jueves, 3 de julio de 2014

¡Gracias monacato occidental!

¡Gracias monacato occidental!


 
Los próximos días 11 a 13 de julio tendrá lugar en el Valle de los Caídos un relevante congreso internacional bajo el lema El monacato benedictino y la cristianización de Europa. Convocado por la Abadía de la Santa Cruz y por el Foro San Benito, el encuentro lo patrocina el Consejo Pontificio para la Cultura y cuenta con la colaboración de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y de cuatro universidades: el Instituto de Humanidades Ángel Ayala del CEU, la Universidad Católica de Ávila, la Universidad San Dámaso y la Universidad Francisco de Vitoria. Será inaugurado por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y clausurado por el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.
El padre Anselmo Álvarez Navarrete, abad del Valle de los Caídos, ofrecerá una conferencia magistral el día de la inauguración bajo el título El nuevo rapto de Europa, que sintetiza tanto la historia de las raíces cristianas del Viejo Continente como la necesidad de regresar a ellas.
-¿Cuándo completó Europa su cristianización? 
-No es fácil precisar cuándo un pueblo o un conjunto de ellos ha alcanzado esa cristianización. Siempre pueden quedar colectivos más o menos amplios a los que no llega o que, por alguna razón, se muestran reacios al evangelio. En el conjunto de Europa se produjo probablemente la misma situación que en Italia, todavía en época imperial: tras la paz constantiniana y la declaración del cristianismo como religión del Estado por el emperador Teodosio en 380 quedaron diversos núcleos de población de seguidores de la antigua religión pagana. En la evangelización de los pueblos de Europa sin duda ocurrió algo parecido: hubo resistencias y poblaciones que quedaron al margen, aun cuando, como ocurrió en la mayor parte de los países, la conversión de sus soberanos extendió a la mayoría la nueva religión. Podría decirse que hacia finales del siglo XIII los pueblos europeos pertenecían globalmente al cristianismo. 
-¿Fue una cristianización “de reyes” o “de pueblos”? 
-En la práctica totalidad de los casos una parte importante de las poblaciones habían sido evangelizadas antes de que los reyes recibieran la fe y el bautismo. No existió una táctica en sentido contrario, ni hubo un criterio elitista para la atracción de los vasallos. Eran éstos los que importaban en primer lugar, y las relaciones de los misioneros con la corte y la realeza, aunque podían producirse tempranamente, era más por razones de conveniencia -los misioneros eran habitualmente extranjeros- que de evangelización. La predicación del evangelio no se dejaba a la conversión del señor de la región o de la nación, sino que la precedía en cuanto era posible, y lo fue habitualmente, más por el empeño misionero que por la intervención real. Sucedió algo parecido a lo que había ocurrido en Roma: cuando Constantino se convirtió, bastantes generaciones de cristianos le habían precedido. Interesaba, sin embargo, la posición de los reyes ante el cristianismo, dada la vinculación entre las poblaciones y el príncipe. 
-¿Por qué jugó un papel tan importante el monacato en el nacimiento de la Europa cristiana? 
-Porque la organización eclesial estaba aún bastante poco desarrollada, y ellos eran el elemento más fuertemente constituido dentro de la Iglesia, lo que le daba una mayor capacidad de actuación. Por este motivo, y porque eran sus monjes, San Gregorio Magno los eligió para enviarlos con este fin a las Islas Británicas ya a comienzos del siglo VII. Por lo demás, los monjes se habían extendido por casi todo el espacio europeo, lo que les acercaba a las poblaciones bárbaras que ya poblaban el territorio; la evangelización se practicó ante todo entre estos pueblos, que continuaron llegando hasta el siglo XI. Ellos eran prácticamente los que estaban más cercanos de aquellos a los que se se extendió la evangelización. 

-¿Por qué destacaron los monasterios benedictinos sobre los demás? 
-De hecho no destacaron sobre nadie porque durante los siglos de la evangelización eran ellos prácticamente los únicos que trabajaban en este campo, al ser los únicos religiosos existentes en la Iglesia. Cuando llegaron las nuevas órdenes (franciscanos, dominicos: siglos XII-XIII) esta labor estaba casi concluida. En todo caso, han destacado en todos los tiempos por la eficacia de aquella obra, que ha persistido hasta nuestro tiempo. 
-¿San Benito o San Bernardo? ¿A quién correspondería mejor el título de “Padre de Europa”? 
-San Benito es padre de San Bernardo, al serlo de los cistercienses a los que pertenecía San Bernardo; ellos son también benedictinos. Pero llegaron algunos siglos después, cuando la mayor parte de la evangelización estaba ya muy adelantada. Los monjes blancos contribuyeron muy eficazmente a consolidarla. Pero en el campo de la primera evangelización fueron predominantemente los monjes negros los que llevaron el peso. Por eso, llegado el momento, los Papas Pio XII y Pablo VI no dudaron en proclamar Padre y Patrón de Europa a San Benito. 
-¿Qué importancia tuvo el monacato en tierras de frontera, como pudo ser la España de la Reconquista? 
-La expansión del monacato en España estuvo dificultada por la situación interna de la península, y sólo pudo avanzar a medida que lo hacía la reconquista. Los monjes mozárabes que vivieron en la España musulmana tenían ante todo una presencia testimonial. Fue en las zonas sucesivamente reconquistadas donde monjes españoles hicieron la misma obra cultural y civilizadora que sus coetáneos de Europa practicaron también en ella. 
-La liturgia forma parte de la esencia benedictina: ¿fue también civilizadora?
-La liturgia fue, de hecho, el principal instrumento de la evangelización. Los monjes practican una vida básicamente contemplativa, por lo que su estancia fuera de los monasterios está muy condicionada. Por eso, los evangelizadores “apóstoles” fueron más bien escasos: San Agustín de Cantorbery, San Bonifacio, San Adalberto, San Anscario (Oscar), éste último en los países nórdicos. El peso de la evangelización lo llevaban los monasterios, que atrajeron en su entorno a las masas de población bárbara, para asentarlas, organizarlas, extender en ellas la cultura y, desde luego, el Evangelio. Pero la principal difusión de éste se realizó a través de la liturgia celebrada en los monasterios. Extrañamente, estos pueblos tenían una gran sensibilidad. 
-¿Estamos en un momento de decadencia del monacato como instrumento evangelizador? 
-No hay tal decadencia, al menos por este concepto. Llegado el momento, los monjes dejaron la tarea evangelizadora a quienes, con una misión más directa en este campo, asumieron esta tarea. El Evangelio pasó a ser proclamado desde entonces por la palabra, siendo ésta la tarea del misionero y del apóstol. Otra cosa es que Europa vuelva a ser tierra de misión y reaparezca el viejo quehacer de los monjes. Pero entonces los nuevos bárbaros, que no sabemos si serán los cosacos, o los hijos del desierto, o los europeos supertecnificados, carecerán probablemente de aquella sensibilidad.
Fuente: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=36416