miércoles, 14 de enero de 2015

Yo NO soy Charlie. ¿Entonces qué soy?


Yo NO soy Charlie. ¿Entonces qué soy?

 
La horrenda masacre perpetrada el día 7 de enero por extremistas islámicos contra personal del semanario satírico “Charlie Hebdo”, sumada a otros dos atentados terroristas, causó enorme conmoción y justificado repudio mundial, al punto de ser llamada “el 11-S francés”.
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Rápidamente, con la agilidad y concisión propias del espíritu francés, el periodista Joachim Rancin sintetizó ese rechazo en tres palabras: “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie). Y los franceses fueron convocados a identificarse con dicha frase, exhibiéndola durante las manifestaciones programadas en todo el país los días 10 y 11 de enero, para así expresar su repudio al crimen y su solidaridad con las víctimas.
Sin embargo, la frase es restrictiva, porque se refiere apenas a un aspecto de lo sucedido, y además induce a un equívoco que esconde una trampa ideológica.
De hecho la tragedia no se ciñó a un atentado contra “Charlie Hebdo”. Fue una secuencia de tres actos terroristas consecutivos en los que, además de 10 miembros del staff de la revista fallecieron tres policías y cuatro civiles, clientes de un local de comida judía. Por lo tanto, la frase Yo soy Charlie tiene algo de excluyente – hoy se diría “discriminatorio” – hacia las otras victimas.
Además hay en ella un equívoco, porque sugiere que el repudio a esos condenables atentados y la compasión por sus 17 víctimas implica forzosamente identificarse con “Charlie Hebdo”, y por tanto con la línea editorial de la revista. Lo cual para un católico es simplemente inaceptable.
¿Por qué? Porque en uno de sus trazos esenciales, “Charlie Hebdo” es afín al extremismo islamita.
Nos explicamos. Los yihadistas practican una forma de barbarie cruenta, asesina, salvaje, para imponer un estado de cosas acorde a su fanatismo religioso. “Charlie Hebdo” practica también una forma de barbarie, incruenta pero que no deja de ser igualmente bárbara y fanática. Consiste en pisotear todas las reglas de convivencia civilizada para entregarse a ofender, agredir, ultrajar de manera desenfrenada y gratuita.
Bajo pretexto de ser una revista “satírica”, sus redactores se escudan en la “libertad de expresión” para entregarse a ese puro ejercicio de barbarie intelectual de inspiración atea. Es un aspecto de la neo-barbarie revolucionaria y una forma de establecer lo que el Papa Benedicto XVI denominó “dictadura del relativismo”.
Es imposible reproducir aquí las caricaturas con las cuales “Charlie Hebdo” insulta con groseras blasfemias – que parecen vomitadas por el infierno –, a la Iglesia Católica, sus creencias y sus autoridades. Pero cualquier lector que las haya visto puede dar fe de lo que decimos.
De paso, recordemos que el pecado deliberado de blasfemia es siempre grave, por injuriar directamente a Dios, a los santos y las cosas sagradas, como también por su malicia intrínseca, es decir, por la carga de odio a Dios que contiene.
El trato civilizado, no sólo en Occidente, sino en toda civilización digna de ese nombre – de lo cual dieron espléndidos ejemplos el Japón, Persia, la China, etc. –, siempre se cimentó en un sentido claro de la dignidad humana y del respeto debido a nuestros semejantes: un respeto matizado, que se debe a todos pero en medida proporcionada a la dignidad de cada cual.
En la civilización cristiana, ese sentido de la dignidad y el respeto alcanzó un apogeo, generando formas excelentes de cortesía basadas en dos virtudes: la justicia, que manda dar a cada uno lo que le corresponde, y la caridad, que pide dar más al que más lo necesita.
De la práctica de esas virtudes florecieron formas de excelencia de trato social, que fueron como el sello distintivo de la cristiandad europea, cuyo recuerdo hizo exclamar a Talleyrand, tras las convulsiones de la Revolución Francesa: “quien no conoció el Antiguo Régimen no sabe lo que es la dulzura de vida”.
Pues bien, de esa Francia que fuera el “Reino Cristianisimo” y el paradigma de la delicadeza de trato y de la más refinada cortesía, surge ahora este engendro intelectual neobárbaro, satírico, ateo y anarquista llamado “Charlie” para volcarse a demoler todo lo sagrado, respetable, noble y serio. Podríamos exclamar con el profeta de las Lamentaciones: Quomodo obscuratum est aurum, “¡Cómo se oscureció el oro!” (Jeremías, IV, 1).
Por eso, al mismo tiempo que nos unimos a las oraciones por las almas de los miembros del equipo de “Charlie Hebdo” y de las demás víctimas de la barbarie asesina islámica, y para ellos invocamos la piedad de Dios, repudiamos también la barbarie cultural revolucionaria que ostenta aquel pasquín, y en consecuencia declaramos categóricamente: “yo NO soy Charlie”,
¿Y entonces qué somos? Simplemente católicos que, ante el avance de la neobarbarie contemporánea en sus múltiples formas, afirmamos que esta tiene sólo una respuesta: luchar para restaurar la verdadera civilización, que es la civilización cristiana.
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"Yo NO soy Charlie, yo soy [nazareno]" ن es la inicial de la palabra "nazareno" en árabe, con la cual el Estado Islámico manda marcar las casas de los cristianos en Irak y Siria.