La lúcida teología del ateo. Por Juan Manuel de Prada
Bernabé considera que la izquierda debe recuperar su discurso
tradicional. Y, para ilustrar su tesis, trae a colación la enseñanza que
nos brinda la serie «El joven papa», de Paolo Sorrentino, sobre un
imaginario pontífice que, contemplando el creciente desapego de los
fieles a la Iglesia, decide restaurar la liturgia en latín, expulsar a
los homosexuales de las estructuras eclesiásticas y abominar de la vis
mediática de sus predecesores. «El joven papa -escribe Bernabé- ha
llegado a la conclusión de que Dios no es un coach ni la Biblia un libro
de autoayuda. (…) El hecho de que la Iglesia pierda fieles no es por
estar poco adaptada a los tiempos y por ser poco dúctil, sino por todo
lo contrario, por haberse convertido en un objeto de consumo. La
Iglesia, con su tradición milenaria, habiendo sobrevivido a sistemas
económicos, imperios, guerras y todo tipo de vicisitudes históricas,
está seriamente amenazada porque no puede competir en el mercado de la
diversidad».
Bernabé
advierte que la Iglesia ha iniciado una carrera suicida tratando de
«adaptarse a los tiempos», edulcorando su mensaje con ambigüedades
delicuescentes, reblandecimientos del dogma y guiños miramelindos a las
ideologías en boga. Y lo sintetiza con una terrible lucidez marxista:
«El joven papa de Sorrentino plantea una guerra porque sabe que no se
puede ganar al neoliberalismo en su propio terreno, por eso decide
convertir a la Iglesia en un ente incodificable para el capital.
Evidentemente, en los primeros compases de su maniobra los fieles huyen
despavoridos. Pero él sabe (…) que si el capitalismo neoliberal es
experto en pantallas y fuegos de artificio, también deja las vidas
vacías, a las personas desesperadas y a la historia sin un horizonte al
que dirigirse». Y para brindar esperanza a esas personas desesperadas,
la Iglesia -nos enseña Bernabé, con clarividencia hiriente y profética-
tiene que restaurar su tradición, tan antigua y tan nueva: «La Iglesia
católica no puede competir contra otros productos en el mercado de la
diversidad identitaria, no puede competir contra el neoliberalismo
siendo neoliberalismo, por lo que tiene que expulsar al mercado de sí
misma y encarar la lucha por su supervivencia ofreciendo no sólo otra
forma de ser, de comportarse, otra identidad, sino una filosofía
completamente diferente para tratar con el presente. La Iglesia era
poderosa cuando era misterio, cuando Dios se mostraba omnipotente y
despiadado, cuando la imponente altura de las catedrales y la
incomprensible sonoridad de las palabras del sacerdote, sus movimientos
calculados, traían la experiencia de la divinidad por unos instantes a
la tierra».
Es impresionante que un rojazo como Bernabé pronuncie estas palabras
de fuego, restallantes como látigos, mientras el decrépito oficialismo
católico farfulla paparruchas inanes. Te doy gracias, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los meapilas y las
revelaste a los ateos.
ABC, 10/XI/2018.