¨ (Grupo
Unión Editorial, 2015). Colaboré asimismo con la publicación
¨Reconquista¨ del Dr. Labaké, y tanto José Luis Muñoz Azpiri como Oscar
Sulé, presentaron mis trabajos sobre la conquista de América (¨1492: fin de la barbarie y comienzo de la civilización en América¨,
Grupo Unión Editorial, 2016) en el Instituto Nacional de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Estos son sólo algunos
ejemplos. Esta relación se rompió de modo unilateral cuando comencé a
criticar al peronismo (una excepción fue profesor Oscar Sulé, a quien
respeto enormemente).
3) Consultar sobre este punto mi trabajo ¨El pacto Perón-Israel y el presunto nazifascismo de Perón¨, Buenos Aires, Grupo Unión Editorial, 2017.
4) Consultar Enrique Díaz Araujo, “Aquello que se llamó la Argentina”, págs. 109-113. Ediciones El Testigo, 2002 y Enrique Díaz Araujo, “Perón a tres puntos”.
Publicado por Revista Cabildo Nº 106, Edición Noviembre-Diciembre de
2013-3ra. Época. Cfr.
http://ccidentidadnacional.blogspot.com.ar/2015/06/a-60-anos-de-la-quema-de-las-iglesias_17.html.
5) ¨La Iglesia Nacional Peronista¨, Buenos Aires, Sudamericana, 1997.
6) Fundada en 1971 por el sacerdote
apóstata y peronista Leonardo Morizio Domínguez. En 1973, Badanelli es
nombrado obispo de esta secta, quedando a cargo de la misma hasta 1985.
7) Esta ¨iglesia¨ cobrará notoriedad
con la llegada de Perón al poder en 1973 por su vinculación a la secta
Anael y a José López Rega.
8) Recordemos asimismo que no todo argumento ad hominem es sofisma ad hominem.
9) Consulta realizada el lunes 12 de noviembre del 2018.
10) Enrique Pavón Pereyra, ¨Yo Perón¨, Buenos Aires, Editorial MILSA, 1993, p. 271. Citado de Nicolás Márquez, ¨Perón, el fetiche de las masas¨, Buenos Aires, Grupo Unión Editorial, 2015.