20-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
XX LOS VIVEROS DEL BOLCHEVIQUISMO EN LOS ESTADOS UNIDOS
Trabaja
el bolcheviquismo en Norteamérica exactamente con los mismos métodos, y a veces
con los mismos agentes que en Rusia. Cuando Marens, el titulado embajador ruso,
vióse obligado a abandonar el territorio de los Estados Unidos, dejo aquí a su
lugarteniente. Karl Recht, abogado hebreo neoyorquino. Su estudio es el centro
de reunión de los funcionarios socialistas de esta ciudad y de provincias, y a
veces de los funcionarios de Estado yanquis que simpatizan con tales
tendencias. Lo que sucede en Nueva York, es de importancia general, pues salen
desde allí los hilos para todo el país. Nueva York es la escuela donde aprenden
su faena los discípulos de la revolución. Se amplían sus conocimientos por los
consejos y las experiencias de delegados que van y vienen de Rusia
constantemente.
El
norteamericano genuino no puede imaginarse que las alteraciones del orden, de
las que lee detalles en su diario, lo sean al azar, sino que son premeditados
indicios de personas que saben perfectamente lo que desean y lo que hacen. La
ultima revolución (tal como la del 48) en Alemania, la francesa en 1789, y la
rusa bolchevique, fueron obra de hombres de los cuales cada uno conocida de
antemano y perfectamente el puesto a ocupar, y hasta la fecha no se aflojo la
garra de estos revolucionarios, clavada en la garganta de los pueblos que
eligieron ser victimas, sino que Francia se halla exactamente tan sojuzgada al
dominio hebreo como la misma Rusia. Y en cuanto a Alemania, no obstante su
violento antisemitismo, intenta en vano librarse de la mano férrea que la
ahoga.
A
fin de demostrar la forma en que las organizaciones hebreas en Norteamérica
vienen propagando la revolución y el bolcheviquismo, es preciso echar un vistazo
sobre el movimiento obrero judío.
Fue,
la "Quinta Avenida" de Nueva York, hasta hace unos quince años, el
centro de la vida comercial norteamericana de renombre. Dicha Avenida y sus
barrios adyacentes son hoy un enorme recipiente de judíos polacos y rusos,
cuyas ocupaciones son aquellas que se refieren al comercio de ropas o
confección. El antiguo comerciante se iba retirando, bajaban los valores de las
fincas y los hebreos las adquirían a bajo precio.
Pululan
hoy por allí miles de noctámbulos, tornando intransitable la calle para las
personas honestas: se respira una atmósfera eslavo-oriental. Es mantenido este
barrio tan firme y tenazmente, como si lo hubieran conquistado a punta de
bayoneta.
Nada
seria si se pudiese creer lo que vemos en las películas, en las que nos quiere
demostrar el ardiente amor con que estos recién llegados abrazan nuestro país y
sus instituciones. Mas sus propios hechos y las frases de sus voceros
desmienten tan hermosa apariencia. No consisten como debiera su anhelo en asimilarse
a nuestro país y sus modalidades, sino en hebraizar a nuestro pueblo.
Consideran a Norteamérica como una masa de arcilla que puede moldear a su
guisa, pero no como a la madre amante, dispuesta siempre a admitir a nuevos
hijos como suyos propios.
Cuando
sintetizó Zangwill a Norteamérica como "el crisol de razas", ese
concepto no caracterizo cabalmente el proceso que aquí se desarrolla, pues el
crisol contiene substancias que no desean fundirse y tienden más bien a fundir
el crisol. Sea como fuere, en la "Quinta Avenida" el crisol ya se
agrieto. Los rascacielos están repletos de talleres de todos los ramos de la
confección de ropas y modas, industria que en los Estados Unidos se convirtió
en un absoluto monopolio.
¿Como
explicar esta predilección hebrea por el oficio de la aguja? Es posible
explicarla por la innata aversión del judío hacia todo trabajo corporal pesado,
hacia la agricultura, y por su vehemente deseo de independencia. Cuando el
judío se estableció en una ciudad, la cambia sólo por otra ciudad. Existe
cierta sociedad hebrea que tiene por objeto "poblar el campo con
judíos", pero sus resultados prácticos son nulos, y cada día con mayor
intensidad, habitan solo las grandes urbes, en las que se sienten más a gusto.
Son el principio unos pocos precursores, pero al cabo de cierto tiempo, se va
formando una colonia de mayor importancia, que muy pronto domina la ciudad. No
todo esto ocurre al azar. El judío nada tiene de aventurero que busca fortuna a
su propio riesgo, sino que todos los movimientos hebreos se apoyan sobre una
base común, y se desarrollan premeditadamente. Es Nueva York la escuela
profesional donde el recién llegado reciben la educación adecuada sobre la
forma en que debe tratar a los "goyim".
El
ramo de la confección, como negocio hebreo, nada tiene que ver con el oficio,
desde el arte ni de la habilidad personal, sino que exclusivamente se ocupa de
la fabricación en serie, a base de una amplísima subdivisión en sectores del
trabajo humano. A fin de ganar todo el tiempo posible, prefiere el suficiente
ocio para participar en asambleas revolucionarias, consejos, mítines y
redacción o lectura de artículos de tendencia izquierdista en los diarios.
Vivió
Trotzky en Nueva York en esta forma, ocupando sus momentos de ocio en fraguar
planes para la destrucción de Rusia, su "patria". Todos los
personajes hebreos del Este neoyorquino sabían perfectamente que se hallaba en
todo momento listo para destruir el Imperio de los zares. Fue un plan
perfectamente premeditado. Hecha la señal, todos los designados de antemano se
ubicaron en sus respectivos puestos. También hoy tiene preparados en el Este
neoyorquino sus personajes pretéritos, y viven estos en medio del
"honrado" gremio sastrería.
Siendo
este gremio como lo es, totalmente judío, también deben serlo sus derivaciones.
Algunos afirman que el bolcheviquismo ruso fue la venganza de "pobres
rusos" por los miles que deben sufrir en Norteamérica. Por lo pronto,
estos "rusos" no son rusos, sino hebreos, y luego, el bolcheviquismo
tampoco es ruso, sino judío. Finalmente, los patrones de los pobres sastres
hebreos neoyorquinos son judíos, y el propietario de la casa, que les impone
alquileres prohibitivos, es también israelita. Resulta aquella defensa,
entonces, una ofensiva contra los Estados Unidos, con el único objeto de
encubrir el bolcheviquismo judío latente en Norteamérica.
Las
entidades obreras del ramo de la confección son enteramente judíos, ya que lo
es todo el oficio. Es preciso no olvidarlo, para explicarse las numerosas
huelgas en este ramo y el extraordinario encarecimiento de todos los artículos
procedentes de dicha industria. Cien millones de yanquis tienen que pagar muy
caras estas frecuentes huelgas y las usurarias ganancias obtenidas en este
oficio completamente monopolizado por los judíos. Se triplicaron durante la
guerra los precios vigentes en el ramo de la confección, y esto ocurrió a pesar
de la pública declaración de los fabricantes de tejidos, de que todo este
superávit de ganancias afluía a las faltriqueras de los obreros de la
aguja.
Hay
dos campamentos centrales de la riqueza y del poderío hebreo, que tienen su
punto de gravitación en Nueva York. Es germano-judío el uno, representado por
los Schiff, Speyer, Warburg, Lewisohn y Guggenheim y hacen su juego con el dinero
que les facilitan los no-judíos. El segundo centro esta integrado por hebreos
de procedencia rusa y polaca, que monopolizan el negocio de ropas, vestidos,
sombreros, peletería y quincalla. El trust de la confección, formado
exclusivamente por aquellos hebreos que figuraron en las filas de los más
violentos propugnadores contra determinadas dinastías europeas, representa hoy
el alma de un movimiento, que si triunfa, no dejara ni rastros de nuestra
Republica y sus instituciones, ni respetara sus libertades.
Son
más o menos cincuenta las organizaciones patronales en el ramo de la
confección. Es del caso que la mayor parte del trabajo se efectúa con mujeres.
Empero, no es así, sino que la mayoría de los obreros son varones.
Las
entidades hebreas de patronos y obreros, respectivamente, que monopolizan la
totalidad del ramo de las confecciones en los Estados Unidos, forman un ala
extrema del ejercito hebreo destinado a la revolución política. Forman el ala
opuesta la Kehilla neoyorquina y el Comité judeonorteamericano
mancomunado.
Existen,
en realidad más bolcheviques en los Estados Unidos que en Rusia misma. Su
finalidad y su carácter de raza son iguales aquí y allá. Si no consiguieron
aquí tanto como en Rusia, es porque en Norteamérica ya se halla algo mas
divulgado el conocimiento de esa raza, y, además, por el promedio mas elevado
de cultura popular, y la sólida autoridad del gobierno.
Constituyen
baluarte de la influencia y actividad de los bolcheviques en los Estados
Unidos, las asociaciones obreras hebreas. Profesan estas, casi sin excepción,
un programa plenamente bolchevique, y no tanto esto frente a las industrias,
como frente al país entero. El que se haya conocido este detalle, resulta en
extremo molesto a los prohombres hebreos. Les fastidia que se haya demostrado
el carácter judío del bolcheviquismo ruso, pero que se llegue a comprender que
existe otro tanto en los Estados Unidos resulta para ellos una terrible
acusación que, muy difícilmente, podrían desvirtuar.
El
bolcheviquismo ruso se desarrollo en los barrios del Este neoyorquino, animado
y propulsado religiosa, moral y financieramente por altos personajes judíos.
Procedía Leon Trotzky del este neoyorquino, teniendo las energías que apoyaron
su centro en la Kehilla. Esta y el Comité judeonorteamericano estuvieron
interesados en la obra de destrucción de un Estado que durante aquella misma
guerra fue amigo y aliado de los Estados Unidos. El bolcheviquismo ruso fue
apoyado por el oro hebreo procedente de Norteamérica.
Gran
extrañeza debe causar la paciencia de nuestro país, que permitió al comunismo
judío desplegarse tan francamente a la vista de todos. Puede consistir la única
explicación verosímil de tan raro hecho, en que los judíos creyeron, que el
pueblo yanqui jamás llegaría a despertar a la comprensión de estos hechos, ni a
oponer una resistencia. Les ha disgustado visiblemente la amplia divulgación de
la táctica hebrea y de sus portavoces. Resulta de ahí, por el momento, y si se
puede creer las afirmaciones judías, que se va aplacando un tanto el entusiasmo
revolucionario entre los judíos norteamericanos.
Entre
los que más protestan se cuenta Benjamín Schlensinger, presidente de la Unión
Internacional de obreros de la confección, con 150.000 miembros, y que
constituye una entidad revolucionaria tendiente a destruir la economía y el
Estado actuales. Se queja este de que últimamente los jueces hebreos fallaron
condenando algunas huelgas judías. "Dícese que actúan así para
salvaguardar el buen nombre judío, y para que no se diga que todos los hebreos
son bolcheviques".
Otra
gran organización obrera perteneciente a la Kehilla, es la Unión de
Confeccionistas de Norteamérica, que agrupa con toda desfachatez propagan ideas
bolcheviques. Es su presidente Sidney Jillmann, comunista reconocido oriundo de
Rusia. Sus secretarios, Schlossberg y Abraham Schiplakoff, anuncian como
objetivo de su propaganda la violenta expulsión de los fabricantes, según los
precedentes de Rusia y Turín, donde, como se sabe, penetraron los obreros con
música y banderas desplegadas en las fábricas como dueños. Solo omiten decir
que, poco después, aquellas fábricas quedaron paradas.
Es
preciso hacer constar que todos estos miembros de las entidades obreras
revolucionarias son también adherentes de la Kehilla neoyorquina, estando
supeditados a la dirección general del Comité judeo-norteamericano.
Se
comprenderá cuan norteamericanas son estas organizaciones, al tener en cuenta
que su finalidad no consiste, precisamente, en americanizar a los judíos, sino
en comunizar a Norteamérica.
Las
entidades obreras dependen directamente del "kahal" ruso, cuyos
miembros luego de fracasada la revolución rusa de 1905, inundaron a
Norteamérica, dando a las sociedades obreras judías un carácter bolchevique. Su
idioma es una corrupción del alemán, y forman la vanguardia de la revolución
mundial propagada desde Moscú. Si los jefes del bolcheviquismo hebreo en Rusia
hubiesen invertido únicamente una décima parte de lo que gastaron en propaganda
bolchevique en todos los países del mundo, en administrar y alimentar como se
debe a Rusia, se hallaría ciertamente hoy día este país en una situación menos
deplorable de lo que realmente se encuentra. Es la propaganda disolvente, el
único arte en el que los bolcheviques hebr eos alcanzaron maestría suma.
La
Embajada de Rusia soviética en los Estados Unidos, debe considerarse como la
vanguardia de la revolución mundial, la cual se hace por todos los iniciados.
De ahí la remoción del embajador ruso Martens. Este, en apariencia, tenía que
reanudar las relaciones comerciales entre los dos países, cuyo objeto
explicaría el uso de las fuertes sumas de oro de que disponía. El gobierno de
los Estados Unidos, en cambio, comprendió mejor el objeto verdadero de su
estancia en Norteamérica, que no era otro que la propagación de la revolución
mundial. Martens desapareció, mas la Embajada soviética perduro. Es hoy
atendida por Recht, un judío ruso de treinta y siete años de edad. En el mismo
edificio esta el estudio del abogado hebreo Isaac A. Hourwich, a quien se
considera el jefe principal del bolcheviquismo judío en Norteamérica. Pertenece
a la clientela que frecuenta dicho estudio, Judah. L. Magnes, jefe de la Kehilla neoyorquina. Es este un
rabino sin sinagoga, un ultra-extremista, maestro en fraseología
revolucionaria, protector del comunismo con sus propias ideas y sus múltiples
relaciones. Se le conceptúa el mediador entre los hebreos ricos y los
radicales, cuando estos precisan dinero. Explico a la prensa lo endeble e
inocua que seria la actuación de la Kehilla, si no sirviera más que a fines
educativos y benéficos. Mas conste que la Kehilla lo es todo menos una
institución educativa o benéfica. No es otra cosa que el centro nervioso de
todo el poderío hebreo. Si así no fuera, no se ocuparía de la política y el
nacionalismo hebreos, ni los personajes a quienes tiene por jefes se ocuparían
de ella. Es la Kehilla lo que el mismo nombre significa: la comunidad israelita
reunida para la acción.
A
los despachos de Recht y Hourwich, concurren, además, los citados Schlesinger,
Hillmann y Schlossberg y también algunos inspectores de la isla Ellis, todos
judíos. También a veces "correos" de Rusia, que llegan para
determinado objeto secreto o para recibir despachos de Recht y Hourwich y
transmitirlos a los hermanos rusos.
Se
visan en el estudio de Recht los pasaportes norteamericanos y este se halla
constantemente en contacto con Moscú, conociendo a fondo todas las intenciones
soviéticas con respecto a Norteamérica. El principal objeto de las conferencias
en el bufete de Recht es la propaganda bolchevique en América. Personas como
los Hillmann, Schlossberg Schlesinger, etc., son únicamente agentes de enlace
entre los soviets rusos y las asociaciones judías de obreros. Las órdenes
impartidas en Moscú son transmitidas de este modo a los judíos residentes en
Norteamérica para ser puestas en práctica. ,
Lógico
es que el rabi Magnes tenga cabal conocimiento de todo cuanto a la Kehilla se
refiere, siendo el la cabeza visible de la mayor entidad política de razas existente
en el mundo, con leyes y métodos propios para alcanzar sus fines.
Pero
los Schlossberg y compañía, no son, empero, los jefes principales, sino que se
hallan en las alturas donde residen los que dominan las Finanzas del país, y
ejercen una ilimitada influencia sobre el gobierno de los Estados Unidos. Estos
hebreos son muy conservadores; pero apoyan financieramente la acción
izquierdista. Constituyen la respuesta viva a la pregunta, de ¿que ventaja
podrían estos esperar del bolcheviquismo? Judíos, además, que en los
correspondientes departamentos oficiales logran que traidores y revolucionarios
manifiestos se zafen del condigno castigo, y que siempre, de nuevo, saben
colmar los bolsillos vacíos de individuos dudosos.
Pretender
afirmar la inocencia de la Kehilla sería, tal vez, la más torpe de las jugadas
por parte de los dirigentes judíos.