MORTARA: EL NIÑO HEBREO QUE PREFIRIÓ SER CATÓLICO
Este es el caso histórico de un niño
que en peligro de muerte fue bautizado por su nodriza sin pedir permiso a
los padres hebreos, cumpliendo así con una obligación cristiana de
bautizar a los acatólicos menores en peligro de muerte aún contra la
voluntad de sus padres. El hecho da pie a otro artículo, si Dios quiere,
sobre las obligaciones que tienen los católicos de bautizar incluso a
los fetos abortados, y en otras circunstancias no muy frecuentes,
aunque, por desgracia, algunas de ellas van en aumento.
Código de Derecho Canónico de 1917, canon 750, parágrafo 1º: “Es lícito bautizar, aún contra la voluntad de sus padres, al hijo de infieles, cuando se halla su vida en tal peligro que prudentemente se prevé que ha de morir antes de llegar al uso de razón. Si la muerte es cierta se debe bautizarlo, siempre que se pueda hacer sin grave daño de la religión. Si la muerte es solamente probable está permitido bautizarlo”.
El Sumo
Pontífice tuvo la benignidad de mandar llamar a Roma al padre y a la
madre del niño… a fin de que ellos se aseguraran de la voluntad de su
hijo Edgardo de permanecer en la religión cristiana… Los padres…
tuvieron permiso de hablar con su hijo en presencia del rabino de Roma,
los cuales trataron… de convencer al muchacho de volver con ellos. Pero
él solo, una criatura de alrededor de nueve años, se defendió de las
tentaciones de su padre, su madre y del rabino respondiéndoles que él
era cristiano y que quería vivir y morir cristiano y que además rezaría a
Dios por la conversión de ellos” (Padre Curzio Nitoglia)
Introducción
LA INSIDIA HEBREA presentó en su momento la pintura elaborada por el judío Oppenheim y titulada “Secuestro de Edgardo Mortara”, como la película de Spielberg. La pintura falsifica -como lo hará Spielberg- al pequeño Mortara de una edad de 2 ó 3 años cuando en realidad el niño tenía casi 7 años y omite que en verdad el chico decidió ser educado cristiano a pesar de la oposición de sus padres. Luego sus padres y un rabino estarán tratando de convencerlo, pero la Gracia divina lo defenderá contra las huestes de Satanás.
Hacia fines del siglo XIX apareció el “caso Mortara”. En el presente artículo no me detendré tanto en el “caso” (1), como en la milagrosa conversión del niño judío tal como nos lo cuenta él mismo (2).
“El caso”: El niño fue bautizado en peligro de muerte por su nodriza cristiana, luego revivió de manera inesperada; la Iglesia no lo devolvió a sus padres; el joven se hizo más tarde sacerdote y murió en olor de santidad.
No fue
violada la potestad paterna de su padre judío ya que en caso de
conflicto entre los derechos de la Iglesia (de orden sobrenatural) y
aquellos pretendidos de sus padres (de orden natural), son los derechos
superiores los que prevalecen.
Pues el
bautismo conferido válidamente hace al recién nacido súbdito de la
Iglesia (lo cual es una verdad de Fe); y si la Iglesia renunciara a este
artículo de Fe, renunciaría a toda la Fe ya que ésta es indivisible y
si fuera violada en un solo artículo se perdería completamente.
La
Iglesia prohíbe bautizar a los hijos de no católicos contra la voluntad
de sus padres, pero una vez que ha sido conferido el bautismo, aunque
castigue al trasgresor de sus ordenes (exceptuando el caso en que el
recién nacido estuviera en peligro de muerte, como en el que se
encontraba Mortara), no puede negar la realidad y la verdad de Fe: ¡el
niño bautizado es cristiano! El Código de derecho canónico de 1917 en el
canon 750, parágrafo 1º, enseña que: “Es lícito bautizar, aún
contra la voluntad de sus padres, al hijo de infieles, cuando se halla
su vida en tal peligro que prudentemente se prevé que ha de morir antes
de llegar al uso de razón. Si la muerte es cierta se debe bautizarlo,
siempre que se pueda hacer sin grave daño de la religión. Si la muerte
es solamente probable está permitido bautizarlo”.
Como la
prohibición de bautizar vale solamente para los recién nacidos de padres
acatólicos que no quieran el bautismo, que no estén en peligro cierto, o
incluso solamente probable, de muerte; el bautismo del pequeño Mortara fue no solamente válido sino también lícito, incluso obligatorio, dada la gravedad de su enfermedad que no daba más esperanzas.
La vida
Luego lo
que declaró el Canónigo Regular de Letrán, el R.P. Pío Edgardo Mortara
durante el proceso de beatificación de Pío IX (3), hacia 1912: “Nací de
padres israelitas (en Boloña, el 21 de agosto de 1851, n.d.r.), hacia aproximadamente los 17 meses fui afectado por una grave enfermedad, neuritis, que me llegó hasta la agonía… Conciente
del peligro, la sirvienta, Anna Morisi, cristiana y joven muchacha de
entre 16 y 18 años (vivía en Persiceto, n.d.r.) que mis padres, a pesar de las leyes entonces vigentes en los Estados Pontificios, retenían a su servicio (4),
tomó la decisión de administrarme el Santo Bautismo. Aprovechando el
momento en que mi madre me había dejado solo en mi cuna, ella se acerca…
y me bautiza… El hecho fue guardado bajo el más absoluto secreto por A.
Morisi, sorprendida por mi rápida curación. Seis años después mi
pequeño hermano Arístides, cae gravemente enfermo, A. Morisi, llamada…
por una de sus amigas para bautizar al niño in extremis, se
rehúsa a hacerlo (el niño murió después, n.d.r.) alegando como razón mi
supervivencia al Bautismo y es así que el secreto fue revelado. La
noticia de mi Bautismo llegó de esta manera a conocimiento de la
autoridad eclesiástica ordinaria, ésta juzgando que el caso era
demasiado grave para ser de su competencia, lo refirió directamente a la
Curia Romana. …El Santo Padre, por medio de una Congregación Romana,
encargó a Feletti (Padre dominico e inquisidor en Boloña, n.d.r.) la
separación de mi familia, la cual tuvo lugar cum auxilio brachii secularis,
es decir con la intervención de los gendarmes de la Inquisición (los
gendarmes evidentemente no eran de la Santa Inquisición, sino de la
Legión de Gendarmes Pontificios de Boloña, n.d.r.)… el 24 de junio de
1858. Fui conducido por los gendarmes hacia Roma (en Fossombrone el niño decidirá, milagrosamente, seguir a los gendarmes a la Misa, n.d.r.) y
fui presentado ante Su Santidad Pío IX, que me acogió con la más grande
bondad y se declaró mi padre adoptivo, como lo fue de hecho mientras
vivió, costeando mi carrera y asegurando mi futuro… Algunos días después
de mi llegada a Roma, habiendo recibido instrucción religiosa, me
fueron completadas las ceremonias del Bautismo por el cardenal Ferretti…
Ocho
días después mis padres se presentaron en el Instituto de Neófitos para
comenzar las gestiones tendientes a recuperarme con ellos. Habiéndoles
sido dadas completas facultades para verme y hablar conmigo, prolongaron
su permanencia en Roma durante un mes viniendo todos los días a
visitarme… Utilizaron todos los medios para
recuperarme… A pesar de todo esto no mostré jamás el menor deseo de
volver con mi familia, a tal punto que yo mismo no puedo explicarlo sino
admirando la fuerza sobrenatural de la Gracia. A este
respecto contaré una anécdota en la cual se manifiesta este poder de la
Gracia. Habiendo ayudado la Misa en Alatri… cuando volvía a la
sacristía con el Sacerdote, de repente se presentaron mis padres en la
puerta. En lugar de echarme en sus brazos, como hubiera sido lo más
natural, sorprendido, me escapé y me refugié bajo la casulla del
Sacerdote. (…) El Sumo Pontífice… tenía intención de confiarme a los
Padres Jesuitas… pero reflexionando mejor, para no dar pretextos a las
polémicas… me puso en el Colegio de San Pedro ad vincula… dirigido por
los Canónigos Regulares de Letrán.
(El Papa,
n.d.r.) Me prodigó siempre las más paternales demostraciones de afecto
y… repetía a menudo que yo le había costado muchas penas y lágrimas.
Encontrándome de paseo me llamó y como un buen papá se divirtió conmigo
escondiéndome bajo su manto rojo… Durante este tiempo la prensa… del mundo entero hizo mucho ruido sobre el rapto del pequeño Mortara” (5).
Diversas polémicas
En
efecto, después del alejamiento del niño de Boloña, la primera reacción
tuvo lugar en los medio liberales luego que la prensa se apoderó del
caso. El punto de vista católico fue defendido por La Civiltá Cattolica en una serie de artículos bajo la pluma del Padre Curci (6). Veuillot
y Dom Guéranger se lanzaron también a la batalla para defender a Pío
IX. Durante seis meses esta polémica estalla en todo el mundo. Las
Comunidades Israelitas piamontesas habían interesado mientras tanto a
los Consistorios de Francia y de Inglaterra. Esta última, a la que Roma
no perdonaba la educación forzada en los refugios anglicanos de los
huérfanos de católicos irlandeses caídos en Crimea, había pedido el
cierre del colegio donde se había enviado a Mortara. Pío IX comprendió
que era necesario dar una respuesta categórica y autorizada, basada en
el principio según el cual lo espiritual prevalecía sobre lo temporal y
que la Iglesia debía tomar bajo su cuidado la salvación del alma de un
niño hecho cristiano aunque sin su intervención directa, y los padres de
Mortara debían imputar este hecho fastidioso y desgarrador a ellos
mismos, en la medida en que habían tomado a su servicio una criada
cristiana, violando así las leyes de los Estados Pontificios en los
cuales vivían cuando se produjo el “caso”. El Papa pedía solamente que
en sus Estados se observara exactamente aquello que él mismo observaría
en los otros estados y decía: “Presto estoy a perderlo todo antes que arrebatar a Cristo un alma que ha sido rescatada al precio de Su Sangre”. El
Papa estaba convencido -luego de oportunas investigaciones que había
mandado hacer- de la validez del Bautismo, no podía pues permitir que un
cristiano fuera educado en la religión judía, ¡aunque el caso fuera
humanamente desgarrador!
La
cuestión se reabrió en Boloña en 1859, con la constitución de un
Gobierno Provisorio que debía preparar los plebiscitos y la anexión de
marzo de 1860. Pío IX era inconmovible en su decisión de no devolver al
niño a quien quiera que fuese. El 14 de noviembre de 1859 el Tribunal de
la Santa Inquisición fue abolido en Romagna, los ministros del culto
fueron sujetados a la ley sarda y los fueros eclesiásticos fueron
suprimidos. El Padre Feletti fue la primera víctima de estas
disposiciones, no se había movido de Boloña, de su Convento de Santo
Domingo, aunque previó lo que iba a llegarle. Su actitud semper idemdio
la impresión de una gran dignidad, jamás hizo compromisos, repitiendo
siempre haber actuado de manera conforme a lo que el cargo que cumplía
exigía de él. En la noche del 2 al 3 de enero de 1860 el Director
General de la Policía Piamontesa, el caballero Curletti arresta al P.
Feletti, dominico inquisidor del Santo Oficio. El dominico fue llevado a
las prisiones de Torrone y el proceso comenzó después de dos meses de detención. Desde su primer interrogatorio respondió que: “Los
jueces de la Iglesia no están sujetos a ninguna autoridad que les sea
inferior… no estando permitido a cualquiera hacerse juez de las
decisiones emanadas de la Sede Apostólica en materia de fe y
costumbres… La conciencia me prohíbe absolutamente dar ninguna
respuesta” (7). El arzobispo de Boloña, el cardenal Michele Viale Prelá también fue apuntado.
El Padre
Feletti fue escuchado el 16 de abril de 1860; el religioso dominico
había declarado sobre el joven Mortara: “Yo no puedo hacer menos que
manifestar lo que se refiere a la misericordia de Dios hacia este niño y
los prodigios de Su Gracia para mantenerlo como un buen cristiano.
Desde los primeros momentos en que… se anunció al padre… y por Edgardo
mismo que él habiendo sido bautizado debía ser confiado a la Iglesia
Católica y por lo tanto ser separado de su familia, el niño
permanece impasible y mientras que sus hermanos y hermanas lloraban… él
permaneció sereno y tranquilo… El Sumo
Pontífice tuvo la benignidad de mandar llamar a Roma al padre y a la
madre del niño… a fin de que ellos se aseguraran de la voluntad de su
hijo Edgardo de permanecer en la religión cristiana… Los padres…
tuvieron permiso de hablar con su hijo en presencia del rabino de Roma,
los cuales trataron… de convencer al muchacho de volver con ellos. Pero
él solo, una criatura de alrededor de nueve años, se defendió de las
tentaciones de su padre, su madre y del rabino respondiéndoles que él
era cristiano y que quería vivir y morir cristiano y que además rezaría a
Dios por la conversión de ellos” (8).
Pero la polémica no se termina. Cavour, en octubre de 1860 aseguraba a la Alianza Israelita Universal que el gobierno de la Casa de Saboya haría lo posible para que el niño fuese devuelto a su familia.
Fin de la autobiografía
“La
Comunidad Israelita de Alejandría en Piamonte hizo un llamado a todas
las sinagogas del mundo y organizó una verdadera campaña contra el Papa y
la Iglesia… pidiendo a los poderes y suplicándoles intervenir y
protestar diplomáticamente. Algunas protestas fueron efectivamente
enviadas; esta violenta polémica… en la cual se dieron cita todos los
enemigos del Papado y de la Iglesia Romana se mantuvo en suma durante
casi seis meses. ….Pío IX, como él mismo lo decía en medio de esta
furiosa tempestad dormía tranquilamente a ejemplo del Divino Redentor: “ipse vero dormiebat”.
El 11 de
marzo de 1868… encontrándome en San Gregorio del Monte Caelius… se
anuncia la visita de Su Santidad. Me posterné… sobre el suelo de la
basílica, y al pasar el Santo Padre, queriendo besarle los pies, con una
precipitación completamente juvenil, mi frente choca con su rodilla con
tal fuerza que el Santo Padre pierde el equilibrio y estuvo a punto de
caerse… En el momento el Papa se contentó con mirarme. Después llegó en
lo que se llamó triclinio, …él me interpeló suavemente: “Pero, ¿qué has hecho hoy? Sería gracioso que la gente dijera que Mortara quiso matar al Papa…”.
La
paternal solicitud del Santo Padre se manifestó especialmente con
ocasión de los trastornos políticos de 1870. Después de la entrada de
las tropas piamontesas en Roma, en aquellos días de anarquía… en que la
policía era incapaz de frenar a la chusma, luego de haber arrancado por
la fuerza del Colegio de los Escolapios al neófito Coen (Coen quiso
luego volver a entrar en el Convento de los Padres Carmelitas, donde en
1833 se hizo sacerdote y murió en 1939, un año antes que Mortara,
n.d.r.) (9), se dirigió a San Pedro ad vincula para sacarme también… Pío
IX informado de mi huída, dijo exactamente estas palabras: “Agradecemos
al Señor que Mortara haya escapado”.
La
bendición de Pío IX me acompañó en todas partes. Ella me dio sobre todo
la fortaleza… para no ceder a las presiones y amenazas de las
autoridades liberales que querían obligarme… a volver con mi familia.
(Luego de salir de Roma, n.d.r.) ella me siguió hasta Bressanone (Tirol
austriaco), donde encontré la más calurosa hospitalidad junto a mis
colegas de la Curia de Novacella.
Se
quisiera saber cuales fueron mis relaciones con mis padres después de su
partida de Alatri. No tuve más noticias de ellos. Les escribí muchas
veces cartas paneréticas sobre religión y en las cuales trataba de
convencerlos de la verdad de la Fe Católica… Estas cartas quedaron sin
respuesta.
La
paternal afección de Pío IX hacia mí fue inalterable hasta su muerte.
Luego de la supresión de las Casas Religiosas me encomendó al santo
obispo de Poitiers, Mons. Pie. … Sufriendo de debilidad de nervios
debido al exceso de trabajo, me vi obligado a dejar todo aquello que
pidiese aplicación y a darme a los trabajos manuales. En el bendito día
de mi primera Misa tuve el honor de recibir una carta firmada por él… No
volví a ver más a Pío IX. Después de 1870 muchas veces volviendo a la
Ciudad Eterna he visitado el cementerio del Verano y, profundamente emocionado me he postrado sobre su tumba. …En su epitafio él invitaba a los fieles a rezar por él: Orate pro eo. Confieso que cuantas veces he leído estas palabras, tantas veces he dicho en mi corazón: Sancte Pie, ora pro me” (10).
Después
de dos años de permanencia de Mortara en Novacella cerca de Bressanone,
con los Canónigos Regulares de Letrán, bajo el falso nombre de Pie
Pillon; el 2 de agosto de 1872 pasa a Francia a la nueva fundación de
Beauchesne donde recibe las órdenes sagradas: el subdiaconado, el 1º de
septiembre; el diaconado, el 28 de octubre de 1873; el sacerdocio, el 20
de diciembre.
La
deposición de Mortara termina en 1878 (año de la muerte de Pío IX); pero
es posible reconstruir la continuación de su vida a partir de muchos
otros escritos suyos: “Como sacerdote se distinguía no solo por el celo,
la piedad y la coherencia de su vida, sino también por sus dotes
excepcionales de predicador políglota y por su cultura bíblica. Capaz de
predicar en nueve lenguas, el R.P. Pío Mortara hizo su primer discurso
el 25 de noviembre de 1874 en la Catedral de Poitiers para el jubileo
episcopal de Mons. Pie. Mientras tanto… habiendo muerto su padre, el
Padre Pío volvió a ver su madre en Perpignan, después en París, rezando
por ella para que se convirtiese y se retirase a un convento… (Pero en
vano, n.d.r.). También lo golpearon otros dolores por aquellos años: la
muerte de Pío IX y del Cardenal Pie… finalmente una nueva enfermedad que
lo puso a dos pasos de la muerte, de la cual salió, según afirmaba, curado milagrosamente, después de la visita de Don Bosco y de una invocación a Pío IX. El
19 de agosto de 1878 partió para Italia, de donde fue a España hasta
1888… en 1894 se embarcó para América… En 1899 fue para Cracovia… El 13
de noviembre de 1906 había fijado su residencia en la Abadía de Bouhay
(de donde volvió dos veces a Italia en 1908 y 1912), donde celebró el
50º y el 60º aniversario de su ordenación sacerdotal. En esta ocasión
recibió la bendición de San Pío X. Su último deseo, morir en Italia, no
pudo ser atendido. ….La guerra impidió la realización del proyecto y es
casi nonagenario que el R.P. Pío Mortara expira cristianamente el 11 de
marzo de 1940 en la Abadía de Bouhay en Bélgica (la abadía fue vendida
recientemente y el cuerpo de Mortara reposa en el cementerio de Bressaux
Liége, en la sepultura de los Canónigos Regulares de Letrán,
n.d.r.)” (11).
Notas
1) DEUTCH, Mortara case, in “The Jewish Enciclopedia”, vol. IX, Nueva York, Funk an Wagnalls Comp., 1905, pp. 35-36.
SCHMIDT, Mortara, in Lexicon fur Theologie und Kirche, VII, Freiburg in Breisgau 1935, p.33.
A. NAVAROTTO, L’affare Mortara nell’incubazione della guerra austro-franco-italiana, Vita e Pensiero, n. s. XXVI (1940), p. 269-273.
S. FURLANI, Mortara, in Enciclopedia Cattolica, vol. VIII, p. 1427.
2) P.M. MORTARA C.R.L., Une page de ma vie dédiée aux personnes pieuses, Strasbourg 1893.
G.L. MASETI ZANNINI, Nuovi documenti sul “caso Mortara”, in Revista di storia della Chiesa in Italila, 1959 pp. 239-259.
Don P.E. MORTARA, El niño Mortara y Pío IX. Narración autógrafa, sine loco et data.
V. MESSORI, Le cose della vita, S. Paolo, Milán 1995, pp. 322-326.
3) S.R.C. Summarium super introductionem Causae Beatificationis et Canonizationis Servus Dei Pii IX Summi Pontificis, Roma 1954, pp. 511-523.
4) N.L. FERRARIS, Bibliotheca canonica juridica moralis theologica, nº 69, tome IV, Venetiis 1772, p. 294: “Inquisitores libere procedere possunt contra judaeos si nutrices christianas retinuerint” (Nicolás IV).
5)
Déposition du R.P. Pio Edgardo Mortara C.R.L. au procés pour la
béatification et la canonisation du Serviteur de Dieu Pie IX, Roma 1954,
pp. 511-516.
6) Il piccolo neofito Edgardo Mortara, “La Civiltá Cattolica” IX, serie III, vol. 12, 1858, p. 387.
7) Actes du Procés… f. 22 in F. JUSSI, Studi e ricordi del foro criminale, Bologna 1884, pp. 282.
8) Archives de l’Etat de Bologne, Atti del processo… feuilles 36-41.
9) F. CECCARELLI, 1870 – La riconsegna del giovinetto Coen alla famiglia, L’Urbe, XII, 1949, nº 5.
10) Déposition du R.P. Pio Edgardo Mortara C.R.L. au procés…, pp. 516-523.
11) G.L. MASETTI ZANNINI, op. cit., pp. 258-259.