Entrevista de Infocatolica. P. Javier Olivera Ravasi
PRESENTA SU ÚLTIMO LIBRO EN MADRID
P. Olivera: «En la apologética histórica los católicos somos unos inmensos ignorantes»
El
autor reafirma los valores positivos y esperanzadores de la apologética
cristiana. Y afirma que la «leyenda negra» es una historia para
perezosos, que no quieren conocer la verdad.
(InfoCatólica)
De unas clases a jóvenes preuniversitarios a un libro, de un libro a
internet y vuelta. Así surgió el primer volumen de la serie «Que no te la cuenten».
Un ameno trabajo de divulgación, sobre la fe y la historia, con una
fuerte componente apologética, tanto en el modo como en los fines. Sin
complejos.
Su
autor, Javier Olivera, es un sacerdote argentino, profesor
universitario en Ciencias Jurídicas y Sociales (UNC), doctor en
Filosofía (Pontificia Università Lateranense, Roma) y doctor en Historia
(UNC).
La historia de su vocación «Se iban a casar, Dios los llamó y ahora él es sacerdote y ella religiosa», se convirtió en un artículo viral en varios idiomas. Aprovechando la presentación de su libro en Madrid, el lunes 12 en el Salón de Grados del CEU, hemos tenido la oportunidad de entrevistarle.
Un nuevo volumen de «Que no te la cuenten III» ¿De qué se trata?
El
tercer volumen de «Que no te la cuenten» nació solo, sin buscarlo, como
los libros anteriores. Todo comenzó con una rebeldía contra la
«historia oficial», narrada por quienes hoy manejan los medios. «La
historia la escriben los que ganan», dice el refrán, pero no sólo los
que ganan las guerras armadas, sino, sobre todo, los que vencen en las guerras culturales.
Esto se sabe desde tiempos del Imperio Romano: de nada servía César si
no se «romanizaban» las costumbres. Y «romanizar» se puede hacer bien o
mal. Se puede colonizar ideológicamente en base a un sistema cerrado de pensamiento contrario a la realidad o realísticamente (si se me permite el término), basándose en la verdad. Porque no hay otra verdad que la realidad.
Pero, ¿no está pasada de moda la apologética?
Sí, tan pasada de moda como la heterosexualidad…
La
apologética es la disciplina que intenta defender la Fe. Antiguamente
se estudiaba en los seminarios aprendiendo a cómo responder a las
mentiras del mundo, especialmente a aquellas que iban contra la primera
de las virtudes teologales. Hoy ya no se estudia apologética porque,
para algunos sectores de la Iglesia, no hay nada más que defender. La
apologética es vista como un arma intolerante, rígida y con cara de pocos amigos…
Mis
padres me enseñaron que uno debe defenderse ante los ataques. Y Cristo
hizo lo propio: la otra mejilla es para cuando se nos ataca
individualmente, no cuando se ataca a la Fe, a la Patria o a la familia.
Allí es un tercero el que está siendo conculcado y, aunque vengan
degollando, hay que salirles al cruce.
Y en el ámbito de la historia o de la «apologética histórica»,
como me gusta llamarla, los católicos somos unos inmensos ignorantes.
Ya lo decía tanto San Juan Bosco (que se pasaba las horas de la noche
escribiendo sobre la Historia de la Iglesia para sus alumnos) como el
Papa León XIII en un documento hoy completamente olvidado: la Saepenumero considerantes que hace un par de años tradujimos por primera vez al castellano.
El tema es que, si no sabes de dónde vienes, no sabes a dónde vas.
Si se nos machaca desde niños que los españoles fueron unos desalmados
hijos de una mala madre, que mataron a todos los indios en América,
instauraron la «terrible» inquisición, mataron a mansalva en la «guerra
civil» española (cruzada, mejor dicho), entonces, ¿cómo
surgirán españoles viriles, no avergonzados de su Fe? ¿Cómo esta tierra
que ha dado Quijotes no se volverá una tierra de Sanchos? ¡No señor! La
vida es una sola y todos los que nos quieren hacer sentir vergüenza de
nuestro pasado católico-hispano deben encontrarse de nuevo con esos
leones que hay en los blasones.
El
Obispo Fulton Sheen dijo una vez: «Debe haber apenas cien personas en
este país que odian a la Iglesia católica por lo que es; pero debe haber
millones que odian lo que erradamente creen que es» ¿Esto también es
aplicable también a un buen número de católicos?
Absolutamente
cierto. El enorme número de personas que descree o que odia erradamente
a la Iglesia, odia lo que no conoce. O, mejor dicho, lo que conoce mal.
Y en esto hay una enorme culpabilidad de la propia Iglesia, que, más de
una vez, descree o «se arrepiente» de un pasado glorioso. Que hubo
excesos en las Cruzadas, que hubo excesos en la Conquista, etc., es
cierto (¿en qué institución compuesta por hombres no las hubo?) pero que
se haya creado ese Leviatán por el que ahora quieren hacer pasar a la
Iglesia y, peor todavía, que no se la defienda ni que se enorgullezca
uno de pertenecer a ella, es síntoma de que estamos enfermos.
Y
los laicos también tienen culpa en esto, no sólo nosotros los curas.
Primero los pastores, claro, pero también los laicos, que no se forman.
Creo que era San Cesareo de Arlés quien decía que los fieles deben hacer
como los terneros con la vaca: es hociqueando la ubre que consiguen la
leche de la sabiduría. Y cuando la leche escasea o algunas ubres están
secas, entonces habrá que buscar el alimento en la historia, en el
catecismo, en las buenas comunidades y en los buenos pastores.
¿Por qué cree Vd que la leyenda negra contra la Iglesia tiene tanto predicamento?
La «leyenda negra» es la historia narrada for dummies;
es lo que te enseña el maestro cuando eres niño o adolescente. Es lo
que te repite el guía turístico cuando vienes a Europa y te está
hablando, por un lado, de lo «bestias» que eran «los medievales» al
mismo tiempo en que te muestra la catedral de Burgos, San Martin de
Fromista o Chartres. Lo que rige en el «sentido común» de la población
no es la «history» sino la «story» (los ingleses son bien precisos con los términos). La fábula por sobre la verdad.
Y
no sólo tiene predicamento –perdón que insista– porque se nos repite a
mazamartillo que venimos del mono, que a Galileo lo mataron o que Isabel
la Católica «se opuso al Vaticano II» (sí, como lo leen…), sino porque
la Iglesia ha hecho con estas cosas la política del avestruz que, cuando tiene miedo, coloca su cabeza bajo tierra y deja su trasero a la vista… ¡No señor: es hora de despertar! Además, ¡las fuentes históricas nos dan la razón!
Algunas
partes de sus libros proceden de artículos primeramente publicados en
internet. ¿Le han aportado algo los comentarios a esos artículos?
Salvo
el primer volumen, que surgió como un apunte de clases para chicos de
17 años que estaban por ingresar a la universidad, el resto de mis
textos han surgido a partir de artículos de internet o conferencias. Por
eso, quien quiera leerlos, fácilmente podrá encontrarlos en la web,
aquí y allá. Sobre los comentarios, hay de todo: desde trolls a
quienes no dejo pasar, hasta verdaderos suplementos a mis trabajos que
me han hecho más de una vez rectificar o cambiar de postura.
Muchas
veces, debo decirlo, ha sido más bien por cuestiones prudenciales que
por cuestiones de fuentes; pero también me han aportado mucho en
bibliografía (recuerdo ahora el trabajo sobre la esclavitud, sobre el
evolucionismo, sobre el mito de la homosexualidad aceptada en la Grecia
antigua, etc.). Es decir: los lectores que me siguen (tanto en InfoCatólica como en mi sitio personal),
tienen un muy buen nivel y son respetuosos al momento de aportar,
criticar, etc. Y, con el sitio y los libros que recomiendo, todos nos
vamos formando.
Con
los que quieren simplemente hacer «terapia del teclado» e insultar,
etc., simplemente no les contesto: los mato con la conspiración del
silencio, que es lo mismo que hacen ellos con nosotros, por cierto…
¿Habrá nuevas entregas?
Material
hay de sobra. Atacando los mismos puntos o reforzando los ya escritos.
Sobre todo porque es tan grande el ataque que se recibe que uno debe
continuar «arando en el mar», como me gusta decir.
No
sé si habrá un cuarto volumen o no; eso no depende de mí, sino del
Señor de la Historia. Pero viendo cómo está el patio, supongo que hay
para mucho más.
Sea como fuere, seguiremos; porque la contra-revolución cultural me resulta fascinante y la lucha me estimula.
¡Ánimo!¡Los tenemos rodeados!