domingo, 9 de diciembre de 2018

“Le Puy du Fou: un sueño de infancia”





“Le Puy du Fou: un sueño de infancia”. Recensión y anticipo de lo que llega a España

Según dicen, en algún tiempo más el maravilloso Puy du Fou llegará a España (Toledo). Al menos eso dicen aquí.
Y si algún día llega, será parte de la reconstrucción de la Madre Patria. El Cid, Don Quijote, Pelayo, El Camino de Santiago, la gloriosa Conquista y Evangelización de América, etc., etc., etc… ¡Tantas epopeyas españolas!
Mientras tanto, venga la recensión en español del libro de su genial creador para ir conociendo este sueño hecho realidad.
(Vale la pena leer la reseña y ver los vídeos).
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi


 

Le Puy du Fou: un rêve d’enfance. Philippe de Villiers. 2017, Ed. Puy du Fou, 300 pp.

Hna. Marie de la Sagesse Sequeiros
Una idea…
Le Puy du Fou nació, de lo más profundo de mis entrañas, de la confluencia de dos urgencias íntimas: un reconocimiento y una reparación. Reconocimiento de una deuda y reparación por la injusticia cometida en la Vendée: 300.000 mártires… que jamás fueron ‘sepultados’. Hablo de una deuda moral.  Quería dejar mis ‘gracias’ en alguna parte” (p. 24).
Con estas dos razones nacía en el pensamiento de Philippe de Villiers la idea de erigir un lugar de la región vendeana donde se pudiese rendir un homenaje a los héroes del levantamiento contra-revolucionario de 1793-1796. Pues si él y su familia tienen el don de fe católica -de sus siete hijos, dos son religiosas dominicas-, es gracias a estos campesinos que dieron su vida por Dios y por el rey, por el altar y por el trono.
Nacido en el corazón de la Vendée, nuestro autor no pudo ser esquivo al pasado que arrastraba esta región “vengada” por el Régimen del Terror:
Al lado de mi casa había un lugar que los campesinos llamaban ‘El campo del grito’, así nombrado porque allí fueron masacrados mujeres y niños por las Columnas Infernales enviadas por la Convención, que a su paso devastaron todo y quemaron la pequeña iglesia de Petit Luc sin dejar nada. Hasta el día de hoy, es un lugar donde todavía parecen escucharse gritos desgarradores durante la noche…” (p. 23).
Con sólo 18 años el joven Philippe le planteó a su padre una inquietud: “Papá, quiero escribir un himno a la Vendée. Una canción de gesta”. A lo cual, éste le respondió con gran sentido común: “Primero escribe tu vida. Debes estudiar. Cuando tengas un título, hablaremos de nuevo” (p. 26). Así lo hizo. Nuestro soñador se fue a París, estudió en la ENA (Escuela Nacional de Administración), obtuvo su título, y diez años después volvió a contraatacar… pues había encontrado el lugar para representar la epopeya.
Un lugar…
 
Un día, Philippe se había perdido por los pequeños caminos de la región vendeana. Era el 13 de junio de 1977. Caminó hasta dar con una colina arbolada, llamada “Puy du Fou[1]. Ningún cartel indicaba el lugar, que había sido completamente tapado por el olvido del tiempo. Avanzó un poco más entre las hayas y se topó a con las ruinas de un castillo rodeado por un estanque… Se oía el majestuoso silencio sólo interrumpido por el mugido de algunas vacas. Eran sombras de lo que había sido una época gloriosa; por allí habían pasado las columnas infernales al mando del Gral. Boucret el 21 de enero de 1794 en que prendieron fuego el castillo y los alrededores con 26 mujeres, niños y ancianos quemados vivos en una pira pública…
Con los ojos en lágrimas, de Villiers se dijo: “Les voy a escribir un Requiem, pues no murieron por nada. Mañana voy a volver con una sinfonía compuesta para ustedes…”. Quería darles una sepultura oficial con un homenaje digno de la gesta, sería su primer “acto de amor” (p. 37).
Al muere…
Días más tarde el joven vendeano consiguió el permiso oficial para representar su espectáculo en la fachada exterior del castillo y su sueño se puso en marcha con las mil y una dificultades inimaginables, detalladas en varios capítulos con mucho humor y verdadera mirada sobrenatural.
Después de todo, su éxito sería proporcional al riesgo emprendido. Todas las condiciones para el fracaso estaban reunidas en su única persona: Philippe no tenía nada, le faltaba todo. Ni un franco, nada de experiencia y menos aún un curriculum vitae, cero referencias, ningún apoyo, ni voluntarios para representar “algo” en un lugar de dificilísimo acceso y completamente desconocido. Al fin y al cabo, su padre tenía razón: estaba “un poco loco” (“fou”, p. 43).
 
Pero el loco tenía algo… una idea, una loca idea que ya le había inspirado su pluma. No obstante, todo el mundo le insistía en que su temática era políticamente incorrectísima: “son viejas historias de la Vendée, nadie las quiere, es abrir de nuevo las llagas; no hay que recalentar viejos brebajes de odio”. De Villiers no quería aceptar las cómodas verdades oficiales, que consideraba victorias póstumas de Robespierre cuando decía: “Haced que los vendeanos sean designados por la Historia como responsables del mal que nosotros les hacemos” (p. 52): viejo principio revolucionario que invierte la carga de la vergüenza y hace pesar sobre la víctima el rol de verdugo.
Nuestro autor cortará por lo sano y, contra toda expectativa de éxito, comenzará representando la vida del joven campesino Jacques Maupillier, guardián del castillo de Puy du Fou durante la guerra vendeana, herido cinco veces en combate y muerto a causa de sus heridas, inmortalizado por la marquesa de la Rochejaquelein, quien lo dibujó con las armas en mano “que jamás dejó”.
La ‘Cinéscénie’
Así fue cómo, en una carrera contra el tiempo y contra todos, Philippe pudo hacer realidad su primera obra maestra en el verano de 1978, creando una nueva palabra para la original mise en scène de su espectáculo. Eso no era ni teatro, ni cine, ni…, ni… era… la “Cinéscénie”: Cine = “movimiento”,  Escena = “espacio”: un “espacio en movimiento”, una película al aire libre en 3D. “Será más grande que un teatro, más vivo que un cine, más moderno que la luz y el sonido, más popular que una ópera…” (p. 73).
 
Además se propuso conseguir lo mejor de lo mejor para grabar la música y las voces en off. Y partió a París para convencer a la crème de la Comedia francesa del momento (Jean Piat, Suzanne Flon, Michael Duchaussoy, etc.); lo mismo hizo para la música, persuadiendo a los coristas de teatro de la Ópera y a los músicos de la Orquesta Nacional, incluido el famoso compositor Georges Delerue. Todos, tarde o temprano, terminarían condescendiendo con el insistente vendeano.
A pesar de tener tres grandes obstáculos sin resolver:
¿El autor? Es totalmente desconocido al repertorio. ¿La demanda? Es la de un espectáculo que todavía no existe; una ilusión. En cuanto a la factura, será pagada con ‘indulgencias plenarias en el paraíso puyfolais’ pues no tenemos ni un mango para pagar” (p. 97).
¿Resultado? Éxito total de la primera puesta en escena con 2500 espectadores que ovacionaron a los actores de pie y emocionados gritando: “No olvidaremos jamás de dónde venimos” (p. 122).
El secreto del éxito
Días antes del estreno, de Villiers había profetizado a su pequeño entorno:
Queridos amigos, en algunas semanas esta colina será conocida por todos los franceses y vendrán aquí de lejos… Llegará un día en que ustedes dirán a sus hijos: ‘Yo estuve allí’. Pues un día el mundo entero vendrá a Puy du Fou” (p. 84).
Y así fue. Yo, siendo argentina, que “vengo del fin del mundo” estuve allí y doy testimonio de que Le Puy du Fou es algo que supera todo lo imaginado, un sello indeleble en el alma. Para poder participar de la Cinéscénie se deben reservar entradas un año antes con suerte. Si están agotadas, al menos échese un vistazo aquí.  
Hoy en día la puesta en escena con el magnífico castillo cuenta con 3800 voluntarios, 28000 cambios de vestuario en tan solo una hora y media, efectos especiales de todo tipo, proyección de videos en 3D, fuegos artificiales, etc. Ganó el premio al mejor espectáculo nocturno del mundo y está convirtiéndose en un mito ineludible. Ya han pasado por allí más de 11 millones de espectadores.
Pero volvamos a 1978, cuando el fundador del parque hizo un famoso juramento, cumplido al pie de la letra hasta el día de hoy:
Mientras exista Puy du Fou, la Cinéscénie se representará con voluntarios. Jamás habrá derechos de autor para los futuros espectáculos. Les hago esta promesa por mi honor; llegué aquí con ustedes para depositar un acto de amor. ¡Jamás habrá subvenciones ni dividendos! (…) ¡La independencia será nuestro tesoro!, como dijo Cyrano: ‘Puede ser que no suba tan alto, pero lo haré solo’” (p. 85). Poco después, de Villiers consiguió con ayuda de su padre y de otros amigos comprar el famoso castillo puyfolais.
Fuego por la boca
Pero cuando todo comenzaba a marchar…, en septiembre de 1978, Philippe fue nombrado sub-prefecto de Charente-Maritime, lo cual significaba el exilio de la Vendée. Sin embargo, nada lo amedrentó y con mucho esfuerzo logró mantener el difícil equilibro, cumpliendo sus funciones en días laborables y viajando a Puy du Fou los fines de semana. Hasta que un buen día su jefe lo sorprendió en su escritorio con la tapa del diario “Vie publique”, al mismo tiempo que le preguntaba: ¿es usted el de la foto? El titular decía: ‘El subprefecto lanza-llamas’ y una imagen suya con el castillo de Puy du Fou detrás.
Prefecto: “¿De Villiers, usted lanza llamas a menudo?
P.d.V.: No señor, sólo por intermitencias
Prefecto: ¿Se da cuenta del ridículo que esto implica para el cuerpo prefectoral de la región y sobre todo hacia mí? ¡De Villiers,usted tiene la cabeza quemada!” (p. 143).
 
En efecto, fue en el invierno de 1977, delante del Centro Pompidou en París donde nuestro acróbata se contactó con un hippie para que le enseñara a lanzar llamas pues necesitaba ese personaje para la Cinéscénie. Para él era una cuestión de principios: no se podía renunciar a ningún detalle. Además su padre le había enseñado que un “jefe no debe dar ninguna orden que no sea capaz de ejecutar él mismo” (p. 143). Y como no había voluntarios que se arriesgaran… era necesario que alguien muriera por el pueblo.
Sin renunciar a ambas vocaciones, aparentemente incompatibles, el “equilibrista” continuó escupiendo fuego… hasta ser convocado al Eliseo, nada menos que por el presidente de la República, Valéry Giscard d’Estaing. Esta vez parecía que su cabeza iba a rodar… o ser quemada.
Presidente: “Señor sub-prefecto, se dice que usted lanza llamas de fuego
Ph. d. V.: Sí señor presidente. Es exacto.
Presidente: ¿Lo hace seguido?
Ph. d. V.: No, solo una vez por semana. Cuando voy a Puy du Fou.
Presidente: Veo que usted tiene el sentido del contacto popular…” (p. 145).
Finalmente nuestro personaje siguió con la buena racha y fue contratado por Giscard para lanzar fuego durante la campaña electoral de su hijo, el delfín Herni… a cambio de tener vía libre para seguir con su proyecto en la Vendée. En 1980 será el mismo presidente quien participará como espectador vip de la Cinéscénie.
El ratón Mickey vs. Juana de Arco
Luego de rendir homenaje nocturno a los mártires de la Vendée, era necesario hacer “algo” diurno para la historia de Francia. Por eso en 1988 surgirá otro éxito: El Gran Parque como confluencia de dos circunstancias. Por un lado la gente que venía a ver la Cinéscénie por la noche no tenía mucho que hacer durante el resto del día, y por otro lado, se instalaba con alfombra roja Eurodisney en Francia, con todos los privilegios fiscales y jurídicos. “Así la coca-colonización se convirtió en causa de exultación de nuestros dirigentes” (p. 157). Y, para variar, de Villiers, secretario de cultura en ese entonces, fue citado a tratar el asunto por el Primer Ministro, Jacques Chirac.
Ph. d. V.: “¡Oh! Usted no puede hacer eso… no es conveniente.
J. Ch.: Puede ser ‘no conveniente’, pero es ¡muy popular! ¿Acaso no hacemos política?
Ph. d. V.: Señor primer ministro ¿por qué no aprovechar la oportunidad para crear al mismo tiempo en nuestro país un parque ‘a la francesa’?
J. Ch.: Pero Philippe, no sabemos hacerlo, ni tenemos los medios.
Ph. d. V.: No es una cuestión de medios. Ellos tienen sólo un ratoncito. Y nosotros a Juana de Arco. ¿Qué hizo Walt Disney? Fue a buscar los cuentos de Andersen y de Perrault. ¿Dónde? En Europa” (pp. 158/9).
Aunque no convenció a nadie, de Villiers salió de la reunión convencido de sí mismo: “Voy a imaginar en Puy du Fou lo que el genio de Walt Disney habría concebido si EEUU hubiera tenido domicilio en Francia…” (p. 159). Y continuó:
Será la historia de Francia o nadaEscribiré un libro de historia viviente, a cielo abierto, donde cada página será un universo, cada sitio tendrá una arquitectura, una atmósfera. Se avanzará de siglo en siglo. Pero sobre todo, no se perderá el hilo conductor; el camino de Puy du Fou, es el espectáculo en vivo” (p. 161).
¿Pasado pisado?
 
Todavía rumiando su idea fija, un día se encontró con René Monory, inventor del famoso “Futuroscopio”, quien trató de disuadirlo de la locura. No resisto transcribir el diálogo surrealista entre ambos:
R. M.: “Sabes, Philippe, lo que andará bien para el mañana, es el Futuro. La gente quiere saber, anticipar, prever. No quieren volver atrás.
Ph.d.V.: Yo creo exactamente lo contrario. La gente, cada vez más nómade y desarraigada, querrá re-afiliarse; volver a sus raíces vitales, a sus arraigos. Querrán saber de dónde vienen. La vuelta a las raíces será la sed enorme del siglo futuro.
R.M.: Querido Philippe, la historia aburre a la gente. Por otra parte, yo sé una cosa: ya no la enseñan más en las escuelas. Es el futuro que fascina, la innovación; no el pasado. Por eso el Futuroscopio anda…” (pp. 161-2).
De Villiers no insistió más, aunque tampoco mencionó que la fórmula de su idea era hacer: historia + efectos especiales = emoción. Inventando un nuevo aforismo: “Lenín había dicho: ‘El comunismo serán los soviéticos + la electricidad’. Bien, nosotros, los puyfoulais seremos la Tradición + la computadora” (p. 126). Haciendo revivir el Romance nacional, utilizando lo “figurativo-alegórico”, lo real transfigurado junto a la técnica omnipresente pero invisible…
Así, el Puy du Fou se convertiría en un universo de leyendas y de historias entremezcladas, un diálogo entre los vivos y los muertos, entre el cielo y la tierra. Será “el ‘parque de los arraigos’ pues vendrán aquí para volver a encontrar las raíces, para re-afiliarse descubriendo la belleza de su patria, entusiasmándose con los fervores de la infancia” (p. 170).
Veamos ahora algunos frutos concretos de su loca idea…
  
¡A los leones!
Mezclando los gladiadores galo-romanos con los mártires de Lyon, nuestro autor nos hará revivir la historia de santa Blandina en un verdadero anfiteatro vendeano para 7 mil personas con leones, tigres y hienas…  amén de poder presenciar una carrera de cuadrigas en directo, bajo un “velum” o techo que cubre las gradas del coliseo en un minuto. Desde la época de Roma Antigua que no se veía nada igual…
Para calmar las fieras se consiguió al mejor domador de leones del mundo, Thierry Le Portier, conocido por haber trabajado en la película Gladiador, aunque acá el asunto cambiaba sideralmente… por hacerlo en vivo, tres veces al día, y con su propia hija como víctima. Así comenzó siendo Soline, la Blandina atada al palo y rodeada de leones, que reemplazó heroicamente a las iniciales muñecas de maíz. Cuando Philippe le ofreció el puesto a Thierry, éste sin dudar ni poder dudar le contestó: “Me encantan los proyectos locos, además tengo especial consideración por los locos que los conciben” (p. 210). Al fin y al cabo, lo semejante busca lo semejante… y ambos se entendieron perfectamente. Un adelanto para quedarse con las ganas puede verlo en: El signo del triunfo.