lunes, 24 de marzo de 2014

Castellani sobre Lucio Gera

Castellani sobre Lucio Gera

De acuerdo con Gustavo Irrazábal, abogado y doctor en Teología, el pensamiento de Bergoglio coincide con el de Lucio Gera, integrante del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, no el de principios de los años 70, sino el de Puebla, en 1979. Los escritos de Gera y sus compañeros de militancia preocuparon al menos a dos obispos, que recurrieron a Leonardo Castellani para que emitiera un veredicto. A juzgar por el escrito que hoy reproducimos, pareciera que Castellani no dio mucha importancia al tema. La crítica a Gera es breve, áspera y por momentos sarcástica. No obstante, distingue dentro del movimiento tercermundista dos sectores: uno, abiertamente modernista; otro, confuso y politiquero. En este segundo sector se ubica Gera, el inspirador de Bergoglio. Quienes esperaban de parte de Castellani algo del estilo de los panfletos anticomunistas que en los 70 emitía la T.F.P. -en los que todo se reducía al peligro del comunismo, y los nacionalistas católicos eran  "socialistas" por defender la función social de la propiedad- se habrán sentido defraudados por un escrito “descafeinado”. En cambio, quienes sabían que la preocupación central de Castellani era el fariseísmo en relación con la Parusía, entenderán una valoración crítica que no deja de reconocer buenas intenciones, algunas verdades parciales y una preocupación por los menesterosos.

Tercero mundo.
Por Leonardo Castellani

Ciertamente no es por mi gusto que leí ese pa­quete que me mandaron de literatura terciomúndica, y menos escribir sobre ella; pero quien manda, manda y no hay nada que hacerle. Antes a los que preguntaban "¿qué es eso del Tercer Mundo?", yo les respondía: "Yo no sé porque soy del cuarto"; pero ahora alguien que puede hacerlo me recordó que Geoffroy des Fontains dijo que peca mortalmente el doctor en teología que consultado por un pobrete no responde; porque para eso le paga la Sorbona si es catedrático; o le dan limosnas si es religioso. 
Primero hay que distinguir —porque quien mu­cho distingue no hace potingue— entre el movi­miento o partido del Tercer Mundo atacados de viruela boba, que andan diciendo que no hay ángeles ni demonios, muchísimo menos que no es pecado lo que antes llamaban pecado porque son desahogos naturales de la naturaleza, que no es obligación oír misa los domingos y que hay que leer mucho los Evangelios pero sabiendo que la mayor parte son "midrash"... Cosas así. 
Esos me dicen han existido siempre pero calladitos y ahora se ha abierto no se sabe qué portillo y han salido revoloteando. Estos han perdido la fe, si alguna vez la tuvieron, ¿y por eso me voy a afligir yo? Si me encuentro con un mahometano o un judío, ¿me aflijo yo por ventura? Dejémoslos pasar como la fiera —Corriente del gran Betis...— Pero es que éstos llevan sotana y engañan a la gente... No es verdad: ni llevan sotana ni engañan sino al que quiere. 
El Tercer Mundo es algo más difícil: es un mo­vimiento como ellos se llaman, o partido político como ellos no quieren los llamen, aunque usan los procedimientos de los antiguos partidos, como ser asambleas, elecciones, comités y proclamas. Son 400 sacerdotes, según dice el libreto Sacerdotes para el Tercer Mundo, firmado por los Pbros. Bresri y Concatti, de 160 páginas, sin pie de imprenta y con una prelusión de Mons. Antonio Devoto, obispo. Son 31 documentos, o sea proclamas precedidas de una breve crónica y seguidos de una "Reflexión Teológica" a cargo del Pbro. Lucio Gera. Todas son respuestas, exhortaciones y admoniciones a los obispos, sobre todo al actual gobernante de la Arquidiócesis; y al inactual general Onganía, pues con Levingston todavía no han empezado. 
Su len­guaje es el de los políticos, mezclado con el de los pastores protestantes; y han hecho ya más procla­mas que Balbín. La autoridad invocada son los Evangelios; la bandera enarbolada es la liberación de los pobres; la meta es la reforma de la Iglesia o si acaso la fundación de otra nueva; la Carta Magna es Medellín. 
Si esto no es política, que venga Dios y lo diga; no otra cosa dicen y hacen los socialistas. Lástima que la doctrina de ellos sea mala; pero así y todo, prefiero antes que a Lucio Gera a Leónidas Barletta, que al menos sabe escribir. Una de esas pro­clamas dice netamente que lo que ellos quieren es un socialismo auténtico. Se atribuyen al menos os­curamente el don de profecía, evocan la futura re­volución y citan al voleo a San Basilio, Medellín, Paulo VI y diversas conferencias episcopales. 
Para no ser mero panfletario, aquí habría que detenerse a alabar las buenas intenciones, las algunas verdades enunciadas, la preferencia evan­gélica por los menesterosos, y el amor a Córdoba, a Tucumán, la América Latina y Reconquista, mi pueblo natal. Pero el triste caso es que no dispongo aquí del espacio (29 páginas) de que dispone Lu­cio Gera en la revista Víspera, uruguaya, y Cris­tianismo y Revolución, Nº 25, de Buenos Aires, pa­ra su caudaloso “Apuntes para una interpretación de la Iglesia Argentina”. 
Este es el más letrado y entitulado de los escritores de ambas caudalosas revistas que son una sola. Para entrar en el fiero y fosco follaje de estos Apun­tes, ahí sí que no alcanzan ni el espacio ni el tiem­po ni las ganas. Suerte que la cosa se puede arreglar con una palabra: "No sabe lo que se pesca". El núcleo íntimo de la disertación es la decadencia de la Iglesia. Ahora bien, él no puede saber si la Iglesia está en decadencia; segundo, si lo es­tuviera, él no sabría ni la causa ni el remedio; y tercero, la Iglesia no está en decadencia. Él está en decadencia y es una lástima, siendo un muchacho muy bien dotado. 
Si usted lo lee con atención, verá que en el fondo no dice nada, de modo que el artículo oriental-argentino viene a ser un vacío mal envuelto; envuelto en un lenguaje confuso, abstruso y pedantesco, que parece mal alemán mal traducido. "En razón de este ele­mento nuclear vital, interno de la Iglesia, la, co­munidad creyente se torna portadora de una es­tructura institucional y sujeto de acontecimientos. Cuando el núcleo místico de la fe (Iglesia-Misterio) se manifiesta en su sacramentalidad, la expe­riencia interior... se torna epifanía... la vivencia contemplativa se dobla en acción creativa de la historia..." dice por ejemplo en la parte V, capí­tulo 10, Marco teórico de las contradicciones. Esto sí que no puede destruir la Iglesia Constantiniana, pero puede destruir si acaso la lengua de Cervantes. Para saber si esta realidad inmensa que es la Iglesia está o no en "decadencia", éste tendría que ser Francisco de Sales y Francisco Javier en uno. Haber gobernado una diócesis 50 años, haber recorrido el mundo y tanteado por todos lados. Pe­ro los dos Franciscos se limitaron a convertir a cuantos protestantes o idólatras toparon dentro del círculo de su acción; y todos los abusos y "contra­dicciones" que topaban, dejárselas a Dios que po­día más que ellos. 
Pero todas las revistas judaicas de la Argentina dicen que la Iglesia Católica está en decadencia. Es verdad. Podrían nombrarlo a Lucio Cera Direc­tor-Fundador Honorario de Primera Plana y Pano­rama. Una cosa es predicar y otra cosa es dar trigo. Estos predican bien; pero; ¿dan trigo? Nunca lo he visto. Al contrario, conozco dos de ellos que en vez, de distribuir trigo, atrojan. Segundo, la trabajosa definición de esa decadencia se sitúa en lo administrativo, Organizativo y na­da vivo, sino meramente en lo mecánico, en la mecánica accidental de la Iglesia externa. La cau­sa no puede estar allí: la causa tiene que ser moral. Es como si Jesucristo hubiese predicado que el Sa­nedrín debía constar de 53 miembros en vez de 40, la elección de Sumo Sacerdote hacerse más de­mocrática y el sacrificio matutino volverse vesper­tino cambiando todo el ritual de hebreo a arameo; y además echar cuanto antes a los romanos. Jesucristo gritó contra la ambición y la soberbia religiosa que hoy llamamos fariseísmo. Si hay ma­les hoy en la Iglesia, de allí han venido siempre. 
Y lo más curioso es que no hay decadencia. Co­nocemos un firme frente de curas de 30 a 50 años que sin hacer la menor alharaca siguen cumplien­do día tras día y año tras año esa cantidad de co­sitas prosaicas, fastidiosas, fútiles en apariencia que constituyen el deber del párroco; el cual eleva a Dios sus manos cada día implorando auxilios para su múltiple oficio, que comprende desde basurero a médico; unificado todo por una sencilla, invisible cosa que es creer en Dios y creer a Dios. Estos buenos párrocos son el Cuarto Mundo que ha de venir, no por obra de los curas politicantes sino por obra del Creador del único Mundo cono­cido. Porque todo este barullo de tercer mundo, curas progresistas y democracia cristiana es pura política, mezclar religión y política o querer usar la religión para arramblar votos. 
¿Y todo este bochinche acabará? Ciertamente acabará. ¿Y cuándo? Eso sí que no lo sabe ni Cera ni yo, ni Monseñor Aramburu ni los ángeles del cielo. 
Fuente:
http://cruzamante.blogspot.com.ar/2009/03/tercero-mundo.html