jueves, 19 de diciembre de 2019

POSITIVA: TEMA X-LAS FUERZAS ARMADAS DE LA NACION



DOCTRINA POSITIVA:

TEMA X

Las Fuerzas Armadas de la Nación.

Su misión específica: la defensa de los valores esenciales y permanentes; esto es, de lo que en los Reglamentos Militares se denominan Supremos Intereses de la Nación.

Las Fuerzas Armadas de la Nación son indivisibles de la existencia misma de la Patria, cuya unidad e integridad de ser, soberanía política y destino histórico, están bajo su custodia y responsabilidad. En el Occidente Cristiano, las Armas han medido tanto el espacio como la duración de cada una de las empresas de destino que son las naciones, individualidades históricas que concretan y realizan objetivamente las esencias y valores universales de la Civilización. "Lo temporal es esencialmente militar... El soldado mide la cantidad de tierra donde un pueblo no muere. Es el soldado romano que ha medido la tierra para las dos únicas grandes herencias del hombre: la filosofía y la Fe; la sabiduría y la Fe; el mundo antiguo y el mundo cristiano. Todo ha tenido necesidad de revestirse del manto romano; y también del manto militar. El soldado romano ha hecho la cuna de Dios.. . Ha sido necesario que el Imperio hiciera el mundo y la cuna temporal de la Cristiandad" 108 Charles Péguy.. Todo el honor militar está ahí; y es lo primero que debe aprender el joven argentino que abraza la carrera de las Armas. Y debe aprenderlo de tal modo que ninguna vicisitud de su carrera, ni siquiera la más adversa, ni siquiera la más injusta pueda apartarlo jamás de ese sentido del honor que surge de la conciencia lúcida de lo que sirve, de lo que debe servir a muerte: "¡Dichosos los que han muerto por la tierra carnal!" Porque en el campo de batalla se derrama la sangre inocente, como en el Calvario de Nuestro Señor Jesucristo. Dar la vida por la Patria es un acto supremo de amor al prójimo, a los que más nos necesitan; la más cumplida imitación del Sacrificio de la Cruz, en la que Dios hecho hombre se dio a Sí mismo por amor a los hombres, los que más lo necesitan. Cristo no vino a ser servido, sino a servir. El soldado está entero en el acto de servicio y su personalidad militar surge, crece y se perfila con nitidez soberana, en la medida a la renuncia a su ser y a su haber individuales, de la abnegación del propio yo. El don de sí mismo hasta el grado heroico, hasta el límite de las fuerzas, hasta caer y morir en la misión o en el puesto que le ha sido confiado en la batalla, así sea el más modesto y oscuro, se manifiesta en la personalidad del soldado en toda su grandeza humana y en el señorío pleno de su libertad. No se olvide que para Dios, que todo lo ve y lo mide en la eternidad, no hay héroe anónimo. La gloria militar es la suprema justificación humana de un verdadero pueblo, el derecho de una Nación a la existencia soberana. Por esto es que una guerra justa está en el origen de la libertad política y de la responsabilidad de una empresa de destino en la Historia Universal. La paz es buena; pero las Armas de la Patria deben estar siempre dispuestas para renovar la gloria de sus egregios orígenes, en la prueba de la guerra. La capacidad de heroísmo se mide tanto en la derrota como en la victoria. Lo que importa es que las generaciones futuras puedan sentirse orgullosas del valor de sus guerreros, suprema afirmación de ser, incluso en la adversidad, porque convierte al mal en bien, "que no está en la monta de lo que se sufre, sino en el denuedo con que se sufre" 109 Séneca.  . La espada que se desenvaina con honor se conserva inmaculada cuando hiere y mata, porque hace del sufrimiento y de la muerte servidores de la Justicia. No es verdad que las Armas destruyen simplemente. Por el contrario, aseguran y preservan, con sangre inocente que se derrama inocentemente, una tierra bendecida por Dios, de orden y de paz, de estabilidad y previsión para el trabajo útil, de intimidad para el hogar, de ocio para la contemplación, la celebración y la plegaria. Claro está que se trata de las Armas que empuñan los verdaderos soldados, los que aman su honor de caballeros cristianos y se saben libres de rodillas ante Cristo Rey, comprometiendo su fidelidad a la Santísima Virgen María, Generala de los Ejércitos de la Patria, como la proclamaron para siempre Belgrano y San Martín. La gran herencia de la Fe cristiana y de la filosofía griega, cuya expresión temporal e institucional son las dos Romas, define e identifica a nuestra Patria, nacida de la madre España; romana por la Iglesia de Cristo y romana por la noble lengua castellana, ecuménica e imperial porque sabe decir al universo entero en toda su riqueza de platónicas esencias; v porque todo lo nombra en el Nombre de Dios, el Verbo que nos ha creado y nos ha redimido. Conocer, amar y servir a la Patria es cumplir la ley de Dios que nos manda amar al prójimo; y nada nos es tan próximo como la Patria después de Dios, ni nadie necesita tanto de nosotros. El honor de servirla, el honor de morir por ella es, ante todo, el honor del soldado, 6U misma razón de ser y de existir, su misión y su gloria. Son las Armas que elevan y sostienen a la Patria en soberanía, la responsabilidad de un hombre y de un destino histórico que se cumple en un territorio estable y a través de una continuidad solidaria de generaciones unidas por la Fe de Cristo, una lengua y costumbres, recuerdos y esperanzas comunes. El hombre de armas y su estilo militar son la más acabada expresión de esa forma de vida, del arquetipo humano que distingue a las Naciones de origen hispánico: el caballero cristiano, el hidalgo que reclama para sí y para todos los hombres un trato de honor.
Hijo de algo: heredero de los que hicieron bien, vive para hacer el bien y para bien morir con la ayuda de Dios. Y ésta es la verdadera libertad del que puede hacer lo que quiere porque ama: "¡Ama y haz lo que quieras!", dice San Agustín, porque el que ama de veras sólo quiere el bien del amado. El hombre libre, señor de sus actos y de sus obras, es servidor de Dios y de su prójimo; su Patria, los suyos, sus amigos. La raíz de sus derechos individuales es la obediencia lúcida a Dios, a la Verdad y a la autoridad que cuida del Bien Común. La igualdad verdadera que proclama el hidalgo es la que se cumple en la justa proporción, cuando cada uno ocupa el lugar que le corresponde en la jerarquía social y política, según su capacidad, su mérito y su responsabilidad; sin que a nadie le esté vedado, en principio, alcanzar las más altas magistraturas y dignidades. Y la verdadera fraternidad es "la justicia que abunda más que la de los Escribas y Fariseos", la Caridad de Dios que hace preferir el Bien Común al propio bien y que nos mueve a llevar la carga de los demás cuando hace falta, así como Cristo llevó el peso de nuestros pecados y pagó el precio del rescate con su Sangre inocente. Servicio, Jerarquía y Caridad, constituyen la divisa del hidalgo, del hombre verdadero unido en Cristo al verdadero Dios. Libertad, Igualdad, Fraternidad, tal como se declama y se usa desde 1789, constituyen la divisa del hombre egoísta dividido de Dios y del prójimo, cuya libertad es la negación de toda autoridad divina y humana: avaro de sí mismo hasta la náusea, sólo quiere seguridad para "beber tranquilo su taza de té y que se hunda el mundo". No reconoce más obligaciones que las expresamente convenidas: contrato para todo lo que tenga que ver con los demás, desde el Contrato Social hasta el más insignificante convenio de trabajo. Burgués y proletario, pretende ser todo y termina dialécticamente no siendo nada en la servidumbre irremediable del Poder Financiero o del Poder Comunista, las dos caras de la misma moneda falsa. El burgués Benjamín Franklin recuerda que el tiempo es dinero. Y el agitador del proletariado Federico Engels descubre el secreto marxista de la Historia: "el alma no se reforma por la Religión sino por el trabajo. Nada de héroes, sino masas. El trabajador crea el hombre". El reino totalitario del dinero y el reino totalitario del trabajo son las formas abyectas de la esclavitud, surgidas del liberalismo anticristiano y antioccidental que proclama la libertad humana antes que la Verdad de Dios, subversión materialista y atea que es la fuente de todas las otras subversiones. El reino libre de la Cristiandad Occidental reconoce la primacía de la contemplación y de la plegaria sobre el trabajo y el dinero, porque son actividades intelectuales que están referidas a la eternidad y a lo eterno del hombre. El trabajo y el dinero se refieren, en cambio, a lo material y transitorio de esta vida temporal. Todo cuerpo social o político es una unidad de orden entre personas, en funciones de servicio, estructurada jerárquicamente y en conformidad con la justicia, o mejor, con la Caridad. El cuerpo militar es de carácter político. Su servicio es la defensa de lo esencial y permanente de la Patria o "los supremos intereses de' la Nación", como dicen los reglamentos. Su estructura es una estricta jerarquía de cuadros y de grados, en conformidad con la justicia del mérito y de la entera donación de sí mismo al bien del servicio y del cuerpo. Esta firmeza inconmovible en la unidad del orden y del fin se forja en la disciplina de su subordinación y del valor. La subordinación es "la integración en el mismo orden de todos, los que han de obedecer y los que tienen que mandar la disposición espiritual de quienes se someten a un orden, cuantos integran un ejército, desde el jefe supremo hasta el último soldado. La ordenación a que se ajusta el estado militar cuenta para asegurar la subordinación con el mecanismo de la jerarquía. La disciplina es el medio de hacer jugar este mecanismo al poner en tensión el resorte de la obediencia... la obediencia del inferior en grado al superior es el principio esencial de la subordinación... En la milicia ha de ser oficial quién sepa siempre dónde está el deber y quién esté capacitado para señalarlo... la injusticia es una evasión del orden, de la ordenación: es una insubordinación, porque la subordinación obliga por igual a todos, al superior como al inferior, al que manda como al que obedece... impone no sólo el deber de obediencia sino también el respeto y la honra a los superiores" no. Todos los que están en filas se subordinan al orden que sirven, cada uno en su puesto. Jefe es aquel cuyo servicio propio es mandar y conducir a sus subordinados. Y los que obedecen y son conducidos lo hacen con la espontaneidad y el gozo de un acto voluntario, con la confiada entrega de los que se saben bien mandados; porque es lúcida y libre la obediencia al superior que lo es de verdad, como la del superior de todos a Dios, el Caudillo Supremo.
"Este ejército que ves vago al hielo y al calor la República mejor y más política es del mundo, en que nadie espera que ser preferido pueda por la nobleza que hereda sino por la que él adquiera. Porque aquí la sangre excede el lugar que uno se hace y sin mirar cómo nace se mira cómo procede. Aquí, la más principal hazaña es obedecer".
110 Jorge Vigón, HAY UN ESTILO MILITAR DE VIDA. 111 Calderón de la Barca.
Escuela de subordinación y de valor es la milicia. El valor o fortaleza es la virtud moral que distingue y prestigia al soldado. La fortaleza comprende dos actos: soportar y atacar, resistir y acometer. Y es en la Ordenanza del Requeté, donde mejor se expresa esa doble disposición del ánimo que comprende el hábito de la fortaleza, la virtud del valor militar: "Sufre en silencio; el frío, el calor, el hambre, la sed, las enfermedades, las penas y las fatigas. Haz de la paciencia el fondo de tus sufrimientos y del valor el desahogo de tu paciencia". La educación ético política del militar lo prepara para morir y llevar a otros hombres a la muerte, en defensa de lo que hace a la esencia y al fin de la Patria: su unidad y su integridad de ser, su soberanía y su honor, el resplandor de la divina Luz sobre la tierra. No es razonable, ni justo, ni entendible siquiera, que se nombre a los militares argentinos como "soldados de la Constitución y de las leyes", cuando la Constitución y las leyes vigentes no son nada más que decretos de circunstancias revocables por el voto de las mayorías accidentales. Tiene sentido prepararse para sufrir y morir, para llevar al sufrimiento y a la muerte a sus soldados, por Dios y por la Patria, por la Palabra que no pasará nunca, por una esencia fija e inmutable, por la cifra de eternidad que hay en una persona o en una Ciudad. Pero carece de sentido hacerlo por algo accidental y mudable o por lo que es vanagloriaren la persona y en la Ciudad. Los lineamientos clásicos de la educación ética del guerrero son los que trazó Platón: "Es preciso escoger a los que van a ser guerreros con toda precaución y prepararlos por medio de la filosofía (hoy correspondería decir la sabiduría divina y humana) y de la gimnasia... nuestro propósito es que ellos adquieran un tinte indeleble de la Justicia que funda la República... y que su alma bien educada se eleve a un juicio de tal modo firme sobre las cosas que deben respetarse (y las que deben repudiarse), que nada pueda borrarlos jamás; ni el placer, que en estos casos produce mayores efectos que la cal y los lavados, ni el dolor, ni el temor, ni los deseos, que son los disolventes más activos. Es a esta potencia y a esta conservación del juicio, verdadero y justo, sobre las cosas que deben respetarse (y las que deben repudiarse) ... a lo que llamo valor y coloco en primer término" 112 LA REPÚBLICA, Libro IV. La educación ética del militar argentino es eminentemente política, porque los que se preparan para sufrir y morir por la Patria deben saber qué cosa es la Patria, la esencia y el fin, lo que la hace fuerte y lo que la debilita, lo que la confirma en su ser y lo que la niega. Deben saber el verdadero sentido y el valor del sistema institucional vigente; en qué medida es conforme o contradice al ser nacional. Y deben saber por último que la Fuerza Militar es parte constitutiva e indivisible del Poder Político y del Estado: la fuerza que funda y sostiene la soberanía, el orden y la paz. Pero no es una fuerza ciega y muda; no es un instrumento pasivo de la autoridad civil, sea cual fuere su conducta en orden a los supuestos intereses de la Nación; tampoco le debe sumisión incondicional al sistema político adoptado en un momento dado, sobre todo si se trata de una ley de circunstancias, como es el caso de la Constitución Nacional de 1853. Es, por el contrario, la reserva política obligada en el caso de crisis grave de la autoridad legal o de probada inoperancia del sistema, frente a una amenaza que compromete la existencia misma de la Patria, por ejemplo, la Guerra Revolucionaria desencadenada por el Comunismo. El militar no pertenece a una de las profesiones liberales ni socialmente útiles, como el médico, el abogado o el ingeniero civil. Su profesión es política, porque está referida vitalmente a la Soberanía del Estado, tanto en la Guerra como en la Paz. Es errónea y funesta una concepción puramente profesional del estado militar, lo mismo que una concepción abstracta del deber o una orientación civilista que lo aparta de la defensa de la Soberanía Nacional para someterlo a la Soberanía Popular; esto es, al arbitrio del número.
"Es preciso repetir que la oficialidad militar debe entender de política. Puede desentenderse —y esto no sólo es lícito sino debido— de lo que la política tiene de oficio. Lo que tiene de Ciencia ha de informar, en cambio, su vida entera. Quizá sea posible conducir rectamente a los hombres ignorando algunos misterios de las matemáticas o de la física; pero sin conocer los principios que informan la política, difícilmente podrán guiar a la juventud que se le encomienda. "Para abrir a todos el camino del deber, para hacer comprender a unos y a otros cuáles son sus deberes actuales y futuros, el oficial necesita una clarísima conciencia política" 113 Jorge Vigón, TEORÍA DEL MILITARISMO. Cabe agregar que esa educación política debe extenderse al cuadro de suboficiales, cuyo contacto con la tropa es directo y permanente, a fin de que su ejemplaridad sea completa y pueda gravitar en todos los aspectos de la conducción de la tropa; a la vez que le permite apreciar debidamente y en su verdadera significación las decisiones de la superioridad en orden a la política nacional. Se comprende la necesidad perentoria de iniciar en los cuadros de jefes, oficiales, suboficiales y tropa, incluso el personal civil de las FF.AA, el estudio de la Doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria, adecuándola a cada uno de los niveles. No hay otro modo de acción psicológica, sobre todo en el dominio mental, para contrarrestar y superar la penetración ideológica del Comunismo Marxista, del Liberalismo Masónico y de todos sus compañeros de ruta en el odio a Cristo y al Orden Católico y Occidental. Nada más urgente que el adoctrinamiento del militar argentino en la política de la Verdad que debe conocer, amar y servir a muerte, para hacer de las tres Armas un Cuerpo Místico, un verdadero Cuerpo Místico, unido, sobrenaturalmente en Cristo, en la cohesión, la estabilidad, el ímpetu y la fuerza de Dios. Cada uno de los miembros, en su nivel jerárquico, sentirá el orgullo de estar en filas, todo entero al servicio de una gran misión, en aras de la cual podrá decir con espíritu sanmartiniano: "mi vida es lo menos reservado que poseo". Caballero cristiano y cruzado, elevará a Dios desde lo profundo de su corazón la plegaria que Pío XII compuso expresamente para los militares argentinos: Que el constante recuerdo de que militamos bajo las banderas de una Nación de historial limpio y de íntegra tradición católica nos impulse continuamente a una vida cada vez más intachable y a una adhesión cada vez más perfecta a la Iglesia de Cristo y a sus salvadoras enseñanzas".