jueves, 19 de diciembre de 2019

QUE HACER?



IV. ¿QUE HACER?

La respuesta debe ser clara. No hay posibilidad alguna de una salida institucional, ni de planteos electorales pluralistas. No es cuestión de plazos, sino que el juego democrático no se puede ensayar más, a menos que los militares argentinos quieran ¿entregar la Patria al Comunismo, tal como acaba de ocurrir en Chile. La única alternativa, hoy, es que las FF. AA. asuman la responsabilidad de una Dictadura Militar, capaz de servir al Bien Común en la Verdad, el Sacrificio y la Jerarquía. De lo contrario, la República va a terminar en la Tiranía Comunista, ya sea por la vía democrática o por la vía revolucionaria. Lo que no puede continuar es esta Dictablanda, vergonzante, civilista, burguesa y conservadora, que no hace más que poner en ridículo a las FF. AA. La verdad es que no son amadas, ni respetadas, ni temidas por las masas estudiantiles, obreras y burocráticas en estado de rebelión permanente.
No se puede proseguir en la gestión pueril y suicida de integrar el equipo gobernante con militares peronistas, radicales o democráticos, los cuales adoptan invariablemente una actitud complaciente, cuando no de complicidad manifiesta, frente a las depredaciones, atracos, incendios y atropellos de los comandos de la guerrilla urbana, apoyados por una parte tumultuosa de la población. El segundo "cordobazo" producido el lunes 15 de marzo de 1971, de mayor envergadura y duración que el primero, se cumplió en la más absoluta impunidad y ante la mirada impasible de la policía provincial. Las fuerzas militares de la Guarnición Córdoba tampoco juzgaron oportuno intervenir. Los aviones de la Fuerza Aérea se limitaron a contemplar desde el aire los brutales desmanes y las destrucciones que se fueron acumulando durante más de diez horas a la luz del día. Las autoridades nacionales estimaron que no había necesidad de declarar zona de emergencia a Córdoba. Su única preocupación es "continuar el esfuerzo de lograr un desarrollo con justicia, en orden y libertad!', según expresó un comunicado del ministerio del Interior. El episodio ocurrido sería apenas un retroceso en la acción de todo un país "empeñado en la búsqueda del camino válido para el reencuentro nacional". Es un lenguaje inadmisible que evidencia la falta de autoridad y el miedo de enfrentar la realidad. Los responsables de la conducción política están atados por compromisos y carecen de libertad de acción, frente a la Guerra Subversiva que nos está arrollando. Los militares no pueden seguir apoyando el infantilismo político del actual Gobierno de la Revolución Argentina; ni tampoco a cualquier otro semejante que pretenda amables conciliaciones con fuerzas populares comprometidas abiertamente en la Guerra Subversiva. No hay compromiso posible; y el deber ineludible de las Fuerzas Armadas de la Nación es reconocer y enfrentar la guerra, a menos que se hayan resignado a desaparecer sin pena ni gloria. No es el pase a retiro, sino el paredón, lo que les aguarda.
No hay tiempo que perder. La Nación se resquebraja y se desmorona rápidamente, saqueada por la Internacional del Dinero, sacudida violentamente por la Subversión Interna y acosada por la fraternidad chilena a partir de la instauración democrática del Gobierno Comunista. Nos están arrollando desde el interior y desde el exterior. Seguimos con la guardia baja soportando los golpes que pronto, muy pronto, nos convertirán en un paralítico. Es obvio que los aprestos militares y la preparación antiguerrillera a nivel estrictamente profesional son absolutamente insuficientes. Los Cuadros de oficiales y suboficiales de las unidades, militares se encuentran sometidos a una agotadora tarea técnico profesional, que no les deja tiempo ni disposición para pensar. As es como se preparan, para el fracaso y la liquidación. Sus Jefes consideran que de ese modo se limitarán a. cumplir las órdenes que reciban sin la menor vacilación; pero es fácil anticipar la escasa disposición y la moral precaria de esa Oficialidad y Suboficialidad carentes de una doctrina nacional, de una recta conciencia católica, nacionalista y jerárquica, sin la menor preocupación pollas cuestiones candentes de la política. Los Comandos Guerrilleros tienen una ideología y una pasión; son fanáticos y tienen la iniciativa en todos los terrenos; saben hacia donde van y cuáles son sus objetivos. Las Fuerzas Regulares, que son la expresión carnal de la Patria, no saben ni deben saber otra cosa que no sea cumplir la orden superior. No tienen doctrina, ni deben leer nada que los aparte del trabajo profesional. Responden al criterio que la sagacidad del marxista doctor Arturo Frondizi supo inspirar a los mandos militares y que pusieron en práctica los "azules", a partir de setiembre de 1962 FF. AA. estrictamente profesionales no pueden prevalecer jamás frente a una Guerrilla Urbana que no sólo está animada por una pasión ideológica sino que va. conquistando ideológicamente a la población.
Por otra parte, cada año se incorporan a las filas miles de jóvenes estudiantes y obreros para cumplir el servicio militar, entre los cuales se infiltran numerosos activistas comunistas, intensamente adiestrados en la Ideología Marxista y en sus tácticas de lucha. No existe torpeza comparable a la que propone afrontar con unas FF. AA. profesionales, sin doctrina, sin pasión, sin ideal y sin conciencia, la Guerra Subversiva desencadenada en la Patria por el Poder Comunista Mundial, enancado en las masas peronistas. Belgrano, en una carta muy conocida, le recordaba a San Martín que "la guerra no se hace sólo con las armas". Nosotros agregamos que en la Guerra Revolucionaria y la Guerra Contrarrevolucionaria cuentan mucho más las almas que las armas. Saber lo sustancial, o sea, lo que hay que defender y combatir a muerte; apreciar en cada momento las cambiantes circunstancias para saber adecuar en la acción, lo permanente a lo mudable. He aquí la verdadera prudencia en el ejercicio del mando y de la conducción en todos los niveles jerárquicos. Por iniciativa del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea, emprendimos el adoctrinamiento político para la Guerra Contrarrevolucionaria a comienzos del año 1962. A principios de setiembre se iniciaba su extensión al ejército de Campo de Mayo. El falso enfrentamiento entre Azules y Colorados trajo como consecuencia la sustitución de la doctrina de Guerra Contrarrevolucionaria por el profesionalismo militar que comporta el desarme intelectual y moral de las FF. AA. Hemos soportado difamaciones y calumnias sucesivas por este empeño docente de vital importancia para las Armas de la Patria. Los autores son los mismos que han inspirado la funesta idea del profesionalismo castrense. Así es como se ha introducido el espíritu de la derrota en las Armas. En modo análogo, el movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo ha introducido la contradicción y la confusión en la Iglesia de Cristo. Las dos fuerzas de resistencia, vinculadas a los orígenes de la Patria y a la afirmación de la Soberanía Nacional, han sufrido un considerable deterioro que compromete gravemente el cumplimiento de su misión respectiva. Nos duele el confusionismo imperante en la Iglesia de Cristo. Nos duele la Fuerza Militar por su vacío de doctrina y la indecisión de sus mandos superiores en la hora de la prueba. Es lamentable que sólo actúen y clamen los sacerdotes para el Tercer Mundo; también lo es que la Guerrilla Urbana haya actuado durante diez horas en Córdoba —desmanes y saqueos—, sin que los mandos militares dejaran en ningún momento su actitud espectante y pasiva. Asistimos con verdadero estupor a la total dimisión en los militares. Se advierte una premura desesperada por sacarse el peso de la conducción política, descargándolo sobre la multitud anónima e irresponsable que vota. No saben qué hacer, ni están dispuestos a hacer. Lo que quieren es una salida electoral lo antes posible; pero asegurando algunas condiciones que les permitan encauzar un proceso que, quieras que no conduce inexorablemente al Comunismo. Han rehusado la elemental y obligada protección a la población de Córdoba, evitando el enfrentamiento con la Guerrilla Urbana, en plena acción televisada, y observada hora tras hora desde el aire por aviones y helicópteros militares. Y para completar su deserción, se proponen apurar "la hora del pueblo", que es la de su propia sentencia de muerte. Se pretende justificar el retorno a la vida democrática en un plazo más o menos breve, minimizando la Guerra Subversiva y restándole trascendencia en el curso de los acontecimientos nacionales. Según el criterio oficial, se trata de grupos minoritarios organizados que actúan aquí y allí; pero incapaces de hacer peligrar el cumplimiento de los objetivos de esta segunda etapa de la "Revolución Argentina". He aquí un claro testimonio del infantilismo político que preside el destino de la República. Quisiéramos estar equivocados en nuestra apreciación de la situación nacional; pero los hechos documentan cada día nuestras previsiones. Si no creyéramos firmemente en la Divina Providencia, una perspectiva demasiado humana sólo permitiría esperar lo peor, a la vista de lo que está ocurriendo en la Patria y en el Continente. La Fe en Cristo y en María que vive profundamente un resto de argentinos —sacerdotes, religiosos, militares y civiles— va a suscitar y presidir la reacción que exige esta hora de decisiones heroicas y de responsabilidades extremas. Se trata de un resto de argentinos con fuerza que sepa qué hacer y esté dispuesto al sacrificio para hacerlo:
1. Declarar zona de emergencia a todo el territorio del país, instaurando el Estado Militar y una política de guerra en todos los órdenes de la vida nacional: economía, derecho, educación. 2. Iniciar de inmediato el adoctrinamiento de todos los cuadros y clases de las FF. AA., para lograr una conciencia lúcida y una entrega apasionada al servicio de la Guerra Contrarrevolucionaria, análogas a las que evidencian los activistas de la Guerra Revolucionaria en la lucha por sus claros objetivos. 3. Movilizar a la población entera, y en particular a la juventud argentina, en la misma conciencia doctrinal y en funciones socialmente útiles (oficios, profesiones, estudios y adiestramientos) que sirven, a la vez, para la subsistencia de la familia y la Seguridad Nacional. 4. Liberar al país de la servidumbre de la Usura externa e interna, prohibiendo la exportación de capitales, sea en concepto de dividendos de empresas extranjeras radicadas en el país o de monopolios de cualquier tipo; incluso una moratoria tanto respecto de la deuda externa como de la interna, hasta que sea restablecida la economía nacional y asegurado un nivel decoroso de vida a todos los habitantes del suelo argentino. 5. Intervención del Estado tanto en la comercialización externa e interna de nuestros productos como en la administración del crédito. Aplicación de la enorme disponibilidad de capital, retenido por las medidas que se acaban de exponer, al estímulo de la producción privada, al desarrollo de la clase sustancial (agropecuaria) y de la industrialización del país. Claro está que la protección del consumidor deberá ser el principal cuidado del Estado en el plano económico. El potencial de la industria del alimento, del vestido y de la construcción hacen de la República Argentina una fortaleza relativamente invulnerable a cualquier medida internacional de presión económico financiera. 6. Prohibición de la exportación de profesionales y técnicos argentinos, a menos que el personal contratado o la empresa contratante abonen al Estado argentino el costo que demanda la formación de un profesional o de un técnico. Es vergonzoso que un club extranjero pague millones al club local por la transferencia de un jugador de fútbol, mientras que empresas y servicios radicados en el exterior se llevan gratuitamente lo que ha costado millones formar en nuestras Universidades. 7. Se comprende, tal cómo sé ha señalado en páginas anteriores, que es una medida vital para la Seguridad y el Desarrollo de la Nación la descentralización de la población de las grandes concentraciones urbanas para radicarías en el desierto argentino del interior y de la zona fronteriza.
Si no somos capaces, con la ayuda de Dios, de emprender esta política de la Caridad, del Sacrificio de la Jerarquía para construir el Orden Cristiano en la vida de la Nación, no será posible enfrentar la Guerra Revolucionaria que nos está paralizando con su terrorismo implacable en escala galopante. El mito populista que promueve una subversión de la mente y envenena el corazón de nuestra clase ilustrada y de las masas soliviantadas es el mayor obstáculo que se opone a una restauración jerárquica de la Patria. El espíritu demagógico, inherente a la omnipotencia del número, ha penetrado tanto en la Iglesia de Cristo como en las FF. AA. La adulación de las masas estudiantiles v obreras lleva a muchos sacerdotes a un vulgar manoseo del Evangelio de Cristo, así como al planteo de un mesianismo de los pobres en lugar del mesianismo para los pecadores que son todos los hombres. Los sacerdotes para el Tercer Mundo configuran una Iglesia clasista y resuelven la divina Redención en una conciencia y lucha de clases, tal cual se expone en el MANIFIESTO COMUNISTA de Marx y Engels, lanzado al mundo en 1848. Hay que asegurar primero el pan terrenal para luego predicar el pan de la vida eterna. Y en la solución de la cuestión social, cristianos y ateos pueden trabajar juntos v coincidir en los métodos de lucha revolucionaria, sean cuales fueren, pues todo está permitido cuando se trata de conquistar la "felicidad del potrero verde" para el proletariado; la verdadera humanidad que de la nada debe pasar a serlo todo. Esto nos explica que hoy la subversión del Comunismo Ateo avance detrás de la Cruz. El populismo de las FF. AA., reducidas a una profesión más entre las profesiones socialmente útiles, ahoga la vocación y degrada el estilo militar de la vida. Se llega a desvirtuar en su misma raíz la virtud del valor o fortaleza en el soldado. Así es como se ha llegado a confundir el valor físico, común al militar, al guerrillero, al asaltante, al acróbata, al corredor de automóviles, etcétera, con el valor guerrero que es esencialmente moral y político. El valor físico se da en todo hombre capaz de afrontar serenamente un peligro personal y la muerte violenta. Aquí lo principal es el valor para asumir una responsabilidad ante Dios y la Patria, que se define en la intrepidez del soldado capaz de ir al sufrimiento y a la muerte, a la vez que conduce y provoca el sufrimiento y la muerte en otros hombres, en defensa de la Patria atacada desde el exterior o el interior de su territorio. Pero si se trata de un soldado con criterio estrictamente profesional y con mentalidad populista, ante un operativo subversivo en que participan comandos guerrilleros y multitudes entregadas al pillaje, no va a tener la fortaleza de ánimo para salir en represión sangrienta; no va a tener ni la convicción íntima ni el valor militar necesarios para asumir la responsabilidad de calles sembradas de cadáveres. Por esto es que prefiere dejar que se desahogue la bestia y ordena cubrir las calles cuando ya no hay comandos ni hordas en acción. Las tropas patrullan la ciudad y se suceden los bandos severos cuando las calles están desiertas. El soldado democrático, legalista y populista, no se siente capaz de enfrentar al "pueblo" que reconoce como a su soberano legítimo: teme que llegue la "hora del pueblo"; y no soporta la idea de verse sometido a un tribunal popular. La impunidad en que se han producido los "cordobazos" en 1969 y 1971, así como hechos análogos en diversas ciudades, evidencia la convicción en los conductores de la Guerrilla Subversiva de que no habrá represión en serio y de que todas las violencias les serán permitidas. ¡Qué distinto el espíritu y el calor guerrero en tiempos ya lejanos, por ejemplo, de un general Lavalle. Desprovistas las tropas a su mando, sin los abastecimientos indispensables y sin la posibilidad de que llegaran, ante la inminencia del combate, el general los arengaba en estos términos del valor guerrero: "¡Soldados, no tenemos tabaco, ni yerba, ni pan, ni charque, ni ropa; pero sí tenemos deberes que cumplir!". Acaba de producirse un nuevo cambio palaciego en el Gobierno militar, lamentable en su trámite, tanto por la imagen que la Argentina Oficial ofrece al mundo, como por el grave deterioro que sufren las FF. AA. No nos interesan las personas en juego, pero sí el desgaste acelerado de las Fuerzas de resistencia, evidenciado en el apuro de los responsables por la salida electoral. Cada nuevo cambio significa la promesa inmediata de acelerar -el retorno a la legalidad, con los mismos partidos y con los mismos elencos de profesionales de la política populista del régimen demoliberal. El nuevo Gobierno, presidido por el teniente general Lanusse, ha resuelto quemar etapas para la salida electoral. El apremio por volver a la democracia representativa es tal, que se apela, sin rubor, a políticos expulsados de sus cargos y a los partidos disueltos por la llamada Revolución Argentina. Los comandantes de las FF. AA. no soportan más el peso de la responsabilidad política; necesitan transferirla a las fuerzas populistas del peronismo y del radicalismo, concertados en la Hora del Pueblo. En rigor, se trata de una dimisión de la responsabilidad política en los militares, en medio de la Guerra Subversiva en operaciones dentro y fuera de las fronteras nacionales. Y lo más grave es que, sean cuales fueren las reglas del juego democrático, asistiremos al triunfo político de las fuerzas populistas; esto es, a un proceso análogo al de Chile, que nos precipitará irremediablemente hacia el Terror Comunista. Se inicia el último acto de la tragicomedia nacional. Sean cuales fueren las reformas constitucionales y electorales que se preparan, el desenlace inevitable es el mismo de Chile. Todos los caminos, apacibles o violentos que se están ensayando, conducen al Terror Sistemático del Comunismo. Por otra parte, la Guerra Revolucionaria irá ampliando su radio de acción, tanto por la subversión proletaria y burocrática como por la estudiantil v universitaria. Así es como se nos va entregando inermes desde arriba y desde abajo, por la vía democrática y por la vía de la violencia subversiva, a la servidumbre del Comunismo Ateo y Apátrida. A pesar de todo, esperamos con Fe inquebrantable que Dios quiera suscitar la única salida del honor cristiano y argentino: la Dictadura Militar fundada en la "Verdad, en el Sacrificio j en la Jerarquía. Insistimos en que ésta es la hora de las Armas y no de las masas.
JORDAN B. GENTA
Buenos Aires, junio de 1971