7-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
VII EL PRIMER TRUST TEATRAL ISRAELITA
La
importancia que tuvo antiguamente en los escenarios alemanes el drama Natan el
Sabio , la representa en las naciones anglo-sajonas el conocido Ben-Hur .
Demostró esta obra ser la mas eficaz pieza escénica a favor del judaísmo,
aunque no fuera esta la intención de su autor, Lew Wallace.
Parece
como si el arte y el destino se declarase al unísono contra las obras
tendenciosas, ya que de otra forma no es posible explicar el repetido fracaso
de obras escénicas francamente filosemitas. Nunca como hoy fue dable observar
tendencia mas activa en obligar al teatro dominado por los hebreos a servir de
instrumento para la apoteosis del judaísmo. Pero estos intentos todos, con una
sola excepción, fracasaron a pesar de la mas ruidosa publicidad, de las mas
favorables criticas periodísticas y de la alta protección de ciertos personajes
oficiales. Hasta cierto número de hebreos protestaron contra este intento de
querer transformar el teatro en un lugar de propaganda para enaltecer sin razón
a la harto simpática raza judía.
No
ofrecería de por si grandes motivos de queja el predominio hebreo en la vida
teatral. El hecho de que ciertos judíos, ricos, aisladamente o en grupos,
lograran arrebatar tan rica fuente de ingresos de manos de sus antiguos dueños
no-judíos, será, tal vez, cuestión de mejores facultades comerciales, gajes del
"negocio". Mas lo primordial del asunto radica en saber por qué
medios se logro tal predominio y como y con que fines se le utiliza .
Por
lo pronto, es un hecho evidente que los anteriores empresarios no-judíos
murieron pobres, siendo su principal tarea la de favorecer al arte y a sus
interpretes, y no la de lograr ganancias. En cambio, los empresarios y
realquiladores de locales judíos, suelen enriquecerse desmedidamente, dándole
al teatro un carácter de empresa puramente comercial. Conste que ya existían
los trusts teatrales cuando el concepto "trust" en las industrias se
hallaba aun en sus principios. En 1896 el Trust teatral controlaba 37 teatros
en las diversas capitales yanquis. Los dirigentes de este trust eran Klaw y
Erlanger, Nixon y Zimmermann, Haymann y Frohmann ; todos judíos, salvo
Zimmermann , cuya procedencia aun se desconoce. Se unieron a ellos mas tarde
Rich, Harris y Brookes , judíos los tres. Merced a su control, pudo el Trust
garantizar a sus compañías trabajo suficiente durante largas temporadas. Ante
esta competencia, y en especial ante el sistema de alquiler de locales, no
pudieron sostenerse las compañías independientes. Y su desaparición sirvió al
objetivo hebreo de favorecer el desarrollo de la industria del
"film", que desde sus comienzos se presento como empresa puramente
judía, no siendo necesario eliminar al elemento no-judío, porque este jamás
participo en aquella. En los teatros arruinados por el judío, y por lo tanto
vacíos, entraron las películas triunfalmente, y, como siempre, el israelita
"mató dos pájaros de un tiro".
Empero,
este desarrollo no pudo verificarse sin hallar resistencia. Actores, críticos
teatrales y un sector dilecto de opinión se alzaron en contra de ello. El fin
de esta lucha es evidente; desde comienzos del siglo actual, el Trust teatral
hebreo triunfa en toda la línea. Este trust semita convirtió el arte en simple
cuestión de dinero, funcionando con la mecánica exactitud de una empresa fabril
perfectamente dirigida. Anuló este trust toda iniciativa artística, eliminó sin
piedad toda competencia, anuló sin tregua a empresarios y actores de valor,
encarpetó obras de reconocida importancia, favoreciendo en cambio la
popularidad de dudosas eminencias, hebreas en su mayoría. Intento conquistar a
los críticos teatrales. Obras dramáticas, teatros y actores fueron negociados
como vulgares mercancías. Todo cuanto se refiere al trust judío adquirió inmediatamente
el espíritu mezquino y estrecho que solo el semita puede alentar.
¿Que
significa esto? El teatro es en la actualidad el lugar vitando de educación
para más de la mitad de nuestro pueblo. Lo que el joven observa y oye en el
escenario, lo admite inconscientemente como elemento educativo de su vida,
adaptando el ceremonial, el modo de hablar y hasta las modas, usos y costumbres
de otros pueblos, como asimismo sus conceptos de derecho y religión. Escenario
y pantalla son las fuentes en que bebe la masa popular sus conocimientos acerca
del modo de vivir y pensar de las clases acomodadas. Todo lo que de esta suerte
y de intencionadamente falso y perverso va infiltrando el hebreo a la masa
popular, no puede apreciarse ni de lejos. Asombra muchas veces lo estólido y
confuso de nuestra adolescente generación: hallamos la razón en lo
anteriormente esbozado.
Pudo
escucharse a veces en público el eco de la titánica lucha sostenida por
críticos honrados, contra el soborno brutal primero, y más tarde contra su
aniquilación definitiva por el trust hebreo. Francamente amable en un
principio, mostró el trust su insolvencia contra los empresarios, actores,
autores y críticos, una vez alcanzado el poder. Puesto que afluyeron a el
millones y publico en masas ¿de que ni de quien debió preocuparse? Cuando algún
critico opúsose a sus métodos, o señalaba el carácter vulgar, indecente e
inferior en lo ofrecido, excluyósele de los teatros del Trust, y se
"ordenó" su despido a los propietarios del periódico. La advertencia
era escuchada en la mayoría de los casos, porque tras ella iba la amenaza de
supresión de pingües anuncios teatrales. Últimamente el Trust teatral hebreo
llevaba "listas negras" de periodistas "indeseables" para
evitar su empleo en editoriales o redacciones.
No
solamente las obras, sino también el edificio es hoy lo primordial en los
teatros. De entre los literatos modernos, apenas dos o tres sobresalen. En
cambio, se construyen actualmente, únicamente en Nueva York, doce nuevos
palacios teatrales. Las butacas se arriendan por hora, al precios de 1 a 3
dólares. Es el dólar el alma de todo. El palco escénico no es sino el
cebo.
El
negocio teatral sufrió en octubre de 1920 un rudo revés, y en la misma Nueva
York los teatros arrojaron ínfimas ganancias. Quedaron sin ocupación más de
3.000 actores. En plena crisis hicieron anunciar los especuladores teatrales
Schubert - hebreos de Siracusa, pero con un pomposo apellido germano, que de
humildes porteros y vendedores ambulantes se habían elevado a la dignidad de
"Reyes del teatro" - que en Nueva York solo edificarían seis nuevos
teatros, y que habían encomendado ¡40 nuevos dramas! De estas obras, tres
poseían cierto valor artístico que no preocupaba a los Schubert. El éxito
artístico no les importaba. Estribaba su cálculo en mandar a
"fabricar" nuevas obras, y en construir teatros, que por su inversión
en capital en los respectivos edificios y obras, les garantizasen la mayor
renta. Paso inadvertida una resistencia contra tal proceder. Únicamente los
círculos dramáticos y los teatros de aficionados esparcidos por los Estados
Unidos, dan fe de un movimiento "antisemita" en este terreno.