LAS FALSAS ENFERMEDADES DE LA CURIA II
Sólo un demente puede llamar a todos los hombres como locos.
Éste
es el lenguaje que utiliza Bergoglio cuando hace su examen de
conciencia a la curia, cayendo en el pecado que Jesús llama como raca:
«…todo
el que se irrita contra su hermano será reo de juicio; el que le dijere
“raca” será reo ante el Sanedrín, y el que le dijere “loco” será reo de
la gehena del fuego» (Mt 5, 21-22).
Tres pecados enuncia Jesús:
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- pecado de blasfemia, maldiciendo al otro: monta en ira diciendo una palabra que lleva en sí una maldición a la otra persona. Es un pecado grave, del cual todos puede juzgar porque es hecho públicamente;
- pecado de herejía contra el otro, tratándole en las cosas de Dios, en la vida espiritual, como un hereje, sin serlo. Por lo cual, tiene el juicio de toda la Iglesia en la Jerarquía, que lo excomulga de la Iglesia. Quien llama a hereje a otro sin serlo, cae en la herejía. Niega toda verdad en el otro, teniéndola;
- pecado de apostasía de la fe, injuriando al otro, llamándole hombre sin mente, tratándolo de un loco en las cosas espirituales. Este pecado tiene la sentencia del infierno.
Estos
tres pecados son muy comunes en este siglo, en que los hombres viven
diariamente en sus blasfemias de su vida, en sus herejías en la mente y
en sus locuras como hombres, en sus obras que sólo un loco se atrevería a
hacer.
Hoy
día, la psiquiatría llama locos a todos los hombres. Muchos psiquiatras
caen en el tercer pecado con gran facilidad: niegan el Espíritu en el
hombre, cometiendo el pecado de blasfemia, del cual no hay perdón.
Si
el hombre quiere medirlo todo con su mente humana, lo único que obtiene
es cerrarse a la Verdad que el Espíritu lleva a todo hombre. Y en eso
consiste el pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo: el hombre no
quiere aprender la verdad de Dios, sino que su propia mente humana le
dicta la verdad, que es su gran mentira en su vida.
Bergoglio pone en la curia un pecado que no existe:
«el mal de una falta de coordinación». (22 de diciembre del 2015)
La
falta de coordinación no es un pecado. Si los miembros no están
coordinados, entonces los miembros tienen la culpa. Cada miembro, cada
hombre no se relaciona con el otro. Y si no hay relación, no hay
armonía, no hay orden, no hay comunidad, no hay curia. Si cada miembro
vive su vida en la curia, entonces no hay curia.
Decir que hay una falta de coordinación y no ser más específico es decir absolutamente nada.
Una
persona, en su trabajo, puede estar distraída en lo que sea. No hay
coordinación con los demás. Y el estar distraído, sin culpa, no es
ningún pecado.
Una
persona, que en su trabajo, tiene que estar metida en su oficio, para
poder resolverlo, desconecta de los demás. No hay coordinación con los
otros. Y esa persona no peca, porque está en su oficio.
¿Y
qué es perder la comunión en la Curia? ¿No están todos allí para dar la
Verdad? ¿Se pierde la comunión porque cada uno deja la verdad que tiene
que obrar? ¿O por qué otro motivo se pierde la comunión?
¿Es
perder la comunión enfrentarse al otro que mantiene una mentira como
verdad? ¿No es eso hacer comunión en la verdad, dejando a un lado a un
miembro que no quiere la comunión en la verdad?
Así que Bergoglio pone la comunión en dos cosas:
«…el cuerpo pierde la armoniosa funcionalidad y su templanza».
La curia, para no estar sin coordinación, tiene que tener estas dos cosas: ser funcional y ser templada.
Dos
virtudes que no pueden darse sin otras muchas, que son más importantes y
son el cuello de la vida espiritual. Dos virtudes que no son cabeza en
la vida espiritual y que, por lo tanto, no deciden la vida espiritual.
No
hay templanza si hay lujuria. No hay funcionalidad si hay avaricia. No
hay templanza si no hay pureza. No hay funcionalidad si no hay pobreza.
Si
los hombres quieren ser funcionales con los asuntos de los demás, deben
antes vivir en la pureza de mente, de corazón, de cuerpo y de espíritu.
Sin estas cuatro purezas, no se puede dar la templanza. Si hay lujuria
en el cuerpo, soberbia en la mente, avaricia en el corazón y orgullo en
el espíritu, una persona siempre comete dos pecados al mismo tiempo:
gula y lujuria.
Ser
funcionales lleva consigo ser templados. No son dos cosas distintas. Es
una la consecuencia de la otra. Si el cuerpo vive en su lujuria, no
puede estar coordinado con la mente, con el corazón, con el espíritu. No
puede funcionar. No se puede dar al otro una verdad. No puede haber
comunión entre las personas.
Es claro que Bergoglio no habla de nada en este «mal de una falta de coordinación».
Él está en la psicología de los hombres, en lo externo de sus vidas. Él
habla de los temperamentos de los hombres, que los hacen sacar de la
vida de comunión. Y el temperamento del hombre no es un pecado en el
hombre. Es su forma de vivir en el cuerpo que posee.
En este lenguaje psicológico de Bergoglio, llama a la curia con el nombre orquesta, que produce mucho ruido:
«…convirtiéndose
en una orquesta que produce ruido, porque sus miembros no cooperan y no
viven el espíritu de comunión y de equipo».
¡Como si existiera el espíritu de comunión y de equipo!
¿De qué comunión habla? ¿De qué equipo habla?
En la Curia no hay equipos. En la Curia no hay comunión.
La
Curia es para obrar lo que decide el Papa. Si no obediencia al Papa,
¿de qué espíritu de comunión y de qué equipos está hablando este hombre?
¡Qué fácil es desbaratar el lenguaje de este hombre!
No
tiene un magisterio eclesiástico. No enseña una verdad en la Iglesia.
Enseña su mente, sus ideas, sus teorías, sus herejías, sus locuras
mentales.
«También existe la enfermedad del “Alzheimer espiritual”».
Es común de los psiquiatras poner un nombre, etiquetar la vida espiritual de una persona.
Aquí se ve claro cómo es la mente de Bergoglio.
Al olvido del primer amor lo llama este hombre: Alzheimer espiritual:
«También
existe la enfermedad del «Alzheimer espiritual», es decir, el olvido de
la historia de la salvación, de la historia personal con el Señor, del
primer amor».
¡Fíjense hasta dónde llega la mente de este hombre!
¿Quién es aquel que se olvida que el Señor lo salvó?
El
condenado. El que quiere vivir en su pecado. El que quiere irse al
infierno. El que quiere cometer la blasfemia contra el Espíritu Santo.
El que no quiere arrepentirse de sus pecados, por más que los vea, que
los conozca.
Y este hombre juega con la Palabra de Dios:
«Tengo contra ti que dejaste tu primera caridad» (Ap 2, 4).
Es
ésta una grave reprensión del Señor contra la Iglesia de Éfeso, que son
aquellos que combaten a los pecadores, pero sin caridad: «no puedes tolerar a los malos». Es la Iglesia que pone a prueba todos los que sirven en Ella, pero sin caridad: «has probado a los que se dicen apóstoles, pero no lo son, y los hallaste mentirosos». Es la Iglesia que practica la paciencia, que sufre en el nombre de Cristo y persevera en ese sufrimiento, pero sin caridad: «tienes paciencia, y sufriste por mi Nombre sin desfallecer».
Pero dejó la primera caridad. Y sin caridad no hay vida, y el que no vive no existe:
«Sabemos
que hemos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los
hermanos. El que no ama permanece en la muerte» (1 Jn 3, 14).
Si
te has olvidado del primer amor, entonces es que vives en la muerte de
tu pecado. Vives en la desgracia. Y por más que combatas el mal, por más
que no toleres a los malos, Dios no puede tolerar tu pecado, tu mal;
por más que veas la mentira en los demás, si no eres capaz de ver tu
mentira, Dios no puede tolerarte a ti; por más que sufras en el Nombre
de Cristo, que tengas paciencia en tu vida de sufrimientos, si no sabes
sufrir, tener paciencia para quitar tu pecado, para vencerlo, Dios te
suprime de la Iglesia.
Quien
ha olvidado al Señor es aquel que no quiere seguir al Señor por sus
pecados. Y la única solución para salir de ese estado es:
«Considera, pues, de dónde has caído…».
Medita
con tu entendimiento humano tu maldad, tu pecado. No el mal de los
otros, no la mentira de los demás. No te alabes porque sabes sufrir.
Profundiza con las tres potencias de tu alma tu maldad, y entonces:
«…arrepiéntete, y práctica las obras primeras».
Las
obras propias del amor divino, que consiste en hacer la voluntad de
Dios: con Dios, con uno mismo y con el prójimo. La Voluntad de Dios es
una Ley Eterna. Cumple esa Ley y tendrás Vida.
Pero, ¿de qué habla este hombre?
«Es una disminución progresiva de las facultades espirituales»
Su
ley de la gradualidad. Es su psiquiatría en la Iglesia. Poco a poco,
grado a grado, se van deteriorando las facultades espirituales.
¿Qué
son las facultades espirituales para este hombre? La mente y la
voluntad del hombre. Él no puede referirse a otra cosa. No cree ni en la
gracia, ni en el corazón ni en el Espíritu. Este hombre niega que Dios
sea Espíritu. El Espíritu Santo sólo es un lenguaje humano para expresar
el amor.
Y esta disminución:
«…en
un período de tiempo más largo o más corto, causa una grave
discapacidad de la persona, por lo que se hace incapaz de llevar a cabo
cualquier actividad autónoma, viviendo en un estado de dependencia
absoluta de su manera de ver, a menudo imaginaria».
Llama
locos a todos los pedófilos. Llama locos a todos los corruptos,
avariciosos del dinero. Llama locos a todos lo que siguen el dogma en la
Iglesia. Llama locos a todos los que siguen la tradición en la Iglesia.
Llama locos a todos los que combaten contra el aborto, contra la
homosexualidad, etc… Llama locos a todos los que sigue el magisterio de
la Iglesia, el auténtico. Llama locos a todos los que quieren convertir a
los pecadores de sus pecados, hacer proselitismo.
Él es claro en su pensamiento:
«Lo vemos en los que han perdido el encuentro con el Señor; en los que no tienen sentido deuteronómico
de la vida; en los que dependen completamente de su presente, de sus
pasiones, caprichos, manías; en los que construyen muros y costumbres en
torno a sí, haciéndose cada vez más esclavos de los ídolos que ha
fraguado con sus propias manos».
¡Cuántas personas viven en sus pecados y han perdido el encuentro con el Señor!
Tienen la enfermedad del Alzheimer espiritual para este hombre. Son
unos locos. A los pecadores, comunes y no comunes, este hombre los llama
locos. Tienen que ir la psiquiatra para salir de su enfermedad, de su
locura, de su postración.
El
Deutoronomio es la palabra de la ley, la segunda ley que Dios dio a
Moisies. Es todo el discurso de Moisés para que el pueblo cumpliera la
ley de Dios e hiciera Justicia Divina.
Como
Bergoglio, no cree en la inspiraciónn de los libros canónicos, sino que
sigue en todo a los protestantes, toma el sentido deuteronómico de la
vida por la lucha contra las desigualdades sociales, injusticas,
derechos humanos, etc… Si no luchas por dar de comer a un hambriento,
tienes la enfermedad de Alzheimer. Si no cuidas a los ancianos, estás
loco.
«Hay que luchar por esto, tenemos que defender nuestra dignidad, como ciudadanos, como hombre, mujeres, jóvenes».
¿No
tienes este sentido deuteronómico de la justicia social, de los
derechos humanos…? ¿No eres socialista? ¿No eres comunista? Entonces,
eres un loco.
Hay que vivir el momento presente: hay que depender de la vida presente. Y completamente.
Ese es el dogma de la Providencia Divina: colgados plena, completamente de la Voluntad de Dios.
«Danos
el pan de cada día» (Mt 6, 9). No el del pasado, ni del futuro. No se
hace el presente fijándose en el pasado. Se hace el presente fijándose
en el rostro de Dios, estando en la Presencia de Dios, viviendo en Su
Voluntad, conformados a todo lo que venga de Él o que Él permita.
¿Qué dice este hombre?
«los que dependen completamente de su presente»: ellos están locos.
Y además, como todos los hombres tenemos pasiones, manías, caprichos, entonces todos estamos locos:
«en los que dependen completamente de su presente, de sus pasiones, caprichos, manías».
¿Y tú llamas tu papa a este subnormal, a este hombre que te llama loco en tu cara, a este hombre que llama loco a toda la humanidad?
¡Qué vergüenza de católicos!
¿No se te cae la cara de vergüenza llamando a este hombre tu papa? ¿Teniendo a este hombre como tu papa?
¡Dios mío, qué ciegos andan todos los católicos! ¡Detrás de un hombre ciego y loco de remate!
«El mal de la esquizofrenia existencial».
¡Hasta qué profundidades de maldad no llega este hombre!
Los fariseos son locos:
«Es
la enfermedad de quien tiene una doble vida, fruto de la hipocresía
típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que grados o
títulos académicos no pueden colmar».
¡Cuántos hombres con doble vida!: todos esquizofrénicos!!!!
¡Cuántos hombres mediocres en sus vidas, tibios: todos esquizofrénicos!!!
¡Cuántos hombres que viven de su vanidad, de sus títulos: todos esquizofrénicos!!!
«Es
una enfermedad que afecta a menudo a quien, abandonando el servicio
pastoral, se limita a los asuntos burocráticos, perdiendo así el sentido
con la realidad, con las personas concretas».
Todos
los que están detrás de una mesa, son unos esquizofrénicos. No ven la
realidad. No ven las personas concretas. No dan beso y un abrazo al
otro. No lloran con los que lloran. No se alegran con los que se
alegran. No son herejes con los herejes. No son cismáticos con los
cismáticos. No son demonios con los demonios. Son sólo locos.
¡Esto es Bergoglio! Un loco sentado en la Silla de Pedro.
Y no es otra cosa.
Leer un escrito suyo hay que hacerlo sólo para condenarlo. Y no para otra cosa.
No pierdan el tiempo con este demente. No merece la pena.
Ha cometido el tercer pecado, que dice Jesús:
«y el que le dijere “loco” será reo de la gehena del fuego».
Reo del infierno es la persona de Bergoglio.
Mide con su cabeza humana a toda la humanidad y la llama loca.
¿Qué se merece este hombre?
¡Que se quede loco hasta su muerte, que lo traten como un loco!
Y no se merece otra cosa.