jueves, 19 de diciembre de 2019

NEGATIVA:ESTADO LIBERAL-SOBERANIA POPULAR Y +


DOCTRINA NEGATIVA:
TEMA IX
Concepción liberal del Estado: contrato social, derechos individuales y soberanía popular.
Mediatización del Bien Común por el interés individual de clase o de partido.
El Estado sin religión no es un Estado neutro sino irreligioso, contra la Religión Católica, Apostólica y Romana.
Crítica Marxista y su planteo utópico de la abolición del Estado en la futura Sociedad Comunista.

La concepción antropológica del Occidente Cristiano afirma que el hombre real y verdadero Santo Tomás de Aquino, SUMA TEOLOGICA, la persona humana, se proyecta esencialmente en la vida social, a la que se vincula por medio de la familia, de la escuela, de la profesión, del municipio, de la provincia, de la Nación y del Estado: y en lo que se refiere a su destino último y a la salvación personal, nace, vive y muere cristiano en la Iglesia fundada por el mismo Cristo. Esto significa que en todos los dominios de su vida, el bien propio de cada hombre está ligado normalmente a un Bien Común, sea temporal o eterno, natural o sobrenatural. Asociado a Dios y a otros hombres, cooperando con Dios y con otros hombres a un Bien Común, es como alcanza su propio bien y la plena expansión de su personalidad. De donde se sigue la primacía del Bien Común tanto para la suficiencia de la vida temporal como de la vida eterna. La concepción antropológica del Liberalismo niega que el hombre esté ligado esencialmente a la vida social, política y religiosa. Su punto de partida es el hombre disociado de Dios y del prójimo. En principio no está referido nada más que a sí misma: "su principal ley es velar por la propia conservación" 95 Rousseau, EL CONTRATO SOCIAL, Libro I, Capítulo II. El orden social no es una ley natural: "se funda en convenciones". Todos los hombres "habiendo nacido libres e iguales no enajenan su libertad sino a cambio de su utilidad" ¿El hombre real y verdadero en la concepción liberal es el hombre egoísta que se reserva entero para sí mismo y no reconoce al otro sino en función del propio interés; su propósito es, conforme al texto ya citado en el Tema IV: "encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado y por la cual cada uno, uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes. Tal es el problema fundamental cuya solución es el Contrato Social 96 Rousseau, EL CONTRATO SOCIAL, Libro I, Capítulos I y II.. Aristóteles nos advierte en POLÍTICA, que el contrato social no es una forma de asociación que une s las partes sino más bien las separa. Se trata de una "unión que es más bien separación", porque fuera de lo estrictamente fijado como obligación recíproca, cada uno permanece libre y sin importarle nada del otro. Por esto es que en el Estado Contractual, la vida egoísta se despliega ferozmente en toda la gama de las relaciones sociales que se resuelven en la pugna de los apetitos, intereses y tentaciones individuales. La regla burguesa es: "dejad hacer, dejad pasar"; esto es, la libre concurrencia, el libre pensamiento, el libre cambio, la libertad de amar v el derecho a morir, etcétera. Los Derechos del hombre egoísta, que son los del individuo real y concreto, se distinguen de los Derechos del ciudadano, el individuo abstracto, "miembro imaginario de una imaginaria soberanía": en la realidad cotidiana, la lucha sórdida de los individuos, de las clases, de los partidos; en la ficción de la política, la nivelación genérica y abstracta de todos los ciudadanos en el sufragio universal, con su ley de las mayorías que no es más que pura convención. Los Derechos Humanos son cuatro en las diversas formulaciones de la Revolución Francesa: igualdad, libertad, seguridad y propiedad. Y en la versión actual del Presidente Roosevelt, siguen siendo cuatro: 1. Libertad de palabra y expresión en cualquier parte del mundo. 97 Rousseau, EL CONTRATO SOCIAL, Libro I, Capítulo VI.
2. Libertad de adorar a Dios a su manera en cualquier parte del mundo. 3. Libertad de la necesidad. 4. Libertad del temor. En rigor, la segunda no es más que una repetición de la primera Declaración, con fórmulas más precisas y con la pretensión de validez en cualquier parte, al margen del Estado y de toda referencia al Bien Común. La Concepción Liberal del Estado lo mediatiza y subordina al hombre egoísta. Importa exclusivamente la protección y seguridad del interés individual. Se trata de un Estado gendarme que existe tan sólo para garantizar a cada uno de sus miembros la conservación de su vida, de sus derechos y de sus bienes para sí mismo. En cuanto a la soberanía popular como fundamento de la autoridad política y de la Constitución del Estado, no es más que una proyección imaginaria del hombre egoísta y una usurpación de la soberanía de Dios: "La soberanía del pueblo, que según las teorías liberales reside por derecho natural en la muchedumbre independizada totalmente de Dios, aunque presenta grandes ventajas para halagar y encender innumerables pasiones, carece de todo fundamento sólido y de eficacia sustantiva para garantizar la seguridad pública y mantener el orden en la sociedad" 98 León XIII, INMORTALE DEI.. La nivelación cuantitativa del egoísmo —ningún superior en el campo político— se traduce en la suma de los unos vacíos e indiferentes hasta la mitad más uno de los sufragios, para consagrar invariablemente a la incompetencia v a !a responsabilidad como expresión de la soberanía popular, fuente primera y exclusiva del poder. En nuestra Patria, la Concepción Liberal y Jacobina de la Política se hace presente en la Primera Junta de Gobierno, surgida de la Revolución de Mayo, en la persona de su secretario doctor Mariano Moreno. Por su iniciativa se editó en Buenos Aires una traducción castellana de EL CONTRATO SOCIAL de Rousseau.
La línea ideológica de Moreno se continúa con Bernardo Monteagudo v tiene su expresión oficial en la Asamblea Constituyente del Año XIII. La Oración inaugural de la Sociedad Patriótica, pronunciada por el propio Monteagudo, el 13 de enero de 1813, define la posición con claridad y precisión: "Grabar en el corazón de todos esta sublime verdad que anunció la filosofía desde el trono de la razón: la soberanía reside sólo en el pueblo y la autoridad, en las leyes. La Sociedad debe sostener que la Voluntad General es la única fuente de donde emana la sanción de éste (el pueblo), y el poder de los magistrados debe demostrar que la majestad-del pueblo es imprescindible, inalienable y esencial por su naturaleza. ..". Esta profesión de la fe jacobina, que no pudo imponerse como política oficial de la Patria hasta Caseros, no la mantuvo Monteagudo, quien se rectificó diez años después frente a la anarquía resultante de su aplicación práctica. . . las ideas demasiado inexactas que tenía entonces de la naturaleza de los gobiernos me hicieron abrazar con fanatismo el sistema democrático. EL CONTRATO SOCIAL de Rousseau y a otros escritos de este género me parecían que aún eran más favorables al despotismo" 99 MEMORIA SOBRE LOS PRINCIPIOS POLÍTICOS QUE SECUI EN LA ADMINISTRACIÓN DEL PERU, año 1332. 100 Carta a O'Higgina, año 1829.  . La época de Rivadavia documenta, a su vez, la acción disociadora, anárquica y subversiva de la filosofía política liberal sobre la sociedad argentina. Ningún testimonio más autorizado al respecto que el del fundador de la Soberanía Nacional, general don José de San Martín. Su correspondencia arroja luz decisiva y esclarecedora no sólo sobre la política nacional' de la primera anarquía que condujo a Rosas sino de la segunda anarquía que padecemos en nuestros' días, y cuya solución reclama urgentemente un nuevo Restaurador de las Leyes. San Martín denuncia y acusa a "los demagogos que con sus locas teorías lo han precipitado en los males que lo afligen". "La causa o el agente que dirige, (los males) no penden tanto de los hombres como de las instituciones —en una palabra— las cuales no ofrecen a los gobiernos las garantías necesarias —me explicaré— que están en armonía con sus necesidades. . . veinte años de tristes y espantosas experiencias y veinte años en busca de una libertad que no ha existido, deben hacer pensar a nuestros compatriotas con alguna más solidez y lo dificulto... el mal está en las instituciones y sí sólo en las instituciones" 101 Carta a Vicente López y Planes, fechada en Bruselas el 12 de mayo de 1830.. "Ya es tiempo de dejarnos de teorías que veinticuatro años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos. ¿Qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de Libertad, si por el contrario se me oprime?. . . Maldita sea la tal libertad,; no será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona. Hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen Tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad. . . el hombre que restablezca el orden en nuestra Patria: sean cuales sean los medios que para ello emplee, es él sólo que merecerá el noble título de su libertador" 102 Carta a Tomás Cuido, fechada en París el 1 de febrero de 1334.. Estas reflexiones sanmartinianas cobran, en el día de hoy, la más rigurosa actualidad. En la parte final de la Doctrina Negativa del Tema IV, nos hemos referido a la presencia del nuevo derecho liberal en la Constitución del 53 y en las leyes promulgadas a su sombra. Las ruinas acumuladas a lo largo de un siglo por gobiernos oligárquicos y demagógicos están a la vista. La descentralización, el desarraigo, el empobrecimiento espiritual y material, la anarquía y la subversión imperantes en el pueblo argentino son los frutos corrompidos del árbol masónico, los resultados inevitables del sistema institucional impuesto con violencia extrema al país. No hay política ni Estados neutros en orden a la Religión, mucho menos en una sociedad cristiana y romana. Si el Estado no nace de la Religión, se levanta y se vuelve en su contra: "No es lícito a los particulares, como tampoco a los Estados, prescindir de sus deberes religiosos o medir con un mismo nivel todos los cultos contrarios; que rio debe ser considerado en absoluto como un derecho de los ciudadanos, ni como pretensión merecedora de favor y amparo, la libertad de pensamiento y expresión... ni pueden mermar la libertad de acción de la Iglesia en su esfera propia, o arrebatarle cualquiera de los derechos que Jesucristo le ha conferido" 103 León XIII, INMORTALE DEI.  . A pesar de que la Constitución Nacional aparece en su letra como el resultado de una transacción entre la tradición católica y los principios liberales, su espíritu es esencialmente liberal, anticatólico y anti hispánico. Las partes pertinentes de la Doctrina Negativa de la Guerra Contrarrevolucionaria documentan en forma exhaustiva esta situación en la familia, la escuela, la universidad, la historia oficial, la propiedad y la economía. Vamos a ilustrar ahora el sesgo netamente marxista del gremialismo argentino, a favor del régimen liberal en las relaciones del capital con el trabajo. El desarrollo del Comunismo en nuestro país refleja con precisión las etapas del Movimiento Marxista hacia la Revolución Mundial. Hasta 1917, la penetración ideológica del Comunismo Marxista y del Comunismo Anárquico —rama disidente de la Primera Internacional Marxista de Trabajadores, constituida en 1864— estuvo a cargo de intelectuales y obreros extranjeros que fueron llegando al país con las corrientes inmigratorias, procedentes de Italia, España, Francia, Alemania, etcétera; en muchos casos obligados a expatriarse por las medidas de represión contra la agitación social producida por los grupos marxistas y anarquistas.
Es interesante destacar que desde la época de los revolucionarios comunicantes de 1848 en Europa, cuyo foco inicial fue París —recordemos que en el año 1848 se publicó el MANIFIESTO COMUNISTA— llegaron al país intelectuales de tendencia socialista, como don Alejo Peyret, que ocuparon cátedras en institutos oficiales de educación y contribuyeron a la formación de sucesivas generaciones argentinas. El profesor Peyret actuó como representante argentino en el Congreso Obrero realizado en París, el año 1889, en donde surgió la Segunda Internacional —la Primera Internacional fue disuelta en 1876— que resolvió la celebración del I de mayo a partir de 1890. La acción ideológica y gremial de los intelectuales y obreros extranjeros se concretó a fines del siglo pasado y a comienzos del actual con la fundación del Partido Socialista en 1896 —en el espíritu de la Segunda Internacional Marxista—; de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de tendencia anarquista y procedente del grupo disidente de la Primera Internacional, dirigido por el ruso Bakliunin. Hasta el año 1917 inclusive, el Partido Socialista y la FORA, aparte de algunas expresiones sindicalistas de menor significación, fueron los movimientos de tendencia comunizante y disolvente de la nacionalidad por su carácter anticristiano y antipatriótico, que gravitaron sobre obreros e intelectuales argentinos; pero teniendo siempre su apoyo principal en las colectividades extranjeras radicadas en las grandes ciudades. Sí bien el Partido Socialista ha actuado desde su fundación dentro de la legalidad y en forma pública, habiendo tenido representación casi continua en el Congreso de la Nación en lo que va del siglo, su influencia ha sido decisiva en la etapa anterior a 1917, para la difusión de la ideología y del gremialismo marxistas —fundamento de la Revolución Comunista Mundial—, en los estratos obreros y pequeñoburgueses de las ciudades, así como en los grupos profesionales: universitarios, escritores, periodistas, etcétera.
Subrayamos, ante todo, que el núcleo fundador del Partido Comunista —se denominó primero Partido Socialista Internacional—, una fracción disidente del Partido Socialista se incorporó a "la tendencia bolchevique que impuso Lenin en la Revolución Rusa. Y sobre la base del bolchevismo triunfante se organizó la Tercera Internacional o Internacional Comunista (Komintern), cuyo órgano ejecutivo se instaló en Moscú para dirigir y unificar la acción de todos los partidos comunistas que se constituyeron en los diversos países del mundo, inclusive en el nuestro, con motivo del triunfo de la Revolución Rusa" 104 Jordán B. Genta, LIBRE EXAMEN Y COMUNISMO.. Después de la muerte de Lenin y el triunfo de Stalin en la sucesión del Poder Soviético, la acción ideológica y gremial del Comunismo en la Argentina se bifurcó en dos ramas, la oficial y la trotskista. Una y otra se han desarrollado hasta el día de hoy, en íntima conexión con el movimiento estudiantil de la Federación Universitaria Argentina (FUA), surgido con la Reforma Universitaria bolchevique del año 1918. En cuanto al sindicalismo oficial de la década peronista —1945-1955—, corresponde señalar que la vasta obra social y la movilización íntegra del proletariado argentino revistieron un carácter netamente marxista, clasista y subversivo. Despilfarro, inflación, nivelación e improductividad, como consecuencia necesaria de la aplicación de las consignas marxistas en la lucha de clases: "trabajar cada vez menos y ganar cada vez más"; "todo trabajo es trabajo humano igual"; "aplicación al agro y a la navegación del sistema de trabajo de la fábrica". Y en este orden gremial, se ha mantenido la más estricta continuidad ideológica, tanto en el período de la llamada Revolución Libertadora como en las Presidencias de los doctores Frondizi y Guido. Dentro del sistema demo liberal es inevitable el siniestro entrevero entre la oligarquía y la demagogia; la tensión devastadora entre la especulación desenfrenada y la reacción creciente del proletariado, movilizado por la necesidad y el resentimiento en la lucha de clases. La historia del sindicalismo o gremialismo argentino, tanto en el sector proletario como en el capitalista, documenta que, en general, no ha tenido otra finalidad que la defensa de intereses particulares de clase, sin ninguna preocupación por el Bien Común: esto es, el egoísmo y la hostilidad en lugar de la solidaridad y la colaboración entre las partes. Algo semejante ha ocurrido con la agremiación profesional. No puede ser de otro modo en un régimen político fundado en el egoísmo del individuo, de la clase o del partido. El contrato social, repetimos, no aproxima ni une a las partes; las aleja y separa en todos los dominios de las relaciones humanas. La crítica marxista no se refiere, en absoluto, al concepto del Estado ni a sus realizaciones históricas dentro del orden cristiano y occidental. La mentalidad marxista, de neto cuño liberal, niega la esencia y el fin, el concepto y la definición de lo que es. La única realidad es el devenir, el proceso dialéctico de lo material, tanto en la naturaleza como en la historia y la expresión ideológica de sus etapas antagónicas, así como de los antagonismos internos de cada situación. La crítica marxista se aplica dialécticamente al Estado fundado en el contrato del hombre egoísta, como la negación humana de la negación inhumana del proletariado. El Estado y el Derecho vigentes no son más que una superestructura ideológica que expresa oficialmente el hecho de la explotación de los más por los menos. Y en la etapa burguesa que proclama la igualdad política de todos los ciudadanos, se verifica la máxima desigualdad social y la explotación extrema de la clase proletaria por la clase capitalista; irónica coincidencia de una abstracta igualdad con la desigualdad concreta entre los amos que todo lo poseen y los trabajadores que no poseen nada, según el esquema simplista de propaganda. La superación de esta relación inhumana es la inevitable sociedad comunista del futuro. En su seno, el desarrollo original y libre del individuo no va a ser una o mera frase ni una simulación ideológica como en la actual sociedad burguesa. Será establecido el supuesto estado de naturaleza del hombre libre igual al que existía antes de la aparición del Estado político, según pretende el Liberalismo Jacobino. En ese estado de naturaleza no existía la Propiedad Privada; todos los bienes eran de todos por igual. El Comunismo no hace más que restablecer en forma consciente y reflexiva esta situación original de la comunidad de los bienes, a la vez que suprime el Estado que surgió históricamente, con la institución de la Propiedad Privada y la desigualdad social: "el gobierno sobre las personas es reemplazado por la administración de las cosas y la dirección de los procesos de la producción. El Estado no es propiamente abolido como pretenden los anarquistas, sino que se van extinguiendo" 105. Claro está que antes de esta etapa final de la implantación del Comunismo, el Proletariado va a necesitar todavía la organización coactiva del Estado en su forma más rígida e implacable—-Dictadura del Proletariado, República Socialista o Popular—; y lo va a necesitar no en interés de la libertad, sino para aplastar al adversario como lo está haciendo en la mitad del mundo, en Cuba inclusive. En la última instancia, comunistas marxistas v comunistas anarquistas coinciden con Locke y Rousseau en el supuesto de la bondad natural del hombre y de un estado original de libres e iguales por propia naturaleza. El Estado es de institución convencional y una violencia contra natura, lo mismo que la Autoridad en cualquiera de sus formas, sobre todo el gobierno político. Es notorio que jacobinos, marxistas y anarquistas son variaciones ideológicas del liberalismo moderno, cuya raíz es una libertad anárquica, arbitraria, dialéctica que sólo se reconoce a sí misma en la negación de toda autoridad divina y humana; la libertad del pecado que es el origen de todas las servidumbres.
Por eso es que para instaurar la utópica libertad del hombre en un tiempo siempre futuro, el Comunismo necesita imponer una real esclavitud en el presente; la más feroz, aplastante y totalitaria tiranía sobre los hombres: "El máximo desarrollo de la autoridad del Estado a fin de preparar las condiciones para la extinción de la autoridad del Estado: ahí tienen ustedes la fórmula marxista. ¿Es contradictorio esto? Sí, es contradictorio; pero es una contradicción viviente, vital y refleja totalmente la dialéctica marxista" 106 Stalin, INFORME AL XVI CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA, año 1930.. La segunda fase del Comunismo será el paraíso terrenal, la realización integral de los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad; la conquista definitiva de la justicia social postulada por la Masonería, a través de la Revolución Francesa y de la Democracia Liberal que se funda en la opinión y en la soberanía popular. En lugar de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo, verificadas en la Cruz por el Sacrificio del Amor, la promesa satánica de un imaginario reino de la libertad, aquí en la tierra y en un futuro siempre remoto que se pretende asegurar por medio del Terror erigido en sistema de gobierno. El Terror Jacobino no es más que un anticipo del Terror Comunista en el proceso dialéctico de estas democracias liberales, inorgánicas y subversivas. En los extremos de la descomposición social que alcanza inclusive a las Fuerzas Armadas de la Nación y se evidencia en la irrupción de las masas en la vida pública, no queda más que una reacción militar y civil, capaz de reorganizar, disciplinar, jerarquizar, nacionalizar y recristianizar la mente y la sociedad argentinas. De lo contrario, la rebelión de las masas proletarias, universitarias y de los cuadros de suboficiales, con algunos jefes castristas a la cabeza, va a implantar la República Popular o Dictadura del Proletariado, en cualquier momento y sin encontrar resistencia. Sería la culminación victoriosa de la Guerra Revolucionaria del Comunismo.
"La más juiciosa estrategia en la guerra es posponer las operaciones hasta que la desintegración moral del enemigo haga posible y fácil asestar el golpe mortal 107 Lenin.. Se comprende que el desgobierno y la anarquía hechos institución, la igualdad masificadora, la legalidad vacía de Caridad y de Justicia que promueve el Liberalismo Oficial, estén al servicio de la desintegración moral de la Nación que anticipa el triunfo comunista. La Guerra Contrarrevolucionaria exige, repetimos, esa reacción capaz de restablecer la Autoridad, el Orden, la Jerarquía y la Tradición en todos los dominios de la actividad nacional, con estilo militar y espíritu de justicia en Cristo Nuestro Señor.