El gobierno impulsa la fragmentación opositora
La inminente crisis del FAU y el lanzamiento de De La Sota favorecerían sus planes.
Esta semana, al compás de los indicadores del ingreso a una etapa de
estanflación, la política nacional insinuó una tendencia hacia la
fragmentación. El naciente FAU, que se presenta como la opción
unificadora del no peronismo, parece estar marcado por altas
probabilidades de fracturarse. Elisa Carrió, sin medias tintas, invitó a
Gabriela Michetti en Mar del Plata a la presentación de su libro Humanismo y Libertad
y reafirmó la necesidad de que la centroizquierda pacte con el PRO para
realizar una interna común. En el campamento de Pino Solanas ya se
escuchan los tambores de guerra. Para el jefe de Proyecto Sur, más
Humberto Tumini (Libres del Sur) y Victoria Donda, la salida casi
inevitable sería romper con los radicales y Carrió, acusándolos de ser
funcionales a la candidatura de centro derecha de Macri, aunque éste
niega cada vez más esta identidad ideológica. Les tocará seguramente a
los socialistas decidir la importancia de la crisis interna que se
avecina en el FAU. Para Hermes Binner y Antonio Bonfatti, su posición es
netamente defensiva. El auge del narcotráfico y de la corrupción
oficial, obliga al gobierno santafesino a depender cada vez más de la
buena voluntad de la Casa Rosada, como se vio con el super operativo de
seguridad que comandó en Rosario Sergio Berni con más de 2000 gendarmes y
prefectos, un verdadero salvavidas mediático para Bonfatti. El
socialismo ya no se siente tan seguro de retener el gobierno provincial
el año que viene y se ve obligado a privilegiar este objetivo por sobre
su alianza nacional con la UCR y Carrió.
La atmósfera de crisis que envuelve al FAU es una excelente noticia
para el kirchnerismo y también podría aliviar en cierto sentido a Sergio
Massa, quien corre el riesgo de perder votantes independientes si la
centroizquierda se exhibe como la principal alternativa opositora.
El interés del cristinismo por plantar un escenario de extrema
fragmentación opositora emergió también estos días claramente en el
despliegue mediático de José Manuel de la Sota, que hasta la semana
pasada lucía apenas como el posible sparring de Massa en la
primaria del Frente Renovador. El mandatario cordobés habría llegado a
un acuerdo con Carlos Zannini a través del cual recibiría asistencia
financiera extra del gobierno nacional. Como contrapartida, el cordobés
se lanzaría a su propia aventura presidencial, sin duda con el objetivo
de mellar el complejo y difícil armado territorial del massismo. Aquél
aterrizó días atrás en Nueva York y Washington, visitando el Consejo de
las Américas, cuya titular Susan Segal mantiene hoy óptimas relaciones
con la chancillería argentina. El mensaje que dejó De La Sota fue que
Massa, de reciente gira por EEUU con una agenda similar, no unifica la
personería del peronismo anti K.
Si esta operación tiene continuidad, el peronismo disidente marcharía
hacia una ruptura interna al igual que el FAU, ya que, a falta de
números brillantes en las encuestas, el gobernador cordobés cuenta con
una fuerte red de aliados en el peronismo del interior. Como parte de
las maniobras para achicarle el margen a Massa, un delegado de la
presidente se entrevistó la semana pasada con Carlos Reutemann para
aconsejarle que se baje discretamente de su alianza con el diputado
tigrense. A cambio de ello, el cristinismo estaría dispuesto a abrirle
una importante cuota de participación al reutemismo en las listas para
el 2015. La fragmentación que impulsa el oficialismo incluye hasta su
propio frente interno. Es que Cristina habría impartido instrucciones
precisas para que en el armado del nuevo Consejo Nacional del PJ, que el
congreso nacional partidario oficializará el 9 del mes próximo, el
sciolismo no tenga casi participación. Se trataría de una demostración
de fuerza conteniendo un claro mensaje: Scioli podría llegar a ser el
presidenciable del Frente para la Victoria, pero carecería de capacidad
para postular hasta un candidato a concejal.
Una jugada obligada
Esta política de fragmentación obedece a una lógica elemental. El
núcleo duro electoral del gobierno para el 2015 difícilmente supere el
25%, teniendo en cuenta que se está instalando un fuerte contexto
recesivo y que se aproximan nuevas tensiones cambiarias. La única receta
segura pasaría entonces por impulsar como mínimo cuatro o cinco frentes
opositores que se disputen el voto anti K, abriéndole así el camino
para que la fórmula del FpV llegue al ballotage. La ausencia de un
liderazgo político sobresaliente en la oposición hace que la estrategia
de la fragmentación sea todavía más sencilla. En el 2007 y el 2011, la
dispersión opositora le allanó dos triunfos presidenciales a CFK, aunque
por entonces a ella le sobraban votos y el objetivo era el opuesto al
actual. Entonces lo que quería el gobierno era evitar un incómodo
ballotage ganando en primera vuelta, lo que consiguió ambas veces. Ahora
su aspiración es más dramática: necesita asegurarse ingresar al
ballotage aunque sea quedando segundo en la primera vuelta.
Simultáneamente, el kirchnerismo se sigue secando de encima las
rémoras de su pasado bolivariano y supuestamente antiimperialista. El
canciller Héctor Timerman viajará a Israel para certificar que el
Memorándum de Entendimiento con Irán entró en su etapa agónica y que la
colectividad judía argentina puede estar más tranquila. Paralelamente,
los gestos de amistad con el Vaticano se suceden sin cesar, con la idea
de que no haya resquicios para se reabran las viejas heridas entre el
kirchnerismo y la Iglesia.
En el mismo sentido, el gobierno difundiría próximamente nuevos
acuerdos de cooperación con agencias de EEUU en la lucha contra el
narcotráfico, tema que se instaló a la cabeza de las encuestas. Hoy en
La Matanza y tal vez para demostrar que la imputación por
enriquecimiento ilícito del fiscal Ramiro González a su segundo Carlos
Liuzzi no lo golpeó demasiado, Carlos Zannini será el portavoz
presidencial en el acto K en La Matanza, que reuniría a Scioli, con
Florencio Randazzo y tal vez Juan Manuel Urtubey.