¿MÁS CARDENALES? ¿PARA QUÉ? – Flavio Infante
Aun
sabiendo que ni el feroz otomano vencido en Lepanto debió ser tan peligroso
para la suerte del nombre cristiano como lo son las últimas generaciones de
prelados, aun en la convicción de que el detalle ominoso que espiguemos en la
trayectoria de uno u otro cardenal no hará más que sumarle un trazo a la cebra,
no deja el horror de renovarse al comprobar lo obvio y esperado: los frutos
podridos de la prolongada infición modernista de la Iglesia.
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Nihil novum sub sole, pues, cuando
hablamos de la apostasía pública y notoria de tal o cual miembro del Colegio.
Ni que la púrpura que hoy se concede ya no simboliza la sangre de los mártires
sino el rubor, la vergüenza que debiera cubrir por entero a muchos de los
portadores de tanta dignidad.
Los medios católicos de internete titularon
hoy cosas como «Francisco, imprevisible»
o «El Papa de las sorpresas», al
comprobar que muchos de los "nombres puestos" para vestir la birreta
roja resultaron felizmente desahuciados, tales el impresentable de Tucho
Fernández, o los monseñores Bruno Forte, Piero Marini y Enzo Bianchi, entre
otros demoledores. E incluso algunos se apresuraron a reconocer con alivio que
dos o tres nombres de la lista corresponden a prelados proclives a la celebración
de la ahora llamada forma extraordinaria
del Rito Romano, como el mexicano Alberto Suárez Inda o el italiano Edoardo
Menichelli. Una mayor indagación, en todo caso, y para no alentar mayores
expectativas de coherencia en estos perfectos hijos de nuestro tiempo,
comprueba rápidamente cómo el propio Menichelli supo manifestarse favorable a
la concesión de la comunión a los re-casados y al reconocimiento de las
coyundas sodomíticas, pese a no estorbarle a ningún de sus subordinados la
celebración coram Deo. Se trata,
parece, de un caso de pluralismo tan extremo como para hacer saltar por aire
toda afirmación conclusiva. Misma preferencia manifestó el pontífice por otro
de los prelados promovidos en la ocasión, como el neozelandés Dew, contra el
natural candidato australiano y arzobispo de Sydney, mons. Anthony Colin
Fisher, reacio éste a las novedades que pretenden introducirse en la disciplina
de los sacramentos, según lo informa
Sandro Magister. «Todo como Francisco lo manda, él solo», titula el
vaticanista, que entiende que estas nóminas señalan «en qué dirección corren
sus simpatías en lo tocante a la pastoral de la familia».
Otrosí se diga de las fobias bergoglianas: en
condiciones normales se hubiese dado por descontado, por razón del prestigio de
la Sede, el cardenalato del patriarca de Venecia, a la sazón monseñor Francesco
Moraglia. Pero éste cuenta en su contra el pertenecer a la escuela del cardenal
Siri, afección para la que no se entiende prescribir el fármaco conocido como
misericordina ®.
No pudiendo, con todo, abarcar la amplitud de
las nóminas -que Francisco se guardó representasen a los cinco continentes y a
la entera rosa de los vientos-, como rioplatenses que somos queremos solamente
aludir, al pasar, a los dos neo-purpurados de nuestras latitudes. Para muestra
basta un botón: ahí lo tenemos al arzobispo de Montevideo, monseñor Sturla, que
hace unos pocos meses, según lo comentáramos aquí,
«se reunió con dirigentes de los colectivos gays y transexuales del país para
pedirles disculpas en nombre de la Iglesia Católica por las continuas
agresiones verbales recibidas desde la Iglesia», contándose al parecer entre
estas agresiones el pasaje paulino que dice que «ni los afeminados ni los
sodomitas heredarán el Reino de Dios» (I Cor 6,10). El otro es el actual
arzobispo emérito de Tucumán, monseñor Villalba, partícipe junto con el
entonces cardenal Bergoglio de una vergonzosa declaración episcopal acerca del
juicio al que fuera sometido el padre Christian Von Wernich, juicio preñado de
toda suerte de irregularidades en el que triunfó una vez más la venganza
bolchevique, y con el que sus respectivas eminencias se esforzaron en exhibir
su más pleno asentimiento. Recomendamos la lectura de una carta
a los obispos sobre el inicuo juicio en cuestión, que fuera oportunamente
difundida y que sirve a retratar a sujetos como monseñor Villalba.
Ateniéndonos
a las abrumadoras evidencias de rigor en estos casos, es más que presumible que
esta gente haya acabado por perder la cuenta de sus traiciones contra Cristo y
su Iglesia. Encaramados precisamente a causa de las mismas, que no por sus
méritos, más que la recepción de los atributos cardenalicios debieran
presentarse a suscribir en masa el Actus
formalis defectionis ab Ecclesia Catholica, y veríamos acaso un período
de gloriosa restauración. Pero esto es soñar despierto. Cumplirá a los ángeles
el día menos pensado, el día que estos cretinos crean celebrar victoria,
cumplirá a los ángeles separar la cizaña
del trigo.
Visto
en: In Exspectatione
Nacionalismo Católico San Juan Bautista