El Huerto de Getsemaní en la Pasión de la Iglesia de Hoy – Augusto TorchSon
Hoy más que nunca en la historia de la
Historia, esto es, la que tiene por dueño y señor al Señor de la Creación toda;
los acontecimientos parecen demostrar casi sin dejar lugar a dudas que la Gran
Apostasía referida en la II carta a Tesalonicenses, previa a la aparición del
Hombre de la Iniquidad, está presente.
PRESIONE "MAS INFORMACION" A SU IZQUIERDA PARA LEER ARTICULO
En el huerto de Getsemaní, nuestro Señor al
señalar abatido que su alma tenía una tristeza de muerte, les pidió a los
apóstoles que lo acompañaban: “Quedaos aquí, y velad conmigo. Recemos para
no caer en la tentación”. Sin embargo en nuestros tiempos, en similitud
con aquellos, nuestra actitud se asemeja a la de Pedro, Juan y Santiago que no
entendiendo la gravedad del momento, a pesar de las claras advertencias de su
Divino Maestro, se durmieron.
Y es que la cotidianeidad de la convivencia
con el mal, con la perversidad en todas sus formas posibles, y sobre todo, con
el enfriamiento de la caridad en la Iglesia; nos hizo tomar la actitud de la
rana calentándose a fuego lento, acostumbrándonos de a poco al calentamiento
del agua, hasta llegar al momento en el que el pretender reaccionar será casi imposible.
De este modo los Think Tanks del Nuevo Orden
Mundial, trabajaron incansablemente para hacer de la población mundial, por un
lado, una masa tan oprimida que sería capaz de hacer cualquier cosa a cambio de
un poco de pan y hasta de agua; y por otro lado, en el hombre posmoderno, generar
un estado de relajación y apatía tal, de manera que nos convirtamos en las
ranas antes mencionadas.
Hoy observamos impertérritos las terribles
matanzas que se llevan a cabo en muchos lugares del mundo; en algunos lugares,
perpetrados por fanáticos islámicos, en otros, con el objeto de imponerles a la
“diosa democracia” al decirles como
señalaba el P. Castellani: “hazte libre o
te mato”, y otras, como el caso de Ucrania, en las que se pretende cercenar
países con el ánimo de “ayudar a sus
habitantes a decidir libremente a que nación quieren pertenecer”. Esto olvidando
el inmensísimo genocidio perpetrado por Rusia en Ucrania en el Holodomor,
en donde se mató de hambre a 10 millones de personas en un hecho históricamente
comprobable y no como otros pretendidos “holocaustos”
a los que tanto culto rinden nuestros falsos pastores. Y todo esto precisamente
con la venia y el financiamiento de la alta finanza judía y con el trabajo
intelectual de ablandamiento intelectual y espiritual de la Franc-Masonería,
hoy también enquistada en las altas jerarquías eclesiásticas.
Pero, a pesar de ver cómo se despliegan
inmensos ejércitos y se realizan ejercicios militares a gran escala, o de cómo
se posicionan los sistemas de defensa y de ataque de las grandes potencias
nucleares en estado de alerta máxima; seguimos pensando que la posibilidad de
una 3° Guerra Mundial, no sólo es lejana, sino que en caso de darse,
probablemente no nos afecte a nosotros, mientras seguimos tranquilos viendo
nuestras judaicas y promiscuas series favoritas de televisión en HD, con
nuestra calefacción o refrigeración generando el ámbito de confort adecuado
para disfrutar de los beneficios del mundo moderno.
Y una de las técnicas de estos arquitectos
de la posmodernidad para hacernos sentir tan tranquilos, es hacernos olvidar
de Dios, y eso se logra con más efectividad, no predicando la falta de Él, sino
tergiversando y desnaturalizando la noción del mismo.
Y al considerar que Dios es tan
misericordioso que no puede condenar a nadie eternamente, la consecuencia
lógica es que no se haga ningún esfuerzo para alcanzar la vida eterna.
Recordemos a Bergoglio diciendo: “El camino de la
Iglesia es el de no condenar a nadie eternamente”. Y así
en varias oportunidades sostuvo que quienes pretenden ser santos son
hipócritas, ya que al parecer, en la nueva concepción del hombre, éste al
pretender vivir una vida virtuosa; quiere ser diferente, y hasta mejor que los
demás en una acto de terrible e inmisericorde soberbia anti-igualitarista,
propuesta esencialmente opuesta a la impuesta por la diosa democracia, hoy idolatría
oficial en la neo-iglesia y en los países del mundo entero. Nos dice consecuentemente
el “obispo de Roma”: “El sitio privilegiado para el encuentro con
Jesucristo son los propios pecados” agregando más tarde que el apóstol
San Pablo decía: “yo sólo me glorío de
mis pecados”, tergiversando las palabras del apóstol que
dijo: “con gusto me gloriaré de mis flaquezas” (2°Cor.12,
9-10) que bien entendido implica que a los débiles y pequeños se les da las
herramientas necesarias para vencer precisamente esos pecados a través de la
gracia, más no convalidarlos en sus desviadas conductas, como parece pretender
Bergoglio al juntarse siempre con promotores de vicios nefandos a los que nunca
llama a dejar su vida de pecado, sino más bien a los que dice “¿quién
soy yo para juzgar?”.
Lo que resulta evidente es que la
antropocéntrica neo-iglesia propone al vicioso como el paradigma de quién
practica una “virtud de humildad” ya
que es “sincero” con su condición de
pecador y se “gloría de sus pecados”,
a diferencia del que pretende vivir virtuosamente al que se le llama hipócrita,
ya que no siempre hace lo que predica y al que se le enrostrarán sus caídas,
sin tener en cuenta sus esfuerzos por levantarse.
Hace poco escuché decir que no se puede
cuestionar al “papa” porque no somos protestantes, pero, qué pasa cuando es ese
“papa” el que promueve el protestantismo. Podemos recordar que el Vaticano va a participar
oficialmente en la “celebración” de los 500 años de la
Reforma Protestante o cuando Bergoglio dijo que para conseguir la unión
de los “cristianos” (entiéndase correctamente “herejes protestantes”), debemos “dejar de lado
cuestiones polémicas o apologéticas” y “refinadas
discusiones teóricas”, entre muchísimas otras citas y
situaciones similares.
Y volviendo al tema del pecado, estas
propuestas de Bergoglio resultan coherentes con su lógica sincretista, ya que para el luteranismo, la
salvación no encuentra obstáculo en ningún tipo de viciosas conductas en la
medida en la que se realice un acto de fe interior, aún manteniéndose en el
pecado. Pero el “obispo de Roma” va más allá del protestantismo y lleva esta
salvación automática a todo tipo de sectas y hasta a los ateos a los que se
dijo que no necesitaban creer en Dios para salvarse, solamente “hacer el bien”,
haciendo completamente innecesaria la Gracia Divina y por consiguiente la
evangelización, sustituyéndola por el “dialogo y la cultura del encuentro”.
A pesar de estas triste realidad de la
oficialidad eclesiástica, no podemos dejar de predicar la verdad evangélica de
las postrimerías y la eternidad de la “gloria” y del infierno, recordando la
visión de San Juan Bosco en sus visiones de éste último, en cuya puerta había
un cartel que decía: “Ubi non est redemptio!”, es decir, “¡Donde
no hay redención!”. Esto como un deber esencial de caridad para
prevenir a los pecadores de la necesidad de la conversión y el arrepentimiento
para no “ser arrojados al infierno, al fuego inextinguible, donde el gusano que
les roe nunca muere, y el fuego nunca se
acaba” (Mc. 9, 45-45).
Relata la beata Catalina Emmerick, que en la
agonía del huerto, a Jesucristo se le presentaron las ingratitudes de los
hombres por los cuales Él se ofrecía como víctima expiatoria; como a través de
los tiempos su Iglesia se vería inundada por herejías, por corrupción, frialdad
y malicia de un infinito número de cristianos, por la mentira y astucia de
doctores orgullosos, por los sacrilegios de todos los sacerdotes viciosos, la
abominación y la desolación en el santuario de Dios. Señala la beata: “Jesús
los vio a todos; lloró por ellos; quiso sufrir por todos los que no lo ven y
que no quieren llevar su Cruz con Él a la ciudad edificada sobre la piedra, a
la cual se ha dado el Santísimo Sacramento y contra el cual las puertas del
Infierno no prevalecerán nunca”; y continúa relatando: “Jesucristo,
el Hijo del Hombre, luchaba y juntaba las manos; caía como abrumado sobre sus
rodillas y su voluntad humana libraba un combate tan terrible contra la
repugnancia de sufrir tanto por una raza tan ingrata, que el sudor de sangre
caía de su cuerpo a gotas sobre el suelo”.
Por todo esto, fuera de ensalzar nuestros
pecados, no podemos dejar de dolernos por ellos, sabiendo que Nuestro Señor
padeció inmensamente en el Huerto de Getsemaní al tener que cargar con los
mismos, para expiar en su naturaleza humana dichos pecados a pesar de Él mismo
estar exento de ellos. Y en esta, la hora de las tinieblas para la humanidad
toda y la Iglesia, lejos de sentirnos satisfechos de nosotros mismos, más bien
estemos preparados para la Gran Tribulación, y esta vez sí hagamos caso a la
recomendación de Nuestro Redentor al advertirnos: “Velad y orad para que no entréis
en tentación, que si bien el espíritu está dispuesto, más la carne es débil”
(Mt.26, 41)
Augusto
Nacionalismo Católico San Juan Bautista