3-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
III JUDIOS CONTRA NO-JUDIOS EN LA ALTA FINANZA DE NUEVA YORK
En
los Estados Unidos el problema judío es puramente de carácter ciudadano y no
agrario. Es característica de los hebreos no concurrir allí donde haya tierras
libres, o donde se produzcan materias primas, sino siempre donde convivan más
estrechamente las masas populares. Adquiere este hecho especial importancia
ante el eterno clamoreo judío, de que sean proscritos en todas partes. Ello, no
obstante se encuentran siempre y especialmente en aquellos lugares donde
resultan menos bien recibidos. La explicación más común de ello es que
concuerda con su carácter de vivir de y sobre otras personas, no de la tierra,
no de la transformación de la materia prima en cosas útiles para la existencia
humana, sino de su vecindario inmediato. Que otros laboren la tierra: el
hebreo, donde pueda, vivirá del labriego. Que otros trajinen en industrias y oficios:
el hebreo preferirá adueñarse de los frutos de su actividad. Esta inclinación
parasitaria debe, entonces, formar parte de su esencia.
En
ninguna población norteamericana puede estudiarse con mayor éxito el problema
hebreo, como en Nueva York. Viven aquí más judíos que en toda Palestina. El
registro civil de la autoridad local hebrea ("Kahal") calcula el
número de judíos allí residentes en más o menos 1.528.000 almas para 1917-1918.
La comunidad hebrea que le sigue en importancia, o sea la de Varsovia, cuanto
solo con 300 a 330.000 almas, o sea una quinta parte de la neoyorquina.
Calculando el número total de hebreos del mundo en unos 15.000.000, resulta que
una décima parte de la población israelita universal reside en Nueva York.
Ejerce
este grupo de población hebrea en Nueva York un poderío mucho mayor que el que
ejerció en ningún otro lugar durante toda la era cristiana, excepción hecha de
Rusia actual. La revolución rusa se preparó y pertrechó desde Nueva York . El
actual gobierno soviético se recluto casi íntegramente entre los elementos de
los barrios bajos del Este de Nueva York. El ghetto neoyorquino traspaso desde
hace largo tiempo los límites de estos barrios del Este un ghetto genuinamente
judío. También son judíos el riquísimo Oeste y la parte céntrica de la ciudad,
al norte del Parque Central, Brownsville, Brooklyn, representa una ciudad
típicamente hebrea con su propio idioma, diarios y teatros
Salvo
un gran bazar y algunas tiendas insignificantes, todos los negocios están en
manos judías. Confecciones para caballeros y damas, ropas usadas, peletería, y
todo el comercio de víveres, integran el gigantesco monopolio judío. La
abogacía es de preferencia judía. De 27.000 puestos de diarios y revistas que
facilitan la distribución de lectura al público, 25.000 están en manos judías.
Únicamente los barrios del Este de la ciudad se elevan 300 sinagogas.
Representa
el "kahal" neoyorquino una organización poderosísima, no conociéndose
con exactitud el numero de sus miembros. Podría llamársele el municipio judío.
Instituyéndomele en 1908 a raíz de las averiguaciones del entonces jefe de
policía, según las cuales reclutose de entre la población judía, integrada por
unas 600.000 almas, mas de la mitad del numero total de criminales. Las
autoridades del Estado se entienden con este "kahal" en todos los
casos que conciernen al elemento judío. Su poder es vastísimo y su alcance
ilimitado.
Es
general en nuestro país la creencia de que Tammany Hall domina la vida política
de todo Nueva York. En cambio, lo que generalmente se ignora es que los judíos
son los verdaderos amos de Tammany Hall.
La
posesión del poder no provoca reproches, sino que todo depende de la justa
aplicación o del irritante abuso que de el se haga. No abusando, la posesión
del poder hasta constituye un síntoma loable. Si los hebreos que viven en Nueva
York se convirtieran en norteamericanos en lugar de esforzarse eternamente en
falsear su americanismo; se ayudaran a fortificar los principios y sanas
tradiciones del país, en lugar de alterar los primeros y eliminar las segundas,
nuestro juicio acerca de los hebreos habría entonces de ser favorable.
Para
dejar constancia del grado de influencia judía, no debemos limitarnos al ghetto
o a los barrios comerciales, sino que debe saberse que existen campos más
vastos y más elevados para manifestarse.
En
Wall Street, donde se halla la Bolsa de Nueva York, el elemento hebreo es
numeroso y predominante, tal como puede y debe esperarse de una raza, que desde
los más remotos tiempos desempeño siempre un rol importantísimo en todos los
asuntos financieros del mundo. No queremos decir con ello que en la vida
financiera yanqui predomine en absoluto el elemento hebreo. En cierta época nos
amenazo tal predominio, pero los financistas yanquis vigilaron a los
financistas internacionales, anulando exitosamente sus planes. A veces pareció
que la victoria se inclinaría hacia el lado judío; pero los intervalos de clama
mostraron siempre que la finanza yanqui, aunque retrocediendo, mantuvo sus
puestos. Así los Rothschild, como portaestandartes de la preponderancia
financiera internacional, vieronse derrotados en suelo norteamericano. Empero,
el recuerdo de su mano oculta en la Hacienda, la política y diplomacia
norteamericanas perdura aun. Pero de nada les valieron sus sutilezas contra la
solidez del espíritu comercial norteamericano, que no debe confundirse con el
tan dudosamente famoso business de hoy, en el que participan millares de
hebreos procedentes de todas partes del mundo, girando como norteamericanos
genuinos, aunque muchas veces ni dominen siquiera nuestro idioma, sino que debe
tenerse como presente el espíritu comercial yanqui tal como se presenta, en
forma de una combinación de actividad y escrupulosidad verdaderamente norteamericanas
. Si hoy, en efecto, perdiose un poco el buen renombre de este espíritu
comercial, es únicamente porque bajo el renombre de este espíritu comercial, es
únicamente porque bajo el nombre yanqui se manifestó ampliamente otro espíritu
totalmente distinto.
En
el campo financiero neoyorquino se destaca netamente la finanza hebrea con sus
casas de banca particulares, que contrariamente a los grandes trusts y bancos
de depósito trabajan con su propio capital y el de sus consorcios y amigos. El
comercio financiero judío se diferencia radicalmente del no judío en que los
banqueros hebreos son preferentemente prestamistas. Cierto es que también
admiten las emisiones de compañías ferroviarias, de empresas industriales, del
gobierno y de los municipios; mas solo con el objeto de volverlas a vender
inmediatamente. Todo tiende a lo más rápido en compraventa. El público adquiere
esos títulos, y el banquero hebreo se reintegra en su dinero. Raro es que el
hebreo tenga un interese constante en las empresas productivas, que apoya con dinero.
En cambio, los banqueros no judíos suelen sentirse obligados a seguir en
contacto con la empresa por ellos respaldada, para asegurar a los compradores y
tenedores de los respectivos títulos una ordenada administración de sus fondos,
erigiéndose en responsables de la buena marcha y prosperidad de las inversiones
de su clientela.
Pretende
el banquero judío en primer lugar la constante fluctuación de su capital,
teniendo así siempre dinero disponible, imprescindible condición para el gran
prestamista. Al presentarse después las inevitables épocas de tensión
financiera, extraerá tanto mas provecho de la ventaja de poseer en tales
tiempos grandes cantidades disponibles.
La
casa bancaria judía indiscutiblemente predominante en Wall Street es la de
Kuhn, Loeb y Cia., jefe principal de esta casa fue el extinto Jacobo Schiff,
siendo consocios su hijo Mortimer, Otto H. Kahn, Paul M. Warburg y otros, que
participan en forma predominante en la vida publica y en las grandes empresas
financieras de nuestro país. Otras casa de banca privadas hebreas son las de
Speyer y Cia., J. y W. Seligmann y Cia., Lazard Hermanos, Ladenburg, Thalman y
Cia., Hallgarreb y Cia., Knaudt, Nachod y Kühne Goldmann, Sachs y Cia., y
muchas otras de menor importancia. Gozan estas casas de intachable fama por su
limpio proceder. Son banqueros prudentes, sagaces en sus empresas, y brillantes
a veces en la preparación y realización de sus planes.
El
poder financiero de los hebreos de Wall Street, ejerce una preponderante
influencia sobre la industria, ocupando en diversos mercados metalúrgicos una
posición monopolizadora. Se encuentra en todas partes grandes y florecientes
agencias de estos bancos judíos. Cuanto más se avanza en dirección hacia
empresas puramente especulativas, tanto mas se acusa el elemento judío,
especialmente en empresas societarias y en el negocio de valores petrolíferos y
mineros.
Llama
la atención un detalle y es este el de que entre los presidentes de los grandes
bancos de ahorro de Wall Street no existe ni uno solo judío. De todas estas
enormes instituciones bancarias y de los enormes trusts, cuyo capital asciende
a veces a 400 millones de dólares, y que en conjunto representan miles de
millones de dólares, no hay ninguno que tenga un solo director o empleado hebreo.
¿Por
que así? ¿Por que los magnates de las finanzas de Wall Street tan
cuidadosamente se rodearon de no judíos? ¿Por que se alzo esta barrera
divisoria entre los miembros de la raza judía y la no-judía en el terreno de la
finanza, donde se manejan y administran los bienes? La respuesta puede hallarse
en la circunspección de los grandes dirigentes financieros. Solo de vez en
cuando se hallara un director judío en bancos de escasa importancia.
Podría
ser también que se explicara este hecho por un simple sentir instintivo del
gran público. No le hace que la razón sea fundada o no; pero es evidente que el
publico no quiere confiar su dinero a instituciones bancarias con dirección
judía. En ciertos barrios neoyorquinos existen, sin embargo, algunos bancos de
ahorro de menor cuantía bajo dirección de hebreos, pero consta que hasta los
propios judíos depositan sus fondos de preferencia en bancos sin dirección
judía. Acaso contribuya a esto la triste experiencia que haya hecho el público
anteriormente con bancos hebreos. Varias famosas quiebras le hicieron
desconfiar de tales instituciones. No se ha olvidado aun la bancarrota de J. G.
Robian (a) Rabinovich, nativo de Odesa (Rusia), que fundo aquí en breve espacio
cuatro bancos de ahorro que quebraron. Esta bancarrota llamo poderosamente la
atención, causando la ruina de infinidad de personas. El caso Rabinovich
evidencio la particular habilidad y tenacidad del hebreo ruso en basar grandes
empresas sobre puro engaño, así como su poca conciencia al fracasar. La carrera
de este banquero termino en la celda de un presidio.
No
es, pues, extraño que el publico experimente cierta confianza al advertir que
los hombres a quienes se confía la difícil tarea de invertir y administrar
convenientemente los fondos financieros del pueblo yanqui, se hayan rodeado de
una firme y sólida muralla formada por elementos nojudíos.
Seria
un capitulo muy interesante de la historia de la economía nacional yanqui el
relato de los tenaces intentos de los hebreos para predominar en la Bolsa.
Aunque parezca muy lento aun el avance hacia esa finalidad, existe sin embargo,
indicios que hacen suponer que la conocida tenacidad imperturbable hebrea
vencerá al fin y al cabo, en el supuesto de que la especulación bolsista siga
también sin norte con el estimulo de lograr riquezas.
En
el caso de que los hebreos lograran influencia decisiva sobre la Bolsa,
conseguirán también con ello el poder necesario para arrebatar el negocio
bancario del ahorro publico de manos de los nojudíos. Tal como en el mundo
bancario de Wall Street, también en la Bolsa de fondos existe, merced a una ley
no escrita, una resistencia pasiva e intensa contra el predominio del elemento
hebreo.
Sobre
una base insignificante se fundo la Bolsa de Nueva York el año 1817, casi en la
misma forma en que existe aun hoy. Representa una sociedad privada, una especie
de círculo de comisionistas, sin que posea las prerrogativas de una corporación
publica. Queda limitado a 1.100 el número de sus miembros. Quien no pertenezca
a ella, solo puede obtener un puesto por dos vías: por el albacea de un miembro
fallecido, o por compra de la parte de un miembro, que se retire, o que haya
quebrado. Ese puesto cuesta hoy día 100.000 dólares. Se compone la Junta
administrativa de cuarenta miembros, y durante largos años no perteneció a ella
ningún hebreo.
Los
obstáculos que impiden una invasión en masa de los hebreos, consisten: 1º, en
una mutua y callada concordancia de resistencia pasiva de los miembros
no-judíos, que data desde la fundación de la bolsa; 2º, limitaciones de cierta
índole, que se estipulan en el Estatuto, con referencia a la admisión de nuevos
miembros.
Más
una de las cualidades distintivas de la raza hebrea estriba en su tenacidad. Lo
que no haya conseguido esta generación lo lograra acaso en la siguiente. Hoy
vencida, no quiere decir que también lo sea mañana. Sus vencedores mueren; mas
el judaísmo prosigue impávido su camino. No olvida ni perdona nunca jamás, se
desviara de su único camino hacia la dominación mundial, en la forma que sea.
Aunque parezca imposible bajo las condiciones actuales que el número de los
miembros hebreos de la bolsa aumente, la verdad es que aumenta, lenta, pero
seguramente, así como también el precio de los puestos. Son, sin embargo,
postulantes judíos los que ofrecen abonar las cuotas mas elevadas. Puede
acaecer que determinado miembro deba dimitir por quiebra. El síndico de los
acreedores deberá lógicamente realizar también lo mas ventajosamente posible el
puesto del deudor. También aquí será siempre el hebreo quien puje más alto.
Queda otro medio, aunque sea de índole menos limpia, y consiste en adoptar un
apellido distinto en el bautizo. Juega el apodo un rol muy importante en la
política de tapujos. En avisos, frente a las vidrieras, al pie de artículos periodísticos,
etc., sirven admirablemente apellidos tales como Smith, Adams, Robin, para
cortar desconfianzas. Nuestros escenarios están plagados de actores y actrices
hebreos; pero los apellidos que ostentan son netamente anglosajones, y hasta
aristocráticos.
Muchos
no-judíos se asombrarían fijándose detenidamente, al ver con cuanto judío se
relacionan, cuyos nombres y apellidos no acusan absolutamente nada de hebreo.
Este sistema sirviole también a los judíos para conseguir algunos puestos en la
Bolsa neoyorquina. Se contaron en 1872 entre 1.009 miembros, 60 hebreos;
actualmente suman estos 276, pese a que las condiciones de admisión son tan
rigurosos como antes. Según esto, el predominio hebreo en la Bolsa neoyorquina
si sigue progresando, su infiltración en igual proporción como hasta ahora, es
únicamente cuestión de tiempo.
Por
otra parte, el número de los especuladores hebreos en la Bolsa de Nueva York
supera en mucho al de los no-judíos. Especulación y jugadas de bolsa son
históricamente y de siempre características de la raza hebrea. En tanto que
muchos israelitas prefieren efectivamente empresas no judías para sus asuntos
puramente bancarios, se entrega la gran mayoría de ellos a sus propios jefes
hebreos para negocios especulativos. En Europa, donde su poderío financiero
esta ya mas firmemente arraigado, y lo es de tradición, apenas si les falta una
sola de sus especulaciones. Acaece que se vean en compromisos especulativos;
pero es muy raro el caso de que para ellos mismos impliquen pérdidas efectivas.
Dejemos
a Wall Street con sus Bancos y agencias, y retornemos a la bolsa de fondos y
acciones de la Broad Street, donde advertiremos un floreciente movimiento
bursátil en valores aceiteros, mineros y títulos, junto al otro. Son tan
numerosos, que hasta imprimen su sello a todo el barrio, como si este fuera una
ciudad totalmente distinta. Cierto es que giran muchos de estos comercios bajo
firmas no-judías; pero solo porque el hebreo sabe que en asuntos de dinero se
les contempla con recelo.
Más
adelante, en oscuros callejones y en despachos semiocultos, se hallan numerosos
individuos de raza hebrea que hacen sus negocios con toda índole de títulos no
admitidos en la bolsa. Son estos las sanguijuelas de Wall Street, los
verdaderos merodeadores. Practican el más fraudulento tráfico de fondos, y ello
con un celo y una energía que no desanima nada en el mundo. Es su objetivo solo
hacer dinero sin trabajo, sin esfuerzo y en este tráfico desarrollan una
pasmosa habilidad. Es de no creer cuantos de ellos llegan a hacerse ricos; pero
mas incomprensible es aun el sin fin de personas no-judías, confiadas,
inexpertas e ignorantes, que desde todas partes de Norteamérica remiten sus
excelentes fondos a cambio de esos papeles absolutamente sin valor que estos
judías trafican. Es un negocio brutal y desalmado puesto que ni siquiera es
preciso tener astucia. Las sanguijuelas únicamente trabajan por correo o por
teléfono, editando "informes de Bolsa", con los cuales, y con el
pretexto de dar desinteresadamente consejos a los que desean invertir sus
fondos o ahorros, buscan y hallan el modo de vender lo mas caro posible los
dudosos títulos que poseen. Los informes de Bolsa son lógicamente inofensivos
para el iniciado; más fatales para miles y miles de personas ingenuas y sin
juicio.
Perseguidos
por pesquisantes, eternamente observados por la policía secreta del gobierno,
denunciados en los diarios, condenados por los jueces y metidos en presidio,
resulta, empero, indestructible esta masa de estafadores hebreos. Otra clase de
individuos sentiría tales condenas como infamantes durante toda su vida; el
hebreo, en cambio, las aguanta como un leve incidente, deshaciéndose de ellas
como un perro se sacude las pulgas. Pero hay aun lugares mucho más tenebrosos,
donde se evidencia el robo más burdo en toda la desnudez. Los individuos que
allí se encuentran, son los "consortes" de peor calaña de los
especuladores. Las fechorías de Wall Street, larga y horrorosa serie, y todas
con un marcado tinte de raza y de pandilla, llamaron muchas veces la atención
del mundo entero; más como ocurre casi siempre en la reproducción de tales
casos por la prensa, los puntos capitales únicos que podrían explicar lo
complejo del asunto, quedan suprimidos.
Dicha
resistencia pasiva y callada del mundo financiero yanqui contra su esclavitud
por los hebreos, es acaso la única forma no-judía de solidaridad en Estados
Unidos. Tal resistencia repugna por la ofensividad contraria del proceder
hebreo. En esta silenciosa lucha, la comunidad israelita no supero a su
adversario no-judío, la batalla se mantiene indecisa. Cuando comprenda la
multitud lo que en verdad se juega, la lucha puede tal vez terminarse para
siempre.
La
lucha que se predica bajo el lema de "progreso y libertad" por
elementos del orden contra el capital, se dirige realmente solo contra el
capital no-judío. Los financistas a quienes se ataca en público, son siempre
no-judíos. Otro tanto ocurre en Estados Unidos, en Inglaterra, en todas partes.
El lector de diarios sabe que enormes esfuerzos se hacen para arruinar a las
compañías ferroviarias y mineras por medio de interminables huelgas. En cambio,
lo que no sabe es que los tales ferrocarriles y minas no están todavía en manos
judías, no que las huelgas, provocadas siempre por elementos bolcheviques, son
un ardid judío para destrozar la propiedad no-judía y acaparar fácilmente esta
presa para el insaciable capital de los semitas.