¿Existió realmente Cristo? El “testimonium flavianum”
¿Existió realmente Cristo?: El “testimonium flavianum”
El más antiguo escrito no cristiano que habla de Cristo
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Quienes alguna vez se hayan planteado la duda acerca de la existencia histórica de Jesucristo, se habrán encontrado seguramente con lo que se conoce como el “testimonium Flavianum”, un antiquísimo texto del siglo I del historiador judío Flavio Josefo. Veamos el texto más conocido en una traducción literal:
“63 En aquel tiempo apareció
Jesús, hombre sabio, si es que conviene llamarlo hombre; era, en efecto,
hacedor de obras gloriosas, maestro de los hombres que reciben la
verdad con placer y convenció a muchos judíos y también [a muchos
provenientes] del helenismo. Éste era el Ungido (el Cristo)
64 y a él, habiéndolo Pilato
condenado a la cruz por instigación de los que entre nosotros son los
varones principales, no lo dejaron quienes los que amaron en el pasado.
En efecto se manifestó a ellos de nuevo, viviente, habiendo pasado tres
días, habiendo dicho los divinos profetas estas cosas y también otras
miles maravillas con respecto a él. Y aún hasta ahora no ha desaparecido
la tribu de los cristianos que de él toma nombre”[1].
Respecto al testimonium flavianum, el texto extra-neotestamentario (fuera del Nuevo Testamento) más completo sobre la existencia de Jesucristo, existen entre los historiadores tres posturas.
1) El texto es simplemente falso: es la
postura radical de algunos ultra- historicistas (surgidos a finales del
siglo XIX) que sostienen que se trata de una interpolación ajena a la
obra apoyándose en que dos Padres de la Iglesia, san Justino (inicios
del año 100) ni Orígenes (185.283) no lo citan.
2) La segunda postura es que el texto
sería auténtico pero interpolado por una mano cristiana posterior a
Orígenes pero anterior al siglo IV, dado que Eusebio de Cesarea
(230-320) lo cita literalmente en tal modo.
3) La última es que el texto es
auténtico, como sostenía la apologética católica de unos cien años
atrás, y como algunos siguen sosteniendo, apoyados en el hecho de que
desde el punto de vista de la crítica textual no existe ningún
manuscrito que carezca de este texto, siendo idénticas todas las copias
que se conservan del mismo.
A favor de esta última postura, se puede
citar el parecer el conocido exégeta e historiador Giusseppe Riccioti,
en su artículo sobre Flavio Josefo en la Enciclopedia católica que dice:
«Particularmente importante es el
paso de Antigüedades Judías XVIII, 63-64, donde Josefo habla de Jesús,
de su Crucifixión y Resurrección y de los cristianos; es el llamado
testimonium flavianum. Transmitido concordemente por toda la tradición
manuscrita, su autenticidad fue puesta en duda y negada en el s. XIX.
Sin embargo, a finales de ese siglo se perfiló una reacción a favor de
la autenticidad, de la que fueron defensores también protestantes como
Burkitt y Harnack.
El examen filológico puro está
claramente a favor de la autenticidad, mientras que una indudable
terminología cristiana que expresa conceptos cristianos denota una
inspiración tomada de una fórmula de símbolo cristiano ya existente en
aquella época. Pero, ¿quién si ha inspirado al símbolo, el mismo Josefo,
que indudablemente estuvo en relación con los cristianos, el
presupuesto interpolador cristiano? A tal pregunta por ahora es
imposible responder. En el estado actual de las cosas, podría presentar
interpolaciones cristianas, pero con igual y tal vez mayor probabilidad
se puede sostener que este sea integralmente auténtico»[2].
Sin embargo, en la actualidad, sobre todo a partir del descubrimiento en 1970 de una versión en árabe del testimonium flavianum
con un texto que en el parecer de muchos se acerca con mayor
probabilidad al salido de la mano de Flavio Josefo, la mayoría se
inclina a pensar en el fondo histórico del testimonio, aunque esté
interpolado por una mano cristiana, cuyos añadidos son fácilmente
reconocibles.
A este propósito citamos el comentario
de Romano Penna, en su obra sobre el “ambiente histórico-cultural de los
orígenes cristianos”, uno de los estudios más completos de los antiguos
testimonios paganos y judíos sobre los inicios del cristianismo:
«Como se ve, este pasaje parecería
una confesión de fe cristiana, ya que contiene la explícita admisión que
Jesús “fue el Cristo” y la afirmación casi otro tanto explícita de su
resurrección (se les “apareció el tercer día de nuevo vivo”). Pero
Flavio Josefo no fue ciertamente un cristiano, como resulta del conjunto
de su obra y de la precisa afirmación de Orígenes (In Matth. 1, 17;
Contra Celsum 1, 47), según la cual el escritor hebreo no creyó en la
mesianidad de Jesús. En cambio, Eusebio de Cesarea cita el texto tal
como lo hemos reproducido (cf. Hist. eccl. 1, 11,7; Dem. evang.
3,5105-106). Esta discordancia en campo cristiano hace suponer que el
pasaje de Josefo está retocado en un segundo tiempo, después de
Orígenes, aunque la tradición manuscrita que ha llegado hasta nosotros
es unánime sobre el tenor del texto. Por lo tanto, entre la posición de
los que aceptan integralmente el Testimonium flavianum y la de quien lo
rechaza en bloque como pura interpolación, se coloca la mayoría de los
estudios más recientes[3], que prefieren
distinguir entre un texto base, que se remonta al historiador judío y
algunas glosas de mano cristiana. La individuación de estas últimas
varía, pero generalmente se trata de estas cuatro frases: “si incluso
conviene llamarlo hombre”, “él era el Cristo”, “los mayores responsables
de nuestro pueblo”, una dicción inusual bajo la pluma de Josefo, y “se
les apareció al tercer día de nuevo vivo”.
A confirmar la probabilidad de estas
glosas y en todo caso la existencia de un testimonio de Flavio Josefo
sobre Jesús está su versión árabe muy interesante, que se remonta al
siglo X y que forma parte de la “Historia universal” de Agapio, obispo
de Hierapolis en Siria. Ella ha sido estudiada y sólo publicada en el
1971 de un profesor hebreo de la universidad de Jerusalén»[4].
La versión árabe del testimonium flavianum[5]dice:«En este tiempo hubo un hombre sabio que era llamado Jesús. Su conducta era buena y era conocido por ser virtuoso. Y muchos entre los judíos y entre las otras naciones llegaron a ser sus discípulos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que se habían convertido en sus discípulos no abandonaron su discipulado. Ellos contaron que él se les apareció tres días después de su crucifixión y que estaba vivo; quizás, por tanto, era el Mesías, del que los profetas han contado maravillas»[6].
A lo que comenta Romano Penna:
«Salta a la vista la sobriedad de
esta versión árabe, en el que están ausentes justo aquellas locuciones
del texto griego, que la simple crítica interna ya tendió a excluir, la
mención de las apariciones “tres días después”, incluso también estando
aquí presente, pero es puesta en boca a los discípulos: “ellos
contaron”, y no es afirmación directa de Josefo. La cosa es tanto más
sorprendente y digna que fe, dado que el que reproduce esta versión es
un cristiano, un obispo: es difícil pensar que ambientes cristianos
hayan el texto de Josefo en sentido minimizante, al punto tal de reducir
la importancia de Jesús y un testimonio sobre de él.
Es lógico concluir, por tanto, que
tanto las reservas críticas sobre el texto griego cuanto la versión
árabe de Agapio convergen en el ofrecernos, aunque sea con aproximación,
el probable tenor original del Testimonium flavianum, que nos
da las informaciones esenciales sobre la figura, la actividad y la
suerte final de Jesús, además de la relación de sus discípulos con él»[7].
En la actualidad la mayor parte de los historiadores se inclina por
esta opinión, aunque el debate sobre la autenticidad total o no del
fragmento sigue abierto. Sea como fuere, como señala Penna “las
informaciones esenciales sobre la figura, la actividad y la suerte final
de Jesús” no están en discusión y, por lo tanto, tampoco la existencia
histórica de Jesucristo testimoniada por un autor judío como Josefo.
Algunos, con el prurito cientificista de querer analizar si tales
palabritas estaban o no en el texto original, intentan mostrar sólo el
árbol para que el bosque no se vea: “si el texto más antiguo no habla de
la resurrección de Jesús, entonces todo el texto es falso”; “si tal
verbo no está en tal manuscrito, entonces el relato completo no es
fidedigno”. Es decir, incurren en la famosísima falacia de tomar la
parte por el todo: “si tienes el pelo largo, lo mejor es cortar la
cabeza, así ya no crece más…”.
Que no te la cuenten
P. Javier Olivera Ravasi, IVE
[1]Flavio Josefo, Antigüedades judaicas 18:63-64.
[2] «Il Testimonium Flavianum. Particolarmente importante è il passo di Ant. Giud. XVIII, 63-64, ove Giuseppe parla di Gesù, della sua Crocifissione e Risurrezione e dei cristiani; è detto testimoniumflavianum.
Trasmesso concordemente da tutta la tradizione manoscritta, la sua
autenticità fu messa in dubbio e negata nel sec. XIX. Sulla fine però di
questo secolo si delineò una reazione a favore dell’autenticità, della
quale furono sostenitori anche protestanti come il Burkitt e l’Harnack.
L’esame filologico puro è nettamente a
favore de l’autenticità, mentre un’indubbia terminologia cristiana che
esprime concetti cristiani denota una ispirazione tratta da una formola
di simbolo cristiano fosse già esistente in quell’epoca. Ma chi si è
ispirato al simbolo, Giuseppe stesso, che indubbiamente fu in relazione
con cristiani, o il presupposto interpolatore cristiano? A tale domanda
per ora è impossibile rispondere. Allo stato attuale delle cose,
potrebbe presentare interpolazioni cristiane, ma con eguale e forse
maggiore probabilità si può sostenere che esso si integralmente
autentico» (G. Ricciotti, “Giuseppe Flavio”, in Enciclopedia cattolica, vol. VI, 810).
[3]Cf. Pelletier A., « L’originalité du témoignage de Flavius Josèphe sur Jesús », Recherches de Scienses Religieuses 52 (1964) 177-203 ; Dubarte A.M., « Le témoignage de Josèphe sur Jesús d’après des publications récentes », Revue Biblique 84 (1977) 38-58.
[4] «Come si vede, questo passo
sembrerebbe una confessione di fede cristiana, poiché contiene
l’esplicita ammissione che Gesù “era il Cristo” e l’affermazione quasi
altrettanto esplicita della sua risurrezione (“apparve loro il terzo
giorno di nuovo vivo”). Ma Fl. Giuseppe non era certamente un cristiano,
come risulta dall’insieme della sua opera e dalla precisa
puntualizzazione di Origine (In Matth. 1, 17; Contra Celsum
1, 47), secondo cui lo scrittore ebreo non credeva alla messianicità di
Gesù. Invece Eusebio di Cesarea cita il testo come l’abbiamo riportato
(cf. Hist. eccl. 1, 11,7; Dem. evang. 3,5105-106).
Questa discordanza in campo cristiano fa supporre che il passo di
Giuseppe si stato ritoccato in un secondo tempo (dopo Origene), anche se
la tradizione manoscritta a noi nota è unanime sul tenore del testo
sopra citato. Perciò, tra la posizione di coloro che accettano
integralmente il Testimoniumflavianum e quella di chi lo
respinge in blocco come pura interpolazione, si colloca la maggioranza
degli studi più recenti[4], che preferiscono distinguere tar un testo
base, risalente allo storico ebreo, e alcune glosse di mano cristiana.
L’individuazione di queste ultime varia; ma si tratta solitamente di
queste quattro frasi: “se pur conviene chiamarlo uomo”; “egli era il
Cristo”, “maggiori responsabili del nostro popolo” (una dizione inusuale
sotto la penna di Giuseppe), e “apparve loro il terzo giorno di nuovo
vivo”.
A confermare la probabilità di queste
glosse e comunque l’esistenza di una testimonianza di Fl. Giuseppe su
Gesù, c’è una sua versione araba molto interessante, risalente al secolo
X e facente parte della “Storia universale” di Agapio, vescovo di
Hierapolis in Siria. Essa è stata studiata e pubblicata solo nel 1971 da
un professore ebreo dell’Università di Gerusalemme» (Romano Penna, L’ambiente storico-culturale delle origini cristiane. Una documentazione aggiornata, Bologna 1986, 257-258).
[5]Cf. Pinès S., An Arabic Version of the TestimoniumFlavianum and itsImplications, Jerusalem 1971, pp. 14 e 16 (testo arabo e versione, da cui dipende la nostra).
[6]Traducción de Romano Penna, p. 258:
«In questo tempo ci fu un uomo saggio che era chiamato Gesù. La sua
condotta era buona ed era noto per essere virtuoso. E molti fra i giudei
e fra le altre nazioni divennero suoi discepoli. Pilato lo condannò ad
essere crocifisso e a morire. Ma quelli che erano diventati suoi
discepoli non abbandonarono il suo discepolato. Essi raccontarono che
egli era apparso loro tre giorni dopo l a sua crocifissione e che era
vivo; forse, perciò, era il Messia, del quale i profeti hanno raccontato
meraviglie».
[7]«Salta agli occhi la sobrietà di
questa versione araba, nella quale sono assenti proprio quelle locuzioni
del testo greco, che la semplice critica interna tendeva già ad
escludere (la menzione delle apparizioni “tre giorni dopo”, pur essendo
presente anche qui, è però messa in bocca ai discepoli: “essi
raccontarono”, e non è affermazione diretta di Giuseppe). La cosa è
tanto più sorprendente e degna di fede, in quanto a riportare questa
versione è un cristiano, un vescovo: è difficile pensare che ambienti
cristiani abbiano ritoccato il testo di Giuseppe in senso minimizzante,
così da ridurre l’importanza di Gesù e di una testimonianza su di lui.
È logico concludere, pertanto, che tanto
le riserve critiche sul testo greco quanto la versione araba di Agapio
convergono nell’offrirci, sia pur con approssimazione, il probabile
tenore originale del Testimoniumflavianum, che ci dà le
informazioni essenziali sulla figura, l’attività e la sorte finale di
Gesù, oltre che sul rapporto dei suoi discepoli con lui» (Romano Penna,
p. 258).