Servicio militar obligatorio
El anuncio de un senador bonaerense de su propuesta de activación del
“Servicio Militar Obligatorio” (SMO) motivó la opinión sobre el mismo
en los diversos medios de difusión. El objetivo de la propuesta esta
vinculado al tema social y no al de defensa o seguridad, ya que busca
encontrar una solución a los jóvenes “ni-ni” (no trabajan y no estudian)
a los que se supone origen o, a lo menos, motivo, por su inacción o
responsabilidad, de algunos de los problemas actuales de violencia y,
hasta, criminalidad.
El SMO responde a un mandato constitucional y es legislado, como una
metodología, de preparación de los ciudadanos para integrar las fuerzas
armadas en caso de guerra, ya que, al finalizar el mismo, pasan a
integrar las “reservas instruidas” que se convocaran como “complementos”
a los “núcleos” militares. Este sistema fue evolucionando, conforme se
producían cambios en los ejércitos, motivados por la evolución de la
guerra, armamentos, tácticas, alcances, etc. Pero, quizás, lo poco
comentado, es y ha sido, los efectos de la actividad en nuestro país
como resultante de su aplicación en los tiempos de paz. Lo primero que
en general se recoge en las opiniones, es la instalación de la palabra
“colimba” (Corre, limpia y barre), una real humorada que se observa con
alguna simpatía, pero, en paralelo, la critica al trato que recibió el
“conscripto”, que ya no es lo anterior, sino que es una deformación
maligna del tema. La “vida militar” no es fácil, simple o cómoda y el
“entrenamiento” puede llegar a ser cruel, vejatorio y hasta indignante.
Ello se produce por la necesidad de lograr un nivel físico, pero también
una calidad intelectual y espiritual, que permita “vencer” el
sacrificio que contiene el combate. Este entrenamiento es común en todos
los países y, los que lo duden, pueden verlo en las películas sobre el
tema norteamericanas. En ellas, un “sargento maldito” se posesiona de
sus “soldados” y les impone tareas, actividades y desafíos en los que,
en la película, hay quien no lo resiste, por lo que sufre, se desgasta y
padece hasta lo indecible o impensable. Siempre, como no podía dejar de
ser, el final es un reencuentro cálido que llega con afecto de
camaradas.
El SMO existe en algunos países en la actualidad, otros los han
reemplazado por “voluntarios” y, hasta algunos, lo tienen como un
“trabajo”, al que pueden acceder, no tan solo nacionales, sino también
extranjeros. Ello se debe, no tan sólo a criterios o tendencias
ciudadanas, sino a la complejidad o capacidad de los armamentos, cada
vez más poderosos y sofisticados. Esta cuestión, en los últimos tiempos,
ha adquirido características especificas provenientes de la evolución y
hasta el impacto de la Cibernética o los diferentes nuevos instrumentos
de presión, que ya no son solo las armas. Pero, pese a los cambios, los
cuarteles siguen siendo el alojamiento de los militares y nunca serán
reformatorios o internados de señoritas. Se puede confundir si el
“empleo” de los militares en “tiempo de paz”, ya que sus unidades poseen
capacidades que pueden atender con éxito desastres, suplir ante
desbordes incontrolables o concurrir organizadamente para restablecer
situaciones, pero siempre respondiendo a la conducción superior del
gobierno, pero nunca instituciones de cambio de conductas sociales cuya
modificación esta en la sociedad misma y, en especial, la educación.
El SMO en Argentina en tiempo de paz fue un accionar que contribuía a
la sociedad en aspectos algunas veces olvidados. Uno de ellos fue el
“registro” de la ciudadanía otorgando la documentación hasta que fuera
reemplazado por el Registro Nacional de la Persona, otro la “revisación
médica de la clase” en el cual cada persona, no tan solo era evaluada,
sino que se detectadas insuficiencias o enfermedades que eran derivados a
la atención correspondiente. No se puede dejar de citar las “escuelas
primarias” de los cuarteles, donde se aprendía no tan solo a “leer y
escribir” y se cubría el “analfabetismo”, sin dejar de recordar los
“oficios” de mecánicos, carpinteros, cocineros, etc. que se preparaban.
El tema de los estudiantes era considerado en especial con los
entrenamientos específicos que no les restaba tiempo en sus cursos. De
más está señalar las diversas condiciones de “excepción” que contemplaba
las situaciones familiares o religiosas, para que el servicio no
vulnere necesidades o principios. No se puede descartar que puede haber
habido situaciones personales que no fueran contempladas o imposiciones
de actividades que no correspondían, pero, es de señalar, que siempre
existían medios reglamentarios para atender o corregirlo.
La propuesta del senador bonaerense activo el tema, pero es de
recordar que tiempo atrás, un gobernador de provincia sito la
posibilidad de una especie de variable, pero ambas tienen un sentido de
“contención social” lo que las desvirtúa del objetivo que tienen que
tener las organizaciones militares que se deben contar para la defensa
en las que se está depositando la soberanía de la Patria.
LMGSM 1 /CMN 73