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jueves, 19 de diciembre de 2019

EL ESTADO MILITAR



II. EL ESTADO MILITAR
La doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria reconoce y demuestra que lo militar es lo primero en la Política» En el advenimiento histórico de una Nación a la Soberanía Política, hay normalmente una guerra justa de independencia o de liberación. De tal modo que la primera forma de existencia del Estado Nacional es un Estado Militar o la Nación en Armas. • Y en todo tiempo de decisión histórica, cuando está en peligro la misma existencia, la integridad y el decoro de la Nación, lo militar reasume su prioridad natural y la responsabilidad suprema de la conducción política. Se comprende claramente que no es posible encarar un estado de guerra sino con una política de guerra. Y esta Guerra Revolucionaria o Subversiva que se libra en todos los terrenos interiores y exteriores, lo mismo en cada alma que en la población entera, lo mismo en cada casa, escuela o empresa que en la calle, en la ciudad o en el campo; esta guerra total exige la movilización íntegra e integral de todos los habitantes, sin exclusión de sexo, edad o condición. El enemigo emplea ancianos, mujeres y niños por cuyo intermedio comete los crímenes más horrendos. La mentira se presenta en la figura de la verdad, el enemigo como amigo, el odio como amor, la violencia como mansedumbre, el Anticristo se reviste con la apariencia de Cristo. La Historia Universal no ha contemplado jamás una guerra semejante a la que soporta la Humanidad hoy; no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal, inspirada por un espíritu diabólico que excede el nivel humano, aunque sean hombres los que se enfrentan y destruyen. No ver o no querer ver esta pavorosa realidad no es simplemente una ceguera, sino el mayor de los crímenes contra Dios y contra la Patria.
Urge que las Armas se definan y se decidan en la línea del espíritu guerrero y heroico, no en la frustración habitual del espíritu civilista y burgués. El vacío insondable de autoridad y la falta de reacción que denuncian al Estado inexistente reclaman la plenitud del Estado militar de emergencia para librar la gran batalla contra:
a. El enemigo exterior que es la Usura Internacional, cuya expoliación nos está aplastando. b. El enemigo interno, aliado del primero, que lo está socavando todo para entregarnos a la esclavitud bajo el terror comunista.
Lo primero que debe comprender todo argentino honesto y patriota es que no se puede enfrentar de veras a la subversión comunista, sin liberar a la Nación de la Usura externa e interna. Estudios serios y bien documentados estiman que el daño hecho a nuestra Patria, sea por exacciones ilícitas en el comercio exterior, sea por ganancias también ilícitas y giradas íntegramente por empresas extranjeras, sea por evasión de divisas en servicios de la deuda pública y privada, más lo producido por la usura interna en sus diversas formas; el daño anual a la Patria, repetimos, suma por todos estos conceptos alrededor de 4.000 millones de dólares. Y todavía debemos agregar lo que una intervención honrada y eficiente de ese inmenso caudal de recursos —4.000 millones de dólares— permitiría obtener para el país y sus 'habitantes. Somos el principal exportador de capital del mundo entero. No hay empresa que resista semejante descapitalización año tras año. Tampoco podría jamás una política nacional, mediatizada por la Usura que desangra a la Nación, ni controlar, ni contener, ni superar a la subversión ideológica y social que crece día por día. Estamos atrapados e inermes, traicionados y entrampados. La cuestión es clara y simple: rompemos ese cerco de la Usura que nos está extrangulando o perecemos como Nación y como personas. Los que dicen que no se puede, que somos débiles e incapaces para enfrentar a tan gran Poder, son cobardes y viles traidores a la Patria. Recordemos el tiempo de las Invasiones Inglesas, de la Independencia Nacional y de la Confederación Argentina: éramos muchos menos y mucho más pobres, no teníamos ninguna o casi ninguna fuerza material, pero sobraba la vergüenza en los hijos y arraigados en esta tierra. Los argentinos necesitamos hoy, como entonces, que la vergüenza nos ilumine la mente y nos encienda el corazón, para ser plenamente viriles. Cuando Santa Catalina de Siena le exigía a los Papas, a los Reyes, a los prelados y a los grandes señores: "Sed más viriles", no se refería al valor físico que también puede tener un necio o un criminal. Quería significar, ante todo, el valor cristiano y civil que se ejercita en las cosas de Dios y de la Patria, esto es, el valor en el testimonio de la Verdad y en el ejemplo del esfuerzo y del Sacrificio. El valor cristiano y civil hecho de coraje y de paciencia •—fortaleza del ánimo— significa vivir en subordinación y encuadrados en las jerarquías naturales y espirituales que constituyen el orden de la Verdad, de la Justicia y del Amor. El Estado Militar se funda en el Sacrificio y desprecia el egoísmo, vive y se sostiene en el hombre esencial que no busca el éxito ni el provecho personal, sino que hace don de sí mismo para servir a Dios y al prójimo. Y sabe que la Patria es lo más próximo al hombre verdadero después de Dios. La política de guerra moviliza a todos los hombres hábiles, varones y mujeres, en la conciencia y en la pasión del servicio de la Patria en peligro. La política de guerra es necesariamente una política nacionalista en la Economía, en el Derecho y en la Educación. Entiéndase que nacionialista no quiere decir estatista, sino defensa del ser, de la integridad, y de la Soberanía de la Nación; recuperación de todo lo que ha sido entregado, transferido o adulterado del patrimonio espiritual y material; de todo lo que es y debe ser de la Nación y estar al servicio de todos los habitantes y del Bien Común, La movilización integral tiene que atender tanto a la Seguridad como al Desarrollo, con la prioridad debida a la primera, sobre todo, en tiempo de guerra. Debe ser una movilización obligatoria de todas las personas aptas para la Defensa Nacional y para el servicio del trabajo socialmente útil. Es un imperativo de esta hora crucial despertar en la juventud y, ante todo, en la juventud militar, la vocación de grandeza y de heroísmo. Enseñar y exaltar en las almas por medio de la escuela, de la Universidad y de todos los medios de difusión que tan sólo los señores pueden conquistar, consolidar y continuar, un Señorío político, una Patria soberana, sobre la tierra. Señor es el hombre esencial que existe para la Verdad y que está dispuesto a dar la vida por la Verdad y por aquellos que son en la Verdad: Dios, la Patria, la Familia, los amigos. Todo el que se ha elevado al señorío de sí mismo sabe que la ley natural y sobrenatural es el Sacrificio, sabe también que el egoísmo es la ley del hombre del pecado y de la muerte. Está escrito que tan sólo el que pierde la vida es el que la gana de veras. Dar y saberse dar es el estilo de los Señores. La historia la hacen los Señores y no las masas. Los pueblos se ennoblecen y se envilecen, se elevan o se degradan, según son y valen sus conductores. Una torpe herencia, lo mismo es que sea de origen suarista o jacobino, ha generalizado a través de ideólogos y vendedores de utopías demagógicas el fetichismo de la inmaculada concepción de los pueblos en el sentido vulgar de multitud, de número, de expresión masiva. El pecado original no los ha lesionado, tampoco los pecados que se han ido sumando. El hombre como individuo es pecador, pero como multitud permanece intacto e íntegro. Un infantilismo endémico entre los doctores, educadores y políticos profesionales mantiene esta ficción populista que no resiste la más leve confrontación con la experiencia. Nos debemos a la Verdad y no al éxito. Y la Verdad que se manifiesta a todo argentino preocupado por el destino nacional, es:
1. Que no constituimos un verdadero pueblo organizado, jerarquizado y ordenado al Bien Común, sino una masa inorgánica, subvertida, envenenada por las ideologías y entregada a las pasiones más vulgares. 2. Que el suelo argentino es, en su mayor parte, sobre todo la montañosa y fronteriza, un inmenso desierto. Hasta la pampa húmeda se va despoblando en favor de una monstruosa concentración urbana, sobre todo, el Gran Buenos Aires, el Gran Rosario y la Gran Córdoba. 3. Que los vecinos, Uruguay, Bolivia y principalmente Chile Comunista constituyen un verdadero peligro para nuestra Seguridad. Medítese tan sólo en el hecho de que la mayor proporción de habitantes en las zonas de fronteras no es de argentinos, sino de chilenos, bolivianos y paraguayos.
La POLÍTICA de Aristóteles enseña, desde hace veinticuatro siglos, que los tres factores principales que deben considerarse para la Constitución del Estado son la población, el suelo y los vecinos. Existe en la Patria un resto de Señores, una reserva de calidad humana en todos los estratos sociales. Esas legítimas superioridades con el apoyo de las Armas y la fuerza del Estado Militar tienen que elevar a la masa hasta el nivel de un pueblo verdadero, restableciendo las jerarquías naturales en todos los órdenes de la vida nacional: familiar, escolar, universitario, profesional, empresario, laboral, administrativo, judicial, etcétera. Las exigencias que deben cumplirse para la jerarquización institucional son en todos los casos: trato de honor para la persona, cuidado del Bien Común.
Después del adoctrinamiento nacional y de la liberación financiera para poner la economía al servicio del hombre y del Bien Común, son objetivos inmediatos de la Política de guerra: a. La descentralización de la población, de la industria y del comercio de los centros urbanos absorbentes, principalmente del Gran Buenos Aires, radicándolos en las zonas de producción de la materia prima, previa la construcción de los barrios residenciales y de las plantas industriales. b. La movilización militar de los cientos de miles de menores sueltos, sin hogar propiamente dicho, de todo el país (hay 500.000 tan sólo en el Gran Buenos Aires) para ordenarlos, educarlos y prepararlos en oficios y profesiones socialmente útiles. Se trata de una movilización obligatoria para el servicio del trabajo, hasta lograr la idoneidad en el oficio. c. Suspender toda edificación suntuaria o veraniega hasta edificar y habilitar los dos millones de viviendas necesarias que faltan en el país, derivando hacia donde lo exija el cumplimiento de dicho plan, los equipos de técnicos y obreros calificados, los materiales de construcción y los créditos del Estado de fácil amortización y largo plazo y al más bajo interés. d. Colonización y fomento de la región fronteriza con familias argentinas, si fuera posible de militares argentinos en retiro con arraigo por haber prestado servicio en dicha zona, como ocurre con el personal de Gendarmería. Se comprende la prioridad que debe darse en las actuales circunstancias a la frontera con Chile. Nos ocuparemos en el capítulo siguiente de la proyección sobre el destino argentino que va a tener el Régimen Comunista en el vecino país.

PREFACIO- DOCTRINA POSITIVA-TEMA 1-DOCTRINA CATOLICA,OCCIDENTAL Y ARGENTINA


PREFACIO

A principios del año 1962 se solicitó mi colaboración para redactar una Doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria destinada a la Aeronáutica Militar. Asumí la tarea como un acto de servicio a la Patria, en forma gratuita y dispuesto a prescindir de mi nombre para evitar prevenciones y sobresaltos. El primer folleto con el plan general y el desarrollo de los principios de la Doctrina, incluso el nihil obstat del Arzobispo de Buenos Aires, fue aprobado, publicado y distribuido oficialmente a todo el personal del Arma. Una semana después, la Masonería dio la voz de alarma por medio de uno de sus órganos profanos de prensa. Se produjo la previsible marcha atrás; el folleto fue desaprobado oficialmente y se ordenó la devolución inmediata de todos los ejemplares. A pesar de este contratiempo, resolví continuar el trabajo por considerarlo necesario e imprescindible, tanto para militares como para civiles, dispuestos a batirse por Dios y por la Patria, contra los enemigos y renegados del Occidente Cristiano. Lo que aprendí enseñando durante treinta años se recoge en estas páginas que quieren contribuir a la formación política de una verdadera Milicia que sepa lo que debe defender y lo que debe combatir a muerte. Doctrina Nacionalista y Jerárquica, reconoce que todo depende de la Voluntad de Dios; pero enseña que los hombres deben empeñarse como si todo dependiera exclusivamente de ellos. Es lo que Dios quiere y espera de los suyos; en primer lugar, de la juventud capaz de una heroica fidelidad, dispuesta a mantener el compromiso de los claros varones:
Como León Degrelle "Renuevo mi promesa de intransigencia. Más que nunca iré recto, sin ceder en nada, duro con mi alma, duro con mis deseos, duro con mi juventud".
JORDÁN B. GENTA

INTRODUCCION A LAS PRIMERA Y SEGUNDA EDICIONES
La preparación adecuada y eficiente de los militares argentinos para enfrentar la Guerra Revolucionaria, actualmente en su etapa decisiva en América, requiere una doble disciplina formativa:
1. La Doctrina Positiva que comprende los principios, valores e instituciones fundamentales que se deben afirmar, servir y defender en todos los terrenos teóricos y prácticos. 2. La Doctrina Negativa que ha desencadenado la Guerra Revolucionaria total —el Comunismo—, así como sus antecedentes y aliados ideológicos; su estrategia, táctica y armas dialécticas. Su conocimiento y dominio es indispensable para superarlo en la lucha.
En síntesis: se trata de saber lo que hay que defender y lo que hay que combatir en esta guerra religiosa, mental, moral, política y física, de todo el hombre y de todos los días, de todos los ambientes y en toda la Patria, hasta el triunfo o la derrota totales. Lo primero es formar una conciencia lúcida, firme e inconmovible de la Doctrina Positiva que es la de la Cristiandad o del Occidente Católico y Romano. Saber lo que es definirse cristiano y occidental para evitar confusiones, equívocos y desviaciones ideológicas que quiebran la unidad espiritual y debilitan gravemente nuestro frente. Esas confusiones, equívocos y desviaciones son promovidos o utilizados ampliamente por el enemigo en la propaganda, en la educación y en la acción cultural, en el derecho y en la economía, en la política y en la religión. La concepción doctrinaria del Occidente Católico y Romano —que nosotros llamamos Doctrina Positiva— se desarrollará a través del temario siguiente:
1. Lineamientos esenciales de la Doctrina Católica, Occidental y Argentina.
2. La Fe Católica en la formación de la Civilización y de las Naciones de Occidente.
3. La Filosofía en la Civilización Occidental. Integración de la razón natural y de la Fe sobrenatural en la Filosofía cristiana: San Agustín y Santo Tomás. Filosofía; del Ser y lógica de la identidad con relación al Sentido Común.
4. El Derecho romano. Poder ordenador y asimilador de las civitas.  El Imperio Romano y la expansión del Cristianismo. Integración de la justicia natural en la Caridad sobrenatural para presidir la Ciudad Cristiana.
5. La Patria es la historia verdadera de la Patria. El Imperio Católico y Romano de España: su obra misional y civilizadora en América. El territorio estable y las tradiciones legítimas de nuestra Patria.
6. La Familia Cristiana fundada en el matrimonio indisoluble y en la patria potestad.
7. La Propiedad Privada: posesión y uso. El capital y la extensión de la Propiedad Privada al trabajo productivo. Encíclica MATER ET MAGISTER de Juan XXIII.
8. La Educación cristiana y nacional. La Escuela y la Universidad al servicio de la Verdad y de la Patria.
9. El Estado: organización jurídica de la Soberanía política y gobierno para el Bien Común. El Estado de Derecho y los supremos intereses de una nación católica y occidental. Relaciones entre el Estado y la Iglesia Católica. Relación del Estado con las Sociedades Intermedias.
10. Las Fuerzas Armadas de la Nación. Su misión específica: La defensa de los valores esenciales y permanentes de la Nación; esto es, de lo que en los Reglamentos Militares se denominan Supremos Intereses de la Nación.
El temario correspondiente a la doctrina anticristiana, antioccidental y anti argentina del Comunismo Marxista —que nosotros llamamos Doctrina Negativa— debe desarrollarse en forma paralela y en contraposición expresa con las posiciones afirmativas. Es el procedimiento didáctico más eficaz para agudizar y agilizar la mente en el sentido crítico y polémico.
1. La Revolución Liberal contra el Orden Católico y Occidental, en sus etapas religiosa, filosófica y política, hasta culminar en la Revolución Social del Comunismo Marxista. El proceso del Liberalismo en la Argentina.
2. La Reforma Protestante y la ruptura de la unidad católica de Occidente. El Libre Examen contra la autoridad de la Verdad y su Cátedra de la unidad.
3. La revolución cartesiana de la filosofía con la teoría de la doble verdad y la separación de la razón y de la Fe. El nuevo punto de partida de la filosofía: idealismo, racionalismo, empirismo, criticismo, panteísmo y nihilismo materialista. Eliminación de la Teología y de la Metafísica del campo de las ciencias. Filosofía del devenir y dialéctica de la contradicción infinita.
4. La Revolución Liberal en la política. Secularización radical del Poder y la sustitución de la Soberanía de Dios por la Soberanía Popular.
El laicismo masónico en la Revolución Francesa. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano contra sus deberes previos hacia Dios, la Patria y la Familia. El Derecho Liberal contra el Derecho Católico Tradicional en nuestro país.
5. Ruptura Liberal de la Patria con el pasado y su mediatización por la libertad individual. El oscurantismo medieval y la Leyenda negra sobre España. La Ruptura Liberal con el pasado en la Historia Patria: Civilización y Barbarie. La Masonería en la historiografía argentina.
6. Disolución Liberal de la Familia. El matrimonio civil en lugar del Gran Sacramento. El divorcio y la indiscriminación de los hijos. La situación actual de la familia en nuestro Estado de Derecho.
7. El absolutismo de la Propiedad Privada en el derecho liberal y la crítica marxista de la Propiedad Privada, completando su crítica de la Religión y del Estado. Estructura económica de la sociedad y superestructura ideológica: religiosa, filosófica, jurídica, etcétera, en la concepción del Comunismo.
8. La reforma laicista de la Educación en todos sus grados. El planteo de una Escuela sin Religión y sin Tradición. Descristianización y desarraigo progresivo de las naciones occidentales. La reforma educacional del 80 en nuestro país y la Reforma Universitaria del 18: Laicismo y marxismo en la formación de las generaciones argentinas y, en particular, de su clase dirigente actual. Consecuencias para la lucha contra el Comunismo.
9. Concepción Liberal del Estado: Contrato Social, Derechos Individuales y Soberanía Popular. Mediatización del Bien Común por el interés individual, de clase o de partido. El Estado sin Religión no es un Estado neutro sino irreligioso, contra la Religión Católica Apostólica y Romana. Crítica marxista y su planteo utópico de la abolición del Estado en la futura sociedad comunista.
10. Concepción antimilitarista del liberalismo burgués y proletario. Crítica marxista de las Fuerzas Armadas de la Nación como "instrumento pretoriano del Estado al servicio de clase explotadora". Sustitución revolucionaria de las Fuerzas Regulares por las milicias populares.
Tema I
DOCTRINA POSITIVA:
Lineamientos esenciales de la Doctrina Católica, Occidental y Argentina El enfrentamiento eficaz de la Guerra Revolucionaria desatada por el Comunismo nos impone saber, en primer término, qué es lo que nos identifica como occidentales y cristianos. Se trata de adquirir una conciencia lúcida y distinta de los contenidos de valor que son esenciales y permanentes, es decir, que definen a la Cristiandad Occidental o Civilización Occidental. La posesión de la Doctrina Positiva en sus líneas esenciales es el único medio eficiente para combatir y superar el confusionismo ideológico que nos abruma y es como una cortina de humo, a través de la cual avanza impunemente el enemigo dentro de nuestra mente, de nuestros hogares y de nuestra Patria. Tres son los contenidos de valor, los pilares sobre los que se levanta la Civilización Occidental, Cristiana y, por lo tanto, Argentina:
1. La Revelación Cristiana y su Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
2. La filosofía griega clásica: Sócrates, Platón y Aristóteles.
3. El Derecho Romano y su Política Arquitectónica.
El primero es de orden sobrenatural, divino. Los otros dos son de orden natural, humano. Vamos a comenzar por los contenidos naturales y humanos, examinando en primer lugar lo que significa la Filosofía en la vida del hombre y de la civilización:
a. La Filosofía Griega Clásica: Sócrates Platón y Aristóteles Filosofía, etimológicamente, quiere decir amor (filo) al saber (sofía). Es la ciencia por excelencia en el orden natural. Y se denominan clásicos Sócrates, Platón y Aristóteles, porque su pensamiento es siempre actual, su magisterio siempre contemporáneo, a pesar de que vivieron entre los siglos V y IV antes de Cristo. Aprendemos a pensar, a definir, a distinguir, a discutir con razones, a dialogar en la verdad, en Platón y Aristóteles. Le debemos a Sócrates la liberación del pensamiento respecto de la sensación V su elevación a la altura del concepto y de la definición. El concepto refiere lo que una cosa es, su esencia fija e inmutable, lo que hace que el agua sea agua; el pan, pan; el vino, vino. La esencia o forma constitutiva de las cosas es la razón de ser, lo que permanece siempre igual a sí mismo, lo que nos permite identificar una cosa con ella misma, a pesar de todos sus cambios sensibles, aparentes. El concepto o definición, por lo mismo que dice la esencia, es único como ella misma; así la definición de hombre afirma que es un animal racional. Hoy y siempre el concepto de hombre será el mismo. En cambio, las opiniones acerca de algo son innumerables, porque la opinión encara un aspecto, el que nos interesa o nos impresiona, de una cosa; y puede haber múltiples enfoques, desde múltiples ángulos, de una misma cosa. Ciencia, para los clásicos del pensamiento, significa conocimiento por las causas o razones de lo que existe. La filosofía es la ciencia por excelencia, la ciencia soberana, porque estudia la causa primera y el fin último de todo lo que existe o puede existir. En el mismo sentido, podemos definir a la filosofía como la ciencia de las esencias y del fin de la existencia. Se la define, también, como la ciencia de la Verdad que el hombre debe servir. Las ciencias empíricas y las ciencias exactas y experimentales que estudian las leyes de los fenómenos físicos se ocupan de verdades que son para usar. La ciencia que estudia lo permanente, lo esencial y lo eterno de los seres y el fin para que existen, culmina en Dios, causa primera y fin último. La razón humana se remonta por la exigencia de encontrar la causa o la razón (el qué, el por qué y el para qué) hasta demostrar la necesidad de una primera razón o causa. Pero libradas a sus solas fuerzas naturales, su razón no le permite acceder a la vida íntima de Dios; lo infinito y trascendente no puede ser abarcado por la razón finita y discursiva del hombre. Tiene que ser Dios mismo que se manifieste y revele al hombre; y esa Revelación se ha manifestado en Jesucristo Nuestro Señor, verdadero Dios y hombre verdadero. Y tiene que ser el mismo Dios que nos infunda la Fe en su Palabra para que podamos entender lo que Dios es en Sí mismo y lo que somos en relación a Dios. De allí que la verdadera Sabiduría necesita de la integración de la razón natural en la Fe sobrenatural, es decir, de la filosofía humana con la Divina Revelación para constituir la Teología Sagrada. Fue la obra de los Padres y Doctores de la Iglesia, de San Agustín y Santo Tomás principalmente. La filosofía no difiere del Sentido Común en sus afirmaciones esenciales; es el mismo Sentido Común reflexivamente asumido. 'Es el Sentido Común reajustado con espíritu crítico. La lógica que se funda en la filosofía es la que rige el discurso por los principios de identidad y de no contradicción. Se comprende que la lógica de la identidad se funda en la filosofía del ser, de las esencias y del fin de la existencia. La filosofía que es pilar del Occidente Cristiano es la ciencia de la eternidad y de lo que es eterno en las cosas. La lógica que define la mentalidad occidental es la lógica de la identidad esencial de lo que existe, esto es, el discurso que concluye que el agua es agua y no es vino; y que el vino es vino y no es agua, a pesar de que el vino contiene agua. Es la lógica que discurre en función de verdades esenciales y de la Verdad Absoluta que comprende a todas las otras.
b. El Poder Político y el Derecho Romano
La vida política de los griegos se circunscribió a la Polis (ciudad); no llegó a tener dimensión imperial hasta Alejandro, pero esa voluntad de dominio no se hizo estable, no se constituyó en imperio. Había que esperar a Roma para que se realizara la primera expansión verdaderamente política, sabiamente organizadora de la autoridad. Esa capacidad inigualada para el mando hizo de una pequeña ciudad el mayor y más durable Imperio conocido hasta entonces. Roma es la organización perfecta del poder político. Hizo cumplir sus leyes hasta en los lugares más remotos. Roma no se impone nunca de inmediato a pueblos que no la aman, ni la comprenden, ni la admiran. Crea primero una colonia romana donde alienta el espíritu de Roma; y es esta colonia la que va realizando la difícil conquista que las legiones sólo podrían iniciar y sostener con las Armas. Tina ciudad bajo la férula de un enemigo victorioso que soporta el despliegue de su poderío, la ostentación de la autoridad, el peso de los impuestos y servicios, no es una ciudad realmente conquistada. Roma sabe muy bien que no es ése el camino de la conquista segura. Su política tiene algo de su arquitectura: la columna romana, firme y rigurosa, puede ser el símbolo de ese pueblo que supo fundar una dominación de doce siglos. Frente a esos pueblos de la antigüedad que establecían con las vencidas relaciones de dominio estricto y que le cerraban a los subyugados el acceso a la dignidad civil, Roma trae un aporte nuevo que explica su expansión territorial y su unidad política.
Lentamente va consintiendo que los hijos de pueblos sojuzgados que han dado pruebas de adhesión y han sabido interpretar el sentido de la paz romana se eleven a la dignidad no sólo de ciudadanos sino incluso a la de miembro de la minoría rectora del Senado. La conquista romana que traza tan rápidamente caminos y rutas, por entre las montañas, hasta las zonas más apartadas, es la conquista realizada no sólo por el genio de un ¡hombre, un conductor genial, sino por el genio de todo un pueblo. ¿Cómo pudo Roma mantener la cohesión y la unidad en tan dilatada extensión y en tan grande variedad de pueblos? Por medio del Derecho. Los romanos llevaban a todas partes el orden, una regla estable de convivencia; y la tranquilidad en ese orden jurídico rígido y preciso: la paz romana. La vigencia del Derecho va eliminando las discordias, y contradicciones internas en los pueblos conquistados; la lengua vernácula va cediendo su lugar a la lengua latina; también van desapareciendo los aspectos más crueles y perversos de las religiones bárbaras. Las etapas de la conquista romana son:
1. La Paz, la tranquilidad en el orden por medio del Derecho.
2. La prosperidad material que es el resultado del orden político.
3. La elevación y riqueza de cultura.
Los pueblos bárbaros (extranjeros) acatan finalmente la ley romana porque los eleva o les suscita la esperanza de otorgarles la ciudadanía romana. El ciudadano romano en cualquier lugar del imperio,, aun en el más remoto, sigue viviendo en Roma —como el inglés de hoy en la City—. El mejor ser de Roma se expresa en esta conquista, cuya divisa no es sólo la del César vencedor: "veni, vidi vid"; ya que después de aquella admirable conquista de las armas, la completaba con la codificación del Derecho.
Claro está que la indiferencia del romano hacia lo que era extraño a su dignidad civil en el propio ámbito tiene su personificación cabal en Poncio Pilato —finalmente se lava las manos—. Además la rigidez, el exceso, las discriminaciones arbitrarias —la condición de la mujer, la esclavitud, la propiedad, la patria potestad, etcétera— son conocidos; pero sus defectos y excesos, incluso las aberraciones propias de su paganidad, no anulan la grandeza ni la validez sustancial del Derecho Romano, fundamento natural de todo Derecho justo de Occidente. Se impone reconocer la capacidad superior y el sentido universal que era menester para legislar sobre un vasto imperio que fue cimentado en la objetividad del Derecho, en función de la Justicia, a pesar de las limitaciones apuntadas. El Código de Justiniano representa la síntesis de toda una larga elaboración jurídica, y es el fundamento del Derecho Positivo de Occidente, porque en él se concretan y legislan las principales instituciones humanas en el orden privado: Familia, Propiedad, Derechos Patrimoniales, dentro de la gran concepción del Municipio y del Estado Romanos. El legado definitivo de Roma al Occidente Cristiano son estos fundamentos del Derecho, en orden a la Justicia natural de carácter ético esencial. El mismo helenismo, la herencia inmortal e inagotable de la Sabiduría Humana, es decir, de la Filosofía Griega proyectada en la contemplación y en la acción, entra en la formación de Occidente a través de Roma. Sin la larga paz romana, conquistada por las Armas y estabilizada por el Derecho, no habría sido posible el medio adecuado, el reposo que exige el estudio de la filosofía de las esencias y del fin de lo que existe, la contemplación de la verdad, la más noble y más pura actividad humana. Reviste importancia decisiva entender que ni las filosofía de Sócrates, Platón y Aristóteles, ni el Derecho de la paz romana, hubieran durado y trascendido en\la Historia Universal sin el Cristianismo que une al concepto de la universalidad política del Imperio la misión divina de la Redención de todos los hombres. La Cristiandad potencia y engrandece cuanto hay de verdadero y justo en la Filosofía Griega; así como cuanto hay de noble y ordenado en la política romana. Y realza la filosofía natural en la Fe Sobrenatural y la justicia humana en la Caridad Sobrenatural. Constantino inicia el Imperio Romano Cristiano cuya codificación es obra de Justiniano. Carlomagno lo restablece y en Carlos Y culmina y se interrumpe su gestión ecuménica, católica, hasta el día de hoy. La dignidad de la persona humana; la igualdad esencial de los hombres; la elevación de la mujer hasta contemplarla en su paradigma: la Santísima Virgen María, Madre de Dios y de Nuestra Patria; el verdadero sentido social de la Propiedad Privada; el origen y la legitimidad del Poder; la necesidad de la Fe para entender en las cosas de Dios y del destino de las almas v de las Naciones; el auxilio de la Gracia para ser libres en el bien; la Caridad de Dios para la perfección de la justicia; todo esto y mucho más es lo que ha significado la integración de la filosofía natural de los griegos y del orden político romano en la Revelación. Cristiana, cuyo fruto es la Civilización Occidental.
c. Proyección Espiritual y Política de la Iglesia Romana Católica de Occidente
El Occidente Cristiano, los Imperios y Estados nacionales Católicos de Europa y América se han construido alrededor de la Iglesia Católica, Apostólica v Romana. El Papa León XIII lo destaca en su encíclica INMORTALE DEI: "Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En aquella época, la eficacia propia de la Sabiduría Cristiana y su virtud divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la Sociedad. La Religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado de honor que le corresponde y florecía en todas partes, gracias a la adhesión benébola de los gobernantes y a la tutela legítima de los magistrados. El Sacerdocio y el Imperio vivían unidos en mutua concordia y amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado produjo bienes superiores a toda Esperanza. Si la Europa Cristiana dominó las naciones bárbaras y las hizo pasar de la fiereza a la mansedumbre y de la superstición a la Verdad; si rechazó victoriosa las invasiones musulmanas, si han conservado el cetro de la civilización y se ha mantenido como maestra y guía del mundo en el descubrimiento y en la enseñanza de todo cuanto podía redundar en pro de la cultura humana; si ha procurado a los pueblos el bien de la verdadera libertad en sus más variadas formas; si con una sabia providencia ha creado tan numerosas y heroicas instituciones para aliviar las desgracias de los hombres, no hay que dudarlo: Europa tiene por todo ello una enorme deuda de gratitud con la Religión, en la cual encontró siempre una inspiradora de sus grandes empresas y una eficaz ayuda en sus realizaciones". En conclusión: La Doctrina Positiva del Occidente Cristiano es la que se funda en la Palabra de Dios, cuyo magisterio divino reside en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, fundada por el mismo Cristo: "Dios instituyó la Doctrina de la Verdad en la Cátedra de la Unidad" 2. No hay, no puede haber otro principio de unidad espiritual y moral para los hombres y las naciones de Occidente, que esa Palabra de Dios y su Cátedra infalible que es la Iglesia Romana. Es menester que nos edifiquemos en la Unidad Verdadera, para no caer en la separación, en la división, en la pluralidad que son principios de negación y de muerte. Y sobre esta roca inmutable que puso el mismo Dios, se potencian, realzan y prestigian en la divina luz, la Filosofía Clásica de los griegos y el Derecho y arquitectura del Poder de los romanos, pilares del Occidente Cristiano. A partir de Cristo, toda elevación humana en la Historia de Occidente se prosigue en y por la Iglesia Católica, que se abre a todos y abraza a todos los hombres de buena voluntad, que son aquellos que hacen la voluntad de Dios.

ESTUDIO PRELIMINAR



GUERRA CONTRARREVOLUCIONARIA
Doctrina Política Antisubversiva
Estudio preliminar



Se debe precisar que Genta no fue una inteligencia principalmente especulativa en el sentido en que lo que fue el P. Meinvielle, por ejemplo. Sus condiciones y su vocación—-incluso su sentido del deber—• lo impulsaron por otros caminos, que él no supo recorrer sino hasta sus últimos tramos y consecuencias. Genta fue, a su modo, un maestro para la acción. No tomó a su cargo la empresa de "crear" un pensamiento nuevo, original o distinto. Ciertamente, no fue tampoco un repetidor. Se propuso, y se limitó, a la difusión del pensamiento tradicionalista. Que en la Argentina se llama Nacionalismo. Pero esta tarea de difusión fue rica v, ella sí, dinámica y creadora, porque se dirigió a la formación de hombres. Para decirlo todo, Genta se dedicó a formar hombres cristianos para la acción, para una política cristiana. Y por eso lo asesinaron. Genta se propuso confeccionar un programa para ubicar a Los soldados argentinos —casi los últimos aristócratas, los últimos dispuestos a servir hasta con la vida el bien común nacional, los últimos aristócratas si no contáramos a hombres de la raza de Genta, precisamente— en el complicado y oscuro proceso que se vive. Este proceso se aproxima a su culminación, que es el Reino del Anticristo. Su sentido último es, por lo tanto, religioso; y su estudio se debe realizar a la luz de la teología. Pollo demás, es sabido que la vida expone sus secretos y claves sólo cuando se la considera subespecie aeternitatis. Lo que ocurre en la Argentina es un proceso universal. Se trata de la descristianización del país y del mundo, de su desacralización y de su apostasía.
La Argentina y el mundo han abandonado el orden cristiano, han cedido a la Revolución. Más aún: han repudiado ese orden. En alguna medida, lo han vuelto imposible. La inteligencia moderna ha desmontado punto por punto, pieza por pieza, todos los artefactos del mundo clásico cristiano. Esta tarea se lleva, aun hoy, a cabo hasta los límites más profundos, hasta la construcción del hombre nuevo —marxista o nihilista—, que constituye la mayor herejía, aquella que descalabra el ser del modo más total y lo hunde en el vacío del mal: la herejía de no servir a Dios porque se aspira a ser como Dios. Repitamos: hombres cristianos para una acción cristiana. Esta fórmula, une Genta alzó como una bandera y practicó como un programa, fija con exactitud los lindes de una generosa empresa pedagógica, así como su contenido. Genta no se sintió tentado nunca por replantear ni adaptar a la cristiandad, como lo intentó Maritain. Aspiró, sí, a rescatar sus elementos permanentes y universales, aventados por la tormenta revolucionaria. Este fue uno de los límites que se impuso: no se permitió ni originalidad audaz ni imaginación frívola, dos constantes en la "nueva teología". Tampoco cedió a un humanismo equívoco ni multívoco ni naturalista ni horizontalista ni sincretista. Su humanismo fue Cristo céntrico, en donde el hombre actúa recuperada y ordenada su naturaleza por un único foco central, la Cruz. Su humanismo reconocía como lo substantivo al cristianismo —entendido como el operar de Cristo y de Su Gracia en el hombre y en la historia—, es decir, al cristianismo como lo especificante y como la única posibilidad del hombre de reconquistar y sanar su naturaleza. Para el hombre, incluso para andar en este mundo, no hay otros caminos que los del Señor, porque quien se busca a sí mismo se pierde. Es decir, no admitía que el cristianismo fuera una opción más, cultura] o política; ni que a un cristiano le sea indiferente o igualmente válido transitar un sendero que otro, comprometerse con un programa o con otro distinto, perseguir esta o aquella pista, exaltar este o aquel mínimo valor. La intencionalidad no líos rescata del mal. Genta vio y afirmó que el cristianismo es el gran y único drama que se desarrolla a través de la Historia y a través de todos los hombres. Un drama en el que todos son protagonistas, aunque no lo sepan o no lo quieran. El cristianismo, sin ser inmóvil, es definitivo. Porque encierra la última palabra, la última solución, el último amor. Está formulado para siempre y marca a los hombres para siempre. Y así es que el cristianismo está capacitado —sólo él— para desarrollar sus propios principios y sus propias fórmulas y para esclarecer —en la medida en que ello es posible— sus propios misterios. La consecuencia es obvia: el cristianismo no necesita de ningún movimiento exterior para perfeccionarse —porque todo le viene de su fundador— ni de ninguna fuerza extrínseca para avanzar ni de ninguna interpretación extraña para definirse. El cristianismo puede progresar sin cambiar, evolucionar sin contradecirse y precisarse sin menoscabarse. Todo lo que le pertenece está en él. Genta ve esto con claridad inusual, con la claridad de un profeta. Denuncia y describe el proceso de descristianización de la inteligencia, proceso que se reproduce en la Argentina en estos días. Ese movimiento, que se conoce con el nombre genérico de Revolución, comienza con el liberalismo filosófico, que se inicia a su vez con la Reforma de Lutero en religión (protestantismo) y de Descartes en el orden especulativo (idealismo). Pero el sentido último de este movimiento sólo se alcanza en el marxismo. "La doctrina y la práctica comunistas no son más que el liberalismo moderno llevado hasta sus últimas consecuencias en la negación del orden occidental y cristiano". Por su parte, el marxismo, cuya esencia es la dialéctica —es decir esa suerte de dinámica creadora que se extiende y se explica por la negación— es, en el fondo, un nihilismo absoluto. "De negación en negación, el proceso dialéctico. . . concluye inevitablemente, inexorablemente, en la suma de negaciones que es el comunismo marxista". Pero, como queda dicho, la Revolución es la contradicción puntual y sistemática del orden cristiano. "La doctrina positiva del Occidente cristiano se funda en la Verdad de Dios de orden sobrenatural o Revelación y de dos verdades objetivas de orden natural: la filosofía del ser con su lógica de la identidad y el derecho romano como estructura jurídica básica del Estado o Poder Político". A partir de estos presupuestos se construye todo ese riquísimo entramado de instituciones culturales, políticas, sociales y jurídicas que aún nos maravilla y del que aún vivimos, la cristiandad: Patria, familia, profesión, propiedad, el Estado al servicio del Bien Común, cuerpos intermedios. . . Fuerzas Armadas, que son las encargadas de defender ese orden. En contraposición, el Demonio edifica la Ciudad del Hombre, sobre los restos de la Ciudad de Dios. Y se empieza por la inteligencia: "Contra los derechos de la afirmación de la identidad y de la fidelidad, el liberalismo exalta la prioridad de los derechos de la duda, de la crítica, de la negación y del cambio. Contra la Cátedra de Dios el libre examen; y contra la lógica de la identidad fundada en la esencia realísima de lo que es, la lógica de la contradicción o dialéctica". Estamos en la raíz de la inteligencia modernista. Estamos en el centro de la dialéctica. No es el caso detenerse en ella, pero sí debemos denunciar sus efectos que se registran en todas las áreas, un poco por todas partes. La dialéctica, en su sentido moderno —-que para nada coincide con el modo con que se entiende este término en Platón y Aristóteles— reconoce un indubitable origen idealista. El idealismo, como observa Cornelio Fabro., es más una actitud metafísica que una instancia gnoseológica. Y así se comprende la afirmación de su esencia: las leyes inmanentes de la conciencia se transforman en las leyes del ser. Y así es que la naturaleza deriva del espíritu y se produce una confusión total entre el pensar y el ser, entre lo absoluto y lo relativo, lo infinito y lo finito, la unidad y la multiplicidad. Las consecuencias son varias y profundas. Por la dialéctica, el hombre hace al mundo, pero lo hace por un irrenunciable —e incontrolable— proceso de contradicción. Por lo tanto, todo se alcanzará por oposición que nos lucha y destrucción. La historia y la vicia serán, para siempre, revolución. Y está claro que, en base a semejante mezcla de inmanentismo y voluntarismo, quedan derogadas las leyes universales y necesarias. La lógica so disuelve junto con el ser y, diríamos, a su mismo ritmo. Todo este proceso de destrucción, todo este proceso prometeico, se consuma, entonces, en la gran hoguera en que arden la lógica, la metafísica y la religión, Dios y el hombre, el sentido común, la libertad y la verdad objetiva. Esta "contradicción infinita" se alimenta de la pasión de la libertad y se sostiene por la negación radical de las esencias. Todo se vuelve opcional y crítico, ya no habrá más valores objetivos —puesto que no hay sustancias— ni deberes trascendentes. Sólo queda el hombre, fin y medida de todas las cosas y de sí mismo. Un hombre biológico que, de degradación en degradación, cada vez más corre el riesgo de hundirse en el no-ser. Por eso, Genta apunta que "El liberalismo llevado hasta sus últimas consecuencias es nihilismo puro". Desde aquí, entonces, se contempla y se advierte la íntima connaturalidad que une al liberalismo filosófico con el político y a éstos con el actual proceso nihilista que destroza a Occidente y que amenaza hacer lo mismo con la Iglesia. Es decir, al comienzo fue el liberalismo —Lutero, Descartes, Kant—. El marxismo no es más que el liberalismo sistematizado, extremado, por así decirlo, vuelto metafísico y convertido en praxis. Y al comienzo fue también la trilogía naturalista de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que da origen a la Democracia como forma religiosa "que quieras que no es el camino que lleva al comunismo". Si el liberalismo ha enloquecido a la libertad, al punto que desaparece la realidad en la medida en que ésta significa un límite, una norma o una sujeción, queda posibilitada la redención del hombre por el hombre. Una vez más, repitiendo sus orígenes, la nueva moral, la nueva psicología y el nuevo arte basan la objetividad (la norma ética, el mundo interior del hombre, la belleza) en la conciencia. La libertad del liberalismo no se detiene ante liada y el marxismo simplemente le acuerda un sentido redentor. Esta redención se realiza por medio de la desalienación. Desalienar significa liberar, pero con una dimensión "ontológica", para que el hombre vuelva a ser él. Liberarlo de la religión, de la familia, de la clase social, del Estado, de la propiedad. Una vez desalienado, el hombre volverá a ser él mismo, en su unidad y totalidad. Y en él, por la negación de las metafísicas, quedarán soterradas las esencias. El hombre —que empezó a divagar con el liberalismo y que se pierde en la oscuridad del marxismo— se sumerge en el abismo de lo contingente: "la evasión de su carácter dialéctico en ese sentido de la eternidad y lo que es eterno en las cosas". El liberalismo pues, como el marxismo, identifica ser y libertad, hasta el momento y la instancia en que disuelven aquél en éstas, para, finalmente, precipitarse en la nada de la contradicción, recomenzar infinitamente un proceso que empieza y termina en el nihilismo y del que el hombre, cada hombre, es apenas un punto contingente de referencia. En la Argentina, todo esto se dio, se da, si bien en forma menos radical. Pero la inteligencia marxista y la guerrilla trabajan para ahondar el proceso. Sus nombres: la organización pensada por Sarmiento y Alberdi, ley 1420, Reforma Universitaria. Y, claro, todo el aparato cultural de la izquierda: positivismo, sociologismo, freudismo. Todo el resto del libro es una descripción, casi un canto, a la civilización católica. La Ciudad Católica es sacramental, eterna, trascendente, de una belleza precisa; todo se armoniza en ella, la unidad y la totalidad, lo permanente y lo contingente, el pasado, el presente y el futuro. Y así, en términos cristianos, no tiene sentido hablar de progreso y menos de progreso indefinido. Porque el progreso no puede consistir sino en la perfección del encuentro del hombre con Dios en Cristo, en un conocimiento cada vez más cercano y amoroso, sin saltos dialécticos, sin sorpresas, sin trampas. En la Ciudad Católica todo tiene su fundamento en Cristo. Por ejemplo, la dignidad del hombre deriva de su condición de hijo de Dios y se efectiviza por el amor al prójimo. La verdadera libertad femenina toma su arquetipo y su fuerza de la Virgen, Madre y Corredentora. La educación se ordena según la Verdad y la política según el Bien Común. En cambio, todo se vuelve confuso y sobre todo contradictorio en la Ciudad del Hombre Así, el Libre Examen sustituye a la Autoridad de la Verdad y el principio de la duda fundamenta ese pluralismo relativista o agnóstico, al que desdichadamente parece haberse abierto la Iglesia misma y la Cátedra de Pedro, otrora sede de la Verdad y de la unidad en la verdad (Tema II), Lo mismo ocurre en el plano de la filosofía. El hombre cristiano, heredero de Platón y de Aristóteles, ha integrado la razón natural con la fe sobrenatural, síntesis que se destroza a partir de Descartes; esta ruptura ha vuelto, primero, innecesaria a la teología y después imposible a la metafísica (Tema III). Y aquí se vuelve al núcleo de la inteligencia modernista, la negación de entidad del ser, por lo que "nada es lo que es". En el plano del derecho, el cristianismo también integra la justicia natural con la caridad sobrenatural. Ese hermoso edificio compuesto por la justicia distributiva y conmutativa, cuya expresión es el Contrato, se realza, se completa y se extrema por la Caridad. Nada puede sustituir al amor, a la generosidad, a la capacidad de sacrificio. El amor está en la base de la Patria y de la Familia. Pero la Revolución Francesa alteró este orden y destruyó estos presupuestos. Desacralizó la sociedad, secularizó el poder, impuso la soberanía popular sobre la de Dios y los derechos del hombre contra los del Creador (Tema IV). A su vez, la generosidad —manifestación del amor— fue violentamente suplantada por el egoísmo individualista, cuya raíz psicológica es el placer desordenado, su explicación biológica es el darwinismo y su expresión socioeconómica, el capitalismo. La Patria. ¿Qué es la Patria? Es aquella porción espiritual que hace del hombre un ser con raíces en el pasado, un hijo de algo, un heredero —como dijo Maurras, el hombre es, ante todo, un heredero—. La Patria es un hecho voluntario ni su ser deriva de la convención ni sus caracteres del consentimiento o del capricho de los hombres. Es un hecho de la naturaleza, de la historia y del espíritu. Es un hecho político, geográfico, emociona], cultural y económico. La Patria no se elige, se recibe, no se la crea, se la continúa, no se la inventa, se la admite. Como la familia, la sangre y el nombre. Es un orden donde, lejos de retacearse, la libertad del hombre se ensalza y, por así decirlo, se enriquece, se dignifica y se significa. Por lo tanto, la Patria no es una reunión de individuos agregados, no es un conglomerado de voluntades aisladas, es más bien un cuerpo orgánico que "tiene la misión de resistir a las tormentas del Tiempo", para citar de nuevo a Maurras. El amor por la patria es o supone el amor al pasado. Porque el elemento vivo de la patria es la Tradición, aquello que fue, que se hizo y que se transmite. Y en ese acto de entrega y de recepción, en ese traspaso, sea en lo que consiste la concepción dinámica de la Patria. Pero, también, la Patria es una esencia fija, como dice Genta. "Las patrias son eternas", como decía Barres y repetía Maurras. Este amor al pasado envuelve un acto de piedad. Siempre el cristianismo está recorriendo con su sangre fecundizante los sentimientos del hombre occidental. Y es un deber "de piedad hacia el pasado" volvernos hacia España, la Madre, la que nos incorpora al Imperio de las Dos Romas y nos hace universales. Todo lo hemos recibido de Ella, desde la Verdad que nos redime y nos hace libres hasta las instituciones que nos ordenan y el idioma que nos vincula. La dispersión de esta herencia produjo la dispersión del ser nacional, del ser de la Patria. Por eso la solución es no tanto política ni tan sólo moral sino espiritual, que quiere decir total y principista. Volver a una tierra de señores, "caballeros gauchos como aquellos manchegos". La Patria no se sostiene por los votos, sino por una voluntad de ser, que se encarna en las Fuerzas Armadas y no en los partidos. La Patria nació con sus Fuerzas Armadas, las que, por lo tanto, se deben a la soberanía nacional y no a la soberanía popular. El liberalismo que las coloca al servicio de la democracia y que identifica Patria con pueblo o con soberanía popular distorsiona todo y crea situaciones históricas, políticas y sociales tan acuciantes y desgarradoras como la presente. Y lo mismo que hace el liberalismo lo hace la izquierda, cuando encarga a las FF. AA. ponerse al frente de un proceso de cambio indeterminado en sus alcances. Dramas como este que vive la Argentina, la Patria nuestra, se originan no sólo en la perversidad de los corazones y en los sensualismos de los cuerpos, sino en los errores filosóficos, en las equivocaciones de la inteligencia.
No queremos postergar más la lectura del libro de Genta que prologamos con más audacia y buena voluntad que idoneidad. Este es un libro de un maestro, de un jefe y de un profeta. Y de un mártir. Hoy sabemos que todo él se encuentra avalado por el testimonio de la sangre derramada. En Genta, todas esas vertientes —maestro, mártir. ..— se unieron como vocación y destino. Se vincularon en una muerte católica, española y argentina. Una muerte así, martirológica, no buscada pero sí secretamente esperada. Tal vez valga como experiencia transmisible la impresión que dejó en el autor de estas líneas la lectura de GUERRA CONTRARREVOLUCIONARIA. Es uno de esos libros que pueden cambiar una vida, que pueden rescatar un alma, que pueden orientar a una generación. No sabemos si cabe decir algo más o algo mejor sobre un libro. Sólo que no es una obra aislada; está precedida y continuada por otros títulos: EL NACIONALISMO ARGENTINO, LA OPCION POLÍTICA DEL CRISTIANO, EL MANIFIESTO COMUNISTA, etcétera. El que sigue tal vez no sea la culminación pero sí el resumen de un extenso e intenso magisterio, que no terminaría sino con el crimen. Magisterio a veces coloquial, pero siempre enérgico. Genta no vaciló nunca. Inundada su inteligencia con la luz de la Revelación, pudo escribir —ahora sabemos que con su sangre— dos frases en que de un modo casi místico describió su destino: "Ni Dios ni la Patria ni la Familia son bienes que se eligen. Pertenecemos a ellos y debemos servirlos con fidelidad hasta la muerte. Y desertar, olvidarlos, volverse en contra es traición, el mayor de los crímenes"... "Es justo y bello morir por la Patria y por todo lo que es esencial y permanente en ella: unidad de ser, integridad moral y natural, la soberanía nacional, la Iglesia de Cristo". Estas frases están escritas con el estilo militar de la exactitud. No hubo tiempo ni lugar para la retórica. Y si no fuese vulgaridad, se podría decir que Genta tuvo su propia muerte. Este libro nos lo explica. Nadie, en la Argentina, caminó con su paso de mártir, de cara a la muerte justa y bella, como Jordán Bruno Genta. Sólo Carlos Alberto Sacheri.
VÍCTOR EDUARDO ORDOÑEZ
Buenos Aires, 20 de octubre de 1975