«Domingo de Quincuagésima» por el R.P. Alfonso Gálvez Morillas
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Título: Homilía: «Domingo de Quincuagésima»
Autor: R.P. Alfonso Gálvez Morillas
Homilía correspondiente a la Misa del domingo 2 de marzo de 2014. Publicado aquí sin el permiso expreso del autor
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Nueva etapa en la historia religiosa de
la humanidad. Después de Adán, «el padre del género humano»
(Septuagésima); después de Noé, «el padre de la generación nueva»
(Sexagésima), las lecciones de maitines proponen a nuestra consideración
la gran figura de Abraham, «el padre de los creyentes».
Por su fe en la realización de las
promesas divinas, es Abraham nuestro padre en la fe; por haber aceptado
sacrificar a Isaac, «el hijo de la promesa», en quien descansaba toda su
esperanza, ha multiplicado Dios su posteridad «como las estrellas del
cielo y las arenas del mar». En boca de san Pablo, todos nosotros,
Cristo y nosotros juntamente, somos esa posteridad, e Isaac, destinado a
la inmolación y luego arrancado a la muerte, es figura de Jesús muerto y
resucitado (Hebreos XI,17-19).
«He aquí que subimos a Jerusalén…» Al
mismo tiempo que nos recuerda la Pasión, el evangelio nos revela en la
curación del ciego de nacimiento el don de la fe, que saca a los hombres
de su ceguedad; es decir, de las tinieblas de sus pecados. En la
epístola, el himno entusiasta de san Pablo a la caridad subraya
igualmente la transformación sobrenatural que ha de obrar la redención
de Cristo en nuestras almas humanas.
La Biblia y la Liturgia de este día.
Sobre la profecía de Jesús acerca de su Pasión. Ya anteriormente la ha
anunciado por dos veces (Mateo XVI,21-22; XVII,22-23). Después de ella
todavía recordará su necesidad (Lucas XXIV,25-27, 44-48). Leer también
en el mismo sentido la parábola de los viñadores homicidas (Mateo
XXI,33-44) y recordar la profecía de Simeón (Lucas II,34-35). El Antiguo
Testamento nos sugiere igualmente figuras de los sufrimientos y de la
muerte del Salvador (Sacrificio de Abraham: Génesis XXII,1-19 – Pruebas
de José: Génesis XXXVII; XXXIX – Tribulaciones de Jonás: Jonás I, II -y,
sobre todo, los sufrimientos del siervo de Yahvé: Isaías L,4-6; LII,13 a
LIII,12). Véase en los Hechos el recuerdo que san Pedro y san Pablo
hacen de estas profecías (Hechos II,22-24; III,17-18; XIII,27-28;
XVII,2-3).
Sobre la curación del ciego, ver otras
curaciones de ciegos obradas por Cristo (Marcos VIII,22-26 – Juan IX).
En ellas se cumplen las profecías de Isaías (Isaías XXIX,18; XXXV,5-6;
LXI,1-2 – Mateo XI,2-6 – Lucas IV,16-22). Recordar igualmente la
curación de Tobías (Tobías II,10-14; VI,1-9; XI,12-17) y de san Pablo
después de su conversión (Hechos IX,1-19; XXVI,17-18, en que el
simbolismo del hecho aparece de su transposición espiritual, a propósito
de la misión del apóstol, que consistirá en abrir los ojos a los
paganos para conducirles a la luz).
Sobre esta ceguera interior, ver parábola
de los dos ciegos (Lucas VI,39), las invectivas contra los fariseos
(Mateo XXIII,16-26 – Romanos II,17-24), la ceguera simbólica de Elymas
(Hechos XIII,6-12), la ceguera espiritual (Isaías VI,10, citado por Juan
XII,40; LIX,7-10 – Sofonías I,17 – 2Corintios IV,3-4 – 1Juan II,7-11 –
Apocalipsis III,17-18).
Sobre la luz de la fe, a la que debe
abrirse esta ceguera espiritual, repasar toda la historia de Abraham
(Génesis XII,1 a XXV,11, y especialmente, XII,1-9; XIII,14-18; XV,1-6;
XVII; XVIII,1-15; XXI,1-7; XXII,1-19) y lo que sobre ella dicen los
demás libros sagrados, en particular los del Nuevo Testamento
(Eclesiástico XLIV,19-24- Romanos IV – Hebreos XI). Sería enojoso citar
todo lo que se refiere a la fe en las epístolas y en los evangelios;
abundan los textos. Ella es el fundamento de la vida cristiana y el
principio de toda justicia; la verdadera luz que ha de iluminar nuestros
ojos.
Siguiendo la sagrada liturgia, podrá leerse con agrado el salmo XXX.
Lectura de la Biblia. Génesis XI,31 a XII,9; XIII,1-18; XIV,18 a XV,6; XVII,1-21; XVIII,1-15, 22-33; XXI,1-8; XXII,1-18, XXIV. Tomado del Misal Diario latín-español
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«Domingo de Quincuagésima»
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