SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
V BARUCH, EL "DISRAELI NORTEAMERICANO" Y "PROCONSUL
DE JUDA EN NORTEAMERICA"
Es
posible que la guerra haya interrumpido en forma temporal la intimidad de las
relaciones entre los banqueros judíos de Wall Street y sus amigos de Europa;
pero sin que hayan aumentado considerablemente por ello las riquezas hebreas en
los Estados Unidos. Según informaciones de fuente judía, un 73 por ciento de
los nuevos millonarios de guerra en Nueva York son semitas. La colectividad
hebrea salio de la guerra mucho mas fuerte de lo que jamás lo fuera antes,
siendo innegable su ascensión en todo el mundo.
Hebreo
es el presidente de la Sociedad de las Naciones, sionista el del Consejo
Superior. El presidente de Francia (en 1920) era también un judío. Otro semita
presidio el comité de investigación sobre la culpabilidad de la guerra, bajo
cuya presidencia desaparecieron documentos en extremo importantes.
En
Francia, Inglaterra y Alemania, aumentaron enormemente su poderío financiero y
la influencia de su propaganda revolucionaria.
Un
muy significativo hecho es el de que sobre aquellos países, que con razón se
pueden calificar de antisemitas, pesa la mano de Judá más reciamente que en
parte alguna. Cuanto más se acentúa la resistencia contra dicha opresión, tanto
mas se desarrolla el despotismo hebreo. La Alemania actual es antisemita, mas a
pesar de todos los esfuerzos del pueblo germano por librarse del visible
predominio de los hebreos, estos, inalcanzables para lo voluntad popular,
arraigaron con mas firmeza que nunca. Francia se torna cada vez más antisemita;
pero ante el crecimiento de esta oleada aparece un presidente de la Republica
hebreo. Rusia es antisemita hasta la medula; pero se halla tiranizada por los
israelitas. Y en el instante en que, según nos afirman los jefes hebreos, una
oleada antisemita (así se llama el despertar de los pueblos) inunda los pueblos
del mundo, es precisamente un hebreo quien se adueña de la presidencia de la
Liga de las Naciones; si participara en ella los Estados Unidos de América,
significaría el súper-gobierno mundial. No se sabe por que ese hebreo fue
designado presidente. Ni sus facultades, ni la voluntad general le destinaron
para tal puesto, pero, ¡lo es!
Acabamos
de sufrir en nuestro país cuatro años de un despotismo hebreo casi tan
absolutista como el soviético en Rusia. Por inverosímil que esto parezca, esta
aun muy por debajo de los hechos documentalmente comprobados. No provienen
estos hechos de "se dice", ni son la expresión de un juicio parcial,
sino resultado de una investigación de las autoridades legales, y están para
siempre archivados en las Actas gubernamentales de los Estados Unidos.
Demostraron
en aquella época los judíos que aun sin la ayuda de Wall Street gobiernan
absolutamente al pueblo norteamericano. Pero el hombre que tal prueba aporto
pertenece a la alta finanza de Wall Street. Se dio en llamarle el
"Procónsul de Judá en Norteamérica", diciéndose que se titulaba a si
mismo el "Disraelí norteamericano". Ante una comisión extraordinaria
del Congreso declaro dicha persona: " Que durante la guerra probablemente
tuvo mas poderes que ningún otro político de Norteamérica, esto sin lugar a
dudas". No hay exageración de estas palabras; tuvo mayor poderío que nadie
- aunque no fueran siempre poderes muy legales ni constitucionales - según
personalmente admitía. Alcanzaron sus poderes a la familia, al negocio,
fabricas, bancas, ferrocarriles, incluyendo hasta ejércitos enteros, y
gobiernos. Gozo de un poder ilimitado e irresponsable; el poder de este
individuo y de sus cómplices provoco el ataque de los ricos nojudíos,
facilitándole así una omnisciencia y con ello infinidad de ventajas que no se
pagan con miles de millones.
De
cada 50.000 norteamericanos, había oído apenas uno, antes de 1917, hablar de
él; es probable que hoy sean muchos más los que conocen detalles de su
existencia y de su proceder. De la oscuridad jamás iluminada por hazañas en pro
de la sociedad, surgió de pronto este personaje para adueñarse del poder
absoluto sobre un gran pueblo en estado de guerra. Poco tenia que hacer a su
lado el gobierno constitucional, salvo autorizar pagos y ejecutar sus ordenes.
Cierto es que dijo que cualquiera, por encima de su persona, podía dirigirse
directamente al presidente Wilson; pero nadie que conociera a fondo los
asuntos, lo intento siquiera.
¿Quien
es este personaje de carrera tan oculta y rápida, típico ejemplo de la
disposición del judío a empuñar el cetro en el preciso instante que lo cree
oportuno?
Este
es su nombre: Bernardo M. Baruch.
Hijo
de un médico, nació en 1870, cursando sus estudios en la Universidad de Nueva
York, que abandonó a la edad de 19 años. Ocupo muchos años en "estudios
económicos", sin que se supiesen de él más detalles. A los 26 años entra
como consocio en la razón social Hausman y Cia., que abandona en 1902 luego de
haber conseguido un puesto en la Bolsa de Fondos de Nueva York. De su práctica
comercial nos declara el mismo: "No hice ningún negocio, sino para mi.
Estudie ciertas producciones y fabricaciones, y las personas que en ellas
intervenían". Traficó con títulos y empresas. Estas las adquiría, no para
desarrollarlas, sino para revenderlas en ocasión propicia, no siendo así ni
industrial, ni comerciante, sino el prototipo del negociante capitalista .
Traficaba en fábricas de tabaco, en fundiciones, en caucho y en acero.
"Estuvo interesado en trusts".
Concentróse
su interés principal en el negocio del cobre , en el que "tropezó"
con las dos firmas monopolizadoras judías de ese ramo, los Guggenheim y los
Levisohn. El significativo valor de estas combinaciones se comprenderá
fácilmente.
En
su juventud fue ya rico y opulento, sin que se sepa que heredara gran cosa. Si
la guerra le tornó mas rico aun, no se puede afirmar con certeza. Amigos y
socios suyos sanearon sus fortunas junto con él.
Contestó
con evasivas a preguntas acerca de sus negocios concretos y primordiales antes
de la guerra, expresando que tenía la intención de retirarse paulatinamente de
los negocios. ¿Por qué? ¿Para preparar otro mayor? Su intento de retirarse
"fue desbaratado por mi nombramiento de miembro de la Junta de asesores
consejeros ("Advisory Commission") sin tener antes una idea de tal
probabilidad, ni que me hubiese ofertado para tal cargo". Resulta,
entonces, que se le descubrió. ¿Cuando? Y ¿quien lo descubrió? ¿Como se explica
que fuera justamente un hebreo el único hombre disponible para cargo de tan
vastos poderes?
Se
creó esta Junta de consejeros en 1915, cuando el país consideraba aun su
neutralidad como la única solución posible. Un intento público, el mínimo
indicio de complicar a los Estados Unidos en la guerra europea, hubiese barrido
en aquella época a los voceros o jefes judíos.
En
aquella época de total voluntad popular de mantener la paz en Norteamérica,
formóse la Junta de Consejeros - ¡para preparar la guerra! - y ello bajo la
presidencia del mismo Wilson que en 1916 debió su reelección al embuste de
querer mantener a los Estados Unidos alejados de la guerra.
Las
respuestas de Baruch a las preguntas que se le formularon al respecto a sus
relaciones personales con el presidente Wilson fueron evasivas, y manifestó no
recordar cuando por última vez antes de su nombramiento para la Junta de
Consejeros, conferenció con el presidente. Esto es extraño: una conferencia con
el primer magistrado de la republica no puede borrarse tan fácilmente de la
memoria, salvo que tal conferencia no tuviera para el nada de original, es
decir, que se celebrasen con frecuencia . "Naturalmente debió pensarse en
la movilización de las industrias nacionales, porque los soldados no luchan tan
solo con sus brazos, sino que también precisan armas. Estaba persuadido de que
la guerra sobrevendría mucho antes de lo que nadie se imaginara".
¡Eso
fue en 1915! En aquel entonces, cuando el pueblo yanqui contemplaba la guerra
como simple espectador , queriendo seguir siempre en tal postura, fue el hebreo
Baruch quien estaba ya persuadido de la participación yanqui en la guerra (
¡que ocurrió dos años mas tarde! ) dedicándose a ¡prepararla! Y el gobierno de
Wilson, que se había comprometido a mantener el país alejado de la guerra,
conferenció con ese mismo hebreo Baruch, que hasta debió ir creando la
atmósfera necesaria para la guerra . Quien recuerde hoy los acontecimientos del
año 1915, completando el cuadro con las pinceladas de lo que en aquel entonces
ignoro, es decir, con las actuaciones de Baruch, tendrá que confesar que en
aquella época ignoraba por com pleto lo mas importante de los sucesos de la
actualidad, y ello a pesar de haber leído a diario y con toda atención los
periódicos.
Baruch
sabía, en 1915, "que nos veríamos envueltos en la guerra".
Cegado
por tal convencimiento "hizo un largo viaje". "Sentí durante ese
viaje - dice - que algo debería hacerse para la movilización de las industrias,
y concebí el plan tal como se realizo cuando ascendí a presidente de la Junta
de Consejeros". Este plan lo expuso a Wilson, quien lo escucho
atentamente, aprobándolo. Hizo Wilson lo que Baruch le indicaba y este extendió
su omnímoda mano sobre la totalidad de la producción norteamericana. Y lo consiguió.
De manera tanto o mas completa que el mismo Lenin en Rusia, porque en los
Estados Unidos el pueblo yanqui no vio en todo ello sino el elemento
patriótico, sin advertir que quien disponía de sus destinos era el gobierno
hebreo, al que tuvo que obedecer.
Además
se constituyo el "Comité de Defensa Nacional" ¡en 1915!, no como una
corporación constitucional norteamericana, sino como una creación arbitraria
con un hebreo a la cabeza y con otros hebreos en los principales puestos.
Pertenecieron a este comité seis Secretarios de Estado, siéndole subordinada
una junta facultativa de siete miembros, de los cuales tres eran semitas, y
Baruch uno de ellos. Dicha junta a su vez tenia bajo sus órdenes a centenares
de empleados y muchísimas juntas especiales. Fue una de estas la "Junta
industrial de guerra", de la que Baruch, al principio, fue miembro y luego
amo absoluto. Esta "Junta industrial de guerra" con el correr del
tiempo fue perdiendo importancia en la vida norteamericana y en todas sus ramificaciones.
Bernardo M. Baruch fue un rey "entre bastidores".
¿Por
que precisamente fue un hebreo quien logro tan absoluto predominio sobre un
pueblo de cien millones, ejerciéndolo en forma despótica?
Las
organizaciones creadas por los hebreos acusaban un carácter duramente
autocrático, pero con un barniz de democracia. Todo semita colocado al frente
de una organización militar administrativa, grande o pequeña, tuvo así la menor
oportunidad para "ejercitarse" en el desempeño de un mando ilimitado.
¿Cual
fue el poderío de la "Junta industrial de guerra"? A la pregunta del
representante Jefferis: "¿Usted decidió, entonces, lo que cada personas
debía percibir?", Baruch respondió: " Así es, efectivamente. Yo asumí
la responsabilidad y fui quien luego decidió en definitiva lo que el ejercito y
la armada debía percibir, lo que se les debía dar a los ferrocarriles, o a los
Aliados, o si se entregaban locomotoras al general Allenby en la Palestina, o
se las empleaba en Rusia o en Francia".
Este
enorme poderío concentróse en manos de un solo hombre. "¿Es decir, que los
hilos todos del poder se reunieron en sus manos de usted?", inquirió
Jefferis. "Si, repuso Baruch, poseí durante la guerra probablemente mas
poderes que ningún otro político". Esto es verdad. "La decisión
definitiva venia finalmente a mi".
La
vulgar afirmación de las arbitrariedades personales del presidente Wilson por
menospreciar el gobierno efectivo hebreo, que le aconsejo siempre y en todos
los detalles, carece de fundamento. Quien le suponga autócrata, es ciego ante
la plenitud de poderes extraordinarios con que revistió en todo momento al
seudo-gobierno judío durante la guerra. Wilson no se preocupaba de la
Constitución, ni del Congreso, eliminando al Senado y aun los miembros de su
ministerio. Pero es falso que no haya admitido consejo alguno. Ni cuando la
guerra, ni en las conferencias de la Paz procedió por cuenta propia. La idea de
complicar a Norteamérica en la guerra no fue suya, como tampoco la del modo de
conducir la guerra, no la de formular la paz. Detrás de el, sobre el, estuvo
Baruch; éste acompañóle a París, no abandonando sino juntos el "George
Washington", ni tierra europea, hasta que todo se hubo cumplido en la
forma que Baruch y sus amigos, que siempre rodearon a Wilson, hubieran querido.
El único periodista que en el transcurso de la guerra siempre y en todo momento
tuvo acceso cerca del Presidente, sirviéndole, por decirlo así, de heraldo, fue
el hebreo Lawrence.
Existe
solo un concepto que designe cabalmente la amplitud de poderes del hebreo
Baruch: dictadura. Personalmente, Baruch pronuncio esta palabra diciendo que
dicha forma de gobierno fue también en épocas de paz la mejor para
Norteamérica, aunque su implementación se hiciese más fácilmente en tiempos de
guerra, debido al general patriotismo reinante.
Treinta
mil millones de dólares costo a los Estados Unidos su participación en la
conflagración mundial, de los cuales diez mil se prestaron a los aliados.
Dependió exclusivamente la inversión de estas fabulosas sumas del libre
albedrío de Baruch. Fue este judío quien
resolvió: 1º sobre la utilización de capitales ilimitados de la vida económica;
2º sobre todos los materiales; 3º sobre la industria entera y sus limitaciones,
de la fuerza humana, y su destino al servicio bélico, directo o indirecto; y 5º
sobre las condiciones de trabajo de los obreros, estableciendo precios y
jornales.
La
organización de la utilización de capitales incumbió nominalmente, a la
"Junta de inversión de capitales", a cuyo frente figuro el semita
Eugenio Meyer, hijo. ¡Otro talento hasta entonces desconocido, que al ser
"descubierto" fue ubicado en un cargo importantísimo! Quien durante
la guerra necesito capital para cualquier empresa, tuvo que descubrir en
absoluto su tarjeta ante los hebreos Meyer y Baruch. Esta organización, en
manos de unos pocos judíos fue el mejor sistema imaginable de espionaje que
jamás existiera en la vida comercial. Se denegó una suma de 8.000.000 de
dólares, que necesito el Municipio de Nueva York para fines escolares, en tanto
que un empresario hebreo recibió con toda facilidad las cantidades necesarias
para la erección de un teatro monumental. Se les negaron a los no-judíos los
fondos para empresas productivas, que poco después se concedían a israelitas
para fines idénticos. Constituyo un siniestro poderío, que jamás debió ser
confiado a un solo hombre, y mucho menos a una cáfila de judíos. Y, sin
embargo, ¿como ocurrió que en todos los puestos donde todo dependía del buen
tacto y de la discreción, siempre se hallara un hebreo, y este siempre
investido de la autoridad de un mando ilimitado? Cuanto más se profundiza este
problema, tanto mas misterioso aparece.
En
lo referente a la utilización de los materiales (materias primas, objetos
semifabricados y productos hechos) poseía Baruch en muchos de ellos una
experiencia personal práctica. Jamás se aclaro completamente el modo de aplicar
estos conocimientos a las ramas industriales en que participo personalmente
Baruch durante la guerra. Donde Baruch no era perito, se valía de consejeros. Se
destacaba entre ellos J. Rosenwald, para las necesidades de la vida, incluso el
rubro vestidos, siendo su lugarteniente Eisenmann. Este se ocupaba de la
adquisición de los uniformes, designando las calidades de las telas a utilizar,
y fijando los precios a los fabricantes, en su mayoría hebreos. Lo concerniente
al empleo del cobre estuvo en manos de un empleado de la casa monopolizadora
Guggenheim, obteniendo, claro esta, esta casa los suministros mas importantes
de cobre para las necesidades de guerra. Sin la previa aprobación de la
"Junta industrial de guerra", vale decir, sin el consentimiento de
Baruch, nadie pudo durante la guerra construir una casa de mayor valor de 2.500
dólares, ni adquirir un barril de cemento, ni recibir la mas pequeña cantidad
de cine.
Hizo
constar Baruch que alrededor de 35 ramas industriales estaban bajo su control,
y que abarcaba este, tal vez, todas las materias primas del mundo. "Yo
resolví en definitiva. Por mis funciones, pertenecí a todas las Juntas, siendo
mi tarea la de inspeccionarlas todas y estar en contacto con ellas". Fue
el quien decidió donde se embarcaría el carbón, a quien se debía vender acero,
donde se fundarían o se suspenderían respectivamente las industrias. Al mismo
tiempo que el control sobre el movimiento de los capitales tenia Baruch también
en sus manos el de las materias primas en su totalidad. Fue envuelto este
control en el misterioso concepto de "prioridades" que según
testimonio de Baruch constituyeron "el poder máximo durante la guerra".
Pero
ni así queda explicado completamente el poderío absoluto ejercido por Baruch.
El alma de la industria es y sigue siendo el elemento hombre. Y este también
fue dominado por Baruch. El maligno sueño de un trust que se ejercía sobre
vidas humanas fue realizado por primera vez por este individuo que afirmaba mas
tarde sin avergonzarse: "Nosotros fijábamos también la prioridad para la
energía humana". Este "nosotros", en boca de Baruch significa
siempre "yo", o "nosotros los hebreos".
Fue
Baruch quien especifico al Ministerio de Guerra la clase de hombres
susceptibles de alistarse en el ejército. "Nosotros ordenábamos que las
industrias menores parasen, y que su personal cesante ingresase en filas".
El mando supremo, de vida o muerte de industrias enteras y de centenares de miles
de obreros norteamericanos lo ejercía este único hombre, ¡un judío!
Fué
el quien estipulaba precios y jornales, los precios de todo lo necesario para
la vida diaria, los del algodón, la lana y demás materias primas indispensables
para 350 industrias, y los precios unitarios.
En
una palabra, un 73 por ciento de los nuevos millonarios de guerra, solo en
Nueva York, son (según datos de fuente judía) ¡hebreos!
Se
impone el interrogante: ¡Como es posible que fuera justamente Baruch el que
lograra tanto poder? ¿Quien se lo concedió? ¿De quien o de que fue instrumento?
Ni su pasado, ni los hechos conocidos hasta la fecha, explican o justifican su
nombramiento. Menos mal si hubiese sino uno de entre tantos peritos que bajo
control de los poderes constitucionales hubieran transformado el país y su
economía nacional. Mas queda sin explicar, de todos modos, que fuera él el
único personaje que se erigiera en centro de gravitación de todo nuestro
gobierno de guerra, y quien supeditara todo el gobierno legal a sus
dictados.
Fue
el quien acompaño a Woodrow Wilson a Paris, permaneciendo allí hasta el 28 de
junio de 1919 como "experto comercial agregado a la Misión de Paz". A
la pregunta que le formulo el representante Graham: "¿Conferencio usted
allí a menudo con el presidente?", Baruch repuso: "Siempre que el
presidente me pidió consejo, se lo di. También intervine en el asunto de las
condiciones de reparación. Fui miembro oficial del Departamento Económico, así
como también del Consejo Superior de materias primas". - Graham:
"¿Sesiono usted con aquellos personajes que establecieron las condiciones
de paz?" - "Si, a veces". - Graham: "¿En todas las
comisiones, salvo en el Consejo de los Cinco?" (la instancia suprema). -
Baruch: "Muchas veces también en este".
El
plan mundial hebreo fue el único presentado en Paris, que se aprobó sin
modificación alguna. El pueblo francés, que con suma extrañeza advirtió que
miles de judíos asistían a las sesiones desde todas partes del mundo, figurando
como consejeros de los jefes de gobierno, y Estados, llamo a la Conferencia de
la Paz la "conferencia de koscher". Especialmente en la delegación
yanqui prevaleció tanto el elemento hebreo, que llamo escandalosamente la
atención. Dice el historiador inglés Dillon en su libro titulado La historia
interna de la Conferencia de Paz : "Aunque parezca raro a muchos lectores,
queda firme el hecho de que un importante numero de miembros de la Conferencia
creyeron seriamente que las influencias efectivas detrás de los pueblos anglo-sajones
eran semitas ". Nos dice mas adelante que los "derechos de las
minorías", propugnadas por Wilson, se aplicaban prácticamente, solo a las
minorías judías. Tales derechos, como prerrogativas judías, lesionaban grave y
profundamente los sagrados derechos innatos de los pueblos y Estados, que
atañían y eran formulados por los hebreos reunidos en Paris (según Dillon)
"para realizar su plan detalladamente elaborado, lo que consiguieron por
completo". Dijeron los representantes de los Estados complicados en estas
"combinaciones": "De hoy en mas el mundo será dominado por los
anglosajones, y estos, a su vez, por su respectivos elementos judíos".
Estos hechos demuestran una asombrosa concordancia con los fines que, según los
"Protocolos de los Sabios de Sión", los judíos se propusieron y sobre
cuyas teorías hablamos detenidamente en la primera parte de esta obra.
Digamos
algo mas sobre el rubro "cobre". Según personal declaración de
Baruch, "se interesaban" por negocios en cobre. Los Guggenheim y los
Lewisohn son los "reyes mundiales del cobre". Antes de que la guerra
estallara, Baruch "visito" a dichos señores. Cuando la guerra, se
repartieron entre si este negocio. Anulóse la competencia, porque Baruch, como
representante del gobierno, se lo pidió. Los Lewisohn (el vicepresidente de su
trust se apellidaba Wolfson ) se encargaron del mercado yanqui, y los
Guggenheim del de ultramar. El gobierno de Estados Unidos solo adquirió durante
la guerra más de 600 millones de libras de cobre. Este gobierno, vale decir
Baruch, trato, en cuanto a cobre, exclusivamente con la firma Lewisohn. Las
sociedades de menor importancia, para poder vender sus productos, debieron
dirigirse a sus más fuertes competidores, los Lewisohn, y ello por orden del
gobierno, representado por el hebreo Eugenio Meyer, quien, a su vez,
representaba al hebreo Baruch. Eugenio Meyer estaba también muy
"interesado" en asuntos de cobre. En las sesiones realizadas por los
productores de cobre de Nueva York tomaron parte: Rosenstamm, Vogelstein, J. Loeb,
Wolfson, Drucker y Eugenio Meyer , en tanto que los representantes del Ejercito
y Marina no fueron admitidos. El representante común de los Lewisohn y
Guggenheim ante el gobierno del Washington, fue un llamado Mosehauer.
El
comité "gubernamental" designado por Baruch para mediar oficialmente
entre el gobierno y los productores de cobre (vale decir, entre el y los
Guggenheim-Lewisohn), estaba integrado por tres personas, y esas tres personas
eran: ¡empleados de la casa Guggenheim! "Es verdad, esos grandes
productores de cobre estuvieron representados en el Comité, yo los elegí por
ser personas muy notables". Y en tal forma explico Baruch esta rara
coincidencia. El monopolio hebreo en el mercado del cobre en ambos lados del
Atlántico resulto, pues, completo y "redondo".
Al
oírse murmurar sobre este oscuro asunto, tuvo que hacerse algo evidente.
Declararon los Lewisohn que (¡atención, lector!) le venderían al gobierno toda
la cantidad deseada de cobre al precio estipulado. "Para arribar a un
precio determinado, tomamos por base el precio de los últimos años. Este
resulto ser de 16 3/4 centavos norteamericanos la libra, en tanto que en la
época de dichas conferencias el cobre se cotizaba a 32 centavos la libra".
De modo, entonces que, al parecer, el gobierno recibió el cobre a mitad de
precio. Por lo menos así se le manifestó a voz en grito al público, y este
quedo encantado. Baruch explico el punto de la siguiente forma: "La oferta
evidencio claramente que nos guiaba el deseo de rechazar todo lucro particular,
mientras se tratase de las necesidades del gobierno. Pagadnos lo que queráis:
tal fue el punto de vista del productor". El gobierno recibió todo el
cobre deseado, y a precio sin compromiso.
Pero,
siguióse conferenciando sobre el precio que por el cobre debieron pagar las
empresas particulares, el que se estipulo en 27 centavos. Como Baruch
(¡atención nuevamente, lector!) decreto el sistema de precios únicos como
suprema ley para toda clase de mercaderías, e independientemente de que
particulares o el gobierno fueran los clientes, tuvo que pagar el Gobierno
¡también 27 centavos! Empero, esta pequeña variación fué silenciada al gran
público...
Finalizada
la guerra quedóse el gobierno yanqui con una existencia de 16 1/2 millones de
libras de cobre. La firma Lewisohn llevo al colmo su generosidad readquiriendo
del gobierno dicha cantidad, vendida anteriormente a 27 centavos, al precio
de... ¡15 centavos la libra!
Baruch
no representa sino un ejemplo típico de la mezcolanza intima del hebraísmo con
el mecanismo administrativo militar de nuestro país. Si hubiesen sido los
judíos los únicos aptos para administrar todos los puestos de importancia...
¡santo y bueno! Pero no siendo así, ¿como fue posible que precisamente ellos se
adueñaran de todo el aparato de inspección de manera tan exclusiva y
sistemática? Sin embargo, este hecho consta históricamente. ¿Como se le puede
explicar?