sábado, 14 de diciembre de 2019

13-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD


13-SEGUNDA PARTE  DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD

XIII COMO CARACTERIZA DISRAELI A LOS HEBREOS

Con frecuencia los judíos se lamentan de que no se les comprende. Siempre se les "convierte en sospechosos", siempre se les "persigue", a no ser que se les "adule" con exceso. 
Cuando los no-judíos y las Iglesias cristianas dejen de creer que los judíos de hoy no son iguales a los del Antiguo testamento, y cuando sepan lo que manda el Talmud, es indudable que el "sospechosos" se transformara en "culpables". 
Fue precedida la catástrofe de Rusia por una sistemática desfiguración del carácter nacional ruso, largamente preparada por la prensa mundial hebrea y por el servicio diplomático hebreo. Bajo los auspicios de los judíos, el nombre de Polonia fue zaherido en la prensa norteamericana, siendo el único crimen de los polacos, pretender defenderse de los judíos. Por lo visto, estas formas de "hacerse sospechosos", constituyen una exclusiva prerrogativa de los judíos. En cambio, doquiera que en el bando contrario se levante una voz previsora contra la irrupción del judaísmo y contra su oculto predominio en nuestra vida, se hablara al punto de "difamaciones". Jamás atacan los judíos una cuestión directa y lealmente, sino que su modo de luchar siempre consiste en desmentir afirmaciones nunca hechas, en tergiversaciones y en conquistarse la sentimentalidad de sus contemporáneos, y de envolver a otras personas en sus propios manejos. Pertenecen de preferencia a este último grupo los francmasones, que con estupor, observaran en estos últimos tiempos, como su buen nombre se une indisolublemente al de los judíos. Quien conozca los asuntos judíos, comprende esto perfectamente. Dos veces en la historia de los Estados Unidos fue intranquilizado el pueblo norteamericano al sentirse sojuzgado a influencias extrañas en sus asuntos públicos. Las dos veces consiguieron los actores, ocultos entre bastidores, desviar las sospechas hacia los francmasones, una vez bajo la presidencia de Jorge Washington, y otra bajo la de Adams; se publicaron libros, se pronunciaron discursos, el periodismo hizo investigaciones; nadie descubrió la influencia judía. Washington comprendió, en efecto, que las traidoras influencias no provenían de los francmasones, y descubrió huellas de las fuerzas secretas que pretendían manifestarse bajo la mascara de la francmasonería. Pero el presidente Adams no profundizó tanto. La francmasonería, finalmente, salió del asunto sin mancha, resultando que era totalmente inocente de todas estas maquinaciones. Provenían estas de una seudo-masonería francesa, al servicio de fines ateos y anárquicos, pero la gente solo vió algo que parecía ser una francmasonería, sin advertir la mano judía oculta que dirigía. Se intentó en 1826 desviar por segunda vez la atención sobre la francmasonería. 
Quedó desde entonces su buen nombre sin mácula, hasta estos últimos tiempos, en que los hebreos nuevamente intentan ocultarse tras de la masonería norteamericana. Sin embargo, los judíos pueden estar seguros de que tampoco esta vez lograran cubrirse con el escudo masónico, ni les servirá para atajar las flechas que se lanzan contra los hechos anárquicos evidentemente judíos. La francmasonería yanqui nunca tomo parte en las intrigas judías. 
Debe advertirse que, así como los judíos pretendieron abusar del nombre de la masonería para desviar sobre ella los golpes de sus adversarios, también lo intentaron hacer con el de la Compañía de Jesús. Si quisieran los jesuitas y los masones comparar todas las señales características de los medios utilizados, llegaría a dar con el mismo origen. Aunque tal intento se malogro en los dos casos, sufrió, empero, el buen renombre de las dos asociaciones. 
Se nos presenta aquí una de las muchas coincidencias concretas entre los "Protocolos" y los "hechos". Aunque los Protocolos declaran la guerra a las dos asociaciones, los judíos, intentan, sin embargo, servirse de ambas para conseguir sus fines. Dichas asociaciones sabrán en lo futuro protegerse, cuando conozcan el plan judío. Sobre este tema existen infinidad de escritos, de cuya existencia el mundo nada sabe, sino que estará reservado a la historia futura dilucidar científicamente los intentos de los semitas para servirse de la masonería y destruirla al mismo tiempo. Ese estudio demostrara como obraban las influencias judías, sin que fuera posible averiguar su procedencia. Agredían las gentes lo que tenían delante de los ojos, sin que fuera esa la fuente de sus males. Significa un gran progreso el hecho de que hoy el plan mundial sea visible y se lo vaya comprendiendo. 
El siguiente relato demostrara que los israelitas carecen del derecho de afirmar que siempre se les hace "sospechosos" recurriendo para ello al testimonio de un prominente judío, a quien sus hermanos de raza reclaman orgullosos como uno de los suyos. 
Benjamín Disraelí , que con el nombre de Lord Beaconsfield , fue presidente del Consejo de Ministros de Gran Bretaña en 1860, era judío, y de ello se jactaba, no obstante haber sido bautizado. Publico como literato varios libros, que trataban de hacer juzgar debidamente a su pueblo. 
En su obra Coningsby nos describe el carácter judío en la persona de Sidonia, de cuyo modo de ser y obrar pretendió Disraelí presentarnos, sin duda, al judío tal como el hubiera querido que lo juzgáramos en general. 
Descubre Sidonia al joven Coningsby su origen con las frases siguientes: "Profeso de la fe de los apóstoles, antes de que siguieran a su Señor". Es esta la única vez en que se habla de "fe". En cambio, en el breve prefacio de la quinta edición del año 1919, se halla cuatro veces el concepto "raza", empleado con respecto a los judíos. 
En la conversación primera entre los dos personajes se declara Sidonia partidario de la voluntad de dominar, concluyendo una discusión acerca de los grandes personajes históricos con las siguientes palabras: "Acquaviva fue general de los Jesuitas, domino sobre todos los gobiernos europeos y colonizo América, cuando no contaba aun treinta y siete años. ¡Que carrera!". 
Caracterizando a Sidonia, nos describe Disraelí a los judíos como árabes de Moisés, con lo cual pretendió fijarles una posición determinada entre las naciones del mundo. Mas adelante, en cambio, les llama árabes judíos. Formula además la tesis de que quien se resista a la voluntad hebrea caerá bajo el anatema, cuya idea alcanza y va hacia los vastos círculos cristianos. El "temor judío" es una señal evidente de ello, siendo, por tanto, cuidadosamente cultivado por los judíos. Lo elevan a lo religioso, según la frase bíblica, que dice: "Maldeciré a quien te maldiga", creyéndose con derecho de considerar toda critica de su ser como una herejía. Si los judíos fuesen conscientes de su vocación de "constituir una bendición entre los pueblos", debería cesar automáticamente en los hechos con que ahora se tornan antipáticos. Al atacar al judío, no se lo hace porque sea judío, sino porque ejecuta hechos y ejerce influencias que llevan al derrumbamiento de toda moral social, salvo que se les detenga en su marcha. 
La persecución de los judíos, de la que se ocupa Disraelí, es la realizada por la Inquisición española, basándose en motivos religiosos. Se nos describe en la siguiente forma la historia de la familia de Sidonia, tomada en una época turbulenta de la vida europea: "En oportunidad de los desórdenes en la Península Ibérica, cierto miembro de la rama menor de nuestra familia, ganó una inmensa fortuna proveyendo de material bélico a los diferenetes ejércitos combatientes". Es un hecho evidente que puede aplicarse a toda la historia de la era cristiana, que para los semitas, "perseguidos" o no, las guerras fueron siempre épocas de gran vendimia. Fueron los primeros proveedores de los ejércitos. Si abasteció aquella Sidonia a los "diferentes ejércitos", vale decir simultáneamente a los de amigos y enemigos, siguió exactamente los métodos y reglas avalados por escritos de la raza judía.
"Al firmarse la paz en previsión del inmenso porvenir financiero europeo, y confiando en la fertilidad de su ingenio, en sus profundos conocimientos de las finanzas nacionales y de sus fuentes naturales, resolvió Sidonia emigrar a Inglaterra, país con el cual, en el transcurso de los años, había anudado múltiples relaciones comerciales. Desembarcó allí con una enorme fortuna, una vez hecha la paz en Paris. Con todos sus capitales participo en el empréstito de Waterloo, cuyo éxito le convirtió en uno de los más sólidos capitalistas de Europa. Establecido en Inglaterra, volvió públicamente a profesar su judaísmo..." 
"Ya en España, previó Sidonia que Europa, luego del agotamiento de un lapso guerrero de 25 años, necesitaría capitales para retornar a sus condiciones normales. Empezarían a cosecharse los frutos de su inteligencia. Europa precisaba dinero, y Sidonia estaba dispuesto a prestárselo. Francia necesitaba algo, Austria más, Prusia un poco, Rusia dos millones. Sidonia pudo abastecer a todos ellos. El único país que se abstuvo, fue España. 
Nos pinta Disraelí el método del proceder semita en tiempos de paz y de guerra, tal como lo hicieron otros autores. Disraelí lo hace manifiestamente con el fin de glorificar al judío, en tanto que los demás pueblos tuvieron oportunidad de enterarse de lo que en tiempos de paz y de guerra se combina entre bastidores. Consta, entonces, que Sidonia facilitó dinero a todos los Estados. Pero, ¿donde lo adquirió? Durante las anteriores guerras se lo había quitado precisamente a los mismos pueblos, a los que en la paz se lo tornó a prestar con usura. Exactamente fué el mismo dinero, y los grandes financieros, que operan durante la paz y durante la guerra, son, también los mismos, o sea, El Judío Internacional, según lo comprueba Disraelí en su libro escrito con el objeto de glorificar el tipo judío. Y continua el autor: "No es difícil comprender que Sidonia, luego de recorrida en unos dos lustros la esbozada carrera, se convirtiera en uno de los personajes mas prominentes de toda Europa. En la mayor parte de las capitales estableció a un hermano u otro pariente cercano suyo, en quien podía confia r completamente. Fue amo y señor del mercado financiero mundial, y con ello, amo y señor de todo lo demás". 
¿No es, acaso la quintaesencia del judío internacional lo que Disraelí nos describe aquí, lleno de orgullo y admiración? Pero ¿no se elevaría al punto el grito de "persecución" y "odio" si un autor no-judío osara pintarnos este mismo cuadro con la simple indicación de que no es precisamente en beneficio y provecho de la humanidad el que una cáfila de judíos se erigieran en "amos y señores del mercado financiero mundial" y por ende en "amos y señores de todo lo demás"? 
Nos facilita la citada novela, raros indicios de la intromisión hebrea en la Compañía de Jesús. "El joven Sidonia tuvo suerte con el preceptor que su padre le había buscado, mentor que se dedico con verdadero ahínco a perfeccionar su fino espíritu y su educación. Había sido antes de la revolución padre jesuita y mas tarde fue relegado por su actuación liberal, mas siendo entonces miembro del Parlamento español, siguió siendo Rebello judío. Halló en su discípulo esa temprana madurez del espíritu con que se distingue el espíritu árabe". Llevóle también la carrera de Sidonia al predominio mundial intelectual. Viajó por todas las partes del mundo, escudriñó todos los secretos, y regresó a casa llevando, como quien dice, el mundo en su bolsillo; era un hombre completamente carente de sentimentalismos y otras sensibilidades. "No había en toda Europa un sólo aventurero con quien no estuviera Sidonia en relaciones. No existía ministro de Estado que dispusiera tantas relaciones con agentes secretos y espías políticos. Se mantuvo en contacto con toda la hez de la humanidad. La lista íntegra de todas sus relaciones con griegos, armenios, moros, tártaros, gitanos, polacos ambulantes y carbonarios, proyectaría clara luz sobre las fuerzas subterráneas, de las que, en gene ral, el mundo sabe tan poca cosa, pero que ejercen una tan decisiva influencia sobre los grandes acontecimientos... Fué la historia oculta su manía, siendo su juego predilecto ir comparando las energías propulsoras oculta s detrás de los grandes acontecimientos, con lo engaño samente dado a la publicidad". 
Tenemos aquí al judío internacional tal cual es. Al teórico personaje de los "Protocolos de los sabios de Sión", cuyos dedos saben pulsar todas las cuerdas del saber y del sentir humano, y que al propio tiempo dirige y manda la potencia más brutal, que existe en este mundo: el dinero. Si un autor no-judío hubiese osado pintarnos así a Sidonia con todas las realistas características de su raza y de su historia, se lo habría expuesto a todas las presiones. Disraelí, en cambio, pudo permitirse ese lujo, y lo hizo tan francamente y con tanta desnudez, que casi se podría sospechar que su intento fue ofrecer al mundo una neta advertencia. 
Todo lo que Disraelí nos refiere de Sidonia, refleja a los demás judíos. Es también, el retrato, deducción hecha acaso del elevado grado de su educación, de ciertos preponderantes judíos norteamericanos que actúan en los círculos aristocráticos, sin por ello abandonar su trato con aventureros, agentes secretos, espías políticos, con hebreos enmascarados, y con las potencias subterráneas, de las que la humanidad, en general, poca cosa sabe. 
Esta serie de alzas y bajas constituye el secreto del poderío judío, el que para relacionarse ignora lo indecoroso. A judío alguno se le expulsa de su comunidad por un delito cometido en detrimento de los no-judíos, sino que, según su carácter y sus facultades, hallara siempre una situación adecuada. 
Ciertos hebreos neoyorquinos pertenecientes a la "alta sociedad" no dejaran de recordar, seguramente sus intimas relaciones con el "aventurero" que abandono los Estados Unidos para destruir la Rusia zarista. A otros, en cambio, les resultaría muy incomodo el que se mencionasen sus relaciones con "agentes secretos y espías políticos". Es Sidonia el prototipo del judío internacional y también del existente en Norteamérica. 
Hasta ahora se nos habló del curso exterior de la existencia de Sidonia. Después este habla de si mismo, lo que se hace "a mayor gloria del judaísmo" en general. Extiéndese sobre las injusticias que su pueblo debe sufrir en Inglaterra. Siempre la misma condición: mientras se educan del sumo poder, suscian aun la compasión para los desdichados judíos siempre injustamente perseguidos. La novela a que nos referimos se publicó en 1844 y, sin embargo, refleja todavía, y hasta en los mínimos detalles, la actualidad existente en la Inglaterra contemporánea... "Desde que vuestra sociedad inglesa cayo en el desorden, el pueblo judío, hasta entonces leal, se va colocando en una misma fila con los niveladores políticos, resuelto a favorecer una política en la que puede perder vida y haciendas, antes que supeditarse a un sistema que le denigra". Por niveladores políticos debemos entender aquellas ideas políticas y religiosas mal llamadas "liberales", que tan amplio espacio ocupan en los famosos "Protocolos", y que, impotentes para edificar nada por sus propias fuerzas positivas, no ansían sino destruir el orden existente.
Nos facilita también esta última frase citada la respuesta de Disraelí a la pregunta de ¿por qué habían los judíos de ayudar al bolcheviquismo, cuando sufrían bajo su régimen? O esta otra: si realmente fuéramos omnipotentes, ¿por que padeceríamos también bajo los desórdenes reinantes en el mundo? Resulta que todo desorden representa un peldaño en el camino hacia el predominio mundial hebreo, y por este ideal cada judío aguanta voluntarioso todos los sufrimientos. Empero, no tiene que sufrir los judíos jamás tanto como en igualdad de circunstancias sufren los no-judíos. En Rusia, por ejemplo, los soviets dejan importar toda clase de vituallas para los judíos. Cantidad de "victimas hambrientas de la guerra" están en perfectas condiciones de poder pagar hasta los más elevados pasajes para Norteamérica. Sus padecimientos, relativamente ínfimos, los soportan en la seguridad de que cada catástrofe de la sociedad humana les brinda una oportunidad para acerca algo más sus garras a los centros del poder, en este mundo. 
Según las instrucciones impartidas en los "Protocolos", lo hebreos derrumban el orden existente, propagando "ideas". Expresa Sidonia: "En una crisis política perdieron los conservadores una banca, porque los judíos votaron en contra de ellos. La Iglesia, preocupada por el plan de una universidad liberal, se entera, satisfecha, de que no se reúnen para ello las sumas necesarias: un judío adelanta entonces los fondos, suministrando lo necesario... Y a cada generación que pasa, saben tornarse mas peligrosos en su poderío contra la sociedad, que se les muestra hostil". Han pasado desde entonces varias generaciones. Cada orden societario no-judío es considerado por el hebreo como una organización hostil, a la que debe derrumbar. Disraelí fue un profeta; sus palabras se cumplieron: con cada generación los judíos se hicieron más peligrosos y más poderosos. El grado de peligro se evidencia a cada mirada lanzada a nuestro alrededor. 
Sidonia añade: "Le dije ya que pensaba irme mañana a la capital, porque me impuse la regla de estar presente siempre cuando se trata de algo político. Por lo demás, de nada me ocupo. Leo en los diarios sobre guerra y paz sin alterarme, salvo que me entere de que alguno que otro soberano precisa dinero; se entonces que los monarcas nos necesitan". No desempeñaba Sidonia cargo público alguno. Todavía no había madurado su tiempo. Pero mucho antes de que lograra satisfacer su ambición de ejercer poderes públicamente, ya se manifestaban estos clandestinamente, y esta forma mostróse muchísimo más eficaz que no la publica. Puede decirse que cuantos más judíos desempeñan cargos públicos, tanto mayor es también su secreto poderío. 
"Dos años ha que Rusia dirigióse a nosotros, aunque entre la Corte de San Petersburgo y mi familia jamás hayan existido relaciones amistosas, sino que en tal caso servían de intermediarios nuestros amigos holandeses. Nuestras manifestaciones en pro de los hebreos polacos, el grupo más numeroso, y también más desdeñado de nuestro pueblo, no fueron precisamente muy gratas al Zar. Empero, obligaban las circunstancias a una aproximación entre los Romanof y los Sidonia. Decidí ir a San Petersburgo. Apenas llegue, me entreviste con el conde de Cancrin, ministro de Hacienda ruso: halle al hijo de un hebreo lituano. Se relacionaba el empréstito con los sucesos de España. Mantuve allí una entrevista con el ministro Mendizábal, reconociendo en el a un correligionario, hijo de un neocristiano, antes hebreo aragonés". 
"A consecuencia de los rumores circulantes en Madrid, me fui directamente a París, para tratar con el jefe del gabinete francés, y ¿que veo? ¡Al hijo de un hebreo francés, un héroe, un mariscal del Imperio!". 
Si comprendiera hoy Sidonia otro viaje circular, hallaría en todas partes, donde otrora viera a un judío, catervas de hebreos, y siempre desempeñando los cargos mas elevados. Y mas aun, cuando prolongara su viaje a los Estados Unidos, ¡que enorme numero de apellidos hebreos en los círculos oficiales de Washington y Nueva York sonarían a sus oídos! En un Consorcio en que viera algún nojudío aislado le parecería un extraño, a quien los hebreos hubieran permitido la entrada. 
"Fué el resultado de nuestras conferencias que se invitaría a cualquier potencia norteña a que intercediera amigablemente. Acordamos que esta fuera Prusia, y el jefe del gabinete invitó al ministro prusiano a un viaje a Paris, y en efecto, allí llegó breves días después. Entró el conde de Arnim , y ¡me encontré ante un judío prusiano!". 
"Ya ve usted, querido Coningsby, que el mundo es gobernado por personajes totalmente distintos de lo que creen los que desconocen la vida de entre bastidores". 
Así es, efectivamente; pero ¿por que no ha de mirar el mundo alguna vez, también, detrás de esos bastidores? 
Y siguen ahora las más trascendentales palabras que Disraelí escribiera; palabras que obligan casi a suponer que las escribió con la idea de prevenir al mundo sobre las ambiciones judías. 
"Jamás advertirá usted en Europa un gran movimiento espiritual en el que no participen los hebreos en alto grado. Fueron judíos los primeros jesuítas. La misteriosa política rusa, que preocupa a toda la Europa occidental, es organizada y realizada en parte, por hebreos. La terrible revolución que se va preparando en estos momentos en Alemania, y que realmente se convertirá en una segunda Reforma, pero de la que hasta este momento en Inglaterra se sabe tan poca cosa, se va desarrollando totalmente bajo los activo s auspicios de los judíos". 
Dicen los judíos que los "Protocolos de los sabios de Sión" son una pura invención; ¿Disraelí lo es también? ¿Desconocía a su pueblo? O ¿es que son sus retratos, por el contrario, de sumo realismo? Y ¿que es lo que nos dice este autor judío? Que en Rusia, donde los hebreos, según sus eternas quejas, se hallan más "oprimidos" que en parte alguna, tenían en realidad las riendas. Profetizando la revolución futura en Alemania, de la que ningún alemán tenia la mínima idea, nos comprueba cuan magníficamente dominan los hebreos la técnica revolucionaria. ¿Como resulto posible que lo predijera? Porque se preparaba la revolución bajo los secretos auspicios de judíos, y porque (y no precisamente el hombre de Estado) Disraelí sabia que, tanto en su origen, como en su desarrollo y en sus fines, fue ni mas ni menos judía. 
Es indiscutible un hecho: que Disraelí escribió la pura verdad, mostrando su pueblo al mundo tal cual es. Su descripción del poderío hebreo, de sus fines y sus métodos, es por eso tan verídico. No esta solo observado con el ojo del artista, sino que se complementa con pinceladas de la comprensión y consentimiento hermanados. ¿Que por que lo hizo? ¡Por grandilocuencia, esa peculiaridad del carácter hebreo, tan peligroso siempre a sus secretos! O ¿es que quizá le impelía su conciencia a descubrir al mundo los planes ocultos del pueblo de Judas? 
Conste de cualquier modo que dijo la verdad, sin que sus hermanos de raza puedan o deban desmentirle por "sospechoso".