MARCEL DE LA B'IGNE
PROLOGO Y PRESENTACIÓN
POR
Dr. Francisco de Asís
Canónigo de la S. I. C. M.
Canónigo de la S. I. C. M.
Censor Ecco.
Imprimatur
D r . J osé Comino G a r c ía
Tte. Vic. Gral.
Sevilla, 2a de Septiembre, 1953
Tte. Vic. Gral.
Sevilla, 2a de Septiembre, 1953
Ninguna idea tan oportuna y adecuada para empezar la lectura en castellano de uno de los libros más interesantes publicados en Francia durante el año 1951, como la siguiente de nuestro Fray Luis en el quinto de sus nombres de Cristo “Como el que en la escalera bajando pierda algún paso, no para en su caída en un escalón, sino de uno en otro llega hasta el postrero cayendo, así Lucifer de la desobediencia para con Dios cayó en el aborrecimiento de Cristo, concibiendo contra El, primero, envidia, y después, sangrienta enemistad; y de la enemistad nació en él absoluta determinación de hacerle guerra siempre con, todas sus fuerzas. Y ansí lo intentó primero en sus padres, matando y condenando en ellos cuanto fué en sí toda la sucesión de los hombres.
Quienes leyeren este libro verán que toáo él es un desarrollo en “crescendo”, de esa idea eminentemente teológica y, sin embargo, no se trata de una obra de Religión ni de un compendio de Apologética, sino de una exposición vulgarizadora, objetiva e imparcial de las causas íntimas que a juicio del autor y, en muchas Ocasiones, también de la Iglesia, han provocado misteriosamente hecatombes político-sociales, como las que actualmente estamos viviendo. No es de hoy la frase de que en el fondo de toda cuestión política se halla otra que es religiosa. Tampoco son sólo de ahora las Lamentaciones por el olvido, indiferencia o culpable ignorancia de las realidades invisibles que tienen los hombres por estar sumergidos mo- ralmente en la materia, si vale la paradoja; pero se necesita una dosis masiva de entusiasmo religioso, celo y reflexiva convicción, para que un seglar, doctor en Derecho, en Letras y en Ciencias Políticas y Económicas, lance este angustioso S. O. S. espiritual a un mundo cuyas preocupaciones actuales oscilan, casi exclusivamente, como péndulo absurdo y regular entre un bien fundado temor a los mayores sufrimientos de su historia, y el ansia loca por los mayores goces materiales de su existencia; a un mundo en el que la despreocupación por el más allá va llegando a tal extremo, a pesdr de tener suspendida sobre todas las latitudes una providencial y justiciera espada de Damocles, que gran parte de sus habitantes, tan indiferentes al cielo del cristianismo colmo al Olimpo de la mitología, dejan en eso atrás a los que ofrecían sus libaciones a Baco o deshojaban ante Venus las guirnaldas de sus amores. De la agudeza, penetración y habilidad con que está escrito este libro, juzgará pronto el lector; de la veracidad .de sus afirma^ dones cuando expone doctrinas pontificias o hechos palpables, no puede dudarse; en otros puntos se podrá discutirle, si hallan bases más sólidas que las suyas para apoyar las refutaciones. El título, traducción literal de “Sotan dans la Cité”, parece, a primera vista, algo vago, equivoco y metafórico, pero, al avanzar en la lectura, se comprende fácilmnente que la palabra ciudad no se emplea en el sentido moderno y material, sino en el de la comunidad política en que vivimos, dentro de la cual se ha introducido Satanás tan hábil como profunda y, al parecer definitivamente. A los lectores, que nos perdonen algunas galicismos como camuflado, maquillaje, etc. o neologismos internacionalizados como robot, en gracia a su precisión y al uso corriente de ellos, lo mismo que algunas notas casi innecesarias y triviales que se han puesto sólo para los que no tienen obligación de saber lo que en ellas se aclara; y al autor, es muy conocido en Francia y fuera de ella por sus numerosas publicaciones, entre las cuales descuella un importante "Tratado general del Estado”, nuestra gratitud por la satisfacción que nos ha proporcionado con poder contribuir a la difusión, en nuestra Patria, de un libro del más eficaz apostolado, en el que su ingenio tanto hace resaltar el "sprit” tradicional de la verdadera Francia.
Quienes leyeren este libro verán que toáo él es un desarrollo en “crescendo”, de esa idea eminentemente teológica y, sin embargo, no se trata de una obra de Religión ni de un compendio de Apologética, sino de una exposición vulgarizadora, objetiva e imparcial de las causas íntimas que a juicio del autor y, en muchas Ocasiones, también de la Iglesia, han provocado misteriosamente hecatombes político-sociales, como las que actualmente estamos viviendo. No es de hoy la frase de que en el fondo de toda cuestión política se halla otra que es religiosa. Tampoco son sólo de ahora las Lamentaciones por el olvido, indiferencia o culpable ignorancia de las realidades invisibles que tienen los hombres por estar sumergidos mo- ralmente en la materia, si vale la paradoja; pero se necesita una dosis masiva de entusiasmo religioso, celo y reflexiva convicción, para que un seglar, doctor en Derecho, en Letras y en Ciencias Políticas y Económicas, lance este angustioso S. O. S. espiritual a un mundo cuyas preocupaciones actuales oscilan, casi exclusivamente, como péndulo absurdo y regular entre un bien fundado temor a los mayores sufrimientos de su historia, y el ansia loca por los mayores goces materiales de su existencia; a un mundo en el que la despreocupación por el más allá va llegando a tal extremo, a pesdr de tener suspendida sobre todas las latitudes una providencial y justiciera espada de Damocles, que gran parte de sus habitantes, tan indiferentes al cielo del cristianismo colmo al Olimpo de la mitología, dejan en eso atrás a los que ofrecían sus libaciones a Baco o deshojaban ante Venus las guirnaldas de sus amores. De la agudeza, penetración y habilidad con que está escrito este libro, juzgará pronto el lector; de la veracidad .de sus afirma^ dones cuando expone doctrinas pontificias o hechos palpables, no puede dudarse; en otros puntos se podrá discutirle, si hallan bases más sólidas que las suyas para apoyar las refutaciones. El título, traducción literal de “Sotan dans la Cité”, parece, a primera vista, algo vago, equivoco y metafórico, pero, al avanzar en la lectura, se comprende fácilmnente que la palabra ciudad no se emplea en el sentido moderno y material, sino en el de la comunidad política en que vivimos, dentro de la cual se ha introducido Satanás tan hábil como profunda y, al parecer definitivamente. A los lectores, que nos perdonen algunas galicismos como camuflado, maquillaje, etc. o neologismos internacionalizados como robot, en gracia a su precisión y al uso corriente de ellos, lo mismo que algunas notas casi innecesarias y triviales que se han puesto sólo para los que no tienen obligación de saber lo que en ellas se aclara; y al autor, es muy conocido en Francia y fuera de ella por sus numerosas publicaciones, entre las cuales descuella un importante "Tratado general del Estado”, nuestra gratitud por la satisfacción que nos ha proporcionado con poder contribuir a la difusión, en nuestra Patria, de un libro del más eficaz apostolado, en el que su ingenio tanto hace resaltar el "sprit” tradicional de la verdadera Francia.
María Zamanillo.
Nota. La traducción de los textos sagrados está confrontada con el Nuevo Testamento de N. S. Jesucristo» del R. P. Carmelo Ballester Nieto, C.M. y la del apóstrofe de Tertuliano a los paganos, con la que da de ese pasaje, en su -Gran Catecismo Católico* el Reverendo P. Deharbe, SJ.
INTRODUCCIÓN
La demonología ha experimentado en estos últimos años creciente actividad, y parece haber suscitado una verdadera renovación de la curiosidad. Teólogos, médicos, filósofas y sociólogos la han proporcionado interesantes aportaciones, y, habiéndose atenuado en los unos y en los otros, antiguos prejuicios, se encuentra en ellos, en general, más imparcialidad y objetividad que en el siglo pasado. Se muestran más respetuosos con los hechos, y los mismos sabios tocados de positivismo no rechazan ya, a priori, como anticientífico, todo misterio de apariencia inexplicable. Por eso se ve, en ocasiones, a antiguos adversarios, interpretar de común acuerdo determinadas materias, y adoptar posiciones comunes. Parece que cierto número de nociones se despejan, se imponen y llevan a los investigadores a encontrar las mismas soluciones.
Si se me permite un ejemplo personal, puedo citar un curioso caso particular de esta convergencia. Después de redactar y corregir numerosas notas acerca de los fenómenos de orden demoníaco que me interesaban, tuve la agradable sorpresa de encontrarme de acuerdo frecuentemente, no sólo en el fondo, sino hasta en el vocabulario, que creía ser el primero en emplear, con el magnífico libro documentado y vehemente que Jacques d’Arnoux ha titulado “L’Heure des Heros”, cuya existencia yo ignoraba durante mi trabajo. Puede comprobarse esto comparándolos, rápidamente, pues no me he creído obligado a variar mi texto. Este hecho, que me produce legítima satisfacción, merece quedar señalado. Una de las obras principales de la literatura demonológica contemporánea es, sin duda, la dedicada a Satanás por la colección de “Etudes Carmélitaines” (1). Muy oportuna y excelente iniciativa resulta esta investigación llevada a cabo entre escritores y pensadores notables. A primera vista, ante el peso y tamaño del volumen, cree uno encontrarse con una verdadera “Suma” del Satanismo, pero
Si se me permite un ejemplo personal, puedo citar un curioso caso particular de esta convergencia. Después de redactar y corregir numerosas notas acerca de los fenómenos de orden demoníaco que me interesaban, tuve la agradable sorpresa de encontrarme de acuerdo frecuentemente, no sólo en el fondo, sino hasta en el vocabulario, que creía ser el primero en emplear, con el magnífico libro documentado y vehemente que Jacques d’Arnoux ha titulado “L’Heure des Heros”, cuya existencia yo ignoraba durante mi trabajo. Puede comprobarse esto comparándolos, rápidamente, pues no me he creído obligado a variar mi texto. Este hecho, que me produce legítima satisfacción, merece quedar señalado. Una de las obras principales de la literatura demonológica contemporánea es, sin duda, la dedicada a Satanás por la colección de “Etudes Carmélitaines” (1). Muy oportuna y excelente iniciativa resulta esta investigación llevada a cabo entre escritores y pensadores notables. A primera vista, ante el peso y tamaño del volumen, cree uno encontrarse con una verdadera “Suma” del Satanismo, pero
(1) “ ETUDES CARM ELITAINES“ . Importante revista científico-literaria quo publican en París los Padres Carmelitas Descalzos. (N. del T.)
la realidad no responde a la apariencia, 5omo hubiera sido de desear. No es este el lugar adecuado para hacer una critica a fondo, para lo cual hace falta una competencia que yo no poseo, pero sí puedo decir, porque está al alcance de cualquier lector un poco avisado, que la obra no carece de defectos y que estos son, principalmente, el que resulte, al mismo tiempo, pletórica y con lagunas. Desde que se hojea por primera vez, queda uno extrañado del cuidado pueril que se ha tenido en que el número de páginas del libra sea la cifra apocalíptica de la Bestia, el 666. Tampoco es afortunado el carácter de copilación, que obliga a yuxtaponer aportaciones de valor muy desigual, unidas artificialmente, sin que esta heterogeneidad quede atenuada por un plan bastante riguroso. El defecto de unidad va acompañado de deficiencias respecto a puntos de capital importancia y de digresiones, a veces, desmesuradas, sobre acotaciones sin suficiente interés teológico o doctrinal. Casi la cuarta parte del libro está dedicada al diabolismo en la literatura, especialmente en las novelas de Gogol, Dostoyewsky, Balzac y de Bemanos. Este aspecto hubiera debido quedar indicado, sin duda, pero tal lujo de comentarios no parece justificado por el valor de la aportación
debida a esos coleccionistas de ficciones en el estudio de Lucifer. En cambio, el problema de la acción diabólica en la sociedad contemporánea, se ha esquivado casi totalmente, y para la legítima curiosidad del lecotr, es ésta, tal vez, la decepción mayor. Quisiera yo que el eminente religioso que ha reunido las respuestas hubiera declarado desde el principio que no había tenido intención, ni posibilidad, de hacer una obra completa, dado lo extenso del tema, y se había limitado a un ensayo. Pero dejemos estas sutilezas, a alguna de las cuales quiere proporcionar, precisamente, este libro un remedio o paliativo. En desquite, la justicia obliga a reconocer el servicio hecho por “Satán” al atraer la atención del público y de las personas reflexivas hacia un orden de cosas demasiado ignorado y desconocido que abre al espíritu muy amplios y c u r i osos horizontes, terroríficos horizontes muy capaces de provocar una vuelta hacia nosotros mismos. Si juzgo de ello por mi propio caso, creo que aparecen en este camino Ja posibilidad eventual de explicación y de solución para ciertos hechos y problemas de graves consecuencias que, sin esto, permanecen bien oscuros e impenetrables. Pero, entiéndase bien, que no hay que im
putar inconsideradamente al diablo, como hacen los espíritus simplistas, la responsabilidad de todo el mal, real o aparente, que nos perjudica en este mundo. El procedimiento es demasiado sumario y fácil para no tener algo de vano, ridículo y hasta anacrónico y caduco, como dicen algunos. La ciencia positiva nos proporciona cada día más puntos de vista luminosos que hacen desaparecer los antiguos fantasmas. Un joven amigo* mío, entusiasta de la técnica, a quien yo hablaba hace días, después de esa lectura, de la influencia posible de Satanás sobre los hombres, me respondió, con sonrisa de compasiva condescendencia: “¿Y por qué ir a buscar tan lejos y tan arriba, o tan abajo? El alcoholismo, las enfermedades venéreas y otros hechos de fácil y clara comprobación bastan para darnos la cliave de los males actuales y de la presente decadencia sin necesidad de mezclar en ello al diablo.” —Veamos, repliqué a este realista, casi adolescente. Si se reflexiona un poco, se da uno cuenta de que las explicaciones positivistas, aunque parece que prueban mucho, no valen, con frecuencia, más que para hacer retroceder la dificultad sin resolverla. Nos hacen asir las causas, pero no, según parece, las causas profundas, “causae causarum”, y en ese retroceso reaparecen, irónicos y misteriosos, los pies ahorquillados, los cuernos y el rabo del viejo diablo cuya permanente presencia en este mundo sospechaba la Edad Media, sin equivocarse demasiado. Que sea excesivo, y hasta absurdo, el cargarle con todas las iniquidades de Israel—dicho sea sin la menor intención antisemítica—, es, a fe mía, bien probable, y estoy de acuerdo contigo, pero ¿no caeremos en el otro extremo, tan irreflexivo y censurable, excluyéndole completamente con nuestros razonamientos y de nuestras hipótesis? Recordemos aquí la agudeza de Baudelaire, citando con justa razón en los “Etudes Carmélitaines”, cita que no creo superfluo reproducir aquí: “La astucia más hábil del diablo es la de hacernos creer que no existe.” —Falta saber, refunfuña mi interlocutor, si esa hipótesis explicativa no es puramente imaginaria y no se parece a esos ganchos pintados en la pared, según la conocida comparación, de los cuales pretenden colgar sus sistemas los que se dedican a abstraer quintas esencias, sistemas que, como es natural, han de caer por los suelos. A mi no me convencía este jcrven de ningún modo, pero me daba cuenta de que mi competencia y autoridad son muy poco suficientes en materia tan grave y oscura y, para terminar la escaramuza, evitándome la posibilidad de un ataque más intenso, le interrumpí parodiando a La Fontaine (1):
Dejemos de discutir remitiéndonos, querido, a Multi, nuestro amigo.
debida a esos coleccionistas de ficciones en el estudio de Lucifer. En cambio, el problema de la acción diabólica en la sociedad contemporánea, se ha esquivado casi totalmente, y para la legítima curiosidad del lecotr, es ésta, tal vez, la decepción mayor. Quisiera yo que el eminente religioso que ha reunido las respuestas hubiera declarado desde el principio que no había tenido intención, ni posibilidad, de hacer una obra completa, dado lo extenso del tema, y se había limitado a un ensayo. Pero dejemos estas sutilezas, a alguna de las cuales quiere proporcionar, precisamente, este libro un remedio o paliativo. En desquite, la justicia obliga a reconocer el servicio hecho por “Satán” al atraer la atención del público y de las personas reflexivas hacia un orden de cosas demasiado ignorado y desconocido que abre al espíritu muy amplios y c u r i osos horizontes, terroríficos horizontes muy capaces de provocar una vuelta hacia nosotros mismos. Si juzgo de ello por mi propio caso, creo que aparecen en este camino Ja posibilidad eventual de explicación y de solución para ciertos hechos y problemas de graves consecuencias que, sin esto, permanecen bien oscuros e impenetrables. Pero, entiéndase bien, que no hay que im
putar inconsideradamente al diablo, como hacen los espíritus simplistas, la responsabilidad de todo el mal, real o aparente, que nos perjudica en este mundo. El procedimiento es demasiado sumario y fácil para no tener algo de vano, ridículo y hasta anacrónico y caduco, como dicen algunos. La ciencia positiva nos proporciona cada día más puntos de vista luminosos que hacen desaparecer los antiguos fantasmas. Un joven amigo* mío, entusiasta de la técnica, a quien yo hablaba hace días, después de esa lectura, de la influencia posible de Satanás sobre los hombres, me respondió, con sonrisa de compasiva condescendencia: “¿Y por qué ir a buscar tan lejos y tan arriba, o tan abajo? El alcoholismo, las enfermedades venéreas y otros hechos de fácil y clara comprobación bastan para darnos la cliave de los males actuales y de la presente decadencia sin necesidad de mezclar en ello al diablo.” —Veamos, repliqué a este realista, casi adolescente. Si se reflexiona un poco, se da uno cuenta de que las explicaciones positivistas, aunque parece que prueban mucho, no valen, con frecuencia, más que para hacer retroceder la dificultad sin resolverla. Nos hacen asir las causas, pero no, según parece, las causas profundas, “causae causarum”, y en ese retroceso reaparecen, irónicos y misteriosos, los pies ahorquillados, los cuernos y el rabo del viejo diablo cuya permanente presencia en este mundo sospechaba la Edad Media, sin equivocarse demasiado. Que sea excesivo, y hasta absurdo, el cargarle con todas las iniquidades de Israel—dicho sea sin la menor intención antisemítica—, es, a fe mía, bien probable, y estoy de acuerdo contigo, pero ¿no caeremos en el otro extremo, tan irreflexivo y censurable, excluyéndole completamente con nuestros razonamientos y de nuestras hipótesis? Recordemos aquí la agudeza de Baudelaire, citando con justa razón en los “Etudes Carmélitaines”, cita que no creo superfluo reproducir aquí: “La astucia más hábil del diablo es la de hacernos creer que no existe.” —Falta saber, refunfuña mi interlocutor, si esa hipótesis explicativa no es puramente imaginaria y no se parece a esos ganchos pintados en la pared, según la conocida comparación, de los cuales pretenden colgar sus sistemas los que se dedican a abstraer quintas esencias, sistemas que, como es natural, han de caer por los suelos. A mi no me convencía este jcrven de ningún modo, pero me daba cuenta de que mi competencia y autoridad son muy poco suficientes en materia tan grave y oscura y, para terminar la escaramuza, evitándome la posibilidad de un ataque más intenso, le interrumpí parodiando a La Fontaine (1):
Dejemos de discutir remitiéndonos, querido, a Multi, nuestro amigo.
—Muy bien, terminó el escéptico; usted me participará el resultado de la consulta y me dispensará que no acepte el papel de la comadreja ni el) del conejito de la fábula. Y por esta razón ful yo sólo, al dia siguiente, a llamar a la puerta del abate Multi.
(i) Se refiere a la fábula en que, cansados de discutir, una comadreja y un conejito acudieron, como juez, a un gato, que resolvió el asunto comiéndose a los dos litigantes. (N. del T.)
(i) Se refiere a la fábula en que, cansados de discutir, una comadreja y un conejito acudieron, como juez, a un gato, que resolvió el asunto comiéndose a los dos litigantes. (N. del T.)