martes, 1 de julio de 2014

Cristiada: El papel de las mujeres en la guerra cristera (2 y último)

Cristiada: El papel de las mujeres en la guerra cristera (2 y último)

El papel de las mujeres durante la guerra Cristera en Méjico (Cristiada) – Parte 2[1]
Por Guillemette Lestang
Fue gracias a este reglamento extremadamente riguroso que las “Brigadas Santa Juana de Arco” pudieron actuar sin ser descubiertas hasta 1929. Muy pocas mujeres fueron arrestadas antes de marzo de 1929, Sin embargo, “La Liga”, incapaz de crear semejante organización, quiso controlar las Brigadas, a lo que ellas se opusieron.  Entonces, la Liga las presentará en Roma como una sociedad secreta. Para ellas, el secreto no era más que para resistir mejor en un estado de guerra y protegerse de la delación. A pesar de la incomprensión de los “católicos de salón” y los miedos del episcopado, alejados de su rebaño, las Bi. Bi. continuaron sacrificándose hasta el heroísmo para asistir a los Cristeros en todas sus necesidades en el combate.  Denunciadas repetidamente en Roma, la curia pidió que cesara el juramento de obediencia y de secreto. Fieles a la Iglesia, las dirigentes de las Brigadas dejaron de exigirlo y sus efectos no se hicieron esperar: La Brigadas que habían tenido en jaque al gobierno de Calles sin que éste pudiera desmantelar la organización, comenzaron a ser infiltradas. Durante el verano del año ´29, numerosas militantes fueron arrestadas, violadas, torturadas, deportadas a las islas Santa María o asesinadas (pero nunca sin ser torturadas).
Así, Luis Rivero del Val nos relata el heroísmo de una joven de las Brigadas de 15 años, caída en una emboscada mientras transportaba vendajes y municiones:
brigada_familia 
“Su juventud y su belleza, desde el primer instante, provocaron los instintos más bajos de sus carceleros, que desgarraron sus vestiduras y la sometieron a interrogatorios interminables. Ellos querían que les diera información sobre la organización de las Brigadas, los nombres de sus jefes, sus lugares de encuentro. Ella, mientras tanto, fiel a su juramento, permanecía obstinadamente muda, guardando sus labios fuertemente cerrados. Solo el color de su cara y el brillo de sus ojos mostraban sus sentimientos de indignación, de vergüenza y de terror.
Tú tienes el orgullo de una virgen, pero si persistes en tu silencio, te libraré en el acto a mis soldados”, rugió el oficial. Éstos aplaudieron con estallidos de risa.
La joven niña murmuró una oración y levantando los ojos hacia el cielo, se negó con la cabeza.
“Agárrenla, es de ustedes”, rugió el jefe lleno de rabia.
Hugues Kéraly añade: “Cuando dejó de serles útil, los federales fueron privados del placer de cortarle los pechos. María había entregado su alma a Dios”.
En tres años de guerra, del lado de las Brigadas femeninas Santa Juana de Arco, no hay una sola defección conocida. ¿Qué organización de resistencia política puede decir lo mismo?
brigada30 ¿Cómo explicar el coraje de estas mujeres mejicanas y el sacrificio de ellas mismas durante toda la “Cristiada”?
Anacleto González Flores escribió en su diario “La Palabra” del 21 de octubre de 1917: “Las sociedades son lo que son lo que la mujer quiere ser”. Este pensamiento extremadamente profundo es una de las claves para comprender al pueblo mexicano durante los años de 1917 a 1930. Sin la piedad de sus mujeres, el sostenimiento de México cristiano en 1926 es difícil de imaginar. “Si hubo débiles y fuertes durante la génesis del movimiento, fue el coraje, el sacrificio de las mujeres que todo lo ha hecho… En medio de las furias apocalípticas del gobierno, el complot de los diabólicosmiedos del alto clero, fue la santidad de miles de madres que prepararon para Cristo millares de santos” escribe Hugues Kéraly en su libro sobre los Cristeros.
Ellas poseían una Fe alegre, fuerte, simple que se cuida de la exaltación. Ellas piden a sus maridos “ser hombres”. Las madres, las esposas, las hijas, todas ellas ofrecieron su vida por defender a Cristo Rey.
De tales madres, tales hijos
Acá tenemos que contar varios hechos, contar también la grandeza de esas madres y de sus hijos criados por ellas en el espíritu de Jesucristo.
A la época del boicot, en Guadalajara, un niño que distribuía panfletos para este fin, le da uno a un esbirro del Estado que enseguida le pregunta quién se los había dado. El niño no quiso responder. ¿No me quieres decir nada? Veamos si en la comisaría te quedas todavía callado. En la comisaría el niño no habló más. El comisario, loco de rabia, agarró un látigo y lo golpeó hasta sangrar. “No me pegue, no sea malo”, gritaba el niño, “habla y paro”. El niño se calló y dejó de quejarse. Entonces, el comisario lo hizo encerrar y llamar a su madre que llegó pronto, muerta de inquietud. El comisario ordenó a la madre que hiciera hablar a su hijo.
La madre miró con amor a su hijo, el niño miró a su mamá, cada uno reconfortándose en la mirada decidida del otro y… los dos quedaron en silencio. Entonces, desvistieron al niño, la madre estalló en lágrimas al ver el estado en que habían dejado a su hijo y más aún al ver que retomaron la golpiza. Ella quiso interponerse, pero se lo impidieron “No le peguen más, péguenme a mí”, gritaba la madre sucesivamente. “Decíle que hable y paro”, y la madre sollozando dijo: “No digas nada hijo mío, no digas nada”. El comisario redobló los golpes, torciendo los brazos del niño hasta romperlos. Perdió el conocimiento. “Vaya, vieja infame, llévese a su hijo”. Como una loca, ella llevó a su pequeño para curarlo en su pobre choza y lo cubrió con su rebozo (una cobertura que se encontraba en las casas de todos los paisanos). Estaba desnudo y ensangrentado. Ella depositó el cuerpo muerto, y ya sin vida. Pero había salvado a otros y su madre a ejemplo de Nuestra Señora, estuvo como ella al pie de la Cruz.
He aquí otro hecho que se produjo en San Juan de los Lagos en el estado de Jalisco. En los comienzos del conflicto religioso, la población organizó una gran manifestación pacífica contra los perseguidores de la Iglesia. La población desfiló por las calles con pancartas e inscripto en sus sombreros o en su pecho, el grito convertido en lema “Viva Cristo Rey”.
Al final de la manifestación que un niño había admirado con amor, regresó a jugar con sus amigos. Varias horas más tarde, pasó por la calle un grupo de gente armada pro gobierno que no se habían animado a enfrentarse con el pueblo. Vieron jugando a los niños a las bolitas y que uno de ellos, José Natividad, lucía sobre su sombrero la divisa sagrada de los Cristeros. Entonces el jefe del grupo se acercó al niño:
-“Sácate eso que está escrito en tu sombrero, niño”.
- ¿Qué me lo saque? Jamás. ¡Viva Cristo Rey!
- Si no te lo sacas, te vamos a fusilar, amenazó el oficial.
El padre del niño, viendo la agitación, se acercó y preguntó qué pasaba. Cuando fue puesto al tanto, conociendo la brutalidad de los esbirros, le dijo a su hijo:
Hijo mío, quítate esa divisa, la autoridad lo pide.
El niño ante sus palabras se enderezó estupefacto, pues ¡nunca había visto semejante cobardía en su padre!
¿Cómo papá que me lo saque? ¿No te acuerdas que mama, delante de ti, me dijo que nadie me lo podía hacer sacar? No me lo saco…
El oficial agarró su arma y tiró a quemarropa sobre niño que se desplomó muerto ante los ojos de su padre. El recogió a su hijo para llevarlo a su casa. De su corazón la sangre fluía y la pelotita estaba apretada en su pequeña mano.
La muerte del pequeño José muestra otra vez, hasta qué punto los niños rendían homenaje con su coraje al fervor de sus mamás profundamente cristianas.
Un último homenaje aquí, a la madre un gran jefe católico, Luis Navarro Origel, que tenía 10.000 Cristeros bajo sus órdenes. Cuando su madre, Doña Guadalupe, se enteró de su muerte y de la de otro de sus hijos, también jefe cristero, ella dijo: “Yo ofrecí la vida de mis cuatro hijos. Nuestro Señor, sin embargo, se ha mantenido por debajo de la cuenta, sólo se ha llevado dos”.
Con estas pequeña historia sobre lo que fueron las Mejicanos durante la Cristiada, nosotras mujeres de Francia[2], queremos rendirles un homenaje póstumo y expresar nuestro reconocimiento por el ejemplo que nos han dado todas estas maravillosas madres, esposas y jovencitas del Méjico Católico. Ellas han elegido como patrona a una santa de Francia. Guerreras como nuestra Juana, han actuado en las sombras, verdaderas centinelas de lo invisible, como bien a dicho San Juan Pablo II, y fue bajo su impulso que la mayoría de los hombres se comprometieron en la lucha, y gracias a ellas que se pudieron pelear para que reine en su hermoso país Jesucristo, Nuestro Señor.
Con los campesinos mejicanos, escuchemos este canto que recorre las ciudades:
Es la dama mexicana
Flor que recuerda simbólica
Algo a Isabel la Católica
Y algo a la guadalupana.
 Para terminar este homenaje, dejo la palabra a un campesino mexicano:
“Y créanme, compadre Aurelio, que para estas mujeres tan buenas
Hay un lugar en la historia y una corona en el Cielo.
Y estoy seguro compadre, que todos los nombres de estas mujeres heroicas
En el Cielo están escritos
Porque con su sangre y sus tormento
Ellas hicieron triunfar
A los soldados de Cristo.

Guillemette Lestang

[1] Para ver la primera parte del artículo pulse aquí.
[2] Tranquilamente podemos hacer nuestras las reflexiones de la autora aplicándolas a nuestra amada Argentina.