SIGNIFICADO DEL COMUNISMO MARXISTA Y
DE LA REVOLUCIÓN RUSA EN LA
HISTORIA UNIVERSAL
CAPÍTULO II
El
Comunismo Marxista inicia su acción revolucionaria en Occidente, con el
"Manifiesto Comunista", redactado y publicado por Carlos Marx y
Federico Engels, el año 1848. Su ideología inspira la Revolución Bolchevique de
Lenín que triunfa en Rusia a fines del año 1917 (Revolución de Octubre). Y es
en el año 1960, la más poderosa y la más eficaz de las armas que emplea
Khrushchov para demoler desde su propio interior y con la insensata
colaboración de sus propias víctimas, a cada una de las naciones cristianas.
El
Comunismo Marxista no es meramente la comunidad de los bienes; no se reduce a
un programa de socialización de la propiedad y de los medios de producción,
conforme a una 'supuesta ley de desarrollo de la economía capitalista. Esto no
es siquiera lo primero y principal en la ideología marxista que en un siglo de
difusión ha conseguido contaminarlo todo en las almas y en las instituciones. Y
si se quiere poner remedio a esta enfermedad universal antes de que sea
demasiado tarde, será menester previamente asumir conciencia de que:
1º:
El comunismo marxista, (bolchevismo)
no es
una amenaza, sino que nos está dominando ya.
2°:
La Rusia de Krushchov es el único Estado donde el comunismo marxista ya no
rige.
No
es una paradoja, sino una verdad manifiesta como se verá a continuación
El Comunismo Marxista o Bolchevismo como todo
comunismo es la
idea de una negación,
de una crítica,
de una revolución; pero no se
trata de una negación relativa o algo que
no es como debiera ser, ni
una crítica para enmendar errores, ni una revolución para
volver a su forma lo que se ha
deformado. Es la negación
absoluta del orden existente
desde su raíz, la crítica nihilista de la Religión y del Estado, la revolución
contra el cristianismo y contra la patria.
Finalmente
y como lógica consecuencia de las negaciones anteriores, es también la negación
de la propiedad privada y el planteo "científico" de una
socialización, futura de la riqueza, en la forma de un desenlace necesario de
la economía, capitalista.
Y
para la realización de esta negación, para impulsar esta Revolución, la fuerza
pasional es el odio rencoroso, o mejor, el resentimiento, esa rabia que, contenida,
devora la propia alma, y
desatada, furiosamente, destruye todo
lo que tiene forma y está arriba. Y ese
proceso de negación y de destrucción se configura según el esquema trazado por
Vives. Teníamos, pues, que el Comunismo Marxista consiste en: 1º. La crítica de
la Religión Católica. 2º La crítica del Estado. 3º La crítica de la Propiedad
privada.
Crítica
de la Religión; En su breve ensayo "Para una crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel", publicado en París en 1844, Marx hace suya la
crítica materialista de la Religión. Sobre la base de que el hombre es lo más
alto para el hombre y de que "en la fantástica realidad del cielo" no
encuentra más que "un reflejo de sí
mismo",
concluye que: "El hombre hace
la religión y
no ya la
religión hace al hombre".
Y
el hombre se fabrica en la religión una realización fantástica de sí mismo,
cuando está privado de una verdadera, realidad humana.
"La
miseria religiosa es a un tiempo la expresión de la miseria real y la protesta
contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el
significado real de un mundo sin corazón,
así como es el
espíritu de una
época privada de espíritu. Es el
opio del pueblo.
La
eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición
para su felicidad real. El estímulo para disipar las ilusiones de la propia
condición, es el impulso para eliminar un estado que tiene necesidad de las
ilusiones. La crítica de la religión desengaña al hombre, el cual piensa, obra,
compone su ser real como hombre despojado de ilusiones, que ha abierto los ojos
de la mente; que se mueve en torno de sí mismo y así en torno de su ser real.
La religión es meramente el sol ilusorio que gira alrededor del hombre hasta
que éste gire en torno de sí mismo".
Marx,
niega, pues, el carácter sobrenatural de la Religión, resolviéndola en una
ilusión de felicidad que el hombre se promete para un supuesto más allá después
de la muerte, mientras no es capaz de una felicidad real aquí abajo. El reino
de Dios no es de este Mundo y la promesa de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo,
es esa felicidad ilusoria del más allá que desenmascara la crítica de la
Religión, según el Comunismo ateo y materialista de Carlos Marx.
Pero
ha llegado el tiempo en que el hombre ya no tiene necesidad de
ilusiones para vivir y
va al encuentro
de su felicidad real en un
paraíso terrestre que nos anuncia Marx, el profeta de la nueva religión de la
humanidad; y que edificará con sus propias manos, el nuevo Mesías: el
proletariado. El Dr. Rodolfo Mondolfo, erudito profesor italiano y autorizado
apologista del Marxismo, contratado
por
la Universidad Oficial, nos ilustra sobre la acción redentora del nuevo Mesías:
"Para Marx y para Engels, existe toda una clase, la que por su condición
histórica de inhumanidad, está impulsada dialécticamente a la afirmación de la
humanidad; y es el proletariado, en tanto —bien entendido— haya alcanzado su
conciencia de clase. ..
El
paso de la negación presente de la humanidad a la futura negación de la
negación, no puede operarse de otro modo que con la lucha; el primer postulado
del humanismo reside, pues, en el odio a la burguesía (encarnación de la
opresión inhumana); su afirmación histórica está en la revolución".
Y
para mayor precisión, Mondolfo agrega todavía: "El humanismo realista que
encarna la clase proletaria, asume la superación de la auto enajenación
religiosa y de los prejuicios de la nacionalidad, para alcanzar las condiciones
de vida humana que niega la realidad actual a la clase trabajadora y la
reivindicación de la Humanidad".
Quiere
decir que el proletariado consciente, unido y solidario del mundo entero, sin
Dios y sin Patria, va a redimir a la humanidad de la servidumbre y del dolor,
por medio de la crítica del Estado y de la crítica de la propiedad privada,
puesto que "cuando el proletariado anuncia la disolución de todo el orden
hasta ahora existente, expresa sólo el secreto de su ser, puesto que él es la
práctica disolución de ese orden de cosas".
Examinemos
los supuestos ideológicos de esas críticas marxistas:
Se
supone que todo está sujeto al cambio, a un perpetuo devenir.
No
hay eternidad, nada que sea eterno en el cielo ni en la tierra. No hay Dios ni hay
esencias en los seres existentes; esto" es, no hay formas ni tipos fijos,
nada que sea definido e inmutable.
Si
todo está sumergido en el torrente del devenir universal, entonces, no hay ser,
ni unidad, ni verdad, ni bondad absolutos. Y todo tiene que ser visto y
estimado en una perspectiva de sucesivos desplazamientos, de llegar a ser para
dejar de ser, de la caducidad irremediable del existir, de la contradicción y
de la revolución infinitas.
Por
esto es que el marxista Lenín insiste en que "todos los límites en la
naturaleza y en la Sociedad, son variables y hasta cierto punto
convencionales".
De
ahí que el mismo Lenín, siguiendo fielmente a su
maestro, subraya de inmediato que:
"Nuestra teoría no es un dogma sino una guía para la acción".
Más
bien, debiera decir que es una guía para \a revolución, para acelerar el
derrumbe y la liquidación de todo el orden existente.
Desde
que para el Comunismo no hay eternidad, tampoco hay nada que sea eterno en la
idea del Estado. Stalin, resumiendo el pensamiento de Marx, Engels y Lenín al
respecto, nos dice que: "El Estado surgió sobre la base de la división de
la sociedad en clases hostiles, surgió para mantener sujeta a la mayoría
explotada, en interés de la minoría explotadora. Los instrumentos del Poder del
Estado se concentraban principalmente, en el Ejército, en los órganos de
sanción, en el servicio de espionaje, en las cárceles".
Quiere
decir que para el Comunismo Marxista, el Estado no es la sociedad perfecta
donde el hombre alcanza normalmente ' la suficiencia de la vida; no es el lugar
natural del hombre; una exigencia de su naturaleza racional y libre, no es la
Patria en forma, donde el bien propio del individuo es indivisible del bien
común, tal como se concibe clásica y tradicionalmente en Occidente.
Para
la crítica nihilista del Marxismo, esta idea clásica del Estado no es más que
pura ideología, reflejo de los intereses de la clase dominante y explotadora.
No
se ve ni se estima lo mismo desde arriba, desde el privilegio y las
prerrogativas de la dirección, de la fortuna, de la vida segura y confortable;
que desde abajo, desde las privaciones e incertidumbres de los que tienen que
trabajar y obedecer.
Todo
esto es demasiado sencillo, demasiado fácil y muy adecuado a la sensibilidad
viciada de la época; pero todo esto no es más que una ficción retórica y una
repugnante adulación. El Comunismo Marxista no define al Estado, no dice lo que
es; para lo cual ha descartado lo que es y ha supuesto que no hay esencias. Tan
sólo pretende seducir a los pobres, a los humildes, a los subordinados en todas
las actividades sociales.
Claro
está que hay abusos e injusticias que deben ser reparados; pero la adulación
marxista no clama contra esos abusos sino que hace de la injusticia, una
conducta obligada,' una necesidad dentro del orden existente. No lucha, en
con-secuencia, por una Restauración de ese orden sobre sus fundamentos
tradicionales, si se ha corrompido o desquiciado. No, nada de reparaciones ni
de restauraciones, lo que el Comunismo quiere es la destrucción del orden
existente, radical y absolutamente.
Por
esto es que apoyándose en los abusos del Capitalismo y en los vicios del mando,
arremete contra todas las jefaturas y jerarquías, contra el Estado mismo
presentándolo a los ojos de la multitud, del personal subalterno de todas las
empresas y funciones sociales, como una organización del poder para estabilizar
en la servidumbre y en la opresión, a la parte más numerosa de la sociedad, la
única que trabaja y produce, Id eterna víctima de una minoría privilegiada.
La
autoridad política, como toda otra especie de autoridad natural (la del Jefe de familia, la del educador, la
del superior jerárquico en la milicia, la del empresario, etc.) rio es una cosa
razonable y justa, imprescindible para ordenar a la multitud en la unidad del
fin común. La crítica nihilista del Marxismo dirá que esa es la retórica de la
clase privilegiada; pero que desde el punto de vista de los que soportan
esa autoridad y su instrumento de
coacción— las Fuerzas Armadas— no es más que el producto y
la manifestación del carácter
inconciliable de las oposiciones de clase (Lenín). Así es que la adulación
marxista para concitar el odio y la rabia de la multitud que desempeña tareas
subalternas lo mismo en las fábricas que en el cuartel, les repite con la
insistencia de la gota que horada la roca: las divisiones y las jerarquías de
clases resultan de la explotación del hombre por el hombre, de los más por los
menos, de los dirigidos por los que dirigen. Y esos pocos privilegiados que
dirigen y disfrutan se valen a su vez, "de una fuerza pública que no
coincide con la población espontáneamente organizada como fuerza armada"
(Engels); esto es, se valen de Fuerzas Armadas profesionales (militares y policiales) distanciadas del
pueblo. Y la adulación marxista para terminar
de saturar las almas de odio y de
rabia contra^ el Estado y las Fuerzas Armadas, les promete que en la futura
sociedad comunista sin clases, no habrá Estado ni jerarquías, ni Fuerzas
Armadas, sobre el -pueblo ni
contra el pueblo, como ha ocurrido hasta el día de hoy.
No habrá más que una
administración de bienes materiales, "un Estado administrador de
cosas" (Engels).
Hacer
que los pobres, los humildes, los manuales, los que obedecen, se sientan
miserables, se sientan humillados y ofendidos; hacer que se llenen de
resentimiento contra todas las jerarquías espirituales y sociales; enfurecerlos
hasta la ceguera y lanzarlos a la destrucción lenta o rápida, directa o
indirecta, de todo el orden existente, desde los mismos cimientos, desde la
estructura moral del alma hasta la quiebra de La disciplina en el trabajo, en
la escuela, en el cuartel.
He
aquí la obra corrosiva de
esta adulación marxista que se
viene realizando en forma pública o subterránea, por medio del Partido
Comunista y de los activistas emboscados.
Y
todavía los envuelve y los seduce con
este canto de sirena:
—Uds.
ahora no son nada; no valen ni representan nada en este régimen de iniquidad.
Pero las contradicciones que lleva en su entraña, harán que se destruya a sí
mismo y sobre sus ruinas se levantará el futuro régimen comunista, donde
ustedes serán todo, disfrutarán de todo y lo representarán todo.—
La
ideología marxista no es una teoría, tampoco una verdadera política. Es una
adulación, una tentación seductora, pero no irresistible, que viene sacando de
quicio a los humil-des, a los pebres, a quienes hace olvidar que "nadie es
tan pobre, ni tan desheredado que no tenga a cada instante, el medio de hacer
bien a otra criatura sin interés, por ella misma, por un puro movimiento de
amistad" (Ciaudel). Los saca de su conciencia cristiana que juzga a la
riqueza como la más pequeña de todas las grandezas, para hundirlos en una falaz
y rencorosa conciencia de clase por la cual se juzgan miserables.
Y
esa diabólica tentación los va despojando de todos los bienes que han recibido
de Dios, de su Patria, de su familia, de sus amigos; les deja el alma vacía de
todas esas cosas preciosas que atesoraba en
la conformidad de su pobreza; la humildad, la sobriedad,
la paciencia, la disposición para
la vida esforzada y por sobre todo, el
temor de Dios y el amor de los suyos y de su tierra. Así es como van a ingresar
en la legión de los miserables llenos de odio, saturados de resentimiento
contra todo lo que existe y tiene mando.
A
esta destrucción interior, a esta desmovilización moral de los obreros, de los
campesinos, de los soldados y suboficiales, de los hijos y de los jóvenes-
estudiantes, los Comunistas la denominan: conciencia de clase.
Repárese
una vez más, en que esta conciencia marxista de Clase se edifica sobre la
contradicción llevada al extremo para engendrar un odio igualmente extremo.
La
maniobra dialéctica del Marxismo consiste en presentar las diferencias de grado
como contradicciones, las distinciones de categorías que se integran en la
unidad jerarquizada, como oposiciones
extremas que se excluyen absolutamente entre sí. En
lugar de una escala gradual donde cada peldaño es
indispensable en su lugar, dos extremos, uno arriba y otro abajo; y el de
abajo, el excluido del banquete de la vida, hartándose de odio y de rabia, niega y quiere destruir al que está arriba.
Un
ejemplo es la crítica de la religión: El comunismo Marxista presenta ante los
ojos de los simples, la felicidad prometida en la otra vida como una ilusión
consoladora a fin de que se resignen en su desgracia efectiva y se mantengan
quietos frente a unos pocos privilegiados que gozan del paraíso en la tierra.
De ahí que en esa conciencia marxista de clase, "la Religión es el opio
del pueblo" y el sacerdote "un vil instrumento del poder".
..
Otro ejemplo es la crítica del Estado: El Comunismo marxista presenta al Estado
ante los ojos de los pobres y de los subordinados, como la organización
jurídica de la explotación de ellos que son los más, por una minoría de
burgueses explotadores; y al Poder Ejecutivo del Estado como "un comité
para la dirección de los asuntos de la burguesía" (Manifiesto Comunista).
Las Fuerzas Armadas por su parte, no son más que el instrumento del poder,
forjado en el divorcio del pueblo y en contra del pueblo para mantenerlo en
servidumbre.
De
ahí que en esa conciencia marxista de clase, el Estado es la opresión
estabilizada del pueblo y las Fuerzas Armadas son los verdugos del pueblo.
Y
ahora un tercer ejemplo que no hemos desarrollado antes, la crítica de la
propiedad privada. Como en los precedentes, dos términos extremos que se
contradicen y excluyen absolutamente: unos pocos que todo lo poseen y muchos,
muchísimos que no poseen nada; una minoría de capitalistas que se reduce cada
vez más, a medida que se opera la inevitable concentración del capital; y una
mayoría de proletarios que se aumenta cada vez más, a medida que se opera la
inevitable "miserabilización" de la sociedad.
La
dialéctica sofística de Marx empeñada a fondo en "El Capital",
presenta a la famosa sentencia socialista de su adversario Prudhon, la
propiedad es un robo, como una conclusión "científicamente
demostrada".
La
llamada acumulación primitiva de los futuros empresarios capitalistas, en la
primera fase de desarrollo de la Sociedad moderna, ha sido el fruto de la
rapiña, del robo violento.
Las
ganancias que obtienen los capitalistas en sus empresas, resultan de la
apropiación del excedente de valor —plusvalía— que produce el obrero sobre el
salario percibido. Y esta explotación del obrero es una consecuencia necesaria
del mecanismo de la estructura económica; de tal modo que mientras subsista la
forma de economía capitalista, el obrero será explotado, será despojado, será
una víctima, sean cuales fueren los sentimientos y disposiciones éticas de sus
patronos.
Quiere
decir que los propietarios tienen que desaparecer para que se liberen los
proletarios de la condición de explotados. He aquí la contradicción funcionando
con los términos extremos que se excluyen absolutamente entre sí.
Y
Marx agrega, además, que les propietarios van a desaparecer necesariamente, por
la ley misma del desarrollo capitalista: "La centralización de los medios
de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que son
incompatibles con la envoltura capitalista. Esta se rompe. Suena la hora
postrera de la propiedad capitalista, los expropiadores son expropiados"
No
sólo está, comprendida en la conciencia marxista de clase, la posición del
propietario como la de un ladrón que se apropia quieras que no, de lo que
pertenece al asalariado como fruto de su trabajo; también incluye la seguridad
absoluta de que los expropiadores serán expropiados y que este desenlace se
cumplirá tan fatalmente como "un proceso natural".
Así
es como se intensifica el odio y se potencia la voluntad de lucha en el alma de
aquellos a quienes el Comunismo Marxista, hace que se sientan miserables, que
no son nada en la Sociedad actual pero que van a serlo todo en la Sociedad
Comunista del futuro. Y esta es su conciencia de clase: con-ciencia ficticia y
falaz de que la contradicción es la "ley" de todo lo que tiene
apariencia de un orden; y de que los que constituyen la negación, los que están
abajo, son las víctimas "irremediables mientras dura ese orden aparente.
De ahí su odio y su rabia contra los que están arriba hasta el extremo de
querer su aniquilamiento; y por último, su voluntad fanática de llevar a cabo
esa destrucción por todos los medios de la astucia y de la violencia
revolucionarias.
Negligencia
dirigida, derrotismo, sabotaje, agitación y huelgas continuas; sugerencia
constante de ganar más y de trabajar menos, de ganar igual en cualquier
categoría de trabajo, de estudiar menos y abreviar los caminos para llegar;
estímulo del ocio vulgar y vicioso, de la literatura pornográfica y
teratológica, de la "ciencia" freudiana; tendencia a suprimir
distinciones y distancias en todas las jerarquías, a disminuir el respeto de la
autoridad y a relajar toda disciplina; manoseo y vulgarización de las palabras
elevadas, de los nombres "El Capital".
Más ilustres y de todo lo que lleva el sello
de la grandeza; cultivo de las supersticiones más groseras y de los ídolos
populares más insignificantes, etc.
He
aquí algunos de los medios que los cerebros dirigentes del Comunismo inventan,
utilizan o estimulan en esa conciencia de clase, para ablandar, debilitar y
corromper las almas y las naciones.
A
esta altura de la exposición, estamos en condiciones de explicar lo que, al
pronto, pudo interpretarse como una afirmación paradójica:
La
Rusia de. Krushchov es el único Estado donde el comunismo marxista ya no rige.
Vamos
a empezar por la justificación de la dictadura del proletariado o Estado de los
que en su conciencia de clase odian al Estado, anticipada por Lenín en su obra
"Estado y la Revolución" escrita poco antes de imponer su Revolución
Bolchevique en Rusia.
"Ahora
bien, en la transición del Capitalismo al Comunismo, la represión es todavía
necesaria, pero ya es la represión de una minoría de explotadores por la
mayoría de los explotados. Es necesario todavía un aparato especial, una
máquina especial para la represión, el Estado; pero este es ya un estado de
transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, pues la
represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los esclavos
asalariados de ayer es algo tan relativamente fácil, sencillo y natural, que
costará muchísima menos sangre que la represión de las sublevaciones de los
esclavos, de los siervos y de los obreros asalariados; que costará mucho menos
a la humanidad. Y este Estado es compatible con la extensión de la democracia a
una mayoría tan aplastante de la población, que la necesidad de una máquina
especial para la represión comienza a desaparecer; como es natural, los
explotadores no pueden reprimir al pueblo, sin una máquina complicadísima que
les permita cumplir este cometido, pero el pueblo puede reprimir a los
explotadores con una "máquina" muy sencilla, casi sin
"máquina", sin aparato especial, por la simple organización de las
masas armadas (como los Soviets de
Diputados, Obreros y Soldados, digamos,
adelantándonos un poco).
Finalmente,
solo el Comunismo suprime en absoluto la necesidad del Estado... Nosotros no
somos utopistas y no negamos, en modo alguno, que es posible e inevitable que
algunos individuos cometan excesos... Pero, en primer lugar, para esto no hace
falta una máquina especial, un aparato especial de represión esto lo hará el
mismo pueblo armado, con la misma sencillez y facilidad con que un grupo de
personas civilizado, incluso en la sociedad actual, separa a los que se están
peleando... Y en segundo lugar sabemos que la causa social más importante de
los excesos... es la explotación de las masas, la penuria y la miseria de
éstas. Al suprimirse esta causa fundamental, los excesos comenzarán
inevitablemente "a extinguirse". No sabemos con qué rapidez y
graduación, pero sabemos que se extinguirán. Y, con ellos se extinguirá también
el Estado.
La
amplitud de esta cita obedece a la oportunidad que le brinda al lector atento
confrontar ese estado de transición sin máquina especial de represión y con
tendencia a extinguirse inevitablemente que -anuncia Lenín como la dictadura
del proletariado a implantarse en Rusia, con lo que, ha venido siendo y ha
llegado a ser el Estado surgido de la revolución rusa, la U.R.S.S. de Lenín,
Stalin y Krushchov.
Resulta
que ese Estado de transición fue desde el primer día, bajo la mano férrea de
Lenín, un Estado absoluto, absorbente, imperialista que desde el centro
moscovita, se fue imponiendo sobre las nacionalidades periféricas que
integraban el Imperio de los Zares, a través de una guerra sangrienta y
despiadada contra los Rusos Blancos y los Ejércitos de las Potencias
interventoras. El lema bolchevique de Lenín era entonces: "que el 90 % del
pueblo ruso perezca para que el 10 % viva hasta presenciar la Revolución
Mundial".
En
el año 1918, el mismo Lenín en su trabajo sobre "las tareas inmediatas del
Poder Soviético", fijaba las siguientes consignas de lucha:
"Todo
para el frente", tales son las tareas de la retaguardia; desde el momento
que la guerra ha resultado inevitable todo para la guerra, y la menor
negligencia y falta de energía deben ser castigados según las leyes del tiempo
de guerra".
Y
lo más significativo y lo más aleccionador para nosotros occidentales, es que
el Estado Soviético, ha desarrollado exclusivamente una, política de guerra,
desde que se constituyó, a la vez que por medio de las Internacionales
Comunistas ha venido fomentando el pacifismo y la lucha contra los Estados
fuertes; y la militarización de la vida —una política de guerra total— esto es,
una política basada en el peligro permanente de sedición interna y de agresión
externa.
El
Estado en la máxima tensión de su ser y en la exigencia máxima de todas las
energías, del individuo en todas las actividades sociales: en el Trabajo, en la
Escuela, en el Cuartel.
En
la Unión Soviética, a esa exigencia de rendimiento máximo en la actividad que
cada individuo desarrolla, se la denomina: Stajanovismo.
Lenín,
en el pasaje que hemos reproducido, nos anticipa en el futuro Estado de
transición, apenas unos milicianos armados para reprimir excesos; pero la
verdad es que tanto Lenín como sus sucesores han disciplinado al grado
absoluto, todas las actividades, imponiendo el gobierno despótico de una
minoría (los miembros del Partido Comunista) a una inmensa mayoría esclavizada
o poco menos; han desarrollado las Fuerzas Armadas profesionales (Ejército
Rojo) en una magnitud gigantesca. Y las fuerzas policiales, públicas y
secretas, constituyen un poder inmenso y el principal sostén del frente interno
de la U.R.S.S.
Y
el Comunismo Marxista ¿qué papel juega en el Imperio Soviético, el más extenso
y poblado de la Historia Universal?
La
conciencia de clase, esa guía infalible de la acción revolucionaria, ¿qué lugar
ocupa en el alma de esos cientos de millones de subordinados que trabajan en
las fábricas, en los koljoses, en las minas, que estudian en las escuelas o se
adiestran en los cuarteles del inmenso Imperio Euroasiático?
El
Comunismo Marxista no juega ya ningún papel en la vida real de la Rusia
Soviética y la conciencia de clase no tiene el menor lugar en el alma de los
súbditos esclavizados.
Es
un programa irrealizable de vida, un imposible absoluto, porque su contenido es
la negación de lo que es, la crítica nihilista de la naturaleza del hombre; y
sabemos desde Platón que todo lo que va en contra de la naturaleza de las
cosas, fracasa.
Él
hombre no puede existir sin Religión, sin Estado y sin propiedad privada; y la
conciencia marxista de clase e¿ la crítica de la Religión, del Estado y de la
Propiedad privada.
El
hombre es un animal religioso, adorante, cuando no adora al verdadero Dios se
entrega a un ídolo, endiosa algo que no es divino, por ejemplo, al Estado, al
Poder, personificado en un hombre, Lenín o Stalin. En lugar del amor a Dios se
pretende inculcar el amor al que personifica el poder; en lugar del temor de
Dios, la multitud crece en el terror del poder. Y el propio Stalin, cuando el
Poder Soviético estuvo en peligro inminente de ser destruido por los Ejércitos
dé Hitler, no apeló al materialismo ateo para movilizar al pueblo escarnecido
por su yugo; pero invocó al viejo Dios de la Cristiandad y a la Santa Rusia y a
los gloriosos generales de la Patria antigua.
El
hombre es un animal político; necesita del Estado para su existencia normal de
hombre. Y en Rusia, en lugar del Estado de transición y sin máquina especial de
seguridad, nos encontramos ante un súper Estado, ante un Estado monstruoso, un
Estado-Dios.
El
hombre es un animal que necesita normalmente poseer un patrimonio suficiente
para ser libre. Y en Rusia, hay una minoría dirigente que posee un patrimonio
más que suficiente y una gran mayoría que padece una servidumbre irremediable,
desposeída de todo patrimonio y que rinde al máximo bajo el terror.
Tienen
razón los comunistas puros como Kravchenko, Kalinov o "El Campesino",
cuando sostienen que en Rusia no impera el Comunismo Marxista. No sería la U.
R. S. S. la mayor y más terrible amenaza que ha padecido la civilización
europea en la Historia Universal, si en ella estuviera vivo el Bolchevismo; y la conciencia de clase gravitase en alguna
medida, sobre la multitud que trabaja y obedece.
Pero
el comunismo marxista, el bolchevismo, es el arma más eficaz del Poder
soviético para ablandar, debilitar y destruir a las naciones del frente
occidental en el período de la guerra fría; y para montar en el interior de
cada una de ellas, el caballo troyano, de cuyo vientre saldrán extranjeros y
nativos renegados para abatir a sus defensores, en la hora de la guerra
revolucionaria total.