II. EL ESTADO MILITAR
La doctrina de Guerra
Contrarrevolucionaria reconoce y demuestra que lo militar es lo primero en la
Política» En el advenimiento histórico de una Nación a la Soberanía Política,
hay normalmente una guerra justa de independencia o de liberación. De tal modo
que la primera forma de existencia del Estado Nacional es un Estado Militar o
la Nación en Armas. • Y en todo tiempo de decisión histórica, cuando está en
peligro la misma existencia, la integridad y el decoro de la Nación, lo militar
reasume su prioridad natural y la responsabilidad suprema de la conducción
política. Se comprende claramente que no es posible encarar un estado de guerra
sino con una política de guerra. Y esta Guerra Revolucionaria o Subversiva que
se libra en todos los terrenos interiores y exteriores, lo mismo en cada alma
que en la población entera, lo mismo en cada casa, escuela o empresa que en la
calle, en la ciudad o en el campo; esta guerra total exige la movilización
íntegra e integral de todos los habitantes, sin exclusión de sexo, edad o condición.
El enemigo emplea ancianos, mujeres y niños por cuyo intermedio comete los
crímenes más horrendos. La mentira se presenta en la figura de la verdad, el
enemigo como amigo, el odio como amor, la violencia como mansedumbre, el
Anticristo se reviste con la apariencia de Cristo. La Historia Universal no ha
contemplado jamás una guerra semejante a la que soporta la Humanidad hoy; no
reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal,
inspirada por un espíritu diabólico que excede el nivel humano, aunque sean
hombres los que se enfrentan y destruyen. No ver o no querer ver esta pavorosa
realidad no es simplemente una ceguera, sino el mayor de los crímenes contra
Dios y contra la Patria.
Urge que las Armas se
definan y se decidan en la línea del espíritu guerrero y heroico, no en la
frustración habitual del espíritu civilista y burgués. El vacío insondable de
autoridad y la falta de reacción que denuncian al Estado inexistente reclaman
la plenitud del Estado militar de emergencia para librar la gran batalla
contra:
a. El enemigo exterior
que es la Usura Internacional, cuya expoliación nos está aplastando. b. El
enemigo interno, aliado del primero, que lo está socavando todo para
entregarnos a la esclavitud bajo el terror comunista.
Lo primero que debe
comprender todo argentino honesto y patriota es que no se puede enfrentar de
veras a la subversión comunista, sin liberar a la Nación de la Usura externa e
interna. Estudios serios y bien documentados estiman que el daño hecho a nuestra
Patria, sea por exacciones ilícitas en el comercio exterior, sea por ganancias
también ilícitas y giradas íntegramente por empresas extranjeras, sea por
evasión de divisas en servicios de la deuda pública y privada, más lo producido
por la usura interna en sus diversas formas; el daño anual a la Patria,
repetimos, suma por todos estos conceptos alrededor de 4.000 millones de
dólares. Y todavía debemos agregar lo que una intervención honrada y eficiente
de ese inmenso caudal de recursos —4.000 millones de dólares— permitiría
obtener para el país y sus 'habitantes. Somos el principal exportador de
capital del mundo entero. No hay empresa que resista semejante
descapitalización año tras año. Tampoco podría jamás una política nacional,
mediatizada por la Usura que desangra a la Nación, ni controlar, ni contener,
ni superar a la subversión ideológica y social que crece día por día. Estamos
atrapados e inermes, traicionados y entrampados. La cuestión es clara y simple:
rompemos ese cerco de la Usura que nos está extrangulando o perecemos como
Nación y como personas. Los que dicen que no se puede, que somos débiles e
incapaces para enfrentar a tan gran Poder, son cobardes y viles traidores a la
Patria. Recordemos el tiempo de las Invasiones Inglesas, de la Independencia
Nacional y de la Confederación Argentina: éramos muchos menos y mucho más
pobres, no teníamos ninguna o casi ninguna fuerza material, pero sobraba la
vergüenza en los hijos y arraigados en esta tierra. Los argentinos necesitamos
hoy, como entonces, que la vergüenza nos ilumine la mente y nos encienda el
corazón, para ser plenamente viriles. Cuando Santa Catalina de Siena le exigía
a los Papas, a los Reyes, a los prelados y a los grandes señores: "Sed más
viriles", no se refería al valor físico que también puede tener un necio o
un criminal. Quería significar, ante todo, el valor cristiano y civil que se
ejercita en las cosas de Dios y de la Patria, esto es, el valor en el
testimonio de la Verdad y en el ejemplo del esfuerzo y del Sacrificio. El valor
cristiano y civil hecho de coraje y de paciencia •—fortaleza del ánimo—
significa vivir en subordinación y encuadrados en las jerarquías naturales y
espirituales que constituyen el orden de la Verdad, de la Justicia y del Amor.
El Estado Militar se funda en el Sacrificio y desprecia el egoísmo, vive y se
sostiene en el hombre esencial que no busca el éxito ni el provecho personal,
sino que hace don de sí mismo para servir a Dios y al prójimo. Y sabe que la
Patria es lo más próximo al hombre verdadero después de Dios. La política de
guerra moviliza a todos los hombres hábiles, varones y mujeres, en la
conciencia y en la pasión del servicio de la Patria en peligro. La política de
guerra es necesariamente una política nacionalista en la Economía, en el Derecho
y en la Educación. Entiéndase que nacionialista no quiere decir estatista, sino
defensa del ser, de la integridad, y de la Soberanía de la Nación; recuperación
de todo lo que ha sido entregado, transferido o adulterado del patrimonio
espiritual y material; de todo lo que es y debe ser de la Nación y estar al
servicio de todos los habitantes y del Bien Común, La movilización integral
tiene que atender tanto a la Seguridad como al Desarrollo, con la prioridad
debida a la primera, sobre todo, en tiempo de guerra. Debe ser una movilización
obligatoria de todas las personas aptas para la Defensa Nacional y para el
servicio del trabajo socialmente útil. Es un imperativo de esta hora crucial
despertar en la juventud y, ante todo, en la juventud militar, la vocación de
grandeza y de heroísmo. Enseñar y exaltar en las almas por medio de la escuela,
de la Universidad y de todos los medios de difusión que tan sólo los señores
pueden conquistar, consolidar y continuar, un Señorío político, una Patria
soberana, sobre la tierra. Señor es el hombre esencial que existe para la Verdad
y que está dispuesto a dar la vida por la Verdad y por aquellos que son en la
Verdad: Dios, la Patria, la Familia, los amigos. Todo el que se ha elevado al
señorío de sí mismo sabe que la ley natural y sobrenatural es el Sacrificio,
sabe también que el egoísmo es la ley del hombre del pecado y de la muerte.
Está escrito que tan sólo el que pierde la vida es el que la gana de veras. Dar
y saberse dar es el estilo de los Señores. La historia la hacen los Señores y
no las masas. Los pueblos se ennoblecen y se envilecen, se elevan o se
degradan, según son y valen sus conductores. Una torpe herencia, lo mismo es
que sea de origen suarista o jacobino, ha generalizado a través de ideólogos y
vendedores de utopías demagógicas el fetichismo de la inmaculada concepción de
los pueblos en el sentido vulgar de multitud, de número, de expresión masiva.
El pecado original no los ha lesionado, tampoco los pecados que se han ido
sumando. El hombre como individuo es pecador, pero como multitud permanece
intacto e íntegro. Un infantilismo endémico entre los doctores, educadores y
políticos profesionales mantiene esta ficción populista que no resiste la más
leve confrontación con la experiencia. Nos debemos a la Verdad y no al éxito. Y
la Verdad que se manifiesta a todo argentino preocupado por el destino
nacional, es:
1. Que no constituimos
un verdadero pueblo organizado, jerarquizado y ordenado al Bien Común, sino una
masa inorgánica, subvertida, envenenada por las ideologías y entregada a las
pasiones más vulgares. 2. Que el suelo argentino es, en su mayor parte, sobre
todo la montañosa y fronteriza, un inmenso desierto. Hasta la pampa húmeda se
va despoblando en favor de una monstruosa concentración urbana, sobre todo, el
Gran Buenos Aires, el Gran Rosario y la Gran Córdoba. 3. Que los vecinos,
Uruguay, Bolivia y principalmente Chile Comunista constituyen un verdadero
peligro para nuestra Seguridad. Medítese tan sólo en el hecho de que la mayor
proporción de habitantes en las zonas de fronteras no es de argentinos, sino de
chilenos, bolivianos y paraguayos.
La POLÍTICA de
Aristóteles enseña, desde hace veinticuatro siglos, que los tres factores
principales que deben considerarse para la Constitución del Estado son la
población, el suelo y los vecinos. Existe en la Patria un resto de Señores, una
reserva de calidad humana en todos los estratos sociales. Esas legítimas
superioridades con el apoyo de las Armas y la fuerza del Estado Militar tienen
que elevar a la masa hasta el nivel de un pueblo verdadero, restableciendo las
jerarquías naturales en todos los órdenes de la vida nacional: familiar,
escolar, universitario, profesional, empresario, laboral, administrativo,
judicial, etcétera. Las exigencias que deben cumplirse para la jerarquización
institucional son en todos los casos: trato de honor para la persona, cuidado
del Bien Común.
Después del
adoctrinamiento nacional y de la liberación financiera para poner la economía
al servicio del hombre y del Bien Común, son objetivos inmediatos de la
Política de guerra: a. La descentralización de la población, de la industria y
del comercio de los centros urbanos absorbentes, principalmente del Gran Buenos
Aires, radicándolos en las zonas de producción de la materia prima, previa la
construcción de los barrios residenciales y de las plantas industriales. b. La
movilización militar de los cientos de miles de menores sueltos, sin hogar
propiamente dicho, de todo el país (hay 500.000 tan sólo en el Gran Buenos
Aires) para ordenarlos, educarlos y prepararlos en oficios y profesiones
socialmente útiles. Se trata de una movilización obligatoria para el servicio
del trabajo, hasta lograr la idoneidad en el oficio. c. Suspender toda
edificación suntuaria o veraniega hasta edificar y habilitar los dos millones
de viviendas necesarias que faltan en el país, derivando hacia donde lo exija
el cumplimiento de dicho plan, los equipos de técnicos y obreros calificados,
los materiales de construcción y los créditos del Estado de fácil amortización
y largo plazo y al más bajo interés. d. Colonización y fomento de la región
fronteriza con familias argentinas, si fuera posible de militares argentinos en
retiro con arraigo por haber prestado servicio en dicha zona, como ocurre con
el personal de Gendarmería. Se comprende la prioridad que debe darse en las
actuales circunstancias a la frontera con Chile. Nos ocuparemos en el capítulo
siguiente de la proyección sobre el destino argentino que va a tener el Régimen
Comunista en el vecino país.