IV. ¿QUE HACER?
La respuesta debe ser
clara. No hay posibilidad alguna de una salida institucional, ni de planteos
electorales pluralistas. No es cuestión de plazos, sino que el juego
democrático no se puede ensayar más, a menos que los militares argentinos
quieran ¿entregar la Patria al Comunismo, tal como acaba de ocurrir en Chile.
La única alternativa, hoy, es que las FF. AA. asuman la responsabilidad de una
Dictadura Militar, capaz de servir al Bien Común en la Verdad, el Sacrificio y
la Jerarquía. De lo contrario, la República va a terminar en la Tiranía
Comunista, ya sea por la vía democrática o por la vía revolucionaria. Lo que no
puede continuar es esta Dictablanda, vergonzante, civilista, burguesa y
conservadora, que no hace más que poner en ridículo a las FF. AA. La verdad es
que no son amadas, ni respetadas, ni temidas por las masas estudiantiles,
obreras y burocráticas en estado de rebelión permanente.
No se puede proseguir
en la gestión pueril y suicida de integrar el equipo gobernante con militares
peronistas, radicales o democráticos, los cuales adoptan invariablemente una
actitud complaciente, cuando no de complicidad manifiesta, frente a las
depredaciones, atracos, incendios y atropellos de los comandos de la guerrilla
urbana, apoyados por una parte tumultuosa de la población. El segundo
"cordobazo" producido el lunes 15 de marzo de 1971, de mayor
envergadura y duración que el primero, se cumplió en la más absoluta impunidad
y ante la mirada impasible de la policía provincial. Las fuerzas militares de
la Guarnición Córdoba tampoco juzgaron oportuno intervenir. Los aviones de la
Fuerza Aérea se limitaron a contemplar desde el aire los brutales desmanes y
las destrucciones que se fueron acumulando durante más de diez horas a la luz
del día. Las autoridades nacionales estimaron que no había necesidad de
declarar zona de emergencia a Córdoba. Su única preocupación es "continuar
el esfuerzo de lograr un desarrollo con justicia, en orden y libertad!', según
expresó un comunicado del ministerio del Interior. El episodio ocurrido sería
apenas un retroceso en la acción de todo un país "empeñado en la búsqueda
del camino válido para el reencuentro nacional". Es un lenguaje
inadmisible que evidencia la falta de autoridad y el miedo de enfrentar la
realidad. Los responsables de la conducción política están atados por
compromisos y carecen de libertad de acción, frente a la Guerra Subversiva que
nos está arrollando. Los militares no pueden seguir apoyando el infantilismo
político del actual Gobierno de la Revolución Argentina; ni tampoco a cualquier
otro semejante que pretenda amables conciliaciones con fuerzas populares
comprometidas abiertamente en la Guerra Subversiva. No hay compromiso posible;
y el deber ineludible de las Fuerzas Armadas de la Nación es reconocer y enfrentar
la guerra, a menos que se hayan resignado a desaparecer sin pena ni gloria. No
es el pase a retiro, sino el paredón, lo que les aguarda.
No hay tiempo que
perder. La Nación se resquebraja y se desmorona rápidamente, saqueada por la
Internacional del Dinero, sacudida violentamente por la Subversión Interna y
acosada por la fraternidad chilena a partir de la instauración democrática del
Gobierno Comunista. Nos están arrollando desde el interior y desde el exterior.
Seguimos con la guardia baja soportando los golpes que pronto, muy pronto, nos
convertirán en un paralítico. Es obvio que los aprestos militares y la
preparación antiguerrillera a nivel estrictamente profesional son absolutamente
insuficientes. Los Cuadros de oficiales y suboficiales de las unidades,
militares se encuentran sometidos a una agotadora tarea técnico profesional,
que no les deja tiempo ni disposición para pensar. As es como se preparan, para
el fracaso y la liquidación. Sus Jefes consideran que de ese modo se limitarán
a. cumplir las órdenes que reciban sin la menor vacilación; pero es fácil
anticipar la escasa disposición y la moral precaria de esa Oficialidad y
Suboficialidad carentes de una doctrina nacional, de una recta conciencia
católica, nacionalista y jerárquica, sin la menor preocupación pollas
cuestiones candentes de la política. Los Comandos Guerrilleros tienen una
ideología y una pasión; son fanáticos y tienen la iniciativa en todos los
terrenos; saben hacia donde van y cuáles son sus objetivos. Las Fuerzas
Regulares, que son la expresión carnal de la Patria, no saben ni deben saber
otra cosa que no sea cumplir la orden superior. No tienen doctrina, ni deben
leer nada que los aparte del trabajo profesional. Responden al criterio que la
sagacidad del marxista doctor Arturo Frondizi supo inspirar a los mandos
militares y que pusieron en práctica los "azules", a partir de
setiembre de 1962 FF. AA. estrictamente profesionales no pueden prevalecer
jamás frente a una Guerrilla Urbana que no sólo está animada por una pasión ideológica
sino que va. conquistando ideológicamente a la población.
Por otra parte, cada
año se incorporan a las filas miles de jóvenes estudiantes y obreros para
cumplir el servicio militar, entre los cuales se infiltran numerosos activistas
comunistas, intensamente adiestrados en la Ideología Marxista y en sus tácticas
de lucha. No existe torpeza comparable a la que propone afrontar con unas FF.
AA. profesionales, sin doctrina, sin pasión, sin ideal y sin conciencia, la
Guerra Subversiva desencadenada en la Patria por el Poder Comunista Mundial,
enancado en las masas peronistas. Belgrano, en una carta muy conocida, le
recordaba a San Martín que "la guerra no se hace sólo con las armas".
Nosotros agregamos que en la Guerra Revolucionaria y la Guerra Contrarrevolucionaria
cuentan mucho más las almas que las armas. Saber lo sustancial, o sea, lo que
hay que defender y combatir a muerte; apreciar en cada momento las cambiantes
circunstancias para saber adecuar en la acción, lo permanente a lo mudable. He
aquí la verdadera prudencia en el ejercicio del mando y de la conducción en
todos los niveles jerárquicos. Por iniciativa del Servicio de Inteligencia de
la Fuerza Aérea, emprendimos el adoctrinamiento político para la Guerra
Contrarrevolucionaria a comienzos del año 1962. A principios de setiembre se
iniciaba su extensión al ejército de Campo de Mayo. El falso enfrentamiento
entre Azules y Colorados trajo como consecuencia la sustitución de la doctrina
de Guerra Contrarrevolucionaria por el profesionalismo militar que comporta el
desarme intelectual y moral de las FF. AA. Hemos soportado difamaciones y
calumnias sucesivas por este empeño docente de vital importancia para las Armas
de la Patria. Los autores son los mismos que han inspirado la funesta idea del
profesionalismo castrense. Así es como se ha introducido el espíritu de la
derrota en las Armas. En modo análogo, el movimiento de sacerdotes para el
Tercer Mundo ha introducido la contradicción y la confusión en la Iglesia de
Cristo. Las dos fuerzas de resistencia, vinculadas a los orígenes de la Patria
y a la afirmación de la Soberanía Nacional, han sufrido un considerable
deterioro que compromete gravemente el cumplimiento de su misión respectiva.
Nos duele el confusionismo imperante en la Iglesia de Cristo. Nos duele la
Fuerza Militar por su vacío de doctrina y la indecisión de sus mandos
superiores en la hora de la prueba. Es lamentable que sólo actúen y clamen los
sacerdotes para el Tercer Mundo; también lo es que la Guerrilla Urbana haya
actuado durante diez horas en Córdoba —desmanes y saqueos—, sin que los mandos
militares dejaran en ningún momento su actitud espectante y pasiva. Asistimos
con verdadero estupor a la total dimisión en los militares. Se advierte una
premura desesperada por sacarse el peso de la conducción política,
descargándolo sobre la multitud anónima e irresponsable que vota. No saben qué
hacer, ni están dispuestos a hacer. Lo que quieren es una salida electoral lo
antes posible; pero asegurando algunas condiciones que les permitan encauzar un
proceso que, quieras que no conduce inexorablemente al Comunismo. Han rehusado
la elemental y obligada protección a la población de Córdoba, evitando el
enfrentamiento con la Guerrilla Urbana, en plena acción televisada, y observada
hora tras hora desde el aire por aviones y helicópteros militares. Y para
completar su deserción, se proponen apurar "la hora del pueblo", que
es la de su propia sentencia de muerte. Se pretende justificar el retorno a la
vida democrática en un plazo más o menos breve, minimizando la Guerra
Subversiva y restándole trascendencia en el curso de los acontecimientos
nacionales. Según el criterio oficial, se trata de grupos minoritarios
organizados que actúan aquí y allí; pero incapaces de hacer peligrar el
cumplimiento de los objetivos de esta segunda etapa de la "Revolución
Argentina". He aquí un claro testimonio del infantilismo político que
preside el destino de la República. Quisiéramos estar equivocados en nuestra
apreciación de la situación nacional; pero los hechos documentan cada día
nuestras previsiones. Si no creyéramos firmemente en la Divina Providencia, una
perspectiva demasiado humana sólo permitiría esperar lo peor, a la vista de lo
que está ocurriendo en la Patria y en el Continente. La Fe en Cristo y en María
que vive profundamente un resto de argentinos —sacerdotes, religiosos,
militares y civiles— va a suscitar y presidir la reacción que exige esta hora
de decisiones heroicas y de responsabilidades extremas. Se trata de un resto de
argentinos con fuerza que sepa qué hacer y esté dispuesto al sacrificio para
hacerlo:
1. Declarar zona de
emergencia a todo el territorio del país, instaurando el Estado Militar y una
política de guerra en todos los órdenes de la vida nacional: economía, derecho,
educación. 2. Iniciar de inmediato el adoctrinamiento de todos los cuadros y
clases de las FF. AA., para lograr una conciencia lúcida y una entrega
apasionada al servicio de la Guerra Contrarrevolucionaria, análogas a las que
evidencian los activistas de la Guerra Revolucionaria en la lucha por sus
claros objetivos. 3. Movilizar a la población entera, y en particular a la
juventud argentina, en la misma conciencia doctrinal y en funciones socialmente
útiles (oficios, profesiones, estudios y adiestramientos) que sirven, a la vez,
para la subsistencia de la familia y la Seguridad Nacional. 4. Liberar al país
de la servidumbre de la Usura externa e interna, prohibiendo la exportación de
capitales, sea en concepto de dividendos de empresas extranjeras radicadas en
el país o de monopolios de cualquier tipo; incluso una moratoria tanto respecto
de la deuda externa como de la interna, hasta que sea restablecida la economía
nacional y asegurado un nivel decoroso de vida a todos los habitantes del suelo
argentino. 5. Intervención del Estado tanto en la comercialización externa e
interna de nuestros productos como en la administración del crédito. Aplicación
de la enorme disponibilidad de capital, retenido por las medidas que se acaban
de exponer, al estímulo de la producción privada, al desarrollo de la clase
sustancial (agropecuaria) y de la industrialización del país. Claro está que la
protección del consumidor deberá ser el principal cuidado del Estado en el
plano económico. El potencial de la industria del alimento, del vestido y de la
construcción hacen de la República Argentina una fortaleza relativamente
invulnerable a cualquier medida internacional de presión económico financiera.
6. Prohibición de la exportación de profesionales y técnicos argentinos, a
menos que el personal contratado o la empresa contratante abonen al Estado
argentino el costo que demanda la formación de un profesional o de un técnico.
Es vergonzoso que un club extranjero pague millones al club local por la
transferencia de un jugador de fútbol, mientras que empresas y servicios
radicados en el exterior se llevan gratuitamente lo que ha costado millones
formar en nuestras Universidades. 7. Se comprende, tal cómo sé ha señalado en
páginas anteriores, que es una medida vital para la Seguridad y el Desarrollo
de la Nación la descentralización de la población de las grandes
concentraciones urbanas para radicarías en el desierto argentino del interior y
de la zona fronteriza.
Si no somos capaces,
con la ayuda de Dios, de emprender esta política de la Caridad, del Sacrificio
de la Jerarquía para construir el Orden Cristiano en la vida de la Nación, no
será posible enfrentar la Guerra Revolucionaria que nos está paralizando con su
terrorismo implacable en escala galopante. El mito populista que promueve una
subversión de la mente y envenena el corazón de nuestra clase ilustrada y de
las masas soliviantadas es el mayor obstáculo que se opone a una restauración
jerárquica de la Patria. El espíritu demagógico, inherente a la omnipotencia
del número, ha penetrado tanto en la Iglesia de Cristo como en las FF. AA. La
adulación de las masas estudiantiles v obreras lleva a muchos sacerdotes a un
vulgar manoseo del Evangelio de Cristo, así como al planteo de un mesianismo de
los pobres en lugar del mesianismo para los pecadores que son todos los
hombres. Los sacerdotes para el Tercer Mundo configuran una Iglesia clasista y
resuelven la divina Redención en una conciencia y lucha de clases, tal cual se
expone en el MANIFIESTO COMUNISTA de Marx y Engels, lanzado al mundo en 1848.
Hay que asegurar primero el pan terrenal para luego predicar el pan de la vida
eterna. Y en la solución de la cuestión social, cristianos y ateos pueden
trabajar juntos v coincidir en los métodos de lucha revolucionaria, sean cuales
fueren, pues todo está permitido cuando se trata de conquistar la
"felicidad del potrero verde" para el proletariado; la verdadera
humanidad que de la nada debe pasar a serlo todo. Esto nos explica que hoy la
subversión del Comunismo Ateo avance detrás de la Cruz. El populismo de las FF.
AA., reducidas a una profesión más entre las profesiones socialmente útiles,
ahoga la vocación y degrada el estilo militar de la vida. Se llega a desvirtuar
en su misma raíz la virtud del valor o fortaleza en el soldado. Así es como se
ha llegado a confundir el valor físico, común al militar, al guerrillero, al
asaltante, al acróbata, al corredor de automóviles, etcétera, con el valor
guerrero que es esencialmente moral y político. El valor físico se da en todo
hombre capaz de afrontar serenamente un peligro personal y la muerte violenta.
Aquí lo principal es el valor para asumir una responsabilidad ante Dios y la
Patria, que se define en la intrepidez del soldado capaz de ir al sufrimiento y
a la muerte, a la vez que conduce y provoca el sufrimiento y la muerte en otros
hombres, en defensa de la Patria atacada desde el exterior o el interior de su
territorio. Pero si se trata de un soldado con criterio estrictamente
profesional y con mentalidad populista, ante un operativo subversivo en que
participan comandos guerrilleros y multitudes entregadas al pillaje, no va a
tener la fortaleza de ánimo para salir en represión sangrienta; no va a tener
ni la convicción íntima ni el valor militar necesarios para asumir la
responsabilidad de calles sembradas de cadáveres. Por esto es que prefiere
dejar que se desahogue la bestia y ordena cubrir las calles cuando ya no hay
comandos ni hordas en acción. Las tropas patrullan la ciudad y se suceden los
bandos severos cuando las calles están desiertas. El soldado democrático,
legalista y populista, no se siente capaz de enfrentar al "pueblo"
que reconoce como a su soberano legítimo: teme que llegue la "hora del
pueblo"; y no soporta la idea de verse sometido a un tribunal popular. La
impunidad en que se han producido los "cordobazos" en 1969 y 1971,
así como hechos análogos en diversas ciudades, evidencia la convicción en los
conductores de la Guerrilla Subversiva de que no habrá represión en serio y de
que todas las violencias les serán permitidas. ¡Qué distinto el espíritu y el
calor guerrero en tiempos ya lejanos, por ejemplo, de un general Lavalle.
Desprovistas las tropas a su mando, sin los abastecimientos indispensables y
sin la posibilidad de que llegaran, ante la inminencia del combate, el general
los arengaba en estos términos del valor guerrero: "¡Soldados, no tenemos
tabaco, ni yerba, ni pan, ni charque, ni ropa; pero sí tenemos deberes que
cumplir!". Acaba de producirse un nuevo cambio palaciego en el Gobierno
militar, lamentable en su trámite, tanto por la imagen que la Argentina Oficial
ofrece al mundo, como por el grave deterioro que sufren las FF. AA. No nos
interesan las personas en juego, pero sí el desgaste acelerado de las Fuerzas
de resistencia, evidenciado en el apuro de los responsables por la salida electoral.
Cada nuevo cambio significa la promesa inmediata de acelerar -el retorno a la
legalidad, con los mismos partidos y con los mismos elencos de profesionales de
la política populista del régimen demoliberal. El nuevo Gobierno, presidido por
el teniente general Lanusse, ha resuelto quemar etapas para la salida
electoral. El apremio por volver a la democracia representativa es tal, que se
apela, sin rubor, a políticos expulsados de sus cargos y a los partidos
disueltos por la llamada Revolución Argentina. Los comandantes de las FF. AA.
no soportan más el peso de la responsabilidad política; necesitan transferirla
a las fuerzas populistas del peronismo y del radicalismo, concertados en la
Hora del Pueblo. En rigor, se trata de una dimisión de la responsabilidad
política en los militares, en medio de la Guerra Subversiva en operaciones
dentro y fuera de las fronteras nacionales. Y lo más grave es que, sean cuales
fueren las reglas del juego democrático, asistiremos al triunfo político de las
fuerzas populistas; esto es, a un proceso análogo al de Chile, que nos
precipitará irremediablemente hacia el Terror Comunista. Se inicia el último
acto de la tragicomedia nacional. Sean cuales fueren las reformas
constitucionales y electorales que se preparan, el desenlace inevitable es el
mismo de Chile. Todos los caminos, apacibles o violentos que se están
ensayando, conducen al Terror Sistemático del Comunismo. Por otra parte, la
Guerra Revolucionaria irá ampliando su radio de acción, tanto por la subversión
proletaria y burocrática como por la estudiantil v universitaria. Así es como
se nos va entregando inermes desde arriba y desde abajo, por la vía democrática
y por la vía de la violencia subversiva, a la servidumbre del Comunismo Ateo y
Apátrida. A pesar de todo, esperamos con Fe inquebrantable que Dios quiera
suscitar la única salida del honor cristiano y argentino: la Dictadura Militar
fundada en la "Verdad, en el Sacrificio j en la Jerarquía. Insistimos en
que ésta es la hora de las Armas y no de las masas.
JORDAN B. GENTA
Buenos Aires, junio de
1971