sábado, 14 de diciembre de 2019

9-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD


9-SEGUNDA PARTE  DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD

IX LA PREPONDERANCIA SEMITA EN EL MUNDO CINEMATOGRAFICO

Desde siempre existe en el espíritu judío una irreparable contradicción entre el deseo de permanecer oculto y de lograr renombre. Se valora a veces la amistad pro-judía en el silencio benévolo, en que ocultemos su judaísmo, otras veces en lo retumbante de nuestras alabanzas. Calificar a un judío de "tal", puede servir, llegado el caso, para que se nos estigmatice de "antisemita", y otras veces, para que se nos conceptúe como "amigo de nuestro pueblo". 
Cuando observamos como, noche a noche, se apiñan las multitudes de espectadores en los cines de todo el mundo, se impone preguntarse: ¿quién las atrae? ¿quién ejerce tan mágica influencia sobre su alma y espíritu? ¿quién guía realmente esa enorme masa de ideas y sentimientos producido por el atractivo del cine? La respuesta es, que la vida cinematográfica de los Estados Unidos y del Canadá obedecen ciegamente al exclusivo control financiero e intelectual de los productores hebreos sobre "su" creada opinión pública. 
No fueron los semitas los inventores del arte de la fotografía viviente, ni aportaron nada a su perfectamiento mecánico y técnico; ninguno de los grandes actores, autores ni actrices, que ofrecieron argumentos para las películas, procedían de sus filas. Pero según la viejísima regla, de que los hebreos son siempre usufructuarios de toda la producción material y espiritual humanas, también la utilidad práctica del "film" afluyo a los eternos explotadores ocultos, y no a sus creadores o inventores conocidos. 
Revistemos a las personas de influencia predominante en las grandes compañías cinematográficas. 
Al frente de la "Famous Players" figura Adolf Zuhor, un hebreo húngaro. Este individuo, fue anteriormente vendedor de pieles, que ofrecía de puerta en puerta. Es hoy inmensamente rico y personaje prominentísimo en la quinta industria mundial. 
Hiram Abrams es el nombre del jefe de la " United Artists Corporation". Empezó como diariero y fue mas tarde propietario de un Bióscopo en el que se exhibían fotografías pornográficas. 
La "Fox Film Corporation" gira bajo el mando del judío húngaro William Fox (antiguamente Fuchs, que significa zorro en alemán, tal como en inglés Fox). También este inicio su carrera como propietario de Bióscopo, siendo antes empleado tintorero. Hoy decide sobre lo que millones de espectadores han de saber y pensar sobre los mas diversos problemas de nuestra vida. 
Marcus Loew, director de la " Metro Pictures Corporation ", comenzó también su carrera en el Bióscopo, y al parecer tiene hoy bajo sus órdenes 8 compañías productoras repartidas en el mundo entero, y personalmente dirige 105 salas de proyección. 
Carl Laemmle es director de la "Universal Film Company". Laemmle es el apellido de su madre. Se llama su padre Julius Baruch, hebreo de procedencia alemana. Hasta el año 1906 fue propietario de una tienda de confecciones. 
Son estos únicamente algunos nombres y apellidos de personajes prominentes de esta industria. Mas cuando se va descendiendo hasta el mezquino salón de un obscuro rincón ciudadano, se observa que el negocio cinematográfico es otalmente judío. Tal como lo demostraremos, los dirigentes de hoy fueron antaño ropavejeros, empresarios de baja estofa, simples obreros del ghetto. No es tal origen, de por si, un reproche para un hombre de negocios. Más tampoco es posible esperar de ellos que tenga un concepto del drama cinematográfico que combine elementos artísticos y morales. Laemmle manifestó públicamente con respecto a la empresa por el dirigida, que con ella no se propone precisamente erigirse en guardián moral de las costumbres públicas, ni del buen gusto social.
Lo que menos comprende el gran público, es el efecto publicitario del cine, no obstante ser este efecto incalculable y aun siniestro. El pequeño propietario de un cine de escasa monta es poco menos que inocente de todo esto. Compra las películas, como el comerciante tiene que comprar sus artículos al día. Ni siquiera puede elegir, debe aceptar lo que se le da. 
Atraviesa nuestro país una epidemia cinematográfica. Hay quien quisiera asistir diariamente a dos o tres funciones. Obreros, en especial los jóvenes, van, a ser posible, tarde y noche al cine, y existen mujeres tan tontas que concurren a todas las funciones que se les brindan. Aun cuando se movilizaran todas las fuerzas intelectuales, seria imposible  satisfacer tanta demanda siempre con nuevas obras, aunque sean de escaso valor dramático, pues estas han de salir de las productoras artístico-literarias a cada hora como masas de los hornos. 
Es aquí donde se prepara para los "reyes" del celuloide un gran espectáculo de reacción, pues ellos mismo provocaron un apetito tan voraz rayano en demencia, que, al fin de cuentas, no podrán satisfacer. 
Ocupémonos ahora de la publicidad y de los "publicistas". Existe por lo pronto un convenio mudo, por el cual los hebreos no deben aparecer en ella, salvo en circunstancias excepcionalmente favorables a su raza. 
La publicidad cinematográfica, apenas velada, va, ante todo, contra la comunidad religiosa nojudía. Nunca aparecerá en escena un rabino, como no sea en postura digna, rodeado de todo el ceremonial de su misión y en la forma más impresionante posible. Los sacerdotes cristianos, en cambio, y esto podrá confirmarlo cualquier aficionado al cine, están eternamente expuestos a toda índole de rebajamientos, desde la ridícula comicidad, hasta lo mas brutalmente criminal. Como en numerosas de las ocultas influencias de nuestra vida, siempre de origen hebreo, se ve aquí también una intención puramente semita, la de empequeñecer en lo posible la reverencia debida al sacerdocio cristiano. 
Jamás debe aparecer en la pantalla un judío como dueño de una "estufa", míseros talleres de sastrería, aunque todas las "estufas" pertenecen exclusivamente a judíos. En cambio, se puede impunemente hacer cualquier caricatura de un sacerdote cristiano, desde seductor de vírgenes, hasta el más vulgar de los ladrones. 
Mucha materia de reflexión ofrece el párrafo contenido en los "Protocolos de los Sabios de Sión", que expresa: "Nosotros engañamos, engatuzamos y desmoralizamos a la juventud de los infieles inculcándoles teorías y principios educativos que propenden a que el clero cristiano caiga en descrédito". Por lo tanto, debemos socavar la religión, arrancar del espíritu de los infieles los conceptos de Dios y alma, reemplazándoles por órmulas matemáticas y anhelos materiales".
Se nos ofrecen dos razones explicativas a la constante denigración de los sacerdotes: o se trata de la expresión de un natural concepto religioso, o de una tarea disolvente, intencionada ya de antiguo. Personas ingenuas admitirán la primera solución, mas existen demasiadas razones que nos obligan a admitir de preferencia la segunda formula. 
Además, la película sirve, consciente o inconscientemente, de antecámara y ensayo para peligrosas actitudes en nuestra vida de sociedad. Las revoluciones no caen del cielo, sino que se conciben y preparan. La novísima ciencia histórica llega a la conclusión de que la revolución no presenta la rebelión espontánea de las masas, sino que es obra premeditada de determinadas minorías. Jamás hubieron revoluciones populares. Siempre la civilización y la libertad sufrieron enormemente con las revoluciones. Mas cuando se desea preparara una revolución, debe efectuarse también el "ensayo". Consiste este en manifestaciones callejeras, en tumultos ante las grandes fábricas y edificios públicos, en la introducción de lecturas que explican detalladamente como se "opero" en Rusia y en Hungría. Pero es posible hacer mejor ese ensayo por medio de la película: esto es educación práctica, que hasta la mente mas obtusa puede concebir, y cuando mas cerrada, mejor. Las gentes normales, al asistir a tales funciones, menean la cabeza diciendo: "esto no pasa". Efectivamente, no lo conciben. Pero si quisieran tomarse la molestia de penetrar en el estado de ánimo de los intelectos pobres y moralmente débiles, comprenderían fácilmente el agudo sentido de tales espectáculos. Existen en la humanidad dos capas humanas de intelectualidad, y sobre la inferior planean en absoluto las tinieblas. 
El individuo honesto acepta que se adopten medidas de censura, en lo que se refiere a la representación cinematográfica de crímenes propiamente dichos. Protesta la policía de que se enseñe en las películas la técnica de asesinar con todos los detalles a un agente. Lo mismo hace el comerciante honrado contra la licencia de que se dicten cursos especiales en el arte de fracturar cajas de hierro. Partidarios de la moral pública se alzan contra el hecho de que el arte de engañar doncellas se convierta en tema principal de las películas, porque ven en ello una escuela de perversión que necesariamente ha de tener para la sociedad humana terribles consecuencias. 
Empero, dicha escuela sigue funcionando libremente. Cuanto actualmente ocurre, fruto de sentimientos violentos, fue sembrado en millones de mentes por los cines. Es posible que sea una rara coincidencia. ¿Pero son también coincidencias los hechos repetidos? 
Sigue el sistema cinematográfico varias etapas de su desarrollo. En una de ellas la participación cada vez mayor de destacados autores no-judíos al servicio de esta propaganda semita. Sus anteriores obras se adaptaron al cine, y en muchos  casos se pudo leer después el anuncio de que estos mismo autores tenia en preparación una nueva obra escrita expresamente para la pantalla. Ocurre entonces que tal obra nueva no es más que una glorificación del judaísmo. Ambición, contemplaciones para conservar cordiales relaciones con las "reyes" del celuloide, y sentido reverencial del dinero, habrán sido generalmente los motivos para este proceder.  Bajo semejantes influencias no es difícil considerara el antisemitismo como una detestable ignominia. El que como autor necesite idealizar a personas y pueblos, puede entusiasmarse naturalmente también por los hebreos. Solo un inconveniente tiene el asunto, y es que el que pretenda escapar del antisemitismo, caerá fácilmente en el otro extremo de la servidumbre de Judas. 
Consiste otra etapa en la supresión de las "estrellas, lo que implica tres grandes ventajas. En primer término se ahorran los astronómicos sueldos de dichos artistas. Se quita, además, a los espectadores el pretexto de ansiar la aparición de tal o cual "astro o estrella". Los propietarios de salas tampoco pueden decir: deseo esto o lo otro. Dado que no hay surtido de estrellas, los adquirientes no pueden poner condiciones, sino admitir lo que les ofrezca la industria productora. 
Son estos algunos hechos en relación con la vida cinematográfica, cada uno de ellos posee su importancia. Nada de todo ello menosprecia quien se ocupe seriamente de la influencia general que sobre las masas ejerce la pantalla cinematográfica. Aquellos a quienes les choquen los acontecimientos de actualidad sin podérselos explicar, hallaran en estos hechos la clave de muchos de estos acontecimientos que de otra manera quedaría siempre sumidos en un secreto inexplicable.