miércoles, 11 de diciembre de 2019
CAMBIAR PARA QUE NADA CAMBIE
Como era lógico y de esperar, la
asunción de Alberto Fernandez y de Cristina Fernandez de Kirchner a la
presidencia y vice de la nación, despertó una oleada de algarabía y desenfreno
(en algunos casos pornográficos) entre sus votantes; los que inmunes a todo
dato de la realidad esperan ilusionados que la nueva dupla gobernante traiga
consigo la solución a los múltiples problemas económicos que padecemos los
argentinos.
Lo que ni estos, ni los otros, ni
casi nadie, tiene en cuenta es que, aquí y en la China, un cambio de gobierno
no significa necesariamente que el Poder cambie de manos. Menos que menos en
nuestra patria sometida desde hace décadas al imperialismo internacional de
dinero.
En ese contexto, el regreso del
kirchnerismo, luego del desastre macrista, representa simplemente el inicio de
un momento que es la continuidad lógica de otro; es decir la continuidad de un
proceso.
Esos dos momentos están dados por
la vigencia de dos modelos económicos que se alternan en la política argentina
desde el siglo pasado; como dos caras de la misma moneda.
Por un lado el modelo que propone el capitalismo liberal, que
consiste en pocas palabras, en lo siguiente: reducción del gasto público (es decir
achicamiento del Estado), rebaja de los impuestos, flexibilización laboral,
estabilidad monetaria y financiamiento externo. Es lo que hicieron en nuestra
historia reciente –salvando detalles-
los militares del Proceso, Carlos Saul Menem y Mauricio Macri.
Por el otro lado, su contraparte,
el populismo de izquierda, que propone: crecimiento del gasto público,
expansión monetaria, reestructuración de la deuda externa, altos impuestos,
retenciones al campo y planes sociales. Es lo que hizo –por ejemplo- el
kirchnerismo.
Las diferencias entre ambos
modelos son claras, pero también es claro algo, y es que ambos coinciden en
seguir atados al poder financiero internacional, a la esclavitud de la deuda,
eh ahí la cuestión. Por ende, cualquier sea el modelo que se aplique –más allá
de algún éxito inicial- está condenado al fracaso.
Los resultados están a la vista.
Periódicamente la Argentina debe enfrentarse a situaciones de
crisis que la retrotraen a su real situación de postración económica y de
sometimiento.
Dicho esto la pregunta que se
impone es la siguiente: ¿Cuál es el modelo que proponen los nacionalistas para
salir adelante?
Pues bien, la propuesta cae de
maduro. En apretada síntesis lo que se necesita es un modelo que ante todo
rompa con la esclavitud de la deuda externa y del financiamiento en desmedro de
los intereses nacionales; y que luego aplique los principios básicos de la
Doctrina Social de la Iglesia, (primacía del bien común, reciprocidad en los
cambios y subsidiaridad); más concretamente, que contemple un adecuado impuso
estatal a la industria y un proteccionismo selectivo a las actividades más
competitivas; junto con la aplicación de la teoría cualitativa de la moneda del
Dr. Walter Beveraggi Allende, es decir, crédito abundante y barato destinado a
la actividad productiva.
Demás está decir que para llevar
adelante esto es indispensable dos cosas, en lo interno, una clase dirigente
patriota y honesta; y en lo internacional, la unidad con los demás países de
nuestra América en torno a un proyecto de construcción de un poder autónomo de
los centros de poder mundial que permita el desarrollo nacional.
No hay otra alternativa, o
retomamos el control de nuestra economía o perecemos.
Edgardo Atilio Moreno