Obsesión presidencial por demostrar que su gobierno fue el mejor de la historia argentina
Ayer la presidente usó la cadena nacional para volver a mostrarle a
la opinión pública actos de gobierno que, según ella, los medios de
comunicación no comentan. Y ya sea sin la cadena nacional o con ella, se
ha tomado la costumbre de hablar de lunes a jueves para luego pasar el
fin de semana en El Calafate. Estos discursos demuestran que tiene una
obsesión especialmente los lunes, cual es contestarle a Clarín y La Nación
que su gobierno es el mejor de la historia argentina y minimizar lo que
publican esos medios con primeras planas que dicen que aumentaron la
inseguridad y la pobreza, que la inflación ahora bajó, pero porque hay
recesión.
Un rosario de disparates
Esas notas a ella le producirían un gran dolor de cabeza que la
obliga a salir a contestar todos los lunes. Y desde la semana pasada, le
contesta también a Jorge Lanata, como hizo ayer al destacar la gestión
de Mariano Recalde al frente de Aerolíneas Argentinas y a todos los
integrantes de La Cámpora al decir que se demoniza a la juventud. Pero
el colmo del disparate fue que ayer dedicó como media hora a exponer
sobre la historia de las retenciones al trigo desde la década del ‘70
hasta ahora, tomando como base el 50% que tenían en 1976, con
antecedentes en la llamada revolución argentina. Durante la misma, el
entonces ministro Adalbert Krieger Vassena impuso un dólar alto y
retenciones del 65%, que después bajó al 50%. Contó también que en la
cosecha 76/77 hubo un gran resultado por los altos precios
internacionales y porque había un gobierno de libre marcado. Siguió
luego con la misma cantinela diciendo que cuanto más altas eran las
retenciones más importantes fueron las cosechas, sin tomar en cuenta
eventuales sequías o altos precios internacionales, ya que, si tuviera
razón, tanto Brasil, Uruguay, Paraguay, Australia, Nueva Zelanda, Canadá
y Ucrania, que no tienen casi retenciones, no se han dado cuenta de que
las mismas aumentan la decisión de los productores de sembrar, lo que
constituye un verdadero disparate. Después, volvió a refinanciar la
deuda de las provincias por tres meses más, como si fuera una concesión
real, cuando el gobierno nacional se queda con el 80% de la
coparticipación. Finalmente dijo algo cierto, como es que, si se aumenta
la producción de bienes, baja la inflación pero en vez de hablar del
insostenible aumento del gasto público y la emisión monetaria sin
respaldo, le echó la culpa al sector financiero, porque presta para el
consumo, que es lo que ella viene predicando desde que empezó su mandato
en 2007. Pero ahora mutó y dice que los bancos les deben prestar a las
empresas para la producción, cuando el Banco Central toma deuda al 30%,
por lo cual ninguna empresa puede tomar a esas tasas de interés. En
resumen un compendio de disparates, con un discurso místico para una
pobre tribuna que la aplaude en el Salón de las Palmeras y que siente
que está por abandonar el poder y que los medios influyen sobre la gente
para que no le reconozcan el gran gobierno que está haciendo. Agregó
que todos los opositores quieren desfinanciar el Estado para acortar en
el futuro los planes sociales que ella implementó en una verdadera
obsesión que se ve le carcome los fines de semana. Aunque ayer, por lo
menos, no contó ninguna cuestión personal ni chistes procaces, tal vez
para que Lanata no la ridiculice.