DOCTRINA POSITIVA:
TEMA VI
La familia cristiana fundada en el matrimonio indisoluble y en la
Patria Potestad.
El hombre es un ser social por naturaleza.
Desde el principio de
su vida se presenta encuadrado en diversas formas de asociación, de las cuales
necesita para su subsistencia, crianza, educación, expansión de la
personalidad, adquisición y ejercicio de habilidades y virtudes, la salvación
de su alma. La primera sociedad natural es la familia, la más simple e
irreductible; base de todas las otras y elemento integrante de la parroquia,
del municipio, de la provincia y de la Nación. La familia es, ante todo, el
hogar que brinda la intimidad y protege el pudor de los miembros en un ambiente
recoleto y vedado para los extraños. Allí y solamente allí, encuentra el
cuidado más solícito, la individualidad de cada uno de los hijos; se atiende al
peculiar modo de ser y se perfilan los caracteres. El más fuerte lleva la carga
de los débiles y se consuman, en silencio, los mayores sacrificios. Si la
familia se relaja o deshace, el hogar se extingue y el hombre queda a la
intemperie, aislado, desamparado, desprovisto de los cuidados y afectos más
necesarios. Queda en la indigencia y a merced del Estado que la aplasta como a
un gusano con su peso de Leviatán. Quiere decir que de la unidad, cohesión,
solidez y estabilidad de la familia, dependen la unidad, cohesión, solidez y
estabilidad de la Nación. Lo que son y valen las familias es y vale la Nación.
La trascendental y decisiva importancia de la institución familiar se advierte
a través de la atención que ha querido dispensarle Dios. No sólo es una
institución de orden natural, sino que nuestra Religión Católica nos enseña su
origen divino y su divina reparación. La primera pareja, Adán y Eva, la hizo
directamente Dios comunicándoles él poder de transmitir la vida: '"Creced
y multiplicaos". Y el mismo Dios encarnado, Nuestro Señor Jesucristo, la
rehízo sobre la base de un sacramento, "el gran Sacramento", como lo
llama San Pablo. Y lo que Dios ha unido en matrimonio por la expresa voluntad
de los creyentes no puede ser dividido en la tierra por el arbitrio de los
mismos. Es tanto un vínculo sagrado como un vínculo natural de carácter
indisoluble porque sólo unidos, en mutua fidelidad, pueden cumplir plenamente
el fin de matrimonio que es engendrar, criar y educar a los hijos. Y de aquí
deriva también la patria potestad que es la autoridad del marido sobre la mujer
y de ambos sobre los hijos, asegurando la unidad indispensable del gobierno para
mejor servir el fin de la familia. Conforme con la tradición de la antigua
Roma, depurada y enaltecida por el divino magisterio de la Iglesia Católica, en
las PARTIDAS de Alfonso el Sabio se destaca esa soberanía del jefe—pater
familias— sobre el conjunto' compuesto por: "el señor de ella y su mujer,
y todos los que viven bajo su dependencia y sobre quienes tienen mandamiento,
así como los hijos, los sirvientes y los criados". La institución de la
familia en nuestra gran tradición católica e hispánica, hasta la sanción de la
Ley de Matrimonio Civil, a fines del año 1888, por un Parlamento jacobino, es
la que define y precisa la Cátedra Infalible: "La familia es el principio
de toda sociedad y de todo reino. La recta forma de esta institución, según la
misma necesidad del derecho natural, se apoya primariamente en la unión
indisoluble del varón y de la mujer, y se complementa en las obligaciones y
mutuos derechos entre padres e hijos, amos y criados" 53 León XIII, QUOD APOSTOLICI MUNERIS.. "Ninguna ley humana
puede quitar al hombre el derecho natural y primario que tiene de contraer
matrimonio, ni puede tampoco ley humana alguna poner límites a la causa
principal del matrimonio, cual lo estableció la autoridad de Dios en el
principio: “Creced y multiplicaos" 54. La doctrina católica en lo que
respecta a la familia tiene su más acabada formulación en la encíclica CASTI CONUBI
de Pío XI: "Como la familia o sociedad doméstica se concibe y de hecho
existe antes que la sociedad civil, se sigue que los derechos y deberes de
aquélla son anteriores y más inmediatamente naturales que los de ésta". Y
en lo que se refiere a la autoridad del padre y jefe de la familia, imagen de
la prioridad de Dios, nos enseña: '"La igualdad de derechos debe, sin duda
alguna, admitirse en cuanto atañe a la persona y dignidad humanas y en las
cosas que se derivan del pacto nupcial y van anexas al matrimonio, porque en
este campo ambos cónyuges gozan de los mismos derechos y están sujetos a las
mismas obligaciones; en lo demás, ha de reinar cierta desigualdad y moderación,
como exigen el bienestar de la familia, y la debida unidad y firmeza del orden
en la sociedad doméstica" La autoridad que inviste el varón —marido y
padre— está penetrada de amor, sostenida por el amor; lo cual no significa que
tenga que ser débil o complaciente. Por el contrario, a imagen y semejanza del
modelo divino debe ser justiciero y misericordioso, riguroso y tierno, a la
vez. La subordinación voluntaria y sincera de la mujer es también un acto de
amor; no debe ser algo que se soporta, sino que se quiere y acepta. Esposa y
madre, es la señora junto al señor su ayuda, su aliento, su compañera en la
misión que debe cumplir y la verdadera educadora de los hijos. Su modelo es la Virgen María, la
excelsa Madre de Dios, Señora y Reina de la gran familia humana, omnipotencia
suplicante y corredentora con su divino Hijo.
54 León XIII, RERUM
NOVARUM.
Nuestra Argentina no
ha dejado nunca de ser fiel a la tradición eminentemente mariana de la Madre
Patria. Y el espíritu jacobino no ha conseguido desarraigar el altísimo respeto
hacia la mujer que evidencia, por ejemplo, el reglamento de San Martín para uso
del Regimiento de Granaderos a Caballo, al mencionar los delitos por los cuales
un oficial debe ser arrojado del cuerpo: "10 Por poner la mano a cualquier
mujer, aunque haya sido insultado por ella". El hombre deja generalmente
la familia de donde proviene para fundar la propia. No es conveniente que la
esposa v la madre, así como los hijos menores, salgan a trabajar afuera. La
vida del hogar se resiente en su intimidad, en el diálogo, en la proximidad y
en la asistencia de los hijos, imprescindibles para una buena educación. Debe
asegurarse un salario familiar y una asistencia social suficientes para evitar
la dispersión del hogar y el desencuentro de sus miembros. La tarea docente
constituye una excepción; por cierto, continúa y completa la misión educativa
de la familia. La mujer es insustituible en el cuidado de la infancia. No se
trata, por cierto, de excluir a la mujer casada del ejercicio de otras
profesiones u oficios; pero es evidente que la ausencia durante el día, así
como una ocupación más o menos absorbente en cuestiones extrañas, no favorecen
la vida del hogar ni la educación de los hijos. La libertad, la seguridad y el
decoro de la institución familiar exigen la Propiedad Privada y la Herencia. La
posesión y uso de un patrimonio suficiente, así como la transmisión del mismo
junto con la sangre, están en el orden natural y sirven a la estabilidad,
consistencia y voluntad de perpetuar el linaje. Hay bienes para disfrutar y
bienes para obtener una renta o salario. Lo primero que necesita una familia es
la habitación, la posesión de una casa, un lugar privado, independiente,
aislado, para la vida del hogar. El bien de familia por excelencia es la casa,
el solar, la heredad. Disponer de un techo, cultivar una tierra propia, es un principio
de libertad para la familia, puesto que le procura mejores condiciones
económicas y una mayor estabilidad. La defensa del hombre, de su personalidad y
de su vida interior, reclama una casa independiente, aunque sea mínima,
habitada por una sola familia, antes que esos grandes palomares colectivos que
ahora se usan. La familia constituida como Dios manda es también el primer
organismo político dentro del Estado. Garantizada en sus libertades jurídicas y
protegida en su formación y desarrollo, debe participar por intermedio de su
jefe en la elección de las autoridades de los cuerpos administrativos,
comenzando por el municipio. Es que la familia, lo mismo que la parroquia, el
municipio, la provincia, los cuerpos docentes, culturales, militares,
profesionales, manuales, empresarios y obreros, son los órganos vivientes de la
Nación. De ellos tiene que emanar la representación más natural y mejor
calificada para constituir los organismos supremos del Estado. Los pares en
cada orden intermedio eligen a sus pares para ser representados en el gobierno.
Es la más auténtica, la más justa de las formas representativas. La familia,
institución de derecho divino y natural, está encuadrada en la misión sagrada
de la paternidad. No es del Estado, sino que se encuentra en el Estado. Debe
ser reconocida en su verdadero ser; reverenciada en su dignidad altísima;
protegida y fortalecida en su vínculo, en su misión, en su libertad por el
derecho positivo.