Tema V
DOCTRINA POSITIVA:
La Patria es la historia verdadera de la Patria.
El Imperio Católico y Romano de España: su obra misional y
civilizadora en América.
El territorio estable y las tradiciones legítimas de nuestra Patria.
En nuestra lengua castellana
hay una palabra que significa, como ninguna otra, la condición humana. Es la
palabra hidalgo, cuyo prestigio antiguo la preserva del uso vulgar a través de
los siglos. Hidalgo quiere decir hijo de algo, de alguien, de bien; y el hombre
es en su origen, raíz y dignidad, hijo de alguien y con una triple filiación:
divina, histórica y carnal. Hijo del Padre que está en los cielos en cuanto es
criatura y por adopción en Cristo; hijo de sus padres y de la Patria. Quiere
decir que el hombre no es principio primero ni comienzo absoluto, sino que
viene de otro u otros, de quienes recibe un patrimonio de bienes espirituales y
materiales superior, abrumadoramente superior, al que puede llegar a adquirir y
retribuir por sí mismo. Y todavía lo que logra con su propio esfuerzo, lúcido y
voluntario, es con la ayuda de Dios y de sus prójimos. Tan sólo la materialidad
que pone en nosotros el olvido y nos aísla en el egoísmo y en la ingratitud
puede suscitar la estúpida ficción del self made man = (HOMBRE HECHO ASI MISMO)
o la fatuidad burguesa que no se cansa de repetir: "Yo no le debo nada a
nadie". En el castellano antiguo de las PARTIDAS de Alfonso el Sabio, el
significado metafísico de la palabra hidalgo se completa con la de rico home,
el hombre que nace y muere en nobleza.
Ni Dios, ni la Patria,
ni la Familia son bienes que se eligen. Pertenecemos a ellos y debemos
servirlos con fidelidad hasta la muerte. Desertar, olvidarlos o volverse en
contra es traición, el mayor de los crímenes. Asumir conciencia de nuestro
divino origen, de que Dios mismo ha venido en la carne para inmolarse en la
Cruz por amor a los hombres; asumir conciencia de la verdadera historia de la
Patria; saberse heredero, continuador y responsable de una gran empresa
nacional y del honor familiar, es proclamar la nobleza de origen, el blasón del
hidalgo, sea rico o pobre de bienes materiales. El general San Martín, como Don
Quijote, era hidalgo pobre y expresión cabal del caballero cristiano. Empeñar
lúcida y libremente la vida en la imitación de Cristo y de María, de los
santos, de los héroes, de los arquetipos divinos y humanos, es querer vivir y
morir en nobleza, como un rico home. El Derecho español, que integra nuestra
auténtica tradición occidental, nos ha dejado la más pura y plena afirmación de
la dignidad de la persona humana. La Ley de Partida dice: "Nobles son
llamados de dos maneras, o por linaje o por bondad; y como quiera que el linaje
es noble cosa, la bondad pasa y vence; más quien las ha de ambas, éste puede
ser dicho en verdad rico home, pues que es rico por linaje y es home cumplido
por bondad... "Y pues a ninguno dieron elección de linaje cuando nació, y
a todos se dio elección de costumbre cuando viven, no parece fuera de razón ser
el bueno admitido a la, honra, y el malo privado de tenerla, aunque sus
primeros la hayan tenido. "De suerte que se debe llamar verdaderamente
noble, no al que nace en nobleza, sino el que muere en ella" 45. Licenciado Castillo de
Bovadilla, POLÍTICA DE LOS CORREGIDORES, Libro I, Capítulo IV.
Patria,
etimológicamente, es lo que refiere al padre o a los padres, no en la
generación carnal sino en la continuidad solidaria de las generaciones, de
familias que se han esforzado, disfrutado y sufrido juntas, edificando sus
hogares, sus iglesias, sus ciudades, sus instituciones, sus usos; esto es, todo
lo que promueve y preserva una buena vida humana. Patria es una tierra y sus
muertos; una tierra cultivada v una tradición que dura, donde se hunden las
raíces del hombre real, de cada uno de nosotros. Sin Patria se es desarraigado,
sin esa memoria colectiva que es la historia verdadera, sustancia misma de la
Patria. Por esto es que Pío XII, en su alocución del 20 de febrero de 1946, nos
enseña que "el hombre, tal como Dios lo quiere y la Iglesia lo abraza, no
se sentirá jamás firmemente consolidado en el espacio y en el tiempo sin
territorio estable y sin tradiciones". Y subraya que la Iglesia
"tiene el cuidado de unir, de todas las maneras posibles, la vida
religiosa con las costumbres de Patria". Nación significa lo mismo que
Patria; pero no del mismo modo. Hay un matiz diferencial. Patria se refiere
propiamente a la herencia común, al patrimonio de bienes espirituales y
materiales comunes. Nación son los herederos; el conjunto de familias y de
generaciones contemporáneas, continuadoras y solidarias con el pasado, que
deben procurar defender, consolidar y hacer prosperar el Bien Común temporal,
en la línea misma del Bien Común trascendente y eterno que es Dios. Pueblo es
la multitud; que integra una nación; pero la multitud organizada, disciplinada,
jerarquizada. La multitud informe, anarquizada y subvertida no es pueblo, sino
masa. El sentido de Patria tiene primacía sobre el de Nación o de pueblo,
porque se refiere a la esencia y al fin de una individualidad histórica o
"unidad de destino en lo universal". Y como enseña Santo Tomás, el
culto de la Patria es un acto de la virtud de la piedad, subordinado al culto
de la Religión. El amor a la Patria, el sentimiento del patriotismo en su
expresión más elevada, es la abundancia del corazón en la piedad hacia el
pasado, en el orgullo de proseguir en el presente v con la esperanza de un
futuro de grandeza, el cumplimiento de un destino histórico intransferible
asumido desde el principio por los padres de la Patria. Quiere decir que la
Patria es una esencia fija e inmutable como la Bandera de Guerra que es su
símbolo y el precio de su existencia soberana. Y esa esencia de destino, de
misión, se revela y se hace conciencia en su historia verdadera, porque la
Patria es la historia de la Patria. La verdad histórica es la exigencia primera
del patriotismo. "Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo
los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy: La historia es la
Patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la
Patria" 46 Hugo Wast, AÑO X, Capítulo I, pag. 89..
La piedad argentina
exige, en primer término, el reconocimiento pleno y la gratitud nacional hacia
la obra civilizadora de España en América a lo largo de más de 300 años.
Sentir, comprender y amar a la Patria en su historia verdadera nos lleva a la
Madre España y a la misión universal cumplida por el Imperio de los Reyes
Católicos, de Carlos V y de Felipe II. Integramos el Occidente Cristiano porque
España cultivó esta tierra en el espíritu de las dos Romas, la humana de César
y la divina de Pedro. La herencia recibida en bienes espirituales, culturales,
políticos, sociales, etcétera, es parte constitutiva esencial del ser de la
Patria: la Religión Católica, la lengua castellana con su tesoro inagotable de
sabiduría divina y humana, las instituciones fundamentales de una sociedad
cristiana, el sentido de Justicia y de Derecho que consagra la hidalguía para
todos los hombres y su posibilidad de salvación. Ramiro de Maeztu en DEFENSA DE
LA HISPANIDAD sintetiza este legado de un sentido y de un estilo de hidalguía
en la valoración universal del hombre: "Este humanismo es una fe profunda
en la igualdad esencial de los hombres, en medio de las diferencias de valor de
las distintas posiciones que ocupan y de las obras que hacen...
"A los ojos del
español, todo hombre, sea cualquiera su posición social, su deber, su carácter,
su nación o su raza, es siempre un hombre. No hay pecador que no pueda
redimirse, ni justo que no esté al borde de un abismo. . . .Este humanismo
español es de origen religioso. Es la doctrina del hombre que enseña la Iglesia
Católica". De ahí la suprema exigencia de un trato de honor para toda
criatura, así como la disposición caballeresca para cubrir toda indigencia y
proveer la necesidad del prójimo con la abundancia del corazón. Las destrucciones
del espíritu jacobino, la ruptura con el pasado, el egoísmo burgués, el
resentimiento marxista del proletariado, la moral del éxito y la demolición
constitucional, obradas por el Liberalismo en nuestra Patria a partir de
Caseros, no han conseguido borrar del todo ese sentido de hidalguía en los
argentinos. La Caridad de Dios proyectada en la conducta personal se traduce en
la hidalguía del caballero cristiano, cuyo arquetipo ideal es Don Quijote de la
Mancha. Y proyectada en las relaciones humanas, la institución jurídica de la
hidalguía es la verdadera justicia social. Lo que hace falta en todo; lo que la
Caridad exige,, por ejemplo, en las relaciones del capital con el trabajo, es
un trato de honor a todos los que participan en la empresa; y, en primer
término, a los que no tienen más propiedad que su idoneidad manual o técnica v
su capacidad de trabajo. La Argentina fue tierra de hidalgos y ricos hombres en
sus gloriosos orígenes, en sus momentos de grandeza: las Invasiones Inglesas,
la Revolución de Mayo, la Guerra de la Independencia, la consolidación de la
unidad racional y la defensa de la soberanía contra la agresión extranjera en
tiempo de Rosas y de la Confederación. Nuestra Argentina tiene que volver a ser
cabalmente, tiene que ser siempre una tierra de hidalguía,, de verdaderos
señores, caballeros gauchos como aquellos manchegos. La Patria no se elige;
tampoco su soberanía política se logra por elecciones. No se afirma ni se
sostiene sobre las urnas, sino sobre las Armas. La historia patria es
propiamente la historia de la soberanía que es la plenitud de su existencia y
su posición como unidad de destino en lo universal. Hay una guerra justa en la
conquista del derecho a la soberanía. El sacrificio de la sangre generosa, la
vida que se inmola en el campo de batalla es el precio de la regeneración
política de la Patria como la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo ha sido el
precio de la Redención del hombre. Expresión carnal, concreta, viviente de la
Patria en soberanía, son las Fuerzas Armadas; con ellas ingresa en la Historia
Universal y con ellas perece. Misión específica de las Armas es la defensa de
la unidad, de la integridad y del honor, así como de todo lo que es esencial y
permanente en la Patria: los supremos intereses de la Nación. Y es la herencia
sagrada del primer Ejército patricio que comandó don Cornelio Saavedra y del
Ejército de la Independencia que organizó y condujo a la victoria el héroe
nacional don José de San Martín. La Revolución de Mayo fue un pronunciamiento
militar. Así lo declaran solemnemente los miembros de la Primera Junta, en la
PROCLAMA Y REGLAMENTACIÓN DE LA MILICIA, fechada el 29 de mayo de 1810:
"Cuerpos Militares de Buenos Aires! La energía con que habéis dado una
autoridad firme a nuestra Patria no honra menos vuestras armas que la madures
de vuestros pasos distingue vuestra generosidad y patriotismo un heroico
esfuerzo se propuso vengar tantas desgracias, enseñando al opresor general de
la Europa que el carácter americano opone a su ambición una barrera más fuerte
que el inmenso piélago que ha contenido hasta ahora sus empresas. ¿Quién no
respetará en adelante los cuerpos de Buenos Aires?... Conservad siempre unida
la oliva de los sabios al laurel de los guerreros y esperad de la Junta un celo
por vuestro bien, igual al que habéis manifestado para formarla. . ." 47 Inserta en
el REGISTRO.. OFICIAL DE LA REPÚBLICA ARGENTINA, Tomo I, pág. 28.
Frente al dilema
inexorable de someterse a Napoleón que había provocado la caída de la monarquía
española o de asumir la responsabilidad del gobierno propio, el jefe militar de
Buenos Aires decidió como verdadero soldado y patriota. Del mismo modo la
Declaración de la Independencia por el Congreso de Tucumán, el 9 de Julio de
1816, fue también una decisión militar, urgida r garantizada por el general don
José de San Martín, "Comandante del Ejército de los Andes. "En ambos
casos, no hubieron realmente mayorías tumultuosas ni sufragistas, sino Jefes
que decidieron lo que debía hacerse. Y el pueblo que estuvo detrás de esas
decisiones no fue la multitud inorgánica, arbitraria y abstractamente nivelada
en la urna, o en el tumulto, sino la multitud organizada, jerarquizada y
constituida en Ejército. "Además el clero criollo apoyó resueltamente esas
decisiones trascendentales para el destino de la Patria; y lo que es todavía
más significativo, es que ambos pronunciamientos se consumaron en el seno de
asambleas de notables que se manifestaron monárquicos y antiliberales" Los
Cuerpos Militares se deben a la soberanía nacional, no a la soberanía popular.
Se deben a la esencia que es la Patria; y no al accidente que es la forma de
gobierno. La Patria en soberanía es anterior y superior a la Constitución del
Estado; más todavía, si esta última se pone a sí misma como una ley de
circunstancias que puede ser modificada en todo o en cada una de sus partes. La
Patria es fija, inmóvil, su fisonomía ti-ene que ser siempre la misma que fue
desde el día de su nacimiento: "1. Católica, aunque hoy harto envenenada
por el liberalismo, por el marxismo y por esa puerta de todas las herejías: el
católico liberal. Una patria construida desde sus comienzos por militares que
le infundieron amor al sacrificio y a la Jerarquía.
Jordán B. Gema, LA MASONERÍA EN LA
HISTORIA ARGENTINA, II.
2. Hispanófila. La
Historia Argentina es una continuación de la española. A pesar de que hoy la
Argentina es un crisol de razas y se mezclan aquí todas las que hay en el
mundo, tan fuerte es su entraña hispana, que ha logrado fundir un solo pueblo
que, cuando no está infectado de marxismo, se mantiene fiel a su idioma y a su
vieja estirpe... y cuida los únicos puntales que sostienen la Patria, su
Iglesia y sus Fuerzas Armadas, sanas todavía" 49 Hugo Wast, AÑO X, Capítulo XXI,
pág. 315.
Católico e hispánico
es, pues, el perfil esencial de la Patria; o como precisa la DECLARACIÓN DEL
EPISCOPADO ARGENTINO CONTRA LA MASONERÍA: "Católico es el origen, la raíz
y la esencia del ser argentino". El gran aporte de inmigración italiana no
ha hecho más que acentuar v vigorizar el carácter eminentemente romano, latino,
occidental de la Patria. La tradicional hidalguía española, que se continúa y
define lo más auténtico del ser argentino, responde al reconocimiento universal
de la dignidad de la criatura humana, hecha a imagen y semejanza de Dios. Ni
antes ni después del Imperio de España se han levantado monumentos jurídicos
comparables a los códigos hispánicos que objetivan la política de los Reyes, de
los Corregidores, de Indias, etcétera. Todos ellos inspirados en el más
justiciero y caritativo trato de honor de los hombres, sea la que fuere su
humana condición. Esto nos explica que hayan sido sus teólogos y juristas, como
Francisco de Vitoria, los creadores del Derecho de Gentes, egregia expresión de
la hidalguía, de la riqueza humana y de la abundancia sobrenatural del corazón
creyente de la España misionera. El culto de la Santísima Virgen, el respeto de
la mujer, la hospitalidad hacia el extranjero, la protección de los débiles, la
prohibición de la esclavitud, la libertad de los indios, la reglamentación del
régimen de las Encomiendas para prevenir los abusos, la instrucción y
adoctrinamiento de los indios; la conversión voluntaria, los derechos de la
guerra; y lo que es la síntesis de la hidalguía española: humillar a los
soberbios y exaltar a los humildes. La igualdad esencial de todos los hombres
con sus notorias desigualdades accidentales —calidades, condiciones,
capacidades, merecimientos, responsabilidades— se compensan con la Caridad
Sobrenatural, la abundancia del corazón, el trato de honor. Tierra de hidalgos
y de ricos hom.es tiene que ser la Argentina, en la medida de su fidelidad a
esa gran tradición; y de que "sea capaz de no dejarse vencer por nada que
sea extraño a su espíritu" 50 Séneca..
La hidalguía se
extrema en la vida heroica, la más pura y elevada manifestación del patriotismo
que resplandece en la conducta de los próceres, verdaderos arquetipos de la
nacionalidad. Son aquellos que hacen de su vida entera un don, un acto de
servicio, en aras del Bien Común de la Patria. Y lo hacen lúcidamente, porque
así lo quieren, generosamente, gratuitamente, sin esperar retribución alguna.
La suprema hidalguía de los héroes consiste en no reivindicar jamás derechos
para sí y en no reconocer nada más que deberes para con Dios y la Patria, cuyo
cumplimiento lo exige hasta el límite de sus fuerzas, hasta no poder más, hasta
el sacrificio de la propia vida si es preciso. La Divina Providencia permite
que sus trabajos agobiadores y sus inmensos servicios que sin recompensa alguna
en este mundo —Belgrano muere en la indigencia y en el olvido; San Martín es
forzado a desterrarse' de la Patria que ha libertado y continúa sirviendo hasta
su muerte—, a fin de que llegue en toda su pureza a la posteridad el testimonio
del don espontáneo y gratuito de su persona para el bien de la Patria. Y de
este modo debe ser propuesto a la imitación de la juventud por el vínculo
sagrado de la paternidad, la Patria tiene una preeminencia sobre sus hijos,
superior a la de los padres carnales. Platón en su diálogo CRITON fijó para
siempre el carácter de esa preeminencia moral: "La Patria es, a los ojos
de Dios y de los hombres sensatos, un objeto más precioso, más augusto, más
respetable y más sagrado que una madre, que un padre y que todos los
antepasados. Es necesario tener hacia la Patria irritada más respeto, más
sumisión y más consideración que hacia un padre; si no conseguimos hacerla
desistir por la persuasión, debemos obedecer sus órdenes y sufrir sin murmurar
todo lo que nos mande sufrir, sea que nos haga azotar y cargar cadenas, sea que
nos envíe a la guerra para ser heridos o para morir; nuestro deber es
obedecer... y si es una impiedad hacer violencia al padre o a la madre, es una
impiedad mucho mayor hacer violencia a la Patria". Se trata de la Patria misma
que es su historia verdadera, su tradición legítima; y no de las cosas de la
Patria —extensión, población, riquezas materiales, forma de gobierno, leyes
circunstanciales— que son susceptibles de cambios, mientras aquélla permanece
siempre igual a sí misma. Es justo y bello morir por la Patria; y por todo lo
que es esencial y permanente en ella: unidad de ser, integridad moral y
natural, la soberanía nacional, la Iglesia de Cristo. No es justo ni bello
morir por cosas accidentales, transitorias o contrarias al ser de la Patria:
leyes de circunstancias, la soberanía popular, el sufragio universal, el
laicismo, el pluralismo, etcétera.