22-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
XXII KUHN, LOEB Y CIA., DE NUEVA YORK Y M. M. WARBURG Y CIA., DE
HAMBURGO
Los
banqueros judíos no poseen aún, a pesar de todo, la absoluta hegemonía
financiera en Estados Unidos. Es indudable que la pretenden, y en diversas
ocasiones ya la había alcanzado casi. Empero, constituyen un tan siniestro
poder que sus múltiples relaciones internacionales plantean un problema
político de tanta importancia, que no existe ni con mucho, razón para
tranquilizarse por el simple hecho de que aun no alcanzaron la meta.
Las
grandes firmas bancarias norteamericanas constituyen un artículo de
importación. Son todavía algunas de ellas de tan reciente data, que puede
seguirse fácilmente su línea de desarrollo desde el primer día de su
inmigración. El sentido de rozarse con extranjeros fortificase por la
conservación de sus relaciones con ultramar. Por otra parte, constituye
precisamente esta unidad internacional el momento culminante de su poderío
financiero.
Cuatro
apellidos retumbantes en la alta finanza norteamericana son Belmont, Schiff,
Warburg y Kahn.
Augusto
Belmont llegó a los Estados Unidos en 1837, en calidad de representante de la
casa Rothschild. Era su cuna Francfort sobre el Maine; su familia olvidó más
tarde su origen hebreo. Se ocupaba grandemente de asuntos políticos, siendo
durante la crítica época de 1870-72, presidente del comité
nacional-democrático. Resultó de suma utilidad para esa Banca, su
representación de los intereses de Rothschild, aunque las transacciones
financieras de entonces comparadas con las de hoy resultaban relativamente
insignificantes.
Es
Jacob Schiff otro financista Julio con quien nos obsequió Francfort. Terminado
su aprendizaje en el escritorio de su padre, que también fue representante de
la casa Rothschild, llegó los Estados Unidos en 1865, siendo con el tiempo uno
de los principales canales por los que afluían capitales germano-judíos a
empresas yanquis. Su actuación proporcionóle puestos en muchas esferas
importantes de la vida comercial norteamericana, preferentemente en
ferrocarriles, Bancos, compañías de seguros y telegráficas. Contrajo enlace con
Teresa Loeb, llegando a ser, finalmente, jefe principal de la casa bancaria
Kuhn, Loeb y Cía.
Schiff
también se ocupaba de política judía, siendo el, acaso la energía propulsora en
la lucha política, por la cual Congreso y Presidente se vieron obligados en
1911 a romper las relaciones comerciales con Rusia a raíz de una cuestión
meramente política, a la que, astutamente, se dio el aspecto de intereses
norteamericanos . Prestó servicios inestimables al Japón en su guerra contra
Rusia, pero se dice que la astucia nipona le desengaño y le hizo perder una
reciprocidad exigida con demasía.
Consocio
de Schiff en la casa de banca de Kuhn, Loeb y Cía., es Otto Kahn, que se
relaciona mundialmente, aún en mayor grado que los dos anteriores, y que se
ocupa siempre de misteriosos asuntos de índole internacional, tal vez a causa
de su particular conocimiento de muchos países. Nació en Alemania, procediendo
también de la escuela financiera de Francfort, a donde le ligan relaciones con
la casa de banca judía Speyer. Consta una ciudadanía nacional suya: la
británica. El que sea aún ciudadano alemán, o que sea ya ciudadano
norteamericano, no se ha podido comprobar.
Causó,
sin embargo, mayor extrañeza, el que Kahn cambiará de religión, no obstante lo
cual los hebreos no le tratan de apóstata. Llegóse a saber aún que en la misma
época en que pretendió entrar en la casa de Kuhn, Loeb y Cía., alentaba el
proyecto de partir a Inglaterra, para presentar allí su candidatura a
diputado.
En
París y en los países al oriente de dicha capital, se presentó como portavoz de
la aristocracia financiera norteamericana, lo que no es cierto. Sería,
probablemente, portavoz de aquel núcleo que espera imponer tan hábilmente el
plan mundial judío, hasta el punto de llegar a suponer las naciones europeas
que Norteamérica era una poderosa potencia israelita.
Es
Paul Warburg el cuarto miembro del grupo de financistas judíos. Nació en
Alemania en 1868, llegando a los Estados Unidos en 1902, nacionalizándose en
1911. Llegó a este país con la declarada intención de reformar su sistema
financiero. Hay dos sistemas fundamentalmente distintos de hacer dinero: según
el uno, se va "haciendo" sin conceder importancia al sistema
empleado. Considera el otro los sistemas como artefactos, susceptibles de
perfeccionarse, cambiarse, o renovarse "a piacere". Warburg,
descendiente de una larga línea de banqueros germano-judíos, pertenece a este
último grupo. Explicó el desarrollo de su vida en agosto de 1914 a la Junta
Senatorial de Bancas y Cambios, de cuyos relatos se deducen los siguientes
detalles:
Son
los Warburg una de las familias financieras hebreas cuya importancia no se
conocía hasta que estalló la guerra, y de la que tampoco se hubiera tenido
mucha noticia, a no ser que su internacionalismo no se hubiese patentizado tan
a las claras. Fue un espectáculo en extremo interesante observar a los diversos
hermanos Warburg ocupando en Versalles prominentes puestos en ambos bandos de
los frentes combatientes.
La
casa de banca Warburg, de Hamburgo, fundóse en 1796. Allí, en la casa paterna,
aprendió las elecciones elementales del ramo bancario. Fue por dos años a
Inglaterra, a la casa de banca de Samuel Montagne y Cía., trabajando, además,
dos meses como agente de bolsa. Luego estuvo en París, en la sucursal del Banco
de Rusia de Comercio Exterior, volviendo después a Hamburgo. Viajó por India,
China y Japón. Su primera llegada a América ocurrió en 1893, volviendo después
a Hamburgo, donde ingresó como consocio en la firma paterna. En 1895 contrajo
enlace con la hija del señor Loeb, en Nueva York, y estuvo cada año algún
tiempo en esta ciudad, quedando definitivamente en Nueva York, en 1902,
ingresando como consocio en la casa Kuhn, Loeb y Cía. Jacob Schiff, según ya
vimos, casó también con una hija del Loeb, siendo, por lo tanto, cuñado de
Pablo Warburg. El hermano de este, Félix, consocio también de la razón social,
fue, más tarde, hijo político de Jacob Schiff. Ciudadano norteamericano no lo
fue hasta 1911.
Apenas
tres semanas después que haberse radicado Nueva York, en 1902, descubrió que
todo el sistema monetario y financiero yanqui era completamente anticuado, y
audazmente redactó un artículo sobre reformas el cual, empero, tuvo que guardar
hasta 1906. Al llegar en 1902 a Norteamérica no sabía aún sí le convendría
pedir la ciudadanía. Se resolvió a ello en 1908, y lo efectuó en 1911. Pero en
1902 sabía ya que estaba destinado a transformar la vida financiera y monetaria
yanqui. A la pregunta de cierto miembro de la Junta de porque tardó tanto en
naturalizarse, repuso que había sido "ciudadano muy leal" de su
antigua patria. Únicamente la convicción de tener que proceder a la reforma
financiera norteamericana le indujo a abandonar su destacada posición en
Alemania. Sintió desde entonces que había arraigado en esta tierra y que
formaba parte de la nación norteamericana. (Durante los años de 1906 a 1911 fue
Warburg un ciudadano tan leal alemán como norteamericano). A raíz de su
artículo trabó conocimiento con el senador Aldrich, señor omnipotente en asuntos
financieros y brutal representante de los intereses bancarios ante el gobierno.
Este solicitó consejos a Warburg (entonces aún extranjero), y los obtuvo en
abundancia.
Sobre
la actuación de Warburg, el profesor E.R.A Seligmann de la Universidad de
Columbia, dijo: "Sólo pocos conocerán a Warburg. La ley de Reservas de la
Unión quedará ligada al nombre de Warburg en la historia de este país".
Dicha ley creó un Banco Central, el Federal Reseve-Boad, tal como Gran Bretaña,
Francia y Alemania lo poseían. Las consecuencias prácticas de dicha institución
consisten en que los Estados Unidos son hoy un país en la más dificultosa
situación económica, con un exceso enorme en productos de toda índole, que no
puede aprovechar, ni distribuir, porque el sistema central de canalización
financiera está obstruido. La afirmación de Warburg, de que había realizado un
enorme sacrificio material, al ponerse al frente del Federal Reserve-Board,
indujo a cierto senador a preguntarle por qué lo hizo. La respuesta apenas
comprensible de Warburg fue, que desde que llegó a América sintió vivísimo
interés por implementar su (¿cuál?) reforma financiera.
En
el transcurso de este examen ante la Junta senatorial, también interesó la
posición política de Warburg, y de sus consorcios de la casa Kuhn, Loeb y Cía.
Resulta de sus declaraciones que es característico para la política hebrea
(quizá para la de ciertas grandes casas financieras), el apostar sobre todos y
cada uno de los partidos políticos, de modo que sus intereses queden siempre a salvo,
sea el que fuere el partido gobernante. Resultó, entonces, de dicho examen, que
Warburg fue primeramente republicano, otorgando más tarde sus simpatías a
Wilson , de lo cual se deduce que se había vuelto demócrata, que su casa de
banca apoyó el partido republicano, que Mr. Schiff pagó personalmente los
gastos de la campaña electoral del Partido Demócrata; que Félix Warburg ,
hermano de Paul Warburg , se interesó personalmente con una fuerte suma por la
elección del candidato republicano, Taft ; que a la pregunta de que nadie de la
firma Kuhn, Loeb y Cía. , apoyara financieramente al tercer candidato, señor
Roosefeld y el por que, dijo Warburg: "No deseo afirmar tanto", es
decir, que, probablemente, sería Mr. Kahn quien apostara sobre Roosefeld . Y
esquivóse, finalmente, con la frase de que no debía exponer los "intereses
de negocio" de sus consocios, ni los de su casa.
Fue
el resultado de tan diversos intereses políticos, que siendo Wilson el
vencedor, obtuvo Warburg , como consocio de la firma Kuhn, Loeb y Cía. tan
elevado cargo, que le facilitó una decisiva influencia sobre la Hacienda de los
Estados Unidos.
Cuando
el examen ante dicha junta, es decir, el 1º de agosto de 1914, víspera de la
guerra mundial, era Warburg presidente del Banco Central de la Unión, y al
propio tiempo, consocio de la casa bancaria norteamericana Kuhn, Loeb y Cía. y
de la casa de banca alemana M. M. Warburg y Cía., de Hamburgo. No le hace que
dijera que sus declaraciones: "estoy por liquidar mi casa de Hamburgo,
aunque la Ley no me obliga a ello".
Warburg
pudo, entonces, ingresar como consocio en la más importante casa de banca
norteamericana, siendo extranjero, y simultáneamente pudo como extranjero,
lograr el reconocimiento legal de un sistema financiero suyo, conocido como
Sistema de Reservas de la Unión. El pueblo yanqui, en su mayoría, cree
habérselas, naturalmente, con una institución del Estado. Pero se engaña, pues
aunque la ley que lo implanta constituye un acto oficial, el sistema en sí es
de índole netamente particular, fundado bajo auspicios y prerrogativas
extraordinarias. Ha sido sostenido este error por todos los que escribieron
acerca del asunto.
Es
el sistema de Reservas de la Unión, uno de Bancos particulares, vale decir la
fundación de una aristocracia bancaria dentro de una autocracia ya existente.
Se perdió con ello gran parte de la independencia de los otros Bancos, y además
se les hizo factible a determinados especuladores financieros, obtener grandes
sumas para fines particulares y sin que interesara el bien común.
Sí
mostró este sistema cierta utilidad en medio de las excepcionales condiciones
de la guerra , artificiosamente creadas, es decir, de utilidad para un gobierno
que no supo administrar por sí mismo sus asuntos y sus finanzas, y que durante
toda esa época no salió jamás de apuros, se mostró, en cambio, inservible
completamente para las necesidades en tiempo de paz , a causa de los errores
iniciales o de su inhábil aplicación.
Llegó
el "plan Warburg" a realizarse precisamente a tiempo todavía para
servir a las necesidades de la guerra , y en tanto que el autor y promotor del
mismo supo perfectamente, en su tiempo, defender los intereses bancarios , se
muestra hoy asombrosamente taciturno al tratar de defender los intereses del
pueblo.
Deseo
Warburg, desde un principio un solo Banco Central, y éste, naturalmente,
establecido en Nueva York. Debió ceder en lo referente a admitir la fundación
de doce sucursales del distrito; y se conformó, finalmente, con la promesa de
que podría subsanarse tal falta por "decreto", es decir, fuera de la
Ley. Y, efectivamente, lo logró en la práctica. En Nueva York no existe
carestía de dinero. Empresas cinematográficas se apoyaron con sus millones.
Pudo ser fundado un centro de venta de cereales bajo la jefatura de Bernard M.
Baruch, y con un capital inicial de 100.000.000 de dólares. Loew, el as teatral
hebreo, pudo, en un solo año, construir veinte teatros nuevos.
Por
el contrario, en los distritos rurales del país, allí donde se acumula la
verdadera riqueza de la nación, en su vida cultural y en sus graneros; nadie
encontró dinero, y para nadie hubo crédito.
Nadie
pudo negar esta situación efectiva, pero las causas verdaderas son sólo
conocidas por muy pocos, porque no siguen los caminos rectos. Se descubren
fácilmente las razones, en tanto que las artificialmente creadas se encubren
con un misterioso velo. ¿Cómo es posible? Aquí tenemos a los Estados Unidos, el
país más rico del mundo, con sus enormes masas de productos y valores, listos
para su inmediato aprovechamiento, y a pesar de todo aherrojado, imposibilitado
de moverse dentro de su cauce acostumbrado, únicamente por ciertas tenebrosas
maquinaciones en su sistema financiero.
Penetra
en éste el país con suma dificultad. Se lo hiciera, comprendería muy pronto que
el secreto no radica en el dinero, sino en la forma como se le maneja, que es
" por decreto".
Los
Estados Unidos nunca tuvieron un Presidente que entendiera de finanzas, y por
eso, siempre debieron pedir los oportunos consejos a los técnicos en la
materia. Es el dinero el bien más distribuido, y que se administra y se
organiza en mayor escala. Y, sin embargo, el gobierno nada tiene que ver con
el, salvo como la gran masa popular, cuando lo necesita pedir a quienes lo
dominan o poseen.
La
cuestión del dinero, bien encarada, significa al mismo tiempo una solución de
la cuestión hebrea, y las demás cuestiones de índole material.
Estipuló
el plan financiero de Warburg que el porcentaje de interés debería ser distinto
en las diferentes regiones. Ya que supo explicar la utilidad de tal sistema a
los banqueros , merecería el beneplácito público si supiera explicársela al
pueblo , así como el motivo de que determinada categoría de personas, que en
modo alguno pertenecen al grupo de productores de valores, perciban créditos,
en tanto que las capas sociales que realmente producen valores, se consideren
para los banqueros como inexistentes; y, además, el motivo por el cual a
algunas personas residentes en determinada parte del país se le preste dinero a
un tanto por ciento alto, y a otras a un porcentaje distinto.
Creo
Warburg su obra desde el punto de vista financiero de oficio, y únicamente en
el caso de que se ocupara desde hoy también de los intereses generales,
llegaríase a comprender que la Providencia le trajo este país.
Ciertas
frases emanadas de la pluma de Warburg, no darán a conocer las ideas e
intenciones de éste financista en asuntos de dinero: "... Contrariamente a
una apreciación muy general, los institutos bancarios centrales europeos no
son, en general, propiedad de los gobiernos... El Banco de Inglaterra funciona
como una empresa lucrativa privada". "Deriva el plan de la comisión
financiera de las instituciones del Banco de Inglaterra. Tiene su
administración exclusivamente en manos de hombres de negocios, sin admitir la
mínima participación y supervisión del gobierno... Dichas centrales bancarias,
si bien legalmente, son corporaciones particulares, constituyen órganos
semi-oficiosos, mientras tienen el privilegio de emisión de billetes de
Banco... y mientras son los custodios de casi todas las reservas metálicas del
país y los administradores de los fondos públicos. Por otra parte, en
cuestiones de política nacional, el gobierno debe contar con la buena voluntad
y cooperación legal de estos órganos centrales". Resulta, entonces, que
las cuestiones de la política nacional deben supeditarse a los intereses de los
poderes financieros. Una influencia más poderosa que la del gobierno es
caracterizada por Warburg como "un extremo mucho más peligroso
aún".
Combate
Warburg la cooperación de los gobernantes en asuntos financieros por la
siguiente razón: "en nuestro país (Norteamérica), donde todo aficionado
sin cultura puede alcanzar cualquier puesto público , donde la amistad
personal, o el apoyo financiero o político en la campaña electoral presidencial
concede el derecho de reclamar ciertas prerrogativas ... mostraríase toda
administración directa por el gobierno, vale decir, una dirección política como
extremadamente perjudicial".
Junto
al concepto emitido de "prerrogativa" recordemos que en diciembre de
1906 afirmábase que varias personas allegadas a Wilson habían ganado sesenta
millones de dólares en especulaciones bursátiles, por conocer de antemano la
nota bélica del presidente.
Los
manejos políticos internacionales de la casa bancaria hebrea Kuhn, Loeb y Cía.,
merecen suma atención. Las influencias que obligaron en 1911 al gobierno
norteamericano a romper las relaciones de comercio con Rusia, provinieron de
Jacob Schiff. Parece haber sido aquel país el centro de la actuación política
de Schiff. Su casa de banca fue la que apoyó financieramente al Japón en su
campaña contra Rusia, intentando con ello hacerle cómplice de Judá. Pero los
astutos nipones comprendieron la jugada, limitando sus relaciones con Schiff a
lo estrictamente preciso en asuntos financieros. No debe perderse de vista tal
hecho ante la amplia propaganda bélica presente contra el Japón. Las mismas
voces que en más alto tono se elevan en favor de la causa judía, son también
las que con mayor ahínco propagan sentimientos hostiles contra el Japón.
Favoreció
la guerra ruso-japonesa las intenciones de Schiff para socavar a Rusia, labor
que perfeccionóse con el bolcheviquismo. Facilitó el dinero con el cual se
infiltraron en los espíritus de los prisioneros de guerra rusos las ideas
disolventes, que ahora son conocidas bajo la forma del comunismo. Estos
prisioneros de guerra retornaron luego a su patria trocados en apóstoles de la
anarquía. Por su personal participación en la destrucción de ese país, fue
Jacob Schiff en la tarde del día mismo en que el Zar renunció al trono, objeto
de manifestaciones en tusiastas en N u e v a York.
Toda
esta razón social es germano-hebrea, manteniendo desde siempre relaciones con
Alemania. Ignoramos por ahora el grado en que éstas siguen subsistiendo, con
relación a los sucesos que citaremos a continuación.
Es
Gran Bretaña y Francia el campo de acción de Oto Kahn. En la prensa francesa, y
como "plenipotenciario" norteamericano, anuncia lo que Norteamérica
piensa hacer frente a Europa. Es también lo bastante inglés, como para poder
nutrir la idea de presentarse como candidato a diputado. Y hasta penetra más
allá, en las regiones orientales de Europa, en territorios más bien judíos, y a
su trajín siguen siempre ciertas transformaciones, en las que se silencia
siempre cuidadosamente el nombre de Kahn.
Una
de sus más importantes hazañas fue la denuncia de una "propaganda
germanófila", con la que, según propia declaración, encendió el entusiasmo
en los corazones norteamericanos a favor de Francia. Al propio tiempo su
consocio Paul Warburg pulso las simpatías en favor de Alemania. Esta empresa
bancaria judía representa una gran orquesta internacional, que puede ejecutar
en armonioso conjunto y simultáneamente: "La bandera estrellada",
"la guardia al Rin", "La Marsellesa" y el "Dios guarde
al Rey".
Más
sobre los Warburg. Se concentra su interés, naturalmente, en Alemania. Cuando
estalló la guerra, en agosto de 1914, se hallaba Paul Warburg relacionado en
negocios con Alemania, si bien prometía quebrar tales relaciones. Sobrevino la
guerra. El gobierno judeo-norteamericano se fortaleció en Estados Unidos, y el
papel que Warburg en aquella época pudo desempeñar, ya fue demostrado
anteriormente.
Hay
tres Warburg. Félix Warburg es el segundo de ellos que vino a Norteamérica.
Poco se le cita en la publicidad norteamericana, a pesar de que es miembro del
Comité judeo-norteamericano. Honrósele con el título de rabino honorario,
conociéndosele en el mundo judío como "Haber Rabi Baruch ben Mosche",
siendo el único hebreo norteamericano a quien se le haya otorgado tal
título.
Es
Máximo Warburg quien representa a esta familia bancaria hebrea en Alemania,
cooperando con el gobierno alemán durante la guerra tal como lo hicieron sus
hermanos en Nueva York con el yanqui. Según informó el periodismo del mundo
entero, dichos hermanos se encontraron, procedentes el uno de Alemania y el
otro de Norteamérica, el año 1919. Fue en París, como representante de
"sus" respectivos gobiernos y como delegados de la Paz.
Siguen
las coincidencias: tal como en Washington los que frecuentaban la Casa Blanca
eran hebreos, en Berlín el único que poseía comunicación telefónica direca con
el Kaiser, era el semita Walter Rathenau. Lo mismo ocurría en Londres, en París
y en San Petersburgo. Rusia "perseguía" a los pobres hebreos, y sin
embargo, dominaban ya entonces el país en secreto, como lo hacen desde 1917,
públicamente y a la vista de todos.
Sin
pretender ahondar en todos los detalles secretos de este sistema de gobernar
mundialmente desde un solo centro, hasta lo expresado, para demostrar que una
sola familia de banqueros puede hundir sus manos en toda clase de sucesos
públicos, tanto políticos como económicos. La familia Warburg a la cabeza del
mundo financiero de dos países, a pesar de que estos se hallan en guerra el uno
contra el otro. La misma familia oficiando de delegados para la paz mundial con
encargo de los dos bandos, y decidiendo sobre la Liga de las Naciones. Y es la
familia Warburg la que desde ambos extremos del mundo aconseja a esta lo que
debe hacer en el porvenir. Tal vez con mayor derecho de lo que el público
sospechó, expresó cierto diario neoyorquino sus preocupaciones en un artículo
titulado: "¡Cuidado con los Warburg!".
Se
preocupa hoy Paul Warburg (¡al comienzo de la era de la Paz universal!) del
trato que sufrirá la propiedad privada en otra nueva guerra, por parte de
determinados beligerantes. Hace referencias para ello, a cierto banquero de
París, que prevé la posibilidad de una contienda franco-inglesa, y con ella los
efectos del pánico, que en tal caso tendrían necesariamente las mutuas
denuncias de los créditos bancarios de ambos bandos. Afirma Warburg:
"deberían nuestros banqueros estudiar detenidamente tan serio problema.
Con la depreciación de la propiedad privada nada tendríamos que ganar y si
mucho que perder, apoyando nosotros tal política. Es posible que en breve
seamos los tenedores únicos de valores extranjeros que correrían peligro, en el
caso de que nos viéramos envueltos en la nueva guerra. Es para mí de suma
importancia, que no ocurra nada que pudiera impedir que Norteamérica llegue a
ser el país de mayores reservas de oro en el mundo entero".
Si
insinúa el señor Warburg que los judíos norteamericanos proyectan mudar su
mercado financiero internacional a los Estados Unidos, hay que objetar a esto
con toda firmeza que la Unión no desea en absoluto esa mudanza. La Historia nos
previene con bastante insistencia, lo que significaría eso para nosotros.
Querría esto decir que, tal como una tras otras han debido hacerlo España,
Venecia, Inglaterra y Alemania, deberíamos sufrir la sospecha y el desagrado
del mundo entero por culpa de lo que los financieros hicieron allí: Hay que
tener presente muy seriamente que la mayor parte de las animosidades nacionales
del presente, son resultado de la indignación causada por las fechorías de los
financieros judíos internacionales, cometidas al amparo de hermosas frases
patrióticas. "Hicieron los ingleses tal o cual cosa", "los
alemanes pretendieron esto o lo de más allá" (se sigue diciendo todavía
hoy), en tanto que en realidad lo hicieron y pretendieron los hebreos, haciendo
las diversas naciones las veces del tablero sobre el cual los hebreos internacionales
disputaban sus partidas de ajedrez financiero.
Se
oye aún decir que los Estados Unidos hace esto o lo de más allá, "que sin
los Estados Unidos el mundo entero cambiaría muy pronto de aspecto, que los
yanquis son un pueblo avaro y sin alma". Pero ¿por qué? Porque el poderío
financiero hebreo sentó sus reales en nuestra tierra, acuñó monedas, abusando
tanto de nuestra favorable posición como de la miseria de Europa, enfrentando a
una parte del mundo contra otra, y también porque los hombres de negocios
yanquis no son en realidad tales yanquis, sino judíos, que representan en
muchos casos a su propia raza tan indignamente como a la nación
norteamericana.
Estados
Unidos no desea que el centro hebraico arraigue en este país. No deseamos
entronizarnos como un ídolo de oro sobre los demás pueblos. Queremos ayudar a
esos pueblos, más con valores reales, no en nombre ni bajo el signo del oro.
Es innegable el carácter internacional de los
Warburg. Félix Warburg mantuvo relaciones con Hamburgo más tiempo que Paul,
pero los dos casos el rompimiento parece haber sido sólo superficial. En la
misma época en que Félix Warburg abandonó la casa de banca de su hermano
Máximo, se fue también cierto Stern de su casa, en Francfort sobre el Maine.
Los dos judíos se manifestaban activamente en el bando de los aliados, atacando
cruelmente y con tenacidad suma a su vieja patria alemana.
"Imposible", dicen aquellos ingenuos que siguen creyendo que un
hebreo alemán es alemán. Nada es imposible si no se olvida que la lealtad del
hebreo pertenece única y exclusivamente a su pueblo judío. La afirmación de
éste hecho innegable tropieza siempre en el periodismo hebraizado con la más
enérgica protesta. Todo el mundo recuerda aquella repugnante película de
propaganda de guerra, "La bestia berlinesa". Fue su autor el hebreo
alemán Cal Laemmle. Su nacimiento, acaecido en Alemania, no le impidió
enriquecerse con esa película, ni esa película le impidió, tampoco, visitar
todos los años su país natal.
En
el transcurso de la guerra, la banca de Kuhn, Loeb y Cía., emitió un empréstito
del Municipio de París, que originó en Alemania debates periodísticos. Debe
observarse que en Hamburgo, sede social y domicilio privado de Máximo Warburg,
el jefe de policía ordenó a la prensa que "ulteriores discusiones periodísticas
a cerca de empréstitos emitidos por la casa bancaria Kuhn, Loeb y Cía., a favor
del Municipio de París, así como juicios desfavorables sobre el asunto se
prohibirían".
Parece,
entonces, que Máximo Warburg fue lo suficientemente emperador de su ciudad
natal, para poder suprimir por decreto cualquier discusión pública sobre las
fechorías de sus hermanos residentes en Nueva York. Los Warburg residentes hoy
en Norteamérica, tienen, en cambio, que soportar fuerza crítica, mientras sea
necesaria por sus actos.