domingo, 23 de diciembre de 2007
Cuando la muerte fue ministro de Salud
Cuando la muerte fue ministro de Salud
LA NUEVA PROVINCIA 13-oct-2007
Por: MIGUEL A. DE LORENZO
"Los muertos queman. Hay muertos que pesan, que no se corrompen; muertos leves, frágiles, de vidrio...".
Miguel Hernández.
Si
algo caracteriza al terrorismo, es el vínculo imperioso que lo encadena
a la muerte. Para alcanzar sus objetivos, el terrorista mata o muere.
Matar es para él apenas un instrumento que le da poder, no tiene
connotaciones morales de ningún tipo y elbíblico "no matarás" grabado en
el corazón del hombre caduca y es nada ante su ímpetu asesino. Porque
la vida es para ellos, en todo caso, un horizonte sinsentido. ¿Y a quién
mata? A
cualquiera, de la peor manera, de la manera más absurda y cruel de la
que sean capaces. Los hechos van mostrando que, pasado el tiempo y a
medida que los negocios --y el Estado- o los negocios del Estado los
llenan de plata y devientres prominentes, en ese aburguesado momento de
su existencia, el fervor por morir se atenúa... Lo que sí parece
perdurar es el desprecio por la vida de losdemás. Hace unos dos o tres
años, cuando Scioli no resultaba del todo funcional al régimen y alguna
declaración no conformaba, el diputado Bonasso proponía "meterlo en un
placard". Método que con sus compañeros de ruta ya habían ensayado lo
suficientecon las denominadas "cárceles del pueblo" –mínimos espacios
donde a veces un hombre lograba sobrevivir--, ciertamente parecidos a un
placard o al siniestroarmario donde los defensores de los derechos
humanos mantuvieron secuestrado hasta su muerte al coronel Ibarzábal.
Más
aún, hace dos meses, el mismo personaje pedía declarar la "muerte
civil" de Luis Patti utilizando, como vemos, siempre el mismo método. Se
trata de algún modo de la muerte --muerte física o civil-- que pueden
decretar los tipos que como Bonasso se han situado, como lo prometía
Nietzsche, más allá del bien y delmal. Pero, dentro de este espectro de
cultores de la muerte, un párrafo aparte merece el ministro de salud,
Ginés González García.
Del fervor del
ministro por el aborto ya hemos hablado en esta mismas páginas; fervor
que no cesa, como en el caso de la joven discapacitada de Paraná a la
que, pese al dictamen de una junta médica que se negó con impecables
razones a realizar el aborto; pese a los ofrecimientos para adoptar al
bebe por parte de varias parejas incluyendo al propio abuelo de la
menor; pese a los muchos pedidos de no matar a una persona culpable de
nada; a pesar de todo, los ministros de Salud de la nación y de la
provincia de Buenos Aires cumplieron con su irrefrenable deseo de matar y
lograron que ¡en Mar del Plata! (ciertamente, lejos de Paraná, donde
sucedieron los hechos) alguientomara el bisturí...
¿De
qué manera? Matar a un niño por nacer venía a mitigar la iniquidad
cometida contra esa adolescente. Es una pregunta que seguramente los
ministros nopuedan responder nunca. Hay, cómo dudarlo, un lazo siniestro
entre estos personajes y la muerte, a la que acuden una y otra vez, ya
sea con las armas, con las palabras outilizando el poder del Estado para
matar.
Pasado el tiempo del show
mediático, ¿quién se hará cargo de esta pobre niña agredida de una doble
y brutal manera? ¿Estarán entonces presentes para cuidarla y
confortarla de tanta desgracia los ministros cureteros?
Ministros
de Salud, que además son médicos y que parece han olvidado su misión de
defender la vida. Sé que algunos dirán: "Bueno, se trataba de defender
la vida de la madre". Y me pregunto, en ese caso: ¿cuál era esa
amenaza?; ¿existía?; ¿cómo se puede defender la vida de una madre
matando a su hijo?; ¿qué ministro, en nombre de qué Estado siniestro,
puede ordenar la muerte?; ¿de qué modo se corría mayor peligro:
realizando un aborto de más de cuatro meses de gestación o esperando que
nazca naturalmente? Por si algo faltase, esto además podría tener un
broche. Por ahí apareció el gobernador Solá, el mismo que ha desastrado a
la provincia y para quien la vida de sus habitantes importa realmente
poco, a juzgar por los índices de criminalidad que supo conseguir en su
territorio; apareció entonces hablando de supuestas "amenazas
telefónicas" contra los médicos que realizaron el aborto, lo que, según
él, "constituye una prueba de intolerancia" (sic).
O
sea, el que autorizó la muerte de un chico que hubiera nacido sano, el
que victimizó a un inocente, ese que no toleró a un bebe --traído además
de otraprovincia--, al punto de que permitió que lo destrozaran en un
hospital marplatense, ese personaje habla de ¡la intolerancia de los
otros! Lo que sí debemos reconocer es que el doctor ministro eligió bien
el nuevo lugar para el aborto. El territorio de Solá es, sin duda, el
elegido de la muerte.
Allá por 1937, en la
Rusia soviética, otro médico, Gregori Mairanovski, dirigía el
laboratorio de investigaciones toxicológicas creado por Lenin y
auspiciado por la NKVD. En ese "laboratorio" se eliminaba a los
"enemigos del pueblo", a los que el llamaba "los pájaros". Mairanovski,
conocido como "el doctor la muerte", estudia las agonías de esos hombres
a los que había envenenado de diversas maneras y, siguiendo órdenes de
Beria, trataba de encontrar venenos no detectables en la autopsia. El
doctor "la muerte" muere en 1962, envenenado por orden de Nikita
Kruschev, por considerarlo "enemigo del pueblo". Hemos escuchado hasta
el cansancio que el ministrocalifica al drama de matar chicos no nacidos
de actitud "progresista". Y ya todos conocemos los apestosos frutos
progresistas, en el siglo pasado y en el presente de nuestro país y del
mundo. Es que, como tantas veces en la historia, parecería que, a fuerza
de convivir con una idea tenebrosa, nos olvidáramos de contar las
muertes de las que somos responsables.
Miguel A. De Lorenzo es médico; reside en Buenos Aires
Publicado por
La Verdad Histórica de la República Argentina
en
12:34