jueves, 19 de diciembre de 2019

DOCTRINA POSITIVA-TEMA V-LA PATRIA ES SU HISTORIA VERDADERA



Tema V
DOCTRINA POSITIVA:
La Patria es la historia verdadera de la Patria.
El Imperio Católico y Romano de España: su obra misional y civilizadora en América.
El territorio estable y las tradiciones legítimas de nuestra Patria.

En nuestra lengua castellana hay una palabra que significa, como ninguna otra, la condición humana. Es la palabra hidalgo, cuyo prestigio antiguo la preserva del uso vulgar a través de los siglos. Hidalgo quiere decir hijo de algo, de alguien, de bien; y el hombre es en su origen, raíz y dignidad, hijo de alguien y con una triple filiación: divina, histórica y carnal. Hijo del Padre que está en los cielos en cuanto es criatura y por adopción en Cristo; hijo de sus padres y de la Patria. Quiere decir que el hombre no es principio primero ni comienzo absoluto, sino que viene de otro u otros, de quienes recibe un patrimonio de bienes espirituales y materiales superior, abrumadoramente superior, al que puede llegar a adquirir y retribuir por sí mismo. Y todavía lo que logra con su propio esfuerzo, lúcido y voluntario, es con la ayuda de Dios y de sus prójimos. Tan sólo la materialidad que pone en nosotros el olvido y nos aísla en el egoísmo y en la ingratitud puede suscitar la estúpida ficción del self made man = (HOMBRE HECHO ASI MISMO) o la fatuidad burguesa que no se cansa de repetir: "Yo no le debo nada a nadie". En el castellano antiguo de las PARTIDAS de Alfonso el Sabio, el significado metafísico de la palabra hidalgo se completa con la de rico home, el hombre que nace y muere en nobleza.
Ni Dios, ni la Patria, ni la Familia son bienes que se eligen. Pertenecemos a ellos y debemos servirlos con fidelidad hasta la muerte. Desertar, olvidarlos o volverse en contra es traición, el mayor de los crímenes. Asumir conciencia de nuestro divino origen, de que Dios mismo ha venido en la carne para inmolarse en la Cruz por amor a los hombres; asumir conciencia de la verdadera historia de la Patria; saberse heredero, continuador y responsable de una gran empresa nacional y del honor familiar, es proclamar la nobleza de origen, el blasón del hidalgo, sea rico o pobre de bienes materiales. El general San Martín, como Don Quijote, era hidalgo pobre y expresión cabal del caballero cristiano. Empeñar lúcida y libremente la vida en la imitación de Cristo y de María, de los santos, de los héroes, de los arquetipos divinos y humanos, es querer vivir y morir en nobleza, como un rico home. El Derecho español, que integra nuestra auténtica tradición occidental, nos ha dejado la más pura y plena afirmación de la dignidad de la persona humana. La Ley de Partida dice: "Nobles son llamados de dos maneras, o por linaje o por bondad; y como quiera que el linaje es noble cosa, la bondad pasa y vence; más quien las ha de ambas, éste puede ser dicho en verdad rico home, pues que es rico por linaje y es home cumplido por bondad... "Y pues a ninguno dieron elección de linaje cuando nació, y a todos se dio elección de costumbre cuando viven, no parece fuera de razón ser el bueno admitido a la, honra, y el malo privado de tenerla, aunque sus primeros la hayan tenido. "De suerte que se debe llamar verdaderamente noble, no al que nace en nobleza, sino el que muere en ella" 45. Licenciado Castillo de Bovadilla, POLÍTICA DE LOS CORREGIDORES, Libro I, Capítulo IV.  
Patria, etimológicamente, es lo que refiere al padre o a los padres, no en la generación carnal sino en la continuidad solidaria de las generaciones, de familias que se han esforzado, disfrutado y sufrido juntas, edificando sus hogares, sus iglesias, sus ciudades, sus instituciones, sus usos; esto es, todo lo que promueve y preserva una buena vida humana. Patria es una tierra y sus muertos; una tierra cultivada v una tradición que dura, donde se hunden las raíces del hombre real, de cada uno de nosotros. Sin Patria se es desarraigado, sin esa memoria colectiva que es la historia verdadera, sustancia misma de la Patria. Por esto es que Pío XII, en su alocución del 20 de febrero de 1946, nos enseña que "el hombre, tal como Dios lo quiere y la Iglesia lo abraza, no se sentirá jamás firmemente consolidado en el espacio y en el tiempo sin territorio estable y sin tradiciones". Y subraya que la Iglesia "tiene el cuidado de unir, de todas las maneras posibles, la vida religiosa con las costumbres de Patria". Nación significa lo mismo que Patria; pero no del mismo modo. Hay un matiz diferencial. Patria se refiere propiamente a la herencia común, al patrimonio de bienes espirituales y materiales comunes. Nación son los herederos; el conjunto de familias y de generaciones contemporáneas, continuadoras y solidarias con el pasado, que deben procurar defender, consolidar y hacer prosperar el Bien Común temporal, en la línea misma del Bien Común trascendente y eterno que es Dios. Pueblo es la multitud; que integra una nación; pero la multitud organizada, disciplinada, jerarquizada. La multitud informe, anarquizada y subvertida no es pueblo, sino masa. El sentido de Patria tiene primacía sobre el de Nación o de pueblo, porque se refiere a la esencia y al fin de una individualidad histórica o "unidad de destino en lo universal". Y como enseña Santo Tomás, el culto de la Patria es un acto de la virtud de la piedad, subordinado al culto de la Religión. El amor a la Patria, el sentimiento del patriotismo en su expresión más elevada, es la abundancia del corazón en la piedad hacia el pasado, en el orgullo de proseguir en el presente v con la esperanza de un futuro de grandeza, el cumplimiento de un destino histórico intransferible asumido desde el principio por los padres de la Patria. Quiere decir que la Patria es una esencia fija e inmutable como la Bandera de Guerra que es su símbolo y el precio de su existencia soberana. Y esa esencia de destino, de misión, se revela y se hace conciencia en su historia verdadera, porque la Patria es la historia de la Patria. La verdad histórica es la exigencia primera del patriotismo. "Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy: La historia es la Patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la Patria" 46 Hugo Wast, AÑO X, Capítulo I, pag. 89..
La piedad argentina exige, en primer término, el reconocimiento pleno y la gratitud nacional hacia la obra civilizadora de España en América a lo largo de más de 300 años. Sentir, comprender y amar a la Patria en su historia verdadera nos lleva a la Madre España y a la misión universal cumplida por el Imperio de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II. Integramos el Occidente Cristiano porque España cultivó esta tierra en el espíritu de las dos Romas, la humana de César y la divina de Pedro. La herencia recibida en bienes espirituales, culturales, políticos, sociales, etcétera, es parte constitutiva esencial del ser de la Patria: la Religión Católica, la lengua castellana con su tesoro inagotable de sabiduría divina y humana, las instituciones fundamentales de una sociedad cristiana, el sentido de Justicia y de Derecho que consagra la hidalguía para todos los hombres y su posibilidad de salvación. Ramiro de Maeztu en DEFENSA DE LA HISPANIDAD sintetiza este legado de un sentido y de un estilo de hidalguía en la valoración universal del hombre: "Este humanismo es una fe profunda en la igualdad esencial de los hombres, en medio de las diferencias de valor de las distintas posiciones que ocupan y de las obras que hacen...
"A los ojos del español, todo hombre, sea cualquiera su posición social, su deber, su carácter, su nación o su raza, es siempre un hombre. No hay pecador que no pueda redimirse, ni justo que no esté al borde de un abismo. . . .Este humanismo español es de origen religioso. Es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia Católica". De ahí la suprema exigencia de un trato de honor para toda criatura, así como la disposición caballeresca para cubrir toda indigencia y proveer la necesidad del prójimo con la abundancia del corazón. Las destrucciones del espíritu jacobino, la ruptura con el pasado, el egoísmo burgués, el resentimiento marxista del proletariado, la moral del éxito y la demolición constitucional, obradas por el Liberalismo en nuestra Patria a partir de Caseros, no han conseguido borrar del todo ese sentido de hidalguía en los argentinos. La Caridad de Dios proyectada en la conducta personal se traduce en la hidalguía del caballero cristiano, cuyo arquetipo ideal es Don Quijote de la Mancha. Y proyectada en las relaciones humanas, la institución jurídica de la hidalguía es la verdadera justicia social. Lo que hace falta en todo; lo que la Caridad exige,, por ejemplo, en las relaciones del capital con el trabajo, es un trato de honor a todos los que participan en la empresa; y, en primer término, a los que no tienen más propiedad que su idoneidad manual o técnica v su capacidad de trabajo. La Argentina fue tierra de hidalgos y ricos hombres en sus gloriosos orígenes, en sus momentos de grandeza: las Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo, la Guerra de la Independencia, la consolidación de la unidad racional y la defensa de la soberanía contra la agresión extranjera en tiempo de Rosas y de la Confederación. Nuestra Argentina tiene que volver a ser cabalmente, tiene que ser siempre una tierra de hidalguía,, de verdaderos señores, caballeros gauchos como aquellos manchegos. La Patria no se elige; tampoco su soberanía política se logra por elecciones. No se afirma ni se sostiene sobre las urnas, sino sobre las Armas. La historia patria es propiamente la historia de la soberanía que es la plenitud de su existencia y su posición como unidad de destino en lo universal. Hay una guerra justa en la conquista del derecho a la soberanía. El sacrificio de la sangre generosa, la vida que se inmola en el campo de batalla es el precio de la regeneración política de la Patria como la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo ha sido el precio de la Redención del hombre. Expresión carnal, concreta, viviente de la Patria en soberanía, son las Fuerzas Armadas; con ellas ingresa en la Historia Universal y con ellas perece. Misión específica de las Armas es la defensa de la unidad, de la integridad y del honor, así como de todo lo que es esencial y permanente en la Patria: los supremos intereses de la Nación. Y es la herencia sagrada del primer Ejército patricio que comandó don Cornelio Saavedra y del Ejército de la Independencia que organizó y condujo a la victoria el héroe nacional don José de San Martín. La Revolución de Mayo fue un pronunciamiento militar. Así lo declaran solemnemente los miembros de la Primera Junta, en la PROCLAMA Y REGLAMENTACIÓN DE LA MILICIA, fechada el 29 de mayo de 1810: "Cuerpos Militares de Buenos Aires! La energía con que habéis dado una autoridad firme a nuestra Patria no honra menos vuestras armas que la madures de vuestros pasos distingue vuestra generosidad y patriotismo un heroico esfuerzo se propuso vengar tantas desgracias, enseñando al opresor general de la Europa que el carácter americano opone a su ambición una barrera más fuerte que el inmenso piélago que ha contenido hasta ahora sus empresas. ¿Quién no respetará en adelante los cuerpos de Buenos Aires?... Conservad siempre unida la oliva de los sabios al laurel de los guerreros y esperad de la Junta un celo por vuestro bien, igual al que habéis manifestado para formarla. . ." 47 Inserta en el REGISTRO.. OFICIAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, Tomo I, pág. 28.
Frente al dilema inexorable de someterse a Napoleón que había provocado la caída de la monarquía española o de asumir la responsabilidad del gobierno propio, el jefe militar de Buenos Aires decidió como verdadero soldado y patriota. Del mismo modo la Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán, el 9 de Julio de 1816, fue también una decisión militar, urgida r garantizada por el general don José de San Martín, "Comandante del Ejército de los Andes. "En ambos casos, no hubieron realmente mayorías tumultuosas ni sufragistas, sino Jefes que decidieron lo que debía hacerse. Y el pueblo que estuvo detrás de esas decisiones no fue la multitud inorgánica, arbitraria y abstractamente nivelada en la urna, o en el tumulto, sino la multitud organizada, jerarquizada y constituida en Ejército. "Además el clero criollo apoyó resueltamente esas decisiones trascendentales para el destino de la Patria; y lo que es todavía más significativo, es que ambos pronunciamientos se consumaron en el seno de asambleas de notables que se manifestaron monárquicos y antiliberales" Los Cuerpos Militares se deben a la soberanía nacional, no a la soberanía popular. Se deben a la esencia que es la Patria; y no al accidente que es la forma de gobierno. La Patria en soberanía es anterior y superior a la Constitución del Estado; más todavía, si esta última se pone a sí misma como una ley de circunstancias que puede ser modificada en todo o en cada una de sus partes. La Patria es fija, inmóvil, su fisonomía ti-ene que ser siempre la misma que fue desde el día de su nacimiento: "1. Católica, aunque hoy harto envenenada por el liberalismo, por el marxismo y por esa puerta de todas las herejías: el católico liberal. Una patria construida desde sus comienzos por militares que le infundieron amor al sacrificio y a la Jerarquía.
Jordán B. Gema, LA MASONERÍA EN LA HISTORIA ARGENTINA, II.
2. Hispanófila. La Historia Argentina es una continuación de la española. A pesar de que hoy la Argentina es un crisol de razas y se mezclan aquí todas las que hay en el mundo, tan fuerte es su entraña hispana, que ha logrado fundir un solo pueblo que, cuando no está infectado de marxismo, se mantiene fiel a su idioma y a su vieja estirpe... y cuida los únicos puntales que sostienen la Patria, su Iglesia y sus Fuerzas Armadas, sanas todavía" 49 Hugo Wast, AÑO X, Capítulo XXI, pág. 315.  
Católico e hispánico es, pues, el perfil esencial de la Patria; o como precisa la DECLARACIÓN DEL EPISCOPADO ARGENTINO CONTRA LA MASONERÍA: "Católico es el origen, la raíz y la esencia del ser argentino". El gran aporte de inmigración italiana no ha hecho más que acentuar v vigorizar el carácter eminentemente romano, latino, occidental de la Patria. La tradicional hidalguía española, que se continúa y define lo más auténtico del ser argentino, responde al reconocimiento universal de la dignidad de la criatura humana, hecha a imagen y semejanza de Dios. Ni antes ni después del Imperio de España se han levantado monumentos jurídicos comparables a los códigos hispánicos que objetivan la política de los Reyes, de los Corregidores, de Indias, etcétera. Todos ellos inspirados en el más justiciero y caritativo trato de honor de los hombres, sea la que fuere su humana condición. Esto nos explica que hayan sido sus teólogos y juristas, como Francisco de Vitoria, los creadores del Derecho de Gentes, egregia expresión de la hidalguía, de la riqueza humana y de la abundancia sobrenatural del corazón creyente de la España misionera. El culto de la Santísima Virgen, el respeto de la mujer, la hospitalidad hacia el extranjero, la protección de los débiles, la prohibición de la esclavitud, la libertad de los indios, la reglamentación del régimen de las Encomiendas para prevenir los abusos, la instrucción y adoctrinamiento de los indios; la conversión voluntaria, los derechos de la guerra; y lo que es la síntesis de la hidalguía española: humillar a los soberbios y exaltar a los humildes. La igualdad esencial de todos los hombres con sus notorias desigualdades accidentales —calidades, condiciones, capacidades, merecimientos, responsabilidades— se compensan con la Caridad Sobrenatural, la abundancia del corazón, el trato de honor. Tierra de hidalgos y de ricos hom.es tiene que ser la Argentina, en la medida de su fidelidad a esa gran tradición; y de que "sea capaz de no dejarse vencer por nada que sea extraño a su espíritu" 50 Séneca..
La hidalguía se extrema en la vida heroica, la más pura y elevada manifestación del patriotismo que resplandece en la conducta de los próceres, verdaderos arquetipos de la nacionalidad. Son aquellos que hacen de su vida entera un don, un acto de servicio, en aras del Bien Común de la Patria. Y lo hacen lúcidamente, porque así lo quieren, generosamente, gratuitamente, sin esperar retribución alguna. La suprema hidalguía de los héroes consiste en no reivindicar jamás derechos para sí y en no reconocer nada más que deberes para con Dios y la Patria, cuyo cumplimiento lo exige hasta el límite de sus fuerzas, hasta no poder más, hasta el sacrificio de la propia vida si es preciso. La Divina Providencia permite que sus trabajos agobiadores y sus inmensos servicios que sin recompensa alguna en este mundo —Belgrano muere en la indigencia y en el olvido; San Martín es forzado a desterrarse' de la Patria que ha libertado y continúa sirviendo hasta su muerte—, a fin de que llegue en toda su pureza a la posteridad el testimonio del don espontáneo y gratuito de su persona para el bien de la Patria. Y de este modo debe ser propuesto a la imitación de la juventud por el vínculo sagrado de la paternidad, la Patria tiene una preeminencia sobre sus hijos, superior a la de los padres carnales. Platón en su diálogo CRITON fijó para siempre el carácter de esa preeminencia moral: "La Patria es, a los ojos de Dios y de los hombres sensatos, un objeto más precioso, más augusto, más respetable y más sagrado que una madre, que un padre y que todos los antepasados. Es necesario tener hacia la Patria irritada más respeto, más sumisión y más consideración que hacia un padre; si no conseguimos hacerla desistir por la persuasión, debemos obedecer sus órdenes y sufrir sin murmurar todo lo que nos mande sufrir, sea que nos haga azotar y cargar cadenas, sea que nos envíe a la guerra para ser heridos o para morir; nuestro deber es obedecer... y si es una impiedad hacer violencia al padre o a la madre, es una impiedad mucho mayor hacer violencia a la Patria". Se trata de la Patria misma que es su historia verdadera, su tradición legítima; y no de las cosas de la Patria —extensión, población, riquezas materiales, forma de gobierno, leyes circunstanciales— que son susceptibles de cambios, mientras aquélla permanece siempre igual a sí misma. Es justo y bello morir por la Patria; y por todo lo que es esencial y permanente en ella: unidad de ser, integridad moral y natural, la soberanía nacional, la Iglesia de Cristo. No es justo ni bello morir por cosas accidentales, transitorias o contrarias al ser de la Patria: leyes de circunstancias, la soberanía popular, el sufragio universal, el laicismo, el pluralismo, etcétera.