23-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
XXIII LA SED DE ORO NORTEAMERICANA, BAJO EL CONTROL FINANCIERO DE
LOS HEBREOS
El
banquero hebreo internacional, que carece de patria determinada, y se divierte
en el juego de enfrentar a un país contra otro, y el proletariado hebreo
internacional, que vagabundea de tierra en tierra buscando las condiciones económicas
adecuadas, se advierten siempre en los problemas que hoy preocupan al mundo. La
cuestión inmigración es judía. Lo mismo ocurre con la cuestión financiera y el
enmadejamiento de la política internacional. Las condiciones de paz son judías,
y la cuestión de la moral en cinematógrafos y teatros depende también de
ellos.
Compete
la solución de la cuestión judía en primer lugar a los judíos mismos. Si no lo
hacen ellos, lo hará el mundo entero a su pesar, mas contra ellos.
El
hebreo confiesa y confirma por doquier su internacionalismo. Un banquero judío
alemán, dijo: "Nosotros somos banqueros internacionales. Alemania perdió
la guerra. Esto corresponde a su ejército. Nosotros somos
internacionales". Esa fue la opinión de los banqueros hebreos en todas
partes. Los pueblos se destrozaron mutuamente. ¿Que importaba a los financieros
hebreos? Como en un encuentro de boxeo: cosa de boxeadores... "Nosotros
somos banqueros internacionales".
Se
perjudica gravemente a un pueblo con subirle artificialmente el descuento de
sus giros; a otro sonsacándole su dinero
de circulación natural de la vida comercial. Mas ¿que significa todo esto para
el banquero internacional? Este tiene sus preocupaciones propias y
particulares. En épocas tempestuosas llueve el oro en las arcas de los
banqueros internacionales, mas que en tiempos de bonanza. Las guerras y
penurias les brindan las cosechas mas ricas.
Demos
una vuelta por las oficinas del gobierno, en las que deberían conservarse los
secretos de las contribuciones, del Banco Nacional, de la política exterior, y
por doquier, encontraremos judíos. Justamente en aquellos puestos que convengan
al hebraísmo internacional y donde este puede enterarse de lo que desea. Para
los hebreos internacionales, los demás pueblos son una especie de clientes. Que
pierda o gane un ejército u otro, no les conmueve: ellos ganan, pierda quien
pierda. Para ellos la guerra no termino. Las hostilidades en si y los
horrorosos sufrimientos de los pueblos, no constituyera para ellos más que el preludio. Se acapararon
todas las riquezas de los pueblos, en dinero constante y sonante, dejándose en
circulación únicamente una pequeña parte para gratificaciones de guerra y
dividendos; por carestías artificiales o por instigación al lujo. Desapareció
entonces también la última moneda de oro.
Diríase
una broma de mal gusto aquella afirmación ampliamente divulgada que expresa:
"Los Estados Unidos poseen mas oro que ningún otro país del mundo".
¿Donde esta? ¿Desde cuando, hermano yanqui, no has vuelto a ver una moneda de
oro? ¿Acaso en los sótanos del palacio de gobierno? No, porque el gobierno
mismo esta por demás endeudado, intenta desesperadamente hacer economías, no
puede ya ni pagar las pensiones a los combatientes, porque la Hacienda del país
no lo aguanta. En el recinto norteamericano se hallara en efecto todo ese oro,
pero resulta que no pertenece a la Unión.
Al
labriego norteamericano y al industrial, que no supieron defenderse de las
asechanzas de los banqueros internacionales, y que perdieron hasta la
respiración ante el crédito moribundo, les extraña donde puede haber quedado
todo ese dinero. Europa carece de todo y nos lanza angustiosas miradas. El
siguiente telegrama publicado por cierto periódico londinense viene a aclarar
un tanto estas tinieblas: "Hoy nos enteramos que salio otro cargamento de
oro por valor de 2.800.000 dólares con destino a la casa Kuhn, Loeb y Cia., que
junto con las remesas anteriores suman un total de 129 millones de dólares. En
los círculos bancarios londinenses se cree que parte del oro alemán,
introducido por la citada casa, proviene realmente de Rusia, y no de Alemania,
según se suponía".
Se
explica fácilmente el sistema bancario internacional judío. En Norteamérica, en
primer lugar, esta el Gran Cuartel General. Este se hallaba en Alemania con
sectores en Rusia, Francia, Gran Bretaña y en la América del Sur, donde trabaj
a el hebraísmo sudamericano de una manera en extremo sospechosa. Alemania y
Rusia fueron propuestas por los banqueros internacionales al castigo, porque
precavían abiertamente de los judíos. Ya tienen su castigo. Este negoción
resulto redondo.
En
cada país, tanto los Estados Unidos como en Méjico y los diversos Estados
sudamericanos, en Francia, Inglaterra, Alemania, en España, Italia, Austria, y
hasta en el Japón, existe una casa bancaria hebrea que gira a la cabeza del
grupo bancario del respectivo país.
Fue
Warburg el inventor, reformador y director del sistema federal bancario de los
Estados Unidos. No es que haya sido él el único hebreo metido en el asunto;
pero si el mas destacado. Dicho sistema acaso no este mal, a pesar del hecho de
que transfiere a empresas financieras particulares las funciones monetarias y
de cambio, que incumben por derecho al Estado. Atravesó el pueblo con su ayuda,
mal que bien, la guerra; pero solo muy mal puede atravesar la paz, y según
afirman personas interiorizadas en estos asuntos, precisamente por los
obstáculos que dicho sistema ofrece.
Por
grande que sea la acumulación de oro en Norteamérica, sus riquezas en
producción de valor intrínseco son todavía mucho mayores, sobrepujando en mucho
al valor nominal de todo el oro mundial reunido. Solamente el valor de una sola
cosecha agrícola sobrepasa a aquel.
Mas,
bajo el sistema vigente, la abundancia de los productos nacionales debe por
fuerza atravesar la estrecha presa del crédito bancario, presa que a su vez
depende de la oleada de oro. Quien posea, entonces, el oro dominara con el al
mundo. El que se coloque junto a la presa, manejara la distribución de todas
las necesidades vitales, y de ellas dependerá el bienestar de la Humanidad. En el
instante en que se paraliza el movimiento de los valores productivos, se
paraliza automáticamente el mecanismo económico mundial, vale decir, que el
mundo se enferma económicamente.
Cuando
depende nuestro bienestar de tal forma de la buena voluntad de un determinado
grupo de personas, que reúnen en sus manos nuestro dinero, y cuando radica
nuestra miseria en la malevolencia de aquellas, oscilando el bienestar y el
malestar de la Humanidad tan irregular y anormalmente, sin ordenarse por ley
natural alguna, sino dependiendo tan solo de acuerdos adoptados en cualquier
parte, resulta muy natural la pregunta de ¿quien dirige eso? ¿Quien lo posee?
Están aquí disponibles todas las mercaderías y víveres, y hay allí apremiante
demanda: ¿donde se encuentra el dinero necesario para regular el
intercambio?
Varias
de las ramas industriales mas importantes se hallan en manos de ciertas juntas
de acreedores. Se subastan a centenares empresas agrícolas, los caballos se
venden a 3 dólares cada uno. Existe lana y algodón en superabundancia para
abrigar con ellos al pueblo entero y se desperdician en las manos de sus
propietarios, que no los pueden vender. Todas las industrias productivas,
ferrocarriles, diarios, tiendas, fábricas, agricultura, edificaciones, se
hallan en apuros, por la carestía de dinero. Y esto en la nación que se
considera como el centro financiero del mundo.
¿Donde
esta, entonces, el dinero?
En
Nueva York, merced al sistema financiero centralizador introducido por el hebreo
Warburg. Un funcionario público avisado, dirigió la siguiente queja al
gobernador del Consejo de Reservas Federales: r
"En
tanto los territorios productivos del Oeste y Noreste del Sur y del Sudoeste
carecen de dinero, ciertos Bancos neoyorquinos obtuvieron de los Bancos de
Reserva en algunos casos cantidades superiores a los 100 millones de dólares.
Un solo Instituto Bancario consiguió un préstamo de mas de 145 millones de
dólares, o sea el doble de la cantidad total que ciertos Bancos de Reserva
prestaron recientemente a todos los Bancos asociados de su distrito en
conjunto. Un solo Banco de Nueva York recibió 134 millones de dólares, es decir,
20 millones de dólares más de los que el Banco de Reservas de Kansas pudo
facilitar a sus 1,091 Bancos asociados en conjunto. Recibió otro 40 millones, o
sea más de lo que el Banco Federal de Minneapolis pudo acreditar a sus 1.000
asociados. Un tercer Banco recibió en préstamo 30 millones, o sea más de lo que
todos los Bancos de los tres Estados de Texas, Louisiana y Oklahoma en conjunto
podrían conseguir de su correspondiente Banco central de Dallas. No pudo el
Banco de Reservas de San Luis adelantar a sus 529 bancos asociados las sumas
que un solo Banco neoyorquino recibió en préstamo del Banco Federal Central de
Nueva York".
Esta
es la situación. Los doce Bancos de Estado, cuya tarea debería consistir en
prestar dinero por igual a todas las regiones del país, se hallan por lo visto
impedidos "por decreto". Efectivamente, el Banco Federal de Nueva
York se convirtió prácticamente y desde cualquier punto de vista, en el Banco
central de la Unión, facilitando el negocio especulativo con millones, en tanto
a los productores se les arregla con miles.
Cuando
pudo ocurrir que cuatro Bancos neoyorquinos consiguieron tanto dinero prestado,
como lo recibiera la totalidad de Bancos de 21 Estados en conjunto, facilitado
por 5 institutos bancarios de distrito, lógicamente es necesaria una
explicación de tal fenómeno.
¿De
donde procedió ese dinero distribuido a préstamo en Nueva York? De los mismos
distritos en los que ahora se advierte la mayor carencia de monetario. En mayo
de 1920 se ordeno telefónicamente que el 15 de igual mes y año comenzara la
gran sangría. Llego el día 15. Los créditos fueron notificados para su
reembolso. Los pagos se reclamaron con urgencia. Una riada de dinero exprimida
de los distritos productores, empezó a afluir a Nueva York. De lo contrario
aquellos créditos gigantescos citados hubiesen sido imposibles. Fue una
formidable piratería, legalizada por el sistema federal de reservas. "Fue
sustraído el dinero al comercio legitimo de los diferentes distritos, para ser
prestado en Wall Street a intereses usurarios", expresa el citado
funcionario.
Se
supo que los Bancos especuladores recibieron su dinero al 6 por ciento para
prestarlo ulteriormente a razón del 20 y 30 por ciento.
Creó
el sistema federal de reservas una carestía artificial de dinero, que
explotaban libremente los Bancos especuladores. Ese sistema recogió el dinero
en circulación, y los banqueros neoyorquinos lo prestaban después a réditos
exorbitantes, que las clases productoras debieron abonar, para escapar a la
ruina inevitable.
Fue
en esa época de abundancia que el sistema federal de reservas floreció como
nunca. En diciembre de 1920 alcanzaron sus reservas el importe del 45 por
ciento, y en julio de 1921 hasta el sesenta por ciento de su capital.
El
sistema Warburg, destinado en principio a compensar las oscilaciones del
mercado financiero, se aplico para evacuar el de reservas para la Unión, pero
para una empresa particular y no a favor del pueblo en general y solo en
beneficio de unos pocos banqueros. Debería haber servido para ordenar
paulatinamente la graduación normal de precios después de la guerra; pero
sirvió, en realidad, para estancar la vida mercantil del país justamente en el
momento mas critico. Fue un sistema erróneo, tanto económica, como lógica y comercialmente,
y en el fondo, criminalmente falso.
Se
jacta la Reserva Federal de sus propias reservas, como si fuera esto señal de
robusta salud nacional-económica. Cuando el país no tiene fondos, las reservas
no deberían ser elevadas, sino bajas. Contrariamente a lo que se afirma, la
altura lograda por aquellas es inequívoca señal del grado de depresión
nacional-económica. Bastaría una décima parte de esas reservas para reanimar la
circulación normal del país. El sistema Warburg fue mal aplicado y se abuso de
el. Y sufre el país las consecuencias.
Se
agrava la situación por el hecho de que a numerosas personas que podrían hablar
del asunto, se los amordaza. Altos funcionarios deben callar ante las
subvenciones electorales de las que participan todos los elementos financieros.
Por desgracia, demasiadas personas son deudoras de aquellos. Una lista de las
deudas privadas de los figurones que durante estos últimos ocho años
presentaron su candidatura a la presidencia, serviría de excelente medio
instructivo, casi tanto como una lista que diera los nombres y apellidos de
aquellos hebreos en cuyas casas dichos candidatos solían hospedarse, cuando
recorrían el país en sus giras de propaganda. Los que están tan maniatados al
todopoderoso sistema financiero vigente, no pueden, en efecto, decir todo lo
que saben.
Queda
ilustrado característicamente este estado de cosas con la frase del Secretario
del Tesoro, Cushin Daniel, pronunciada ante cierta comisión del Congreso, y que
demuestra hasta donde alcanza el poder de esas corporaciones particulares, que
se llaman "Bancos centrales". Dicho funcionario dijo: "Cuando
visite el Banco de Inglaterra presente una carta de recomendación del
Secretario de Estado, M. Hay, con la cual el representante del Banco me recibió
cortésmente. Me acompaño a visitar las dependencias del Banco, y de regreso en
su despacho le pregunte si podría responder a varias preguntas. Al afirmármelo
preguntéle si me podría facilitar un estado del Banco. "No facilitamos
tales estados", me contesto. "¿Es que el Parlamento no pide a veces
tal cuenta acerca del estado del Banco Nacional?" "No, señor".
"Pero, ¿tampoco los llamados revolucionarios se levantan, en la Cámara de
los Comunes, para pedir cuentas de lo que sucede en este Instituto? Esto
ocurriría en mi tierra". "¡Ah! - repuso - es que la mayoría de ellos
son importantes deudores del Banco. Por parte de estos, no hay nunca
dificultades".