13-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
XIII COMO CARACTERIZA DISRAELI A LOS HEBREOS
Con
frecuencia los judíos se lamentan de que no se les comprende. Siempre se les
"convierte en sospechosos", siempre se les "persigue", a no
ser que se les "adule" con exceso.
Cuando
los no-judíos y las Iglesias cristianas dejen de creer que los judíos de hoy no
son iguales a los del Antiguo testamento, y cuando sepan lo que manda el
Talmud, es indudable que el "sospechosos" se transformara en
"culpables".
Fue
precedida la catástrofe de Rusia por una sistemática desfiguración del carácter
nacional ruso, largamente preparada por la prensa mundial hebrea y por el
servicio diplomático hebreo. Bajo los auspicios de los judíos, el nombre de
Polonia fue zaherido en la prensa norteamericana, siendo el único crimen de los
polacos, pretender defenderse de los judíos. Por lo visto, estas formas de
"hacerse sospechosos", constituyen una exclusiva prerrogativa de los
judíos. En cambio, doquiera que en el bando contrario se levante una voz
previsora contra la irrupción del judaísmo y contra su oculto predominio en
nuestra vida, se hablara al punto de "difamaciones". Jamás atacan los
judíos una cuestión directa y lealmente, sino que su modo de luchar siempre
consiste en desmentir afirmaciones nunca hechas, en tergiversaciones y en
conquistarse la sentimentalidad de sus contemporáneos, y de envolver a otras
personas en sus propios manejos. Pertenecen de preferencia a este último grupo
los francmasones, que con estupor, observaran en estos últimos tiempos, como su
buen nombre se une indisolublemente al de los judíos. Quien conozca los asuntos
judíos, comprende esto perfectamente. Dos veces en la historia de los Estados
Unidos fue intranquilizado el pueblo norteamericano al sentirse sojuzgado a
influencias extrañas en sus asuntos públicos. Las dos veces consiguieron los
actores, ocultos entre bastidores, desviar las sospechas hacia los
francmasones, una vez bajo la presidencia de Jorge Washington, y otra bajo la
de Adams; se publicaron libros, se pronunciaron discursos, el periodismo hizo
investigaciones; nadie descubrió la influencia judía. Washington comprendió, en
efecto, que las traidoras influencias no provenían de los francmasones, y
descubrió huellas de las fuerzas secretas que pretendían manifestarse bajo la
mascara de la francmasonería. Pero el presidente Adams no profundizó tanto. La
francmasonería, finalmente, salió del asunto sin mancha, resultando que era
totalmente inocente de todas estas maquinaciones. Provenían estas de una
seudo-masonería francesa, al servicio de fines ateos y anárquicos, pero la
gente solo vió algo que parecía ser una francmasonería, sin advertir la mano
judía oculta que dirigía. Se intentó en 1826 desviar por segunda vez la
atención sobre la francmasonería.
Quedó
desde entonces su buen nombre sin mácula, hasta estos últimos tiempos, en que
los hebreos nuevamente intentan ocultarse tras de la masonería norteamericana.
Sin embargo, los judíos pueden estar seguros de que tampoco esta vez lograran
cubrirse con el escudo masónico, ni les servirá para atajar las flechas que se
lanzan contra los hechos anárquicos evidentemente judíos. La francmasonería
yanqui nunca tomo parte en las intrigas judías.
Debe
advertirse que, así como los judíos pretendieron abusar del nombre de la
masonería para desviar sobre ella los golpes de sus adversarios, también lo
intentaron hacer con el de la Compañía de Jesús. Si quisieran los jesuitas y
los masones comparar todas las señales características de los medios
utilizados, llegaría a dar con el mismo origen. Aunque tal intento se malogro
en los dos casos, sufrió, empero, el buen renombre de las dos
asociaciones.
Se
nos presenta aquí una de las muchas coincidencias concretas entre los
"Protocolos" y los "hechos". Aunque los Protocolos declaran
la guerra a las dos asociaciones, los judíos, intentan, sin embargo, servirse
de ambas para conseguir sus fines. Dichas asociaciones sabrán en lo futuro
protegerse, cuando conozcan el plan judío. Sobre este tema existen infinidad de
escritos, de cuya existencia el mundo nada sabe, sino que estará reservado a la
historia futura dilucidar científicamente los intentos de los semitas para
servirse de la masonería y destruirla al mismo tiempo. Ese estudio demostrara
como obraban las influencias judías, sin que fuera posible averiguar su
procedencia. Agredían las gentes lo que tenían delante de los ojos, sin que
fuera esa la fuente de sus males. Significa un gran progreso el hecho de que
hoy el plan mundial sea visible y se lo vaya comprendiendo.
El
siguiente relato demostrara que los israelitas carecen del derecho de afirmar
que siempre se les hace "sospechosos" recurriendo para ello al
testimonio de un prominente judío, a quien sus hermanos de raza reclaman
orgullosos como uno de los suyos.
Benjamín
Disraelí , que con el nombre de Lord Beaconsfield , fue presidente del Consejo
de Ministros de Gran Bretaña en 1860, era judío, y de ello se jactaba, no
obstante haber sido bautizado. Publico como literato varios libros, que
trataban de hacer juzgar debidamente a su pueblo.
En
su obra Coningsby nos describe el carácter judío en la persona de Sidonia, de
cuyo modo de ser y obrar pretendió Disraelí presentarnos, sin duda, al judío
tal como el hubiera querido que lo juzgáramos en general.
Descubre
Sidonia al joven Coningsby su origen con las frases siguientes: "Profeso
de la fe de los apóstoles, antes de que siguieran a su Señor". Es esta la
única vez en que se habla de "fe". En cambio, en el breve prefacio de
la quinta edición del año 1919, se halla cuatro veces el concepto
"raza", empleado con respecto a los judíos.
En
la conversación primera entre los dos personajes se declara Sidonia partidario
de la voluntad de dominar, concluyendo una discusión acerca de los grandes
personajes históricos con las siguientes palabras: "Acquaviva fue general
de los Jesuitas, domino sobre todos los gobiernos europeos y colonizo América,
cuando no contaba aun treinta y siete años. ¡Que carrera!".
Caracterizando
a Sidonia, nos describe Disraelí a los judíos como árabes de Moisés, con lo
cual pretendió fijarles una posición determinada entre las naciones del mundo.
Mas adelante, en cambio, les llama árabes judíos. Formula además la tesis de
que quien se resista a la voluntad hebrea caerá bajo el anatema, cuya idea
alcanza y va hacia los vastos círculos cristianos. El "temor judío"
es una señal evidente de ello, siendo, por tanto, cuidadosamente cultivado por
los judíos. Lo elevan a lo religioso, según la frase bíblica, que dice:
"Maldeciré a quien te maldiga", creyéndose con derecho de considerar
toda critica de su ser como una herejía. Si los judíos fuesen conscientes de su
vocación de "constituir una bendición entre los pueblos", debería
cesar automáticamente en los hechos con que ahora se tornan antipáticos. Al
atacar al judío, no se lo hace porque sea judío, sino porque ejecuta hechos y
ejerce influencias que llevan al derrumbamiento de toda moral social, salvo que
se les detenga en su marcha.
La
persecución de los judíos, de la que se ocupa Disraelí, es la realizada por la
Inquisición española, basándose en motivos religiosos. Se nos describe en la
siguiente forma la historia de la familia de Sidonia, tomada en una época
turbulenta de la vida europea: "En oportunidad de los desórdenes en la
Península Ibérica, cierto miembro de la rama menor de nuestra familia, ganó una
inmensa fortuna proveyendo de material bélico a los diferenetes ejércitos
combatientes". Es un hecho evidente que puede aplicarse a toda la historia
de la era cristiana, que para los semitas, "perseguidos" o no, las
guerras fueron siempre épocas de gran vendimia. Fueron los primeros proveedores
de los ejércitos. Si abasteció aquella Sidonia a los "diferentes
ejércitos", vale decir simultáneamente a los de amigos y enemigos, siguió
exactamente los métodos y reglas avalados por escritos de la raza judía.
"Al
firmarse la paz en previsión del inmenso porvenir financiero europeo, y
confiando en la fertilidad de su ingenio, en sus profundos conocimientos de las
finanzas nacionales y de sus fuentes naturales, resolvió Sidonia emigrar a
Inglaterra, país con el cual, en el transcurso de los años, había anudado
múltiples relaciones comerciales. Desembarcó allí con una enorme fortuna, una
vez hecha la paz en Paris. Con todos sus capitales participo en el empréstito
de Waterloo, cuyo éxito le convirtió en uno de los más sólidos capitalistas de
Europa. Establecido en Inglaterra, volvió públicamente a profesar su
judaísmo..."
"Ya
en España, previó Sidonia que Europa, luego del agotamiento de un lapso
guerrero de 25 años, necesitaría capitales para retornar a sus condiciones
normales. Empezarían a cosecharse los frutos de su inteligencia. Europa
precisaba dinero, y Sidonia estaba dispuesto a prestárselo. Francia necesitaba
algo, Austria más, Prusia un poco, Rusia dos millones. Sidonia pudo abastecer a
todos ellos. El único país que se abstuvo, fue España.
Nos
pinta Disraelí el método del proceder semita en tiempos de paz y de guerra, tal
como lo hicieron otros autores. Disraelí lo hace manifiestamente con el fin de
glorificar al judío, en tanto que los demás pueblos tuvieron oportunidad de
enterarse de lo que en tiempos de paz y de guerra se combina entre bastidores.
Consta, entonces, que Sidonia facilitó dinero a todos los Estados. Pero, ¿donde
lo adquirió? Durante las anteriores guerras se lo había quitado precisamente a
los mismos pueblos, a los que en la paz se lo tornó a prestar con usura.
Exactamente fué el mismo dinero, y los grandes financieros, que operan durante
la paz y durante la guerra, son, también los mismos, o sea, El Judío
Internacional, según lo comprueba Disraelí en su libro escrito con el objeto de
glorificar el tipo judío. Y continua el autor: "No es difícil comprender
que Sidonia, luego de recorrida en unos dos lustros la esbozada carrera, se
convirtiera en uno de los personajes mas prominentes de toda Europa. En la
mayor parte de las capitales estableció a un hermano u otro pariente cercano
suyo, en quien podía confia r completamente. Fue amo y señor del mercado
financiero mundial, y con ello, amo y señor de todo lo demás".
¿No
es, acaso la quintaesencia del judío internacional lo que Disraelí nos describe
aquí, lleno de orgullo y admiración? Pero ¿no se elevaría al punto el grito de
"persecución" y "odio" si un autor no-judío osara pintarnos
este mismo cuadro con la simple indicación de que no es precisamente en
beneficio y provecho de la humanidad el que una cáfila de judíos se erigieran
en "amos y señores del mercado financiero mundial" y por ende en
"amos y señores de todo lo demás"?
Nos
facilita la citada novela, raros indicios de la intromisión hebrea en la
Compañía de Jesús. "El joven Sidonia tuvo suerte con el preceptor que su
padre le había buscado, mentor que se dedico con verdadero ahínco a
perfeccionar su fino espíritu y su educación. Había sido antes de la revolución
padre jesuita y mas tarde fue relegado por su actuación liberal, mas siendo
entonces miembro del Parlamento español, siguió siendo Rebello judío. Halló en
su discípulo esa temprana madurez del espíritu con que se distingue el espíritu
árabe". Llevóle también la carrera de Sidonia al predominio mundial
intelectual. Viajó por todas las partes del mundo, escudriñó todos los
secretos, y regresó a casa llevando, como quien dice, el mundo en su bolsillo;
era un hombre completamente carente de sentimentalismos y otras sensibilidades.
"No había en toda Europa un sólo aventurero con quien no estuviera Sidonia
en relaciones. No existía ministro de Estado que dispusiera tantas relaciones
con agentes secretos y espías políticos. Se mantuvo en contacto con toda la hez
de la humanidad. La lista íntegra de todas sus relaciones con griegos,
armenios, moros, tártaros, gitanos, polacos ambulantes y carbonarios,
proyectaría clara luz sobre las fuerzas subterráneas, de las que, en gene ral,
el mundo sabe tan poca cosa, pero que ejercen una tan decisiva influencia sobre
los grandes acontecimientos... Fué la historia oculta su manía, siendo su juego
predilecto ir comparando las energías propulsoras oculta s detrás de los
grandes acontecimientos, con lo engaño samente dado a la publicidad".
Tenemos
aquí al judío internacional tal cual es. Al teórico personaje de los
"Protocolos de los sabios de Sión", cuyos dedos saben pulsar todas
las cuerdas del saber y del sentir humano, y que al propio tiempo dirige y
manda la potencia más brutal, que existe en este mundo: el dinero. Si un autor
no-judío hubiese osado pintarnos así a Sidonia con todas las realistas
características de su raza y de su historia, se lo habría expuesto a todas las
presiones. Disraelí, en cambio, pudo permitirse ese lujo, y lo hizo tan
francamente y con tanta desnudez, que casi se podría sospechar que su intento
fue ofrecer al mundo una neta advertencia.
Todo
lo que Disraelí nos refiere de Sidonia, refleja a los demás judíos. Es también,
el retrato, deducción hecha acaso del elevado grado de su educación, de ciertos
preponderantes judíos norteamericanos que actúan en los círculos
aristocráticos, sin por ello abandonar su trato con aventureros, agentes
secretos, espías políticos, con hebreos enmascarados, y con las potencias
subterráneas, de las que la humanidad, en general, poca cosa sabe.
Esta
serie de alzas y bajas constituye el secreto del poderío judío, el que para
relacionarse ignora lo indecoroso. A judío alguno se le expulsa de su comunidad
por un delito cometido en detrimento de los no-judíos, sino que, según su
carácter y sus facultades, hallara siempre una situación adecuada.
Ciertos
hebreos neoyorquinos pertenecientes a la "alta sociedad" no dejaran
de recordar, seguramente sus intimas relaciones con el "aventurero"
que abandono los Estados Unidos para destruir la Rusia zarista. A otros, en
cambio, les resultaría muy incomodo el que se mencionasen sus relaciones con
"agentes secretos y espías políticos". Es Sidonia el prototipo del
judío internacional y también del existente en Norteamérica.
Hasta
ahora se nos habló del curso exterior de la existencia de Sidonia. Después este
habla de si mismo, lo que se hace "a mayor gloria del judaísmo" en
general. Extiéndese sobre las injusticias que su pueblo debe sufrir en
Inglaterra. Siempre la misma condición: mientras se educan del sumo poder,
suscian aun la compasión para los desdichados judíos siempre injustamente
perseguidos. La novela a que nos referimos se publicó en 1844 y, sin embargo,
refleja todavía, y hasta en los mínimos detalles, la actualidad existente en la
Inglaterra contemporánea... "Desde que vuestra sociedad inglesa cayo en el
desorden, el pueblo judío, hasta entonces leal, se va colocando en una misma
fila con los niveladores políticos, resuelto a favorecer una política en la que
puede perder vida y haciendas, antes que supeditarse a un sistema que le
denigra". Por niveladores políticos debemos entender aquellas ideas
políticas y religiosas mal llamadas "liberales", que tan amplio
espacio ocupan en los famosos "Protocolos", y que, impotentes para
edificar nada por sus propias fuerzas positivas, no ansían sino destruir el
orden existente.
Nos
facilita también esta última frase citada la respuesta de Disraelí a la
pregunta de ¿por qué habían los judíos de ayudar al bolcheviquismo, cuando
sufrían bajo su régimen? O esta otra: si realmente fuéramos omnipotentes, ¿por
que padeceríamos también bajo los desórdenes reinantes en el mundo? Resulta que
todo desorden representa un peldaño en el camino hacia el predominio mundial
hebreo, y por este ideal cada judío aguanta voluntarioso todos los
sufrimientos. Empero, no tiene que sufrir los judíos jamás tanto como en
igualdad de circunstancias sufren los no-judíos. En Rusia, por ejemplo, los
soviets dejan importar toda clase de vituallas para los judíos. Cantidad de
"victimas hambrientas de la guerra" están en perfectas condiciones de
poder pagar hasta los más elevados pasajes para Norteamérica. Sus
padecimientos, relativamente ínfimos, los soportan en la seguridad de que cada
catástrofe de la sociedad humana les brinda una oportunidad para acerca algo
más sus garras a los centros del poder, en este mundo.
Según
las instrucciones impartidas en los "Protocolos", lo hebreos
derrumban el orden existente, propagando "ideas". Expresa Sidonia:
"En una crisis política perdieron los conservadores una banca, porque los
judíos votaron en contra de ellos. La Iglesia, preocupada por el plan de una
universidad liberal, se entera, satisfecha, de que no se reúnen para ello las
sumas necesarias: un judío adelanta entonces los fondos, suministrando lo
necesario... Y a cada generación que pasa, saben tornarse mas peligrosos en su
poderío contra la sociedad, que se les muestra hostil". Han pasado desde
entonces varias generaciones. Cada orden societario no-judío es considerado por
el hebreo como una organización hostil, a la que debe derrumbar. Disraelí fue
un profeta; sus palabras se cumplieron: con cada generación los judíos se
hicieron más peligrosos y más poderosos. El grado de peligro se evidencia a
cada mirada lanzada a nuestro alrededor.
Sidonia
añade: "Le dije ya que pensaba irme mañana a la capital, porque me impuse
la regla de estar presente siempre cuando se trata de algo político. Por lo
demás, de nada me ocupo. Leo en los diarios sobre guerra y paz sin alterarme,
salvo que me entere de que alguno que otro soberano precisa dinero; se entonces
que los monarcas nos necesitan". No desempeñaba Sidonia cargo público
alguno. Todavía no había madurado su tiempo. Pero mucho antes de que lograra
satisfacer su ambición de ejercer poderes públicamente, ya se manifestaban
estos clandestinamente, y esta forma mostróse muchísimo más eficaz que no la publica.
Puede decirse que cuantos más judíos desempeñan cargos públicos, tanto mayor es
también su secreto poderío.
"Dos
años ha que Rusia dirigióse a nosotros, aunque entre la Corte de San
Petersburgo y mi familia jamás hayan existido relaciones amistosas, sino que en
tal caso servían de intermediarios nuestros amigos holandeses. Nuestras
manifestaciones en pro de los hebreos polacos, el grupo más numeroso, y también
más desdeñado de nuestro pueblo, no fueron precisamente muy gratas al Zar.
Empero, obligaban las circunstancias a una aproximación entre los Romanof y los
Sidonia. Decidí ir a San Petersburgo. Apenas llegue, me entreviste con el conde
de Cancrin, ministro de Hacienda ruso: halle al hijo de un hebreo lituano. Se
relacionaba el empréstito con los sucesos de España. Mantuve allí una
entrevista con el ministro Mendizábal, reconociendo en el a un correligionario,
hijo de un neocristiano, antes hebreo aragonés".
"A
consecuencia de los rumores circulantes en Madrid, me fui directamente a París,
para tratar con el jefe del gabinete francés, y ¿que veo? ¡Al hijo de un hebreo
francés, un héroe, un mariscal del Imperio!".
Si
comprendiera hoy Sidonia otro viaje circular, hallaría en todas partes, donde
otrora viera a un judío, catervas de hebreos, y siempre desempeñando los cargos
mas elevados. Y mas aun, cuando prolongara su viaje a los Estados Unidos, ¡que
enorme numero de apellidos hebreos en los círculos oficiales de Washington y
Nueva York sonarían a sus oídos! En un Consorcio en que viera algún nojudío
aislado le parecería un extraño, a quien los hebreos hubieran permitido la
entrada.
"Fué
el resultado de nuestras conferencias que se invitaría a cualquier potencia
norteña a que intercediera amigablemente. Acordamos que esta fuera Prusia, y el
jefe del gabinete invitó al ministro prusiano a un viaje a Paris, y en efecto,
allí llegó breves días después. Entró el conde de Arnim , y ¡me encontré ante
un judío prusiano!".
"Ya
ve usted, querido Coningsby, que el mundo es gobernado por personajes totalmente
distintos de lo que creen los que desconocen la vida de entre bastidores".
Así
es, efectivamente; pero ¿por que no ha de mirar el mundo alguna vez, también,
detrás de esos bastidores?
Y
siguen ahora las más trascendentales palabras que Disraelí escribiera; palabras
que obligan casi a suponer que las escribió con la idea de prevenir al mundo
sobre las ambiciones judías.
"Jamás
advertirá usted en Europa un gran movimiento espiritual en el que no participen
los hebreos en alto grado. Fueron judíos los primeros jesuítas. La misteriosa
política rusa, que preocupa a toda la Europa occidental, es organizada y
realizada en parte, por hebreos. La terrible revolución que se va preparando en
estos momentos en Alemania, y que realmente se convertirá en una segunda
Reforma, pero de la que hasta este momento en Inglaterra se sabe tan poca cosa,
se va desarrollando totalmente bajo los activo s auspicios de los
judíos".
Dicen
los judíos que los "Protocolos de los sabios de Sión" son una pura
invención; ¿Disraelí lo es también? ¿Desconocía a su pueblo? O ¿es que son sus
retratos, por el contrario, de sumo realismo? Y ¿que es lo que nos dice este
autor judío? Que en Rusia, donde los hebreos, según sus eternas quejas, se
hallan más "oprimidos" que en parte alguna, tenían en realidad las
riendas. Profetizando la revolución futura en Alemania, de la que ningún alemán
tenia la mínima idea, nos comprueba cuan magníficamente dominan los hebreos la
técnica revolucionaria. ¿Como resulto posible que lo predijera? Porque se preparaba
la revolución bajo los secretos auspicios de judíos, y porque (y no
precisamente el hombre de Estado) Disraelí sabia que, tanto en su origen, como
en su desarrollo y en sus fines, fue ni mas ni menos judía.
Es
indiscutible un hecho: que Disraelí escribió la pura verdad, mostrando su
pueblo al mundo tal cual es. Su descripción del poderío hebreo, de sus fines y
sus métodos, es por eso tan verídico. No esta solo observado con el ojo del
artista, sino que se complementa con pinceladas de la comprensión y
consentimiento hermanados. ¿Que por que lo hizo? ¡Por grandilocuencia, esa
peculiaridad del carácter hebreo, tan peligroso siempre a sus secretos! O ¿es
que quizá le impelía su conciencia a descubrir al mundo los planes ocultos del
pueblo de Judas?
Conste
de cualquier modo que dijo la verdad, sin que sus hermanos de raza puedan o
deban desmentirle por "sospechoso".