Un trino polivalente
La reciente publicación del tuiteo
que arriba reproducimos en la cuenta de twitter del Pontífice ha suscitado
diversas reacciones. No podía ser de otro modo, dada la ambivalencia, o polivalencia, de un
aforismo que se presta a interpretaciones opuestas.
La desigualdad es una relación (dos términos y un fundamento). Decir
algo sobre ella, que sea comprensible por el mayor número de lectores, requiere
de algunas precisiones mínimas. En primer lugar, la referencia a un contenido,
real o lógico, que en este caso es el orden social. En segundo, la desigualdad, aun definida en una
categoría dada (por ejemplo, la igualdad métrica) requiere la determinación de
los parámetros (igualdad en peso, igualdad en temperatura).
Sin referencias a la virtud de la
justicia, el trino que ahora glosamos puede tener muchos significados. La
proposición “la desigualdad es la raíz de
los males sociales” puede ser verdadera o falsa. Ello depende del contenido
de justicia que –suponemos- está implícito en la relación de desigualdad significada. En efecto, “se
suele postular una igualdad pura y simple, o aritmética, en aquellas relaciones
interhumanas de justicia conmutativa, cuyo centro de gravedad radica en cosas y
bienes que no tienen un nexo singular con las características de las personas
individuales implicadas en tales relaciones, por ejemplo, en los cambios, las
compraventas, los arrendamientos de predios urbanos o de inmuebles rurales,
etc. Por el contrario, se postula, con razón, no una igualdad simple y
aritmética, sino una proporcionalidad distributiva, en aquellas relaciones
sentadas principalmente sobre los méritos o deméritos, o mayores o menores
méritos, de las diferentes personas implicadas. En el primer caso, en el de la
justicia conmutativa, se exige que las personas, las situaciones, las cosas, y
los hechos iguales deben ser tratados de un modo igual. Por el contrario, en
las relaciones de justicia distributiva se requiere que las personas y las
situaciones desiguales deben ser tratadas de un modo desigual, si bien
calibrando las desigualdades con una misma vara de medir. Estos problemas son
más complicados de lo que puede parecer a primera vista; las cuestiones, en
apariencia simples, entrañan temas complejos de combinación de múltiples y
variadas valoraciones. Algunos ejemplos evidenciarán esta complejidad. Referente
a un caso de justicia conmutativa, fijémonos en una simple relación de cambio, por
ejemplo, de trueque. Respecto de ella, todos los filósofos sostienen que la justicia
exige que, en un contrato bilateral de cambio, el uno reciba del otro tanto
como él le entregue. Pero adviértase que esa igualdad entre lo que se da y lo
que se recibe no puede ser una identidad plena. Es decir, si interpretáramos esa
igualdad como identidad, supondría que quien da una arroba de trigo debe
recibir otra arroba de trigo; quien presta a otro el servicio de desollar un
buey, reciba de aquél el mismo servicio. Pero tales cosas no tendrían ningún
sentido, por la carencia de todo motivo y finalidad. No se trata de recibir lo
idéntico, sino algo diferente, que en algún modo corresponda a lo que se
entrega, es decir, algo diverso pero equivalente (…) Veamos ahora un caso de
las relaciones tradicionalmente llamadas de justicia distributiva. Se ha
denominado justicia distributiva aquella versión de la justicia que debe
cumplirse al repartir funciones, beneficios y cargas públicas, así como las
compensaciones por el trabajo realizado. Sobre la justicia distributiva dijo
Aristóteles (y sobre ello insistió S. Tomás) que ésta exige que, en los
repartos, las personas iguales reciban porciones iguales y las desiguales
porciones desiguales, según sus diferentes dignidades y merecimientos. Por eso,
la justicia distributiva implica al menos cuatro miembros a relacionar; y suele
expresarse habitualmente, de modo metafórico, en una proporción geométrica. (…)
Miguel Efesio, comentarista de Aristóteles, glosa esta teoría con el siguiente
ejemplo: si consideramos a Aquiles doblemente merecedor que Aiax y damos al
primero seis monedas, debemos dar tres al segundo, lo cual se puede expresar en
la siguiente proporción: Aquiles que vale 8 es a Aiax que vale 4, como 6
monedas para Aquiles son a 3 monedas para Aiax. La relación entre lo que se da
a Aquiles y lo que se da a Aiax es la misma que media entre los merecimientos
del uno y los del otro: el doble. Esto es perfectamente comprensible y está
fuera de toda discusión. Pero el problema importante no radica en esto, sino en
saber el punto de vista para apreciar el diverso merecimiento de los sujetos,
es decir, el criterio para la estimación jurídica. Dicho de otra manera:
¿Cuáles son los valores, desde qué punto de vista, Aquiles vale el doble de lo
que vale Aiax?” A las anteriores consideraciones
habría que agregar la función que ha de cumplir en una comunidad política la
denominada justicia legal.
En conclusión, el trino papal
podría tener dos formulaciones verdaderas aunque contradictorias en apariencia:
1ª. La desigualdad (injusta) es la
raíz de los males sociales.
2ª. La igualdad (injusta) es la
raíz de los males sociales.
Como tantas otras cosas que hace o dice este pontífice,
el tutieo está destinado a causar sensación en el mundo por lo que implica de concesión
al discurso políticamente correcto. Lo que nosotros no logramos ver –seguramente,
por nuestras limitaciones- es el fruto pastoral de estos bergoglemas publicitarios.