sábado, 14 de diciembre de 2019

3-SEGUNDA PARTE DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD

3-SEGUNDA PARTE  DEL PREFACIO PERSONAL DEL SEÑOR HENRY FORD
III JUDIOS CONTRA NO-JUDIOS EN LA ALTA FINANZA DE NUEVA YORK

En los Estados Unidos el problema judío es puramente de carácter ciudadano y no agrario. Es característica de los hebreos no concurrir allí donde haya tierras libres, o donde se produzcan materias primas, sino siempre donde convivan más estrechamente las masas populares. Adquiere este hecho especial importancia ante el eterno clamoreo judío, de que sean proscritos en todas partes. Ello, no obstante se encuentran siempre y especialmente en aquellos lugares donde resultan menos bien recibidos. La explicación más común de ello es que concuerda con su carácter de vivir de y sobre otras personas, no de la tierra, no de la transformación de la materia prima en cosas útiles para la existencia humana, sino de su vecindario inmediato. Que otros laboren la tierra: el hebreo, donde pueda, vivirá del labriego. Que otros trajinen en industrias y oficios: el hebreo preferirá adueñarse de los frutos de su actividad. Esta inclinación parasitaria debe, entonces, formar parte de su esencia. 
En ninguna población norteamericana puede estudiarse con mayor éxito el problema hebreo, como en Nueva York. Viven aquí más judíos que en toda Palestina. El registro civil de la autoridad local hebrea ("Kahal") calcula el número de judíos allí residentes en más o menos 1.528.000 almas para 1917-1918. La comunidad hebrea que le sigue en importancia, o sea la de Varsovia, cuanto solo con 300 a 330.000 almas, o sea una quinta parte de la neoyorquina. Calculando el número total de hebreos del mundo en unos 15.000.000, resulta que una décima parte de la población israelita universal reside en Nueva York. 
Ejerce este grupo de población hebrea en Nueva York un poderío mucho mayor que el que ejerció en ningún otro lugar durante toda la era cristiana, excepción hecha de Rusia actual. La revolución rusa se preparó y pertrechó desde Nueva York . El actual gobierno soviético se recluto casi íntegramente entre los elementos de los barrios bajos del Este de Nueva York. El ghetto neoyorquino traspaso desde hace largo tiempo los límites de estos barrios del Este un ghetto genuinamente judío. También son judíos el riquísimo Oeste y la parte céntrica de la ciudad, al norte del Parque Central, Brownsville, Brooklyn, representa una ciudad típicamente hebrea con su propio idioma, diarios y teatros
Salvo un gran bazar y algunas tiendas insignificantes, todos los negocios están en manos judías. Confecciones para caballeros y damas, ropas usadas, peletería, y todo el comercio de víveres, integran el gigantesco monopolio judío. La abogacía es de preferencia judía. De 27.000 puestos de diarios y revistas que facilitan la distribución de lectura al público, 25.000 están en manos judías. Únicamente los barrios del Este de la ciudad se elevan 300 sinagogas. 
Representa el "kahal" neoyorquino una organización poderosísima, no conociéndose con exactitud el numero de sus miembros. Podría llamársele el municipio judío. Instituyéndomele en 1908 a raíz de las averiguaciones del entonces jefe de policía, según las cuales reclutose de entre la población judía, integrada por unas 600.000 almas, mas de la mitad del numero total de criminales. Las autoridades del Estado se entienden con este "kahal" en todos los casos que conciernen al elemento judío. Su poder es vastísimo y su alcance ilimitado. 
Es general en nuestro país la creencia de que Tammany Hall domina la vida política de todo Nueva York. En cambio, lo que generalmente se ignora es que los judíos son los verdaderos amos de Tammany Hall. 
La posesión del poder no provoca reproches, sino que todo depende de la justa aplicación o del irritante abuso que de el se haga. No abusando, la posesión del poder hasta constituye un síntoma loable. Si los hebreos que viven en Nueva York se convirtieran en norteamericanos en lugar de esforzarse eternamente en falsear su americanismo; se ayudaran a fortificar los principios y sanas tradiciones del país, en lugar de alterar los primeros y eliminar las segundas, nuestro juicio acerca de los hebreos habría entonces de ser favorable. 
Para dejar constancia del grado de influencia judía, no debemos limitarnos al ghetto o a los barrios comerciales, sino que debe saberse que existen campos más vastos y más elevados para manifestarse. 
En Wall Street, donde se halla la Bolsa de Nueva York, el elemento hebreo es numeroso y predominante, tal como puede y debe esperarse de una raza, que desde los más remotos tiempos desempeño siempre un rol importantísimo en todos los asuntos financieros del mundo. No queremos decir con ello que en la vida financiera yanqui predomine en absoluto el elemento hebreo. En cierta época nos amenazo tal predominio, pero los financistas yanquis vigilaron a los financistas internacionales, anulando exitosamente sus planes. A veces pareció que la victoria se inclinaría hacia el lado judío; pero los intervalos de clama mostraron siempre que la finanza yanqui, aunque retrocediendo, mantuvo sus puestos. Así los Rothschild, como portaestandartes de la preponderancia financiera internacional, vieronse derrotados en suelo norteamericano. Empero, el recuerdo de su mano oculta en la Hacienda, la política y diplomacia norteamericanas perdura aun. Pero de nada les valieron sus sutilezas contra la solidez del espíritu comercial norteamericano, que no debe confundirse con el tan dudosamente famoso business de hoy, en el que participan millares de hebreos procedentes de todas partes del mundo, girando como norteamericanos genuinos, aunque muchas veces ni dominen siquiera nuestro idioma, sino que debe tenerse como presente el espíritu comercial yanqui tal como se presenta, en forma de una combinación de actividad y escrupulosidad verdaderamente norteamericanas . Si hoy, en efecto, perdiose un poco el buen renombre de este espíritu comercial, es únicamente porque bajo el renombre de este espíritu comercial, es únicamente porque bajo el nombre yanqui se manifestó ampliamente otro espíritu totalmente distinto. 
En el campo financiero neoyorquino se destaca netamente la finanza hebrea con sus casas de banca particulares, que contrariamente a los grandes trusts y bancos de depósito trabajan con su propio capital y el de sus consorcios y amigos. El comercio financiero judío se diferencia radicalmente del no judío en que los banqueros hebreos son preferentemente prestamistas. Cierto es que también admiten las emisiones de compañías ferroviarias, de empresas industriales, del gobierno y de los municipios; mas solo con el objeto de volverlas a vender inmediatamente. Todo tiende a lo más rápido en compraventa. El público adquiere esos títulos, y el banquero hebreo se reintegra en su dinero. Raro es que el hebreo tenga un interese constante en las empresas productivas, que apoya con dinero. En cambio, los banqueros no judíos suelen sentirse obligados a seguir en contacto con la empresa por ellos respaldada, para asegurar a los compradores y tenedores de los respectivos títulos una ordenada administración de sus fondos, erigiéndose en responsables de la buena marcha y prosperidad de las inversiones de su clientela. 
Pretende el banquero judío en primer lugar la constante fluctuación de su capital, teniendo así siempre dinero disponible, imprescindible condición para el gran prestamista. Al presentarse después las inevitables épocas de tensión financiera, extraerá tanto mas provecho de la ventaja de poseer en tales tiempos grandes cantidades disponibles. 
La casa bancaria judía indiscutiblemente predominante en Wall Street es la de Kuhn, Loeb y Cia., jefe principal de esta casa fue el extinto Jacobo Schiff, siendo consocios su hijo Mortimer, Otto H. Kahn, Paul M. Warburg y otros, que participan en forma predominante en la vida publica y en las grandes empresas financieras de nuestro país. Otras casa de banca privadas hebreas son las de Speyer y Cia., J. y W. Seligmann y Cia., Lazard Hermanos, Ladenburg, Thalman y Cia., Hallgarreb y Cia., Knaudt, Nachod y Kühne Goldmann, Sachs y Cia., y muchas otras de menor importancia. Gozan estas casas de intachable fama por su limpio proceder. Son banqueros prudentes, sagaces en sus empresas, y brillantes a veces en la preparación y realización de sus planes. 
El poder financiero de los hebreos de Wall Street, ejerce una preponderante influencia sobre la industria, ocupando en diversos mercados metalúrgicos una posición monopolizadora. Se encuentra en todas partes grandes y florecientes agencias de estos bancos judíos. Cuanto más se avanza en dirección hacia empresas puramente especulativas, tanto mas se acusa el elemento judío, especialmente en empresas societarias y en el negocio de valores petrolíferos y mineros. 
Llama la atención un detalle y es este el de que entre los presidentes de los grandes bancos de ahorro de Wall Street no existe ni uno solo judío. De todas estas enormes instituciones bancarias y de los enormes trusts, cuyo capital asciende a veces a 400 millones de dólares, y que en conjunto representan miles de millones de dólares, no hay ninguno que tenga un solo director o empleado hebreo. 
¿Por que así? ¿Por que los magnates de las finanzas de Wall Street tan cuidadosamente se rodearon de no judíos? ¿Por que se alzo esta barrera divisoria entre los miembros de la raza judía y la no-judía en el terreno de la finanza, donde se manejan y administran los bienes? La respuesta puede hallarse en la circunspección de los grandes dirigentes financieros. Solo de vez en cuando se hallara un director judío en bancos de escasa importancia. 
Podría ser también que se explicara este hecho por un simple sentir instintivo del gran público. No le hace que la razón sea fundada o no; pero es evidente que el publico no quiere confiar su dinero a instituciones bancarias con dirección judía. En ciertos barrios neoyorquinos existen, sin embargo, algunos bancos de ahorro de menor cuantía bajo dirección de hebreos, pero consta que hasta los propios judíos depositan sus fondos de preferencia en bancos sin dirección judía. Acaso contribuya a esto la triste experiencia que haya hecho el público anteriormente con bancos hebreos. Varias famosas quiebras le hicieron desconfiar de tales instituciones. No se ha olvidado aun la bancarrota de J. G. Robian (a) Rabinovich, nativo de Odesa (Rusia), que fundo aquí en breve espacio cuatro bancos de ahorro que quebraron. Esta bancarrota llamo poderosamente la atención, causando la ruina de infinidad de personas. El caso Rabinovich evidencio la particular habilidad y tenacidad del hebreo ruso en basar grandes empresas sobre puro engaño, así como su poca conciencia al fracasar. La carrera de este banquero termino en la celda de un presidio. 
No es, pues, extraño que el publico experimente cierta confianza al advertir que los hombres a quienes se confía la difícil tarea de invertir y administrar convenientemente los fondos financieros del pueblo yanqui, se hayan rodeado de una firme y sólida muralla formada por elementos nojudíos. 
Seria un capitulo muy interesante de la historia de la economía nacional yanqui el relato de los tenaces intentos de los hebreos para predominar en la Bolsa. Aunque parezca muy lento aun el avance hacia esa finalidad, existe sin embargo, indicios que hacen suponer que la conocida tenacidad imperturbable hebrea vencerá al fin y al cabo, en el supuesto de que la especulación bolsista siga también sin norte con el estimulo de lograr riquezas. 
En el caso de que los hebreos lograran influencia decisiva sobre la Bolsa, conseguirán también con ello el poder necesario para arrebatar el negocio bancario del ahorro publico de manos de los nojudíos. Tal como en el mundo bancario de Wall Street, también en la Bolsa de fondos existe, merced a una ley no escrita, una resistencia pasiva e intensa contra el predominio del elemento hebreo. 
Sobre una base insignificante se fundo la Bolsa de Nueva York el año 1817, casi en la misma forma en que existe aun hoy. Representa una sociedad privada, una especie de círculo de comisionistas, sin que posea las prerrogativas de una corporación publica. Queda limitado a 1.100 el número de sus miembros. Quien no pertenezca a ella, solo puede obtener un puesto por dos vías: por el albacea de un miembro fallecido, o por compra de la parte de un miembro, que se retire, o que haya quebrado. Ese puesto cuesta hoy día 100.000 dólares. Se compone la Junta administrativa de cuarenta miembros, y durante largos años no perteneció a ella ningún hebreo. 
Los obstáculos que impiden una invasión en masa de los hebreos, consisten: 1º, en una mutua y callada concordancia de resistencia pasiva de los miembros no-judíos, que data desde la fundación de la bolsa; 2º, limitaciones de cierta índole, que se estipulan en el Estatuto, con referencia a la admisión de nuevos miembros. 
Más una de las cualidades distintivas de la raza hebrea estriba en su tenacidad. Lo que no haya conseguido esta generación lo lograra acaso en la siguiente. Hoy vencida, no quiere decir que también lo sea mañana. Sus vencedores mueren; mas el judaísmo prosigue impávido su camino. No olvida ni perdona nunca jamás, se desviara de su único camino hacia la dominación mundial, en la forma que sea. Aunque parezca imposible bajo las condiciones actuales que el número de los miembros hebreos de la bolsa aumente, la verdad es que aumenta, lenta, pero seguramente, así como también el precio de los puestos. Son, sin embargo, postulantes judíos los que ofrecen abonar las cuotas mas elevadas. Puede acaecer que determinado miembro deba dimitir por quiebra. El síndico de los acreedores deberá lógicamente realizar también lo mas ventajosamente posible el puesto del deudor. También aquí será siempre el hebreo quien puje más alto. Queda otro medio, aunque sea de índole menos limpia, y consiste en adoptar un apellido distinto en el bautizo. Juega el apodo un rol muy importante en la política de tapujos. En avisos, frente a las vidrieras, al pie de artículos periodísticos, etc., sirven admirablemente apellidos tales como Smith, Adams, Robin, para cortar desconfianzas. Nuestros escenarios están plagados de actores y actrices hebreos; pero los apellidos que ostentan son netamente anglosajones, y hasta aristocráticos.
Muchos no-judíos se asombrarían fijándose detenidamente, al ver con cuanto judío se relacionan, cuyos nombres y apellidos no acusan absolutamente nada de hebreo. Este sistema sirviole también a los judíos para conseguir algunos puestos en la Bolsa neoyorquina. Se contaron en 1872 entre 1.009 miembros, 60 hebreos; actualmente suman estos 276, pese a que las condiciones de admisión son tan rigurosos como antes. Según esto, el predominio hebreo en la Bolsa neoyorquina si sigue progresando, su infiltración en igual proporción como hasta ahora, es únicamente cuestión de tiempo. 
Por otra parte, el número de los especuladores hebreos en la Bolsa de Nueva York supera en mucho al de los no-judíos. Especulación y jugadas de bolsa son históricamente y de siempre características de la raza hebrea. En tanto que muchos israelitas prefieren efectivamente empresas no judías para sus asuntos puramente bancarios, se entrega la gran mayoría de ellos a sus propios jefes hebreos para negocios especulativos. En Europa, donde su poderío financiero esta ya mas firmemente arraigado, y lo es de tradición, apenas si les falta una sola de sus especulaciones. Acaece que se vean en compromisos especulativos; pero es muy raro el caso de que para ellos mismos impliquen pérdidas efectivas. 
Dejemos a Wall Street con sus Bancos y agencias, y retornemos a la bolsa de fondos y acciones de la Broad Street, donde advertiremos un floreciente movimiento bursátil en valores aceiteros, mineros y títulos, junto al otro. Son tan numerosos, que hasta imprimen su sello a todo el barrio, como si este fuera una ciudad totalmente distinta. Cierto es que giran muchos de estos comercios bajo firmas no-judías; pero solo porque el hebreo sabe que en asuntos de dinero se les contempla con recelo. 
Más adelante, en oscuros callejones y en despachos semiocultos, se hallan numerosos individuos de raza hebrea que hacen sus negocios con toda índole de títulos no admitidos en la bolsa. Son estos las sanguijuelas de Wall Street, los verdaderos merodeadores. Practican el más fraudulento tráfico de fondos, y ello con un celo y una energía que no desanima nada en el mundo. Es su objetivo solo hacer dinero sin trabajo, sin esfuerzo y en este tráfico desarrollan una pasmosa habilidad. Es de no creer cuantos de ellos llegan a hacerse ricos; pero mas incomprensible es aun el sin fin de personas no-judías, confiadas, inexpertas e ignorantes, que desde todas partes de Norteamérica remiten sus excelentes fondos a cambio de esos papeles absolutamente sin valor que estos judías trafican. Es un negocio brutal y desalmado puesto que ni siquiera es preciso tener astucia. Las sanguijuelas únicamente trabajan por correo o por teléfono, editando "informes de Bolsa", con los cuales, y con el pretexto de dar desinteresadamente consejos a los que desean invertir sus fondos o ahorros, buscan y hallan el modo de vender lo mas caro posible los dudosos títulos que poseen. Los informes de Bolsa son lógicamente inofensivos para el iniciado; más fatales para miles y miles de personas ingenuas y sin juicio. 
Perseguidos por pesquisantes, eternamente observados por la policía secreta del gobierno, denunciados en los diarios, condenados por los jueces y metidos en presidio, resulta, empero, indestructible esta masa de estafadores hebreos. Otra clase de individuos sentiría tales condenas como infamantes durante toda su vida; el hebreo, en cambio, las aguanta como un leve incidente, deshaciéndose de ellas como un perro se sacude las pulgas. Pero hay aun lugares mucho más tenebrosos, donde se evidencia el robo más burdo en toda la desnudez. Los individuos que allí se encuentran, son los "consortes" de peor calaña de los especuladores. Las fechorías de Wall Street, larga y horrorosa serie, y todas con un marcado tinte de raza y de pandilla, llamaron muchas veces la atención del mundo entero; más como ocurre casi siempre en la reproducción de tales casos por la prensa, los puntos capitales únicos que podrían explicar lo complejo del asunto, quedan suprimidos. 
Dicha resistencia pasiva y callada del mundo financiero yanqui contra su esclavitud por los hebreos, es acaso la única forma no-judía de solidaridad en Estados Unidos. Tal resistencia repugna por la ofensividad contraria del proceder hebreo. En esta silenciosa lucha, la comunidad israelita no supero a su adversario no-judío, la batalla se mantiene indecisa. Cuando comprenda la multitud lo que en verdad se juega, la lucha puede tal vez terminarse para siempre. 
La lucha que se predica bajo el lema de "progreso y libertad" por elementos del orden contra el capital, se dirige realmente solo contra el capital no-judío. Los financistas a quienes se ataca en público, son siempre no-judíos. Otro tanto ocurre en Estados Unidos, en Inglaterra, en todas partes. El lector de diarios sabe que enormes esfuerzos se hacen para arruinar a las compañías ferroviarias y mineras por medio de interminables huelgas. En cambio, lo que no sabe es que los tales ferrocarriles y minas no están todavía en manos judías, no que las huelgas, provocadas siempre por elementos bolcheviques, son un ardid judío para destrozar la propiedad no-judía y acaparar fácilmente esta presa para el insaciable capital de los semitas.