«Ninguna
manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de
la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del
Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea,
una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo
estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones,
de nuestro estado de ánimo». ver texto
Todos ven lo que hay en Roma: un falso Papa. Pero todos callan y lo siguen teniendo como Papa.
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Y este es el engaño más terrible de todos.
«Todo el trabajo del hombre es para su boca, y nunca se harta su alma»
(Ecle 6, 7). Así trabaja Bergoglio y todos los que le obedecen:
acumulan esfuerzos para dar publicidad a un hombre, que saben que es un
usurpador, pero que lo mantienen en ese puesto por el negocio que han
montado en Roma.
Hay
que dar publicidad a las mentiras de Bergoglio. Hay que saber darla
para engañar a los hombres, a esos católicos que todavía dudan, y que
con palabras buscadas, rebuscadas, bonitas, bellas, con frases bien
trabajadas, se les presente un lenguaje que acepten para que no llamen a
Bergoglio como hereje.
Bergoglio
nunca se harta de decir herejías. Nunca. Es maestro en el engaño. Los
católicos siempre se cansan de escuchar tonterías, pero cuando se les
dice algo bonito, entonces olvidan que Bergoglio es hereje y lo siguen
teniendo como Papa.
«Cristo y su Madre son inseparables»: es una frase bella, que gusta, que atrae. Pero el problema es lo que sigue:
«entre ellos hay una estrecha relación, como la hay entre cada niño y su madre». ¡Este es el error! ¡Garrafal error!
¿Qué
relación hay entre Cristo y Su Madre? ¿Una relación entre madre e hijo?
No. ¿Y por qué no? Porque María es Madre de Dios. Y ninguna mujer, en
la tierra, tiene esta prerrogativa. Toda mujer que engendra un hijo es
madre humana de ese hijo, pero no es Madre de Dios.
Bergoglio nunca ensalza a María como Madre de Dios, sino que la pone siempre como madre del hombre, madre humana.
Entre
Cristo y Su Madre hay una estrecha relación porque María da a luz al
Hijo del Eterno Padre. ¡Esta es la Gloria de María! Esto no lo puede
enseñar Bergoglio. Nunca.
Bergoglio
dice que la relación entre María y Su Hijo es como de un niño y su
madre. No puede enseñar que la relación entra María y Su Hijo es la de
una Madre con el Padre Eterno. Es una relación divina, no humana.
Madre
y Padre: ésta es la relación en el Hijo. Jesús es el Hijo de María y el
Hijo del Padre Eterno. No hay una relación de hijo a Madre, sino de
criatura al creador: una Mujer elevada a la Paternidad Divina en su
vientre virginal. Esa es la estrecha relación entre Cristo y Su Madre.
Este es el Misterio de la Maternidad Divina.
Bergoglio hace una homilía sobre María desde su visión humana, su concepto de fe.
Y así comienza:
«Con
la celebración de la solemnidad de María, la Santa Madre de Dios, la
Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta
bendición. Se cumple en ella, pues ninguna otra criatura ha visto
brillar sobre ella el rostro de Dios como María, que dio un rostro
humano al Verbo eterno, para que todos lo puedan contemplar».
Las palabras de Santa Isabel en el Evangelio: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43); Bergoglio las tuerce, las interpreta a su manera humana, en su visión humana de la maternidad de María.
«Esta
bendición está en continuidad con la bendición sacerdotal que Dios
había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el
pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y
te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz»
(Nm 6,24-26)». Bergoglio coge un pasaje del Antiguo Testamento para anular las palabras de Santa Isabel.
Tengan
en cuenta que la herejía de Bergoglio está en su lenguaje humano. No es
la herejía del concepto. Bergoglio no coge una idea dogmática y la
ataca directamente, como la de los herejes antiguos, que luchaban contra
un dogma en concreto. Bergoglio no hace eso. Bergoglio lucha contra
todos los dogmas, pero de manera sutil, sin enfrentarlos directamente,
sino de forma indirecta. De manera que los hombres no se dan cuenta que
se dice una herejía porque se dice de manera bella, con un lenguaje que
gusta, con un sentimiento que atrae. Esto es siempre Bergoglio. Y muy
pocos los saben discernir. Cogen la homilía de la maternidad divina y
ven una cosa bella, sin errores. Están ciegos.
Bergoglio
es maestro en engañar con su lenguaje barato. Es tan barato, tan
rastrero que sólo los católicos con fe verdadera se dan cuenta. Los
demás no caen en la cuenta de las barbaridades que este hombre dice cada
día y a todas horas.
En las palabras de Santa Isabel se dan dos cosas:
1. Que Santa Isabel conocía por Revelación Divina el Misterio de la Maternidad Divina en María;
2.
Que Santa Isabel engrandece ese Misterio en la persona de María: lo que
hay en María se hace sentir en Isabel y en el fruto de su vientre, con
el cual se santifica al Precursor.
Esto
es lo que Bergoglio no enseña: porque Isabel ha creído en la Maternidad
Divina, entonces recibe la obra de esa fe: su hijo queda santificado en
su vientre. Una santificación prematura, antes de nacer. Es la obra de
la fe en Isabel lo que manifiestan esas palabras. La obra de la fe, no
una bendición, no el recuerdo de una bendición.
Bergoglio
no puede enseñar esto, sino que va hacia su juego: las palabras de
Santa Isabel recuerdan la bendición de Aarón. La fe, para Bergoglio, es
una memoria. Aquí lo tienen: hay que ir al pasado, en la Escritura, a
Aarón, y entender este pasaje de Isabel en ese contexto. Y entonces,
enseña:
«la Iglesia nos recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición»: falsa y herética enseñanza.
«La Iglesia nos recuerda»: acto de memoria: todo es un acto de la mente.
«que María es la primera destinataria de esta bendición»: ¿Qué tiene que ver la bendición de Aarón con la Maternidad Divina? No hay ninguna relación.
Ser Madre de Dios no es una oración de bendición: no es una oración que se dice y en la que se transmite una gracia. No es eso.
Ser Madre de Dios es una vocación divina. Y esto no tiene nada que ver con la bendición de Aarón.
Creer en la Maternidad Divina trae una bendición para Santa Isabel, pero no para María.
Es lo que dice Bergoglio: «María es la primera destinataria de esta bendición». ¡No tiene nada que ver!
María es Madre de Dios porque cree a Dios en las Palabras del ángel, no porque cree en la bendición de Aarón.
Y
la Iglesia no recuerda que María es la primera destinataria de esta
bendición. ¿Dónde recuerda eso? ¿En dónde está escrito eso?
«El Señor te bendiga y te proteja…»: ¿eso recuerda que María es la primera destinataria de esta bendición? ¡Qué palabras tan sin sentido! ¡Tan oscuras!
Bergoglio,
cuando habla, nunca puede enseñar la verdad. Nunca. Tiene que coger la
maternidad divina y anularla con sus palabras rastreras: bonitas para la
gente que sólo escucha a la Jerarquía para ver si dice una palabra que
guste a su mente. Así hay muchos católicos en la Iglesia: me gusta ese
sacerdote porque habla bien en lo humano, es grato en lo humano, dice
cosas bonitas que gustan a los hombres, que agradan el estilo de vida de
los hombres. Se va buscando la palabra amable en el sacerdote y no se
cae en la cuenta de la herejía, del error, de la oscuridad que ese
sacerdote enseña o predica.
Sólo se fijan en la idea bonita:
«ninguna otra criatura ha visto brillar sobre ella el rostro de Dios como María»: idea bella, pero herética.
No se fijan en la idea oscura: «dio un rostro humano al Verbo eterno».
María
dio a Jesús el rostro del Padre: «El que me ha visto a Mí ha visto al
Padre» (Jn 14, 9). No le dio un rostro humana, sino que permitió que el
Rostro del Padre fuera el Rostro de Jesús.
¿En María brilló el rostro de Dios? No.
En Jesús, María vio el rostro de Dios, que es el rostro del Padre Eterno.
En
María está la plenitud de la Gracia: es decir, María es imagen y
semejanza de Dios: en su alma, en su espíritu y en su cuerpo. María es
Divina, es Gloriosa. Pero en Ella no se refleja el rostro de Dios. Sino
que Ella refleja, en todo su ser, a Dios. Son dos cosas diferentes.
Ella es la «Mujer envuelta en el Sol»: Ella refleja la Divinidad. Y toda: es decir, a la Santísima Trinidad.
Sólo
en Jesús brilla el rostro de Dios, porque Jesús es Dios. En el hombre
no se refleja el rostro de Dios porque ningún hombre es Dios.
Los
hombres, si permanecen en la gracia, irradian la Divinidad de Jesús,
pero no reflejan a Dios: en sus rostros humanos no puede brillar Dios.
No puede; por el pecado original. Un alma en gracia es reflejo de Dios;
pero no todo el hombre. En ninguna carne humana brilla Dios. Ésta es la
herejía habitual de Bergoglio, por negar el pecado original. Tiene que
caer en un panteísmo y en un panenteísmo.
Sólo
María refleja a Dios, por no tener pecado original. Los hombres, al
tener el pecado original no son imagen y semejanza de Dios. Hay una
parte en su naturaleza humana que no puede reflejar a Dios.
El hombre humilde es reflejo de Dios, pero en la gracia, no en su naturaleza humana.
María
es reflejo de Dios, no sólo en la gracia, sino en su naturaleza humana.
María es Gloriosa en su humanidad. El hombre es pecador, es miserable
en su humanidad.
Dios no brilla en ninguna criatura: ni siquiera en María.
Dios brilla sólo en Jesús, porque Jesús es el mismo Dios.
María es la Madre de Dios: en su maternidad, es decir, en Su Hijo brilla Dios, se adora a Dios.
María,
por ser Madre de Dios, da un rostro divino al Verbo. No puede dar un
rostro humano porque no engendra a Dios de manera natural, sino divina.
Es
el verbo el que asume la naturaleza humana de María, no es María la que
engendra. María, en la Maternidad Divina se comporta de una manera
pasiva. No hace nada sexualmente para engendrar.
Es
el Poder de Dios el que asume la carne de María. Y en esa carne, Dios
obra. María no da algo humano a Dios: María no pone nada humano en Su
Maternidad Divina. Es Dios quien eleva todo el ser de María para ponerse
Él en el vientre virginal de María. Por eso, la Maternidad de María es
la Obra sola de Dios en la Virgen: no interviene María como ser humano.
Es elevado el ser humano de María para la Obra Divina.
Este
es el Misterio de la Maternidad Divina. No se puede concebir la
maternidad de María como la maternidad de toda mujer. No tiene nada que
ver. En la maternidad de la mujer entra el varón y, por tanto, entra la
parte activa de la mujer. En María, no se da nada de eso. María es
pasiva absolutamente en su Maternidad. Es sólo la obra de Dios en Ella. Y
es una obra que no se puede entender con la cabeza humana. Sólo se
puede creer.
Pero
Bergoglio no cree en la Maternidad Divina: la tiene como una bendición y
la trata como un panteísmo: en María se da el rostro de Dios.
María es la «Mujer envuelta en el sol» (Ap
12, 1) de Dios, de la Divinidad, del Misterio de la Unión Hipostática:
metida en la Obra Divina que el Verbo hace en su ser de Mujer: elevada,
transformada en su cuerpo, en su alma y en su espíritu, para que el
Verbo se engendre en Ella, como el Padre engendra eternamente a Su Hijo.
Lo mismo que el Padre engendra en la Eternidad: Su Hijo; eso es lo que se engendra en María: su Maternidad.
María
es Madre del Hijo del Padre: su Maternidad es lo que el Padre engendra
desde toda la eternidad: Su Hijo. Su Maternidad es la Paternidad.
El
rostro del Hijo es el rostro del Padre. Luego, lo que María da a Su
Hijo es el mismo rostro del Padre. Este es el Misterio de la Maternidad
Divina: es lo que el Padre engendra eternamente en Su Hijo. Y lo
engendra en el seno virginal de María.
María no da un rostro humano a Jesús, sino un Rostro Divino: el del Padre.
Y
es el Verbo el que asume una carne en María: se encarna. Y este asumir
exige la pasividad de María. María no hace nada en la encarnación, sino
que se deja hacer totalmente, de manera absoluta, por Dios en su seno
virginal.
Pero Bergoglio está en lo suyo: en lo humano, en su visión humana de María, sólo da importancia a lo humano que pasa en María: «La carne de Cristo…se ha tejido en el vientre de María».
Pero nunca toca el Misterio. Nunca profundiza en el Misterio. Lo deja a
un lado, porque no puede creer en el Misterio. Él sólo cree en lo que
hay en su mente humana. Y así trabaja toda su homilía, diciendo muchas
cosas bonitas sobre Cristo y su Madre, pero sin enseñar la doctrina de
la Maternidad Divina.
¿Para
qué es Madre de Dios la Virgen María? Esto no se puede descubrir en
Bergoglio. Tampoco Bergoglio sabe la razón de la existencia de la Virgen
María, porque ha anulado el pecado original. Él no cree en ningún
dogma: no posee la fe católica.
La
misión de la virgen María es la de hacer vivir a Jesús en cada alma,
hasta su plenitud. ¡Qué pocos sacerdotes son sólo Jesús! Todos son
hombres, viven de los humano, pero no de la misma luz divina, que es
cristo Jesús. No tienen fe, han perdido la fe en su sacerdocio. No creen
en Jesús como Sacerdote. Sólo lo ven como un hombre más.
¡Y
cuántas almas en la Iglesia son hombres, y sólo hombres, que piensan
como los hombres y viven como los hombres. No son Jesús; no imitan a
Cristo en sus vidas.
María
es Madre de Dios sólo para esto: no para dar ternuritas a los hombres,
sino la misma Cruz que Su Hijo elevó en el Calvario y que la hizo Camino
para todos en la Iglesia.
«María
está tan unida a Jesús porque él le ha dado el conocimiento del
corazón, el conocimiento de la fe, alimentada por la experiencia materna
y el vínculo íntimo con su Hijo»: Bergoglio no ha comprendido nada de lo que es la Virgen María.
María está tan unida a Jesús por su Maternidad Divina. Y punto y final.
Esa
Maternidad Divina es mucho más que un conocimiento del corazón y de la
fe; es mucho más que experimentar en el vientre durante 9 meses a un
hijo; es mucho más que el vínculo íntimo de la madre con el hijo.
La
Maternidad Divina es una Gloria para María. Y la Gloria es un
conocimiento divino que el ser de María tiene de Dios. Es un
conocimiento que es amor, que es una obra de amor, que es una vida de
amor, que es una verdad plena, en donde no se puede dar ninguna
oscuridad.
María,
en Su Maternidad, abarca a todo Dios, sin ser Dios. Es Su Gloria. Es
algo que no se puede explicar con palabras humanas: es como sentarse en
el mismo Trono de Dios y ser una cuarta persona en la Santísima
Trinidad.
Bergoglio
sólo dice palabritas bonitas para llenar una cuartilla, pero no es
capaz de declarar el Misterio. No sabe. Dice cosas sin sentido:
«es la creyente capaz de percibir en el don del Hijo el advenimiento de la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4)»:
¿Y esto qué cosa significa? No sabemos. Es dar vueltas a las cosas para
no decir nada, para quedar bien con todos, para expresar algo bonito,
algo que guste, que capte la mente del que escucha. Pero que está vacío
de la verdad: no tiene ninguna verdad.
Que
María es la que percibe en Su Hijo el advenimiento de los tiempos
plenos es una frase muy bien construida, pero que no lleva a ninguna
parte. Es la bandeja de plata: frases bellas, sin la doctrina de Cristo,
sin verdad, sólo con el objetivo de captar la atención del que escucha.
¡Ah, qué cosas más bonitas dice este hombre!
«Dios, eligiendo la vía humilde de la existencia humana, entró personalmente en el surco de la historia de la salvación»:
Dios no eligió la vida humilde de la existencia humana. Dios eligió la
nada de una criatura, de una Mujer, para mostrar Su Misterio, Su
Milagro.
Dios no elige al hombre: elige una Mujer para Él. Este es el Misterio de la Maternidad Divina.
Dios elige la criatura más humilde de todas; pero no elige la vía humilde de la existencia humana.
Bergoglio
sólo predica de su humanismo, no del Misterio Divino. Sólo da vueltas a
su humanismo, no es capaz de entrar en el Misterio. Es lo propio que
hacen los locos: dan vueltas a sus ideas humanas, pero no pueden tener
conocimiento de sus ideas. Los locos no conocen: sólo dan sus ideas,
sólo las repiten. Eso es Bergoglio: un loco de su idea del hombre, de su
humanismo. ¡Qué pocos lo disciernen así! ¡Cuántos quieren las locuras
de Bergoglio para su vida humana y espiritual!
«Cristo
y la Iglesia son igualmente inseparables, porque la Iglesia y María
están siempre unidas y éste es precisamente el misterio de la mujer en
la comunidad eclesial, y no se puede entender la salvación realizada por
Jesús sin considerar la maternidad de la Iglesia»: Cristo, la Iglesia, María y la mujer: todo en uno en esta frase.
La
Iglesia es Cristo. Pero la Iglesia nació en el Calvario, en la muerte
de Cristo. Y es María la Madre de la Iglesia. Luego, no se puede
entender la salvación de Cristo sin la Maternidad Divina.
Bergoglio todo lo junta para declarar una mentira: ¿Dónde encontramos a Cristo? «Lo encontramos en la Iglesia, en nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica». Esto es una gran mentira dicha con palabras bellas.
Encontramos
a Cristo en María, en Su Madre. No en la Jerarquía. Si un sacerdote, si
un Obispo es un lobo vestido de piel de oveja, como es Bergoglio, ahí
no se encuentra a Cristo, sino al lobo, al demonio.
Pero
siempre se encuentra a Cristo en Su Madre. Siempre. Porque la Virgen
María no puede pecar, no puede negar a Cristo, no puede anular a Cristo.
No puede traicionar a Cristo.
La Jerarquía de la Iglesia ha demostrado durante siglos que son traidores a Cristo muchas veces.
La Iglesia es Madre si da la Maternidad Divina, si la ofrece, si la enseña, si imita a la Virgen María.
La
Jerarquía, ¿cree en Jesús como María cree? No; en muchas almas
sacerdotales ya no hay fe en Cristo. Sólo hay fe en la mente de los
hombres, en sus proyectos humanos, en sus obras. Luego, la Iglesia
Jerárquica no es Madre, porque no imita a la Virgen como Madre de Dios.
La
Jerarquía, ¿enseña la verdad como María la enseñó? No; muchas almas
sacerdotales se dedican a enseñar sus herejías como verdad en la
Iglesia. Eso es lo que hace Bergoglio. Esa Jerarquía no puede dar lo
propio de la Maternidad Divina: la luz de la Verdad Revelada. Luego, no
es Madre.
La
Jerarquía, ¿vive combatiendo el pecado en sus ministerios y obras? No;
muchos sólo ofrecen a las almas la vida y la obra del pecado en la
Iglesia. Esto es lo que ofrece Bergoglio en su gobierno horizontal: el
cisma, la apostasía de la fe, la herejía. ¡Cuántos sacerdotes y Obispos
viven en sus pecados sin quitarlos, sin arrepentimiento!
Bergoglio sólo está en la visión humana de María: «Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad». Y en su belleza humana, en su palabrería hueca, su herejía:
«Sin
la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un
sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a
merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro
estado de ánimo».
Si la Iglesia es Cristo, entonces la Iglesia es una idea divina, una norma de moralidad, un sentimiento divino.
Para
Bergoglio, la Iglesia es una comunidad de personas, de hombres, de
pueblo. Pero no es Cristo. Y, por tanto, la Iglesia tiene que dar
ternuritas a todos, alegría a todos. Pero no una verdad revelada. No un
dogma, no una moral.
Amar
a Cristo es amar la Verdad que Cristo ha enseñado a Sus Apóstoles. Amar
a Cristo es seguir una doctrina que nunca cambia, que siempre es la
misma. Amar a Cristo es hacer una Voluntad Divina, es decir, obrar una
Idea Divina. Amar a Cristo es dejarse guiar por las inspiraciones del
Espíritu Santo, que son los sentimientos divinos que toda alma tiene que
tener.
Pero Bergoglio está en su idea, la que comenzó en su discurso: «la misión del Pueblo de Dios: irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo».
La bendición de Aarón está en María y es la que tiene que estar en toda
la Iglesia. Este es todo su mensaje sobre la Maternidad Divina: «La Iglesia, al darnos a Jesús, nos da la plenitud de la bendición del Señor». Pero, ¿qué cosa más absurda la de ese hombre?
La
Iglesia, al ser Cristo, es Camino para toda alma, es Vida divina en la
gracia y es Verdad que salva y santifica. ¿Qué tiene que ver la plenitud
de la bendición del Señor? Nada. Es sólo para rellenar una cuartilla de
algo bonito, pero vacío de la verdad sobre la maternidad divina.
Hay que «irradiar sobre todos los pueblos la bendición de Dios encarnada en Jesucristo»:
aquí tienen el panteísmo de Bergoglio: la bendición de Dios está
encarnada en Jesús. ¡Qué frase más bonita! ¡Qué frase más herética!
«Sin
la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra
imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo»:
No; que no Bergoglio; que no es esto. Sin el Magisterio auténtico de la
Iglesia, sin la Verdad Revelada que la Iglesia enseña en Su Magisterio
infalible, entonces el alma que sigue a Cristo sólo sigue su
imaginación.
Es
lo que hace Bergoglio. Bergoglio habla de su iglesia, de su concepto de
iglesia, no de la verdadera Iglesia. Bergoglio nunca habla de la
Verdad, del dogma, de la enseñanza infalible que hay que seguir en la
Iglesia. Habla de su iglesia y de sus ideas humanas sobre la Iglesia y
sobre Cristo.
Y, por eso, tiene que decir su comunismo, su fe histórica, su ideal masónico:
«Ninguna
manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de
la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del
Cuerpo de Cristo». La concepción histórica de la Iglesia: como
si los hombres hubieran hecho la Iglesia con sus ideas, con sus vidas,
con sus obras.
Y
la Iglesia es una idea divina, una obra divina, un lenguaje divino, un
amor divina, una vida divina, una verdad divina. No es un concepto en la
historia. No es una evolución del pensamiento del hombre. No es una
voluntad humana. «No de la carne y la sangre» los
hombres son hijos de Dios. Toda manifestación de Cristo, aun la más
mística, se separa de la carne y de la sangre de la Iglesia. Primero,
porque en la Iglesia no hay carne ni sangre; segundo, porque la Obra
Divina la hace Dios siempre, en la humildad del corazón del hombre, no
en su carne ni en su sangre. «La carne no sirve para nada». Y menos la sangre.
Esto
es discernir la palabra de Bergoglio. Así hay que hacerlo. Y son muy
pocos los que lo hacen. Todos se quedan admirando la nefasta mente de
Bergoglio. Todos se quedan cegados por las palabras baratas de este
charlatán.
Y
nadie dice que Bergoglio es un loco cuando predica. Nadie dice las
herejías de este hombre. Todos están detrás del juego de este hombre y
nadie se ha tomado en serio lo que hay en el Vaticano.
Y, por eso, ya está cerca el tiempo en que ninguna verdad se podrá predicar públicamente porque eso supondrá el martirio.
Nadie
en Roma vive la verdad y predica la verdad. A nadie le importa Cristo.
Todos están detrás del negocio que Bergoglio está levantando en el
Vaticano. A todos les interesa ese negocio porque les da de comer. Es
rentable, para el estómago y para los bolsillos.
Entre tanto, entretienen a todo el mundo con las baboserías de un hombre sin fe. Hacen publicidad a sus homilías.
¿Qué verdad ha dicho Bergoglio sobre la Maternidad Divina? NINGUNA. Y, entonces, ¿por qué la Jerarquía calla y no lo combate?
Porque les da de comer. Y no hay otra razón. Tienen miedo de enfrentarse a Bergoglio porque se les acaba el plato de lentejas.
Muchos
venden a Cristo por un plato de lentejas: la primogenitura, su
sacerdocio, para el demonio. Con tal de tener alimento para el estómago,
se hace un mutis a lo que habla un loco vestido de Papa en Roma.